lunes, 29 de agosto de 2011

Poema dedicado a Holmes y Watson - Autor anónimo





No hay nada elemental, solo la muerte,

merece algún respeto:
la vida es tal recurso de la suerte,
que un fracaso es un reto.

Así que, amigo mío, no lamente
descubrir el secreto:
el tiempo aquí no sirve, sea valiente,
que yo soy su amuleto.

Y no se quede ahí mirando todo,
buscando explicaciones:
se respira mejor desde aquí fuera.

No hay nada elemental ni hay otro modo
para estas vacaciones:


vámonos, Holmes, el infinito espera.


Buscando en la Wikipedia me terminé encontrando con esta delicia. Es una poesía de un autor que ha preferido permanecer anónimo, pero aún sin saber su nombre... me ha parecido bien publicarlo por aquí.

Lo que se dice en la Wiki es:

Emilio Pascual, director de Cátedra, poco antes de cerrar la edición de las obras completas de Sherlock Holmes, recibió un poema anónimo. Se sospecha que el autor puede ser un conocido autor modernista, sin embargo, se desea respetar el deseo del escritor (y de sus herederos) de permanecer incógnito y se acepta con agrado infinito su particular homenaje a Holmes y Watson.


Les hablo como un holmesiano que estará con Sherlock al pie del cañón por muchos años más. Este poema sabe llegar a la sensibilidad de todo admirador de Sherlock. Gracias al autor que tomó la pluma con semejante inspiración, de verdad, mil gracias.

"Elemental, mi querido Watson... nos han robado la tienda".



miércoles, 3 de agosto de 2011

Es cuestión de tiempos



Damas, caballeros, hablemos en serio durante unos minutos (creo que hoy día es necesario).

Nunca digo nada por aquí, porque generalmente sólo pienso en vivenciarlo por casa y no decir nada. Pero todos tenemos fechas que recordamos con más o menos cariño, por distintos motivos. Recordamos nuestros cumpleaños, el de nuestros seres queridos, aniversario de bodas, aniversarios de noviazgo, egreso de alguna carrera... en fin, siempre tenemos esa tendencia a recordar.

En mi caso hay tres fechas señaladas en el calendario. Mi cumpleaños, la única de las tres verdaderamente gratas. El tres de marzo y el tres de agosto son fechas que no me agradan en lo más mínimo.

Cierto día como hoy, hace cinco años, ingresaba a la sala de operaciones por tercera vez consecutiva en aquel año. Podría hablar también de las dos operaciones anteriores, incluso de la cuarta de cataratas en el dos mil siete, también otra quinta en marzo de dos mil nueve... pero creo que esta es la fecha que merece ser tenida en cuenta. Digamos que hace cinco años empecé a comprender que muchas veces las cosas no son como nosotros queremos que sean.

Y sí, esto me ha dado muchas más aventuras de las que tendría si hubiese llevado una vida anodina y vulgar, pero no lo sé... a veces desearía saber cómo es eso de llevar una vida anodina y vulgar. A estas alturas no debo haberlo superado (las cosas nunca se superan, esa es una patraña), pero sí tengo que haberlo asumido. Sé que resulta tonto que por estas fechas me ponga un poco nostálgico, pero es que no puedo controlarlo.

De nada vale llorar y de nada vale quejarse. Esas cosas no solucionan los problemas. Pero quizás a veces sea bueno tener nostalgia por algo. Significa que ese algo, ya sea una capacidad o un ser querido, nos era muy caro, y si lo pensamos... eso no está del todo mal.

Creo que el tener nostalgia por algo nos enseña que extrañamos ese algo. Extrañamos tanto a personas como a cosas o lugares, es algo natural. Y es ese extrañar, lo que en cierta medida, me da un poco de aliento a seguir camino.

En todos estos años... es natural que haya tenido que aprender a vivir de una forma distinta, yo y toda mi familia (aunque convengamos que quizá mi familia no lo haya terminado de asumir). Es que es ilógico olvidarse de vivir aventuras sólo por esperar que llegue el momento de poder llevar una vida monótona y sin sentido. Pero es extrañar aquello que echo tanto en falta en ciertas ocasiones lo que me hace tener esperanzas: I want to believe. Quiero creer que sigue habiendo una posibilidad en el horizonte. Con abnegada paciencia se tiene esperanza, pero también es necesario comprender la situación de vida actual. Sólo se puede esperar algo que no está cuando comprendemos que ese algo no está. Como reza el salmo, como el ccenturión aguarda la aurora, así mi alma espera a Dios.

