domingo, 27 de noviembre de 2011

Ferrándiz, la cara más tierna de la Navidad.



Se acerca la Navidad, la época más bonita del año. Sí, ya se que actualmente ya no es como antes, que impera más el consumismo y el derroche que el compartir las alegrías y los buenos sentimientos. Pero no por eso dejar de ser una época muy especial. Quizás sólo se trate de volver a ver las cosas con los ojos del niño que todos llevamos dentro de nosotros (algunos muy enterrado y encerrado bajo 7 llaves).
O quizás debamos recuperar viejas tradiciones que hoy han caído en desuso. No me refiero a decorar el árbol o poner el Belén. O decorar la casa con guirnaldas, campañas o coronas de abeto o pino. Me refiero a la bella costumbre de escribir las tradicionales felicitaciones navideñas. Recuerdo que cuando era un a niña, en cuanto llegaban estas fechas corríamos a la papelería más cercana a buscar las postales (o christmas) más bonitos para enviar a la familia y los amigos. También a las compañeras de clase. Esas no se enviaban por correo, se entregaban en mano. Todavía tengo guardadas la mayoría de esas felicitaciones de mis antiguas compañeras y amigas. Podías saber lo popular que eras por la cantidad de ellas que recibías.
Recuerdo que mis favoritas estaban ilustradas por Juan Ferrándiz.


Ferrándiz es quizás el que mejor ha captado la esencia de la navidad. Sus ilustraciones están llenas de inocencia, ternura y belleza. Lo que es lo mismo... ¡el auténtico espíritu de la navidad!


En 2007, Correos sacó un sello conmemorativo con una de sus ilustraciones navideñas.


Sus postales se hicieron muy famosas en los años 60 y 70. Y fueron reeditadas en 2006, en un libro recopilatorio titulado "La Navidad de Ferrándiz".



¿verdad que imágenes como éstas la Paz, el Amor y la prosperidad deseada seguro que llega a su destino?



Sé que en estos tiempos en que todo va a la velocidad de la luz preferimos felicitar mediante una llamada o utilizando el ciberespacio, pero...
¿no es mejor recibir una postal como éstas? ¿saber que le importamos tanto a alguien que se ha tomado la molestia de elegir una felicitación, escribirla y llevarla al correo?


Sé que lo importante son los sentimientos transmitidos y deseados... y que para eso cualquier medio utilizado sirve. Sí, es cierto... pero el mundo se vuelve más frío y más gris...


viernes, 25 de noviembre de 2011

La importancia de saberse friki (y los riesgos que esto trae)



Damas, caballeros, sé que hace mucho tiempo no pasaba por aquí. De hecho, me falta comentar en un montón de entradas y en otros blogs, así que sí, vale, me he desentendido un poco de todo esto, pero sólo por motivos mayores.

En fin. Como es la una y media de la madrugada del viernes, no quiero explayarme más sobre este asunto. Así que vamos al grano.

El frikismo está bien, todos lo sabemos, ya no podemos agregar nada más. El problema es cuando el frikismo se mete en tu vida y ocurren cosas a semejanza de estas.

