viernes, 30 de abril de 2010

Un regalo de cumpleaños.



Hoy es el cumpleaños de Nicolás. Por eso quiero hacerle un regalo especial. Uno de los mejores monólogos de el rey de las cosas pequeñas: Luis Piedrahita.





¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, NICOLÁS!!!

jueves, 29 de abril de 2010

El Club de la comedia II.



Aquí os traigo otro monólogo del genial Club de la comedia. La sin par Anabel Alonso arrancará vuestras carcajadas con el monólogo "La moda".




¡¡A disfrutadlo!!

lunes, 26 de abril de 2010

Solución al pequeño desafío mental



Damas, caballeros, ha transcurrido una semana exacta desde la publicación del pequeño desafío mental. Antes de proseguir leyendo, recomiendo a los lectores que no han hecho el problema que le den una leída e intenten resolverlo, pues así podrán mantener la mente despierta y disfrutar de pensar (una actividad mucho más sana de lo que parece).

Con ustedes la solución...

... 2+3=10

7+2=63

6+5=66

8+4=96

9+7=144


¿Por qué es así? Ahora daré unas breves explicaciones del porqué y de la existencia de más de un camino para llegar al resultado, y luego haremos unas breves reflexiones personales sobre esto. Próximamente, si no me falla la memoria, haremos unas revisiones sobre un par de problemas anteriores. Por ahora, prosigamos.

El problema era sencillo, tan sólo algo esquivo. Se principia por encontrar un patrón que valga para todos. Obviamente, la suma entre dos y tres no es diez, así que el resultado debe de estar relacionado con esos números (de alguna u otra forma). Uno se pregunta entonces: "¿Qué relación hay?". Por medio de algún extraño movimiento cerebral que no alcanzaríamos a entender ni en mil años, relacioné primero el dos y el tres al hecho de que junto dan cinco, y que cinco es la mitad de diez. Luego vi que el dos del principio era la quinta parte del diez y ¡boila! Pero no debía cantar victoria, porque podría ser que ese patrón fuera una coincidencia en este ejemplo, y que fuera otro el patrón común a todos los demás. Se prueba con los otros... y ¡se encuentra que es el patrón! Luego de esto, no resulta difícil inferir que el número faltante es ciento cuarenta y cuatro.

El anterior es sólo uno de los caminos que se nos presentan; no obstante, existe otro camino, del que me percaté una vez hube terminado el otro. Suele ocurrir que justo cuando llegamos a la cabaña, encontramos un mapa indicando otra ruta de acceso hasta ese lugar y uno dice "¡pero claro!"... El otro camino, como iba diciendo, consiste en elevar al cuadrado al primer número y sumar el producto de los factores. En términos sencillos. Elevar al cuadrado el primero de los números, y luego sumarle el resultado de la multiplicación entre el primero y el segundo. Así: 22+2*3=10
Y lo mismo con el resto de los ejemplos hasta toparnos con la incógnita.
92+(9*7)=144
81+63=144

Y se puede apreciar, con este ejemplo, que ambos caminos dan el mismo resultado:

(9+7)*9=144
16*9=144

92+(9*7)=144
81+63=144


La pregunta del millón es: ¿cuál de los dos caminos es el correcto? A este interrogante hay que darle otra pregunta como respuesta: ¿llegan al mismo lugar los dos? En efecto, ambos son igualmente válidos, porque ambos llegan igualmente a un mismo destino. Como en nuestros ejemplos de cabañas perdidas en el bosque (¿se nota mucho que no he tenido vacaciones en medio de la montaña?) siempre hay otra salida u otra ruta por la que llegar al lugar indicado. Muchas veces, no obstante, no existe un lugar indicado, y sólo queremos gozar del paisaje.

A Fantasmas, PresteJuan, Jengibre y Key: ¡Felicitaciones! Habéis resuelto correctamente el problema. Aún si no lo hubieráis resuelto, lo más importante es haberlo pensado. No digo esto porque sí, sino que hay una perfecta justificación desde detrás.