Dicen por allí que jamás entendemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y creo que es muy cierto. En todo este tiempo... pues sólo echo de menos algunas cosas que, quizás como a todos los demás, se me pasaron por alto en su momento... Ver las estrellas, por ejemplo. Algo que puede parecer tan trivial, algo que parece tan sencillo... a mí hoy me parece uno de los más bellos regalos que pueda tener. ¿Cuántos de vosotros lo hacéis? En parte, todo esto me ha hecho crecer y comprender que la sabiduría no está en los libros, la sabiduría está en las estrellas. Creo que también he despertado a la muerte del mundo. Cada vez comprendo más cómo la vida de los seres humanos se torna indefectiblemente en un constante luchar por algo que no queda claro. Es intentar vencer algo sin saber qué es ni para qué lo hacemos. Queremos llevar el mundo por delante, y el mundo nos termina llevando a nosotros, sin que nos demos apenas cuenta de ello.

Hay un proberbio oriental que dice que debemos hacer de nuestros enemigos nuestros mejores maestros. Creo que es aplicable en este caso. Todo esto me ha enseñado a valorar más las cosas más simples y sencillas y a madurar a golpes. A mediados de julio lo escribí por aquí, como un recordatorio de todo lo que he aprendido y lo que me falta por aprender. Todo esto me ha servido para ser quien soy ahora mismo. Porque sí, de entrada yo ya sería un tremendo chiflado, pero todo lo que ha sucedido me ha convertido también en un chiflado con sentido común y una persona distinta.

Leía en mi manual de Psicología que en esta etapa de mi vida existe el denominado "Mito personal", que consiste en creer que se es invulnerable ante los peligros de la vida, que el resto del mundo está sujeto a padecer menos uno mismo... Y yo sé, sobre todas las cosas, que el universo se reserva giros argumentales que alteran mucho la trama de las vidas de las personas, y que nadie escapa a todo esto.

Creo que he aprendido a no confiar en lo finito, sino sólo en lo infinito y perdurable, y habré dado largos rodeos... pero es que al final uno termina desembocando siempre en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Y sí, hoy no estoy precisamente para vivir una fiesta de aquellas, pero no es menos cierto decir que hoy recuerdo que tengo muchas esperanzas. Me duele mucho mi familia, eso es lo más triste que puedo reseñar, porque quizá ellos sufran más al creer que me quiero engañar a mí mismo con todo esto. Nada más alejado de la realidad. Me conozco, y sé que no podría mentirme a mí mismo, y que no sería capaz de decir algo que no creo ni pienso. Quizá el ver a mi familia sin esperanzas, con mucha amargura y con vestigios de un fuerte resentimientos sea lo más doloroso en este mismo instante, pero insisto... el problema más grande es hacer entender a las personas.

Podéis llamarme idealista, podéis decir que soy una persona estúpidamente optimista... y muy seguramente estéis en lo cierto. Pero decidme vosotros entonces de qué forma afrontar todo lo que ha sucedido sin caer en la desesperación.

La vida es como tú la quieras vivir. Y sí, hoy echo de menos muchas cosas, pero no serán para llevar una vida aburrida e insulsa. El fragor del mundo no me atenaza, más bien me da risa, y desde este punto... se comprende mucho mejor la naturaleza humana y su inclinación última hacia lo generalmente tonto. No es misantropía, es una forma muy especial de filantropía; porque a veces la mejor forma de demostrar que amas a alguien es diciéndole las cosas de frente y sin remilgos.

Y lo admito, hoy extraño el sol, las estrellas, los colores, las flores, el cielo... pero es eso mismo lo que me impulsa a seguir perseverando hasta el final, teniendo esperanzas. Y quizá pueda volver a ver con claridad de aquí a cinco, diez, veinte o treinta años. Quizá sólo pueda ver el último día de mi vida. O quizá muera sin volver a hacerlo. Pero vaya si no habrá valido la pena el poder haber disfrutado todo esto, el poder haber aprendido a ver con los ojos del corazón. Y sí, I want to believe, en que si no es en esta vida... pueda ver otra luz, más bella y más espléndida de la que hay aquí, y entonces también habrá valido la pena el estar unas pocas décadas en penumbras... Para mí, al menos me vale.