Quince minutos atrás: Nicolás despierta por algunos ruidos.
Catorce minutos y medio atrás: Nicolás no oye nada y pega la cabeza contra la almohada. Piensa esto: "Debe ser tardísimo, estoy cansado, mejor intento volver a dor"...
Trece minutos y tres cuartos atrás: Otra vez un ruido extraño, un gemido y el ladrido de un perro.
Trece minutos atrás: Nicolás identifica cada uno de los sonidos. El gemido ha sido, muy probablemente, del gato, así que ya... pero ¿lo otro? ¿Lo otro no es lo que cree, verdad?
Doce minutos atrás: Nicolás vuelve a oírlo. Ahora sí, no está en un duermevela, no está confundiendo realidad con sueño, lo que escucha está claro. Pero no puede ser. Está oscuro, aún debe ser tarde (no más de las cinco de la madrugada), eso no corresponde a este horario y a este día. Si al menos fuera la madrugada del sábado...
Once minutos cuarenta y cinco segundos atrás: Lo vuelve a oír. "Oh por Dios. Oh por Dios. Oh por Dios oh por Dios oh no puede ser esto no es así me voy a morir ya estoy chiflado. Viene a por mí, viene a por mí viene a por mí viene a por mí. Estoy seguro que ahora yo saldré a investigar, y luego abriré la puerta del jardín trasero, y luego intentaré encontrar ese sonido. Pero no habrá nada... pero no nadie. Y entonces... entonces entonces entonces. ¡Oh mierda oh mierda oh mierda! Ya perdiste la cabeza o mientras dormía te transportaron a Meriland y ahora estás muy cerca de los bosques de Blair, y ahora un montón de niños juegan para atraerte hacia la trampa. Y seguro que allí también hay un perro negro que es mi augurio de muerte, o que tiene rabia y me acorralará durante horas eternas, o qué sé yo.
Diez minutos atrás: Otra vez el ruido. Nuestro héroe sale de su habitación empuñando el bastón, cual espada mágica capaz de destrozar orcos, se acerca al pie de la escalera (que no conduce al sótano, porque afortunadamente sótano no hay por aquí), y llama a su madre y a su padre. Sí, lo que nunca se hace en una película de terror, eso mismo. "Total, tanto dá que me crean loco ahora por escuchar voces que salir toda la familia a encontrar la muerte en manos de una bruja". Hago la pregunta clave.
Nueve minutos atrás: Sí, resulta ser que los vecinos están jugando en uno de los jardines traseros que colindan con el nuestro. Sí, a la una y veinte de la madrugada. De un viernes (o sea sí, día de clases). Vale que mañana comiencen las vacaciones (envidio mucho al mundo), así que respiro en paz. No estoy loco, no estoy metido hasta las narices en una peli de miedo, sólo que el resto del universo está chiflado, lo normal.
Siete minutos atrás: Mientras nuestro héroe descansa, vuelve a oír las voces. Sí, ahora no está tan acojonado como antes, pero bueno, sigue dando uno que otro escalofrío. "Mira qué cosas", piensa. "Esta historia podría ir para el blog". Recuerda que tiene un blog, debate unos momentos si ponerse a escribir o no, y finalmente...
Cuatro minutos atrás: ... se pone en campaña para dejar esta historia a la posteridad.

Moraleja. En realidad yo estuve en una peli de terror, pero salir de ellas es fácil. Cuando se dé la ocasión propicia a caer en algún tópico de terror, en alguna situación vista infinidad de veces... tienes que romper la estructura. Como preguntar a tus padres, eso es infalible. Porque sí, ¿en cuántas películas lo hemos visto? ¿En ninguna, verdad? Pues hala. Si ves presencias extrañas, pues a un Sacerdote, ni más ni menos, qué psíquicos ni qué ocho cuartos. Si alguien quiere apuñalarte con, pongamos un ejemplo, un guante de cuchillas, tú te ríes en su cara y le cuentas un buen chiste. El punto para sobrevivir está en hacer que el peligro quede desmotivado. Creedme, lo sé, acabo de vivirlo.

Ahora sí, puedo decir con todo orgullo que...
... He sido despertado de mi agradable sueño reparador...
... que... ejém... ¡soy un héroe, joder! Estuve a punto de caer en una película de terror y sigo vivo.

Esto, damas y caballeros, el pensar que podía estar en Meriland sólo por oír niños riendo y jugando, se denomina frikismo. Y ahora voy a ver si consigo yogur de frutilla, a ver si me calma un poco y puedo volver a conciliar el sueño. Y sí, espero servirme yogur y beber yogur, a ver qué sale.

Lo curioso de todo esto es, mis queridos amigos, que nunca te pasa esto con películas en las que sí quieres estar. Ser Sherlock Holmes en las adaptaciones de Jeremy Brett, o salir junto a Indiana en busca del Arca perdida, o luchar codo a codo en el abismo de Helm junto a Gandalf y el ejército de la Marca. Vamos, lo sabido. Y lo peor es que ni siquiera en cosas pacíficas. Puedo soñar con un laboratorio de alquimia, con una elfa atemorizada y llevándome en volandas por un montón de pasillos (vale, perfecto); pero no soy capaz de soñar con Lórhien o con la dama Galadriel, o con Rivendel y la casa de Elrond. ¿Véis donde está el drama?

Pero dejo una última pregunta a todos vosotros. ¿Os parece normal que lo menos cinco niños estén jugando a la una y veinte de la madrugada en un jardín trasero, siendo escuela al día siguiente y sin haber acabado del todo las clases? ¿No se adelantaron un poquito? De verdad, ¿no es extraño?