Como decíamos en uno de los ítems de un antiguo epílogo que ya hemos publicado por aquí, si los estudiantes de cualquier asignatura sólo damos respuestas, nuestro rendimiento no termina de ser satisfactorio. Como se plantea en el método científico, si las conclusiones sólo dejan cerrado el problema original, la investigación deja de tener su gustito, porque lo que de verdad importa es que estas conclusiones arrojen nuevas preguntas para seguir teniendo más y más problemas. El hecho de pensar un problema como el que se ha planteado esta semana, deriva por fuerza en la interacción con el susodicho. Esta interacción, a su vez, genera que nosotros y el problema tengamos cierto grado de intimidad, y nos vayamos conociendo. Conocer y explorar el problema es un principio clave para hacer mejores a los problemas. En este caso el problema se basaba en hallar un patrón y saber cuál era el número, y eso todos lo hemos logrado.El punto radica en que, cuando estudiamos a fondo un problema, tendemos a dar más de una solución. Como Fantasmas dice en su comentario, él hizo muchos otros cálculos y probó con diferentes soluciones o caminos. Es decir, fue un caminante, porque buscaba respuesta. Cuando tratamos de buscar el hilo que desteje la madeja, se nos presentan muchas ideas y muchas teorías. En estas ideas y en estas teorías radica la verdadera belleza. No sólo en intentar y probar, sino en pensar y descubrir todas las cosas en las que podemos pensar cuando intentamos resolver. Con esas mismas ideas podemos convertir los problemas a nuestro antojo.

Quizás el problema se resolvía con el ciento cuarenta y cuatro, y es evidente que hay más de un camino para llegar a él. La resolución del problema es el primer paso para hacerlo más rico y delicioso, más seductor y atractivo. Quizás, al saber ya la solución del problema, el problema deja de serlo y se convierte en un ejercicio o enunciado ya resuelto. Pierde esa aura de misterio que lo envolvía cuando nosotros no sabíamos su respuesta. Entonces, ¿por qué no hacerlo más interesante? Cambiar todo el problema, cambiar los patrones y cambiar el resultado final, sólo para jugar un rato más. Podemos alterar el patrón numérico común a todos los casos de aplicación por uno en particular, y ¡presto! Tenemos un nuevo problema. Podemos trabajar, como dijo Fantasmas, pensando en qué resultado debería dar uno de los casos si contabilizamos las rectas o las intercecciones de los números. De este modo, alteraríamos todos los resultados y terminaríamos con un nuevo problema. Podemos trabajar con progresiones, con escalas musicales, con curiosidades matemáticas, con lo que sea imaginativo y que embellezca más al problema.

Daré un ejemplo único, en parte porque no he trabajdo sobre todos los casos y en parte porque esto servirá como motivación para seguir trabajando. Supongamos el primer caso (2+3=10). Yo podría decir que el patrón numérico que rige aquí es la suma de los dos números por dos. Es decir: el doble de la suma de los dos números. Y ahora aplicaremos este patrón numérico a los subsiguientes casos. 7+2=63
En caso de que aplicáramos el patrón numérico que hallamos en el primer caso, el resultado debería ser dieciocho, no sesenta y tres. Así se podrían cambiar todos los resultados y ¡plam! Tenemos un nuevo problema recién horneado, y horneado por nosotros mismos.

El mundo de las matemáticas no se limita a exponer resultados, si bien este es el primer paso. Hay que ir más allá y aplicar la imaginación para conseguir nuevas fuentes de agua para la mente.

La matemática es algo dinámico, no estático. Podemos modelarlas a nuestro antojo y a nuestro gusto, porque son como letras que crean nuevas cosas. Tienen una frescura que no caducará a lo largo de los años, y muy pocas cosas se les asemejan. Ayudan a pensar, y pensar es algo muy, muy, muy, pero muy sano.

Damas, caballeros... felicitaciones, porqe lo habéis hehcho excelente. Felicitaciones, porque si habéis pensado, ya es motivo suficiente para decir que lo habéis hecho de fábula. Felicitaciones, amigos y amigas del salón, y muchas gracias por haber enriquecido tanto el blog con vuestros comentarios, reflexiones y aportaciones.

¡Matemática a la carga!
¡Elen síla lumenn'omentielvo!

viernes, 23 de abril de 2010

Día internacional del libro



Hoy, veintitrés de abril, se celebra el Día internacional del libro. Creo necesario, por tanto, no saltarnos este acontecimiento y hacer una breve reflexión personal.

Como todo lo que hay que saber del Día del libro se encuentra en el enlace que he dejado a Wikipedia, no considero necesario decir lo mismo que se dice allí con las palabras cambiadas; no tiene sentido. Quiero, en cambio, hacer una breve reflexión personal.