Perdonad si me he puesto cursi, y quizá ahora venga lo mejor...

... A todo aquel que lea esto, y a los que no (que serán la mayoría), muchas gracias y mil bendiciones.

¡Elen síla lumenn omentielvo!

lunes, 1 de agosto de 2011

Daniel, el seductor - Aria de la ópera La hija de Escipión de Johan Sebastian Mastropiero




La producción operística de Mastropiero sorprende por su notable coherencia. Pese a la diversidad de tantos dramas, comedias, tragedias… al oír un fragmento de cualquier ópera de Mastropiero se reconoce inmediatamente la mano del compositor. Por su estilo, por su fuerza expresiva y, sobre todo, porque la música es siempre la misma. Incluso, en los ensayos de sus últimas óperas reunía a los cantantes y, en vez de partituras, repartía sólo la letra. Por ejemplo se conserva de su ópera “El suplicio de sor Angélica” la letra del aria de soprano “Aléjate de mí, que soy más pura que los ángeles” con la siguiente indicación de puño y letra de Mastropiero: “Cántese con la melodía de mi anterior ópera, “La cortesana de Lamermoor”, aquella que dice “acércate papito que soy más voluble que las aves”. Como escribiera el crítico musical Harold Shönstein. Dice: “Todas las óperas de Mastropiero llevan su sello. El modo que tiene de componer óperas es un verdadero Modus Operandi, como los delincuentes famosos. Mejor dicho como otros delincuentes famosos. Por lo tanto –concluye- no comentaré más sus estrenos, enviaré al cronista de policiales”.



Poco después salió publicada la siguiente crónica de una ópera de Mastropiero. Dice así: “Al levantarse el telón comparece el tenor (sexo masculino, contextura mediana) y dando muestras de encontrarse alcoholizado increpa a la soprano (contextura robusta, sexo indefinido…) y le reclama reanudar su relación. Esta se niega profiriendo alaridos y gritos desaforados, como si cantara, ante lo cual el arriba mencionado, en estado de emoción violenta, extrae de entre sus ropas una pistola calibre 22 y le efectúa a la “supraescripta” un disparo a quemaropa con orificio de entrada en el abdomen y orificio de salida… y orificio de salida. Luego, arrepentido por el ilícito, toma entre sus brazos a la soprano, aproximadamente un tercio de la misma. La damnificada se repone satisfactoriamente de sus heridas y decidida a perdonarlo lo estrecha en un fuerte abrazo. El tenor lanza un estridente Do de pecho, que en “prima facie” sería un pedido de auxilio. La escena finaliza sin tener que lamentar víctimas ni daños materiales”.



Esta escena es, precisamente, la que no vamos a escuchar a continuación, ya que ninguno de los integrantes de Les Luthiers se avino a representar el rol de la soprano. En cambio interpretaremos un fragmento de otra ópera de Mastropiero, pero que lleva la misma música. Es la escena de “Daniel el seductor ante la ventana de Juana María del Sagrado Corazón”, de su ópera “La Hija de Escipión”.


Esta peculiar obra de Mastropiero no tiene toda su fuerza en la parte humorística y poética de la composición (que la tiene), sino en la musicalización de mano del brillante grupo Les Luthiers. Sólo para decir algo antes de dejarlos en presencia de ellos, que lo dicen todo por medio de su actuación, de su ejecución y de su arte de hacer gracia, sólo puedo decir que en esta composición se lucen al límite. La música encuentra mucha inspiración en el alegro mozartiano, en esos cambios de temas y pequeñas variaciones a las que el compositor austríaco ya nos tiene acostumbrados. De verdad, constituye una de las piezas más memorables de Les Luthiers, y sólo podría serlo por la música. Os recomiendo prestéis suma atención a este detalle, porque al menos a mí me ha sacado más de una sonrisa. Y el añadido poético, que les confiere un toque inigualable, hace de este un aria deliciosa y muy prometedora.

Con ustedes, el aria de Daniel, el seductor, de la ópera La hija de Escipión, del compositor Johan Sebastian Mastropiero, con la misma música de sus óperas anteriores...






Si alguien quiere, para poder seguir mejor la parte cantábile de la ópera, puedo subir también las partes de los cinco.

¡Disfrutadlo!


P.S. Si a alguien le interesa, aquí y aquí está el mismo espectáculo, pero creo que el sonido es mejor que el que he insertado más arriba (sucede que no me daba el código de la inserción).