Gracias. Por todo lo que los libros nos dan cada día.
Gracias. Porque están llenos de riquezas y de maravillas.
Gracias. Porque cuando se abre un libro también se abre un mundo, una vida, una nueva aventura.
Gracias. Porque no hay nada más hermoso que perderse toda una tarde envuelto en un buen libro.
Gracias. Porque vivimos experiencias con ellos que nos resultarían imposibles vivenciar en la vida real.
Gracias. Porque sin ellos nos perderíamos un montón de cosas geniales.
Gracias. Porque es arte, y el arte persigue la belleza, la estética y la expresión.
Gracias. Porque sólo alguien que se pase una noche en vela para terminar un libro sabe cuál es esa magnífica sensación que se experimenta cuando se acaba: mitad complacida, mitad amarga.
Gracias. Porque nos encariñamos con personajes que luego mueren al cerrarse el libro, pero que viven en nuestra mente por mucho tiempo y nos dan nuevas ideas.
Gracias. Porque el lector se pone en la piel de los personajes y vive, siente y experimenta, y es una experiencia impagable.
Gracias. Porque la literatura es ficción, y la ficción suele ser mejor reflejo de la realidad de lo que parece.
Gracias. Porque la literatura en general es un mundo aparte, un mundo nuevo. Debido a la intertextualidad, la literatura no son sólo un montón de libros y cuentos sueltos; son libros en respuestas a libros o visiones de un mismo tema. Como en la sociedad, cada obra no va apartada de un momento histórico ni de una relación con otras obras.
Gracias. Porque enseña a desarrollar un criterio propio, a pensar, a usar el cerebro para algo más que simplemente tenerlo cubierto por cabello y hueso.
Gracias. Porque es hermoso estar de ambos lados de la moneda y ponerse como lector y escritor.
Gracias. Porque lo que dán los libros es indescriptibble.
Gracias. Porque no puedo decir nada más de ellos.
Gracias. Porque puedes conocer, al igual que los hobbits, sus retrucos y sus juegos en muy poco tiempo, pero jamás te dejarán de dar nuevas sorpresas.
Por esto y por mucho más, tan sólo, gracias.

Sólo una palabra. Porque todas las demás se quedarían muy cortas. Hoy día se trata de fomentar la lectura, y pienso que no hay mejor. Porque la lectura abre caminos insospechados y llena de nuevas oportunidades. Porque la lectura, en muchas ocasiones, es tan sólo un lugar en donde perderse un rato y divagar, eludiendo por un momento la realidad y perdiéndose en un fantástico mundo ficcional. Por todo esto, y por muchas cosas que no entrarían aquí: gracias.

Disfruten de los libros, porque no muerden y ayudan mucho.

Y sí, también es el día de los derechos de autor y la propiedad intelectual, pero no quiero meterme con estas cosas. La lectura tiene que ser algo libre, abierto y sin tanta burocracia. Hay que fomentar la lectura, porque no hay muchas cosas que se igualen a la lectura, y porque, a sí mismo, tampoco hay muchas cosas que produzcan los mismos resultados.

En este blog se le ha dado un lugar primordial a la literatura en muchas ocasiones. Tanto como son reflexiones sobre otros autores, como cuentos originales de Jengibre o de mí, como de breve teoría literaria. Aquí juega un rol, al igual que otras áreas, casi céntrico. Como en El salón del estudio, la literatura juega un papel central en nuestras charlas, no he dejado pasar esta oportunidad para decirles a nuestros amigos los libros: gracias.

¡Feliz Día Internacional del Libro y a leer se ha dicho!


¡Elen síla lumenn'omentielvo!

lunes, 19 de abril de 2010

Pequeño desafío mental




2+3=10

7+2=63

6+5=66

8+4=96

Entonces, 9+7=???


Siete días. Yo he encontrado dos distintos caminos que llegan a la misma solución, así que es un perfecto ejemplo para nuestra entrada de matemáticas anterior. Por supuesto, puede que vosotros halléis más caminos o nuevos senderos por los que se llegue a otra solución (o, porqué no, a otra solución que sea igual de válida). Ante todo debemos recordar que estos ejercicios se hacen con el único y sano motivo de pasarla bien pensando y divertirse un rato. Nadie es mejor que nadie y nadie ganará ningún premio por resolverlo. Es un juego, o, si se quiere, un modo de ocupar la mente para despertarla y hacerla arrancar. ¿Qué me decís? ¿Estáis preparados?

Como siempre, si llegáis a un determinado resultado, sería favorable pediros que hicieráis una breve (o larga, como vosotros prefieráis) relación de cómo lo resolvieron y de los métodos que usaron. Esto sirve para verificar que no ha sido suerte o casualidad, y también para enriquecer mucho el blog. No todos los pensamientos serán los mismos. A veces tendremos ideas originales, y otras bucearemos por otras aguas. Todas son válidas, porque lo que cuenta aquí es dedicarse a pensar y reflexionar. Lo que importa no es resolver, sino pensar. No dar con grandes verdades cósmicas, sino encontrar que tenemos mucho potencial dentro. No es necesario solucionar, sino hacer más atractivos, más seductores y mejores los problemas, tratando de ponerles nuevos factores que agregarán emoción y nuevas variables en las que centrarse. Recuerden que es insatisfactorio que un problema o una investigación científica quede del todo resuelta. La investigación que da y ofrece nuevas preguntas al finalizarse es la que da verdadero fruto, pues no sólo responde un problema original, sino que también plantea nuevos problemas para trabajar.

Así, sabiendo que la solución se dará en siete días y teniendo muy en cuenta que los comentarios serán un espacio abierto y libre para tratar de dilucidar y resolver, de ampliar y reconocer, de mejorar y cavilar... ¡comienza el problema!

¡Matemática a la carga!

viernes, 16 de abril de 2010

El salón del estudio recibe tres nuevos galardones... ¡por los que estamos inmensamente agradecidos!



Damas, caballeros, amigos del salón del estudio...
... bienvenidos nuevamente!

A lo largo de esta semana y este fin de semana, El salón del estudio se ha visto galardonado con tres nuevas condecoraciones. Así es, damas y caballeros, el salón se ve nuevamente envuelto de fiesta para recibir como se debe tres nuevos premios, de manos de tres blogs:

  • Los cuentos del hada Jengibre. Otorgados por nuestra querida Jengibre, amiga y colaboradora, además de coordinadora, de nuestro pequeño salón.
  • Diario de Independencia. De manos de Adivín Serafín, un gran creador que ha honrado este blog con muchos y buenos comentarios sobre temas interesantes (así como cuentos de inventiva propia).
  • Los Fantasmas del Paraíso. De manos de Fantasmas, uno de nuestros más fervientes comentaristas. Sagaz, rápido y con muchas cosas para contar. Un buen amigo de este salón. Nos concede el reconocimiento y nos galardona, además, con unas palabras admirativas que no tienen desperdicio, y que son motivo de orgullo para el salón del estudio. Gracias también a los demás miembros de la plantilla de "Los Fantasmas"... —Zaira, Andrea y Natalia— pues como el premio se les otorgó a los cuatro, los cuatro han convenido en dárselo al salón.


Estas condecoraciones son muestras de afecto, de amistad, de compañerismo y de reconocimiento. Porque, de alguna u otra forma, estos premios reconocen a los blogs por ser particulares, originales y entretenidos. Por la gran variedad de blogs a los que se les otorga, no se podría hacer una definición exacta de porqué o para qué se otorgan los premios, pero creo que se podría apelar al hecho de que todos los blogs que he visto premiados... son blogs que no te dejan indiferentes ni pasan inadvertidos ante nosotros. Son blogs que te hacen exclamar "¡wau!". Son reconocimientos para esos blogs inovadores, llenos de creatividad y de trabajo por detrás. Por esto mismo, considero que el que El salón del estudio haya recibido estos premios de manos de tres blogs es un motivo de orgullo y de aliento. Porque esto quiere decir que este proyecto, del cual, como se ha dejado claro en muchas oportunidades, todos somos parte integral como en una casa, está alcanzado sus expectativas y las está superando. Porque este es un reconocimiento que debería llenarnos de aliento para seguir adelante. No sólo nos muestra que es un motivo de orgullo, sino, también, que contamos con mucho apoyo, muchos amigos y muchas personas que también forman parte de esto; personas que hacen posible que el salón siga respirando (a veces pesadamente, otras veces con más soltura).

Esto nos demuestra, amigos y amigas del salón, que tenemos mucho potencial y que debemos seguir adelante. Por esto, sólo tengo una palabra que resume todo lo que siento en este momento: "Gracias". Porque es una muestra de aprecio, y porque es una forma de decir: "sigan adelante, porque esto sí vale la pena, porque esto es genuino y porque esto es algo especial".
Por eso, a todos los que nos han concedido los premios (Jengibre, Adivín y Fantasmas): ¡Muchas gracias!

¿Que cuáles son estos premios? ¿Que si tienen condiciones? ¿Que si podremos celebrar? ¿Que si tengo algún motivo para suponer que no voy a poder poner los gráficos por aquí?

Los premios que hemos recibido son:

  1. Premio Vale la Pena...
  2. Premio Blog VIP (que, como dijo Fantasmas en un arranque de creatividad e inspiración, también podría ser denominado "Blog VIB")...
  3. Premio Genuine Blog...


Todos los premios comparten una condición especial, y es que se debe entregar a otros blogs que uno considere merecedores de recibirlo. A diferencia de lo que ocurría con el Premio Kreativo, aquí no hay límite de entrega. Es decir, se puede entregar a cuantos blogs uno desee. El Premio Genuine Blog, además, cuenta con una condición más. Dicha condición se establece en escribir una frase de cosecha propia (o, en otras palabras, crear una frase original y propia). Esto cuesta más de lo que aparenta en un principio; y si no me creéis, deberíais preguntarle al borrador de Word en el que estuve escribiendo varias horas.

Damas, caballeros, con ustedes, los premios.

Premio Blog VIP






Premio Vale la Pena





Premio Genuine Blog






He aquí la frase:

"Siempre hay una luz en medio de la noche, y no importa lo pequeña que esta luz sea. Siempre estará encendida para alumbrar nuestro camino y recordarnos que la esperanza nunca debe morir".


Ahora, damas y caballeros, se procederá a la parte más interesante de esta gala de premios. (Música de concurso).
... Antes que nada, amigos y amigas, hemos de tener en claro que los siguientes blogs serán premiados por su originalidad, su creatividad (no va con k), su frescura, su capacidad de atraer irresistiblemente. Serán blogs especiales, blogs que no tienen parámetros rutinarios ni comunes en un blog (por esto del blog VIP); serán blogs que sean sacados de una repisa original y propia, nada de clichés o de malas imitaciones (por eso del blog genuino), y, por sobre todas las cosas, serán blogs que valga la pena ver y apreciar. Damos comienzo, pues, a las nominaciones de estos galardones.

Fue algo complicado, aunque no tanto como el premio kreativo, pues aquí no hay límite. Se otorgarán a blogs que ya han sido galardonaos con estos mimos o reconocimientos, pero como ya se ha dicho por allí, no he visto en ningún sitio que eso no esté permitido. Los premios se entregarán por pack, porque, como se ha dicho anteriormente, resulta difícil establecer cuáles son los criterios para disernir qué blog es genuino y cuál otro es VIP. Tampoco he visto ninguna disposición que lo prohiba así que... sin más dilación (aunque esto, si la frikipedia y mi instinto no me engañan, también podría ser considerado dilación), proseguimos nuestra gala.


  • Los fantasmas del paraíso. Seamos sinceros; ¿qué otro blog podría ser tan genuino, tan VIP y tan vale la pena al mismo tiempo? Una plantilla de cuatro integrantes (aunque bueno, no todos colaboren con la misma intensidad); muchos temas interesantes y de actualidad; otros temas, tan sólo para reír a mandíbula suelta; frases de aquí y de allí; anécdotas de viajes y de autoescuela, otras tantas sobre el bachillerato; arte, música clásica y música de la infancia; análisis y recomendaciones de series actuales; entre otras muchas cosas. Todo tratado con buen humor y flexibilidad. Un lugar en donde divagar a gusto.
  • Los cuentos del hada Jengibre. Vamos, citar los motivos por los que se lo merece sería ir demasiado lejos y llenar mucho más esta entrada de galardones. Sólo hay que ver la cantidad de premios que ha recibido, la excelente calidad de sus cuentos, las considerables mejoras en el estilo literario de sus últimas creaciones, el excelente gusto musical a la hora de musicalizar cuentos y seleccionar canciones para musicales, la gracia con que se cuentan anécdotas de la infancia, el evidente buen gusto literario con el que se seleccionan los poemas de otros autores. Todo rodeado de un aura cálida y confortable, de un ambiente familiar y acogedor. Ensalsado con frases que despiertan resonancias en lo más profundo de la mente, haciéndote pensar y exclamar "¡wau!". Un sitio para creer en magia y en dragones, en hadas y en duendes, en elfos y enanos. Un sitio para dejarse llevar por la imaginación: leer cuentos y volar en ellos, consiguiendo luego seguir imaginando historias propias que nacen de la inspiración que evoca el blog en general. Un blog cargado de temas interesantes y que no se verían en cualquier otro blog. Un blog que se lleva los tres premios, porque los tres se los merece. Para Jengibre, de los cuentos del hada Jengibre, estos premios son para ti.
  • Archipiélago realidad. Porque su autor, Jorge García Torrego, ha hecho unas pequeñas contribuciones al blog, que se conocerán más adelante. Porque su blog es original, creativo y fresco. Porque hay un montón de cuentos y relatos que son verdaderamente buenos. Se explota el multiperspectivismo, los dobles sentidos, el retruque, la exploración de personajes coherentes, una psicología humana muy presente, y una excelente calidad narrativa y descriptiva. Porque es un blog que no pasa inadvertido. Por todo esto, y por mucho más, los premios van a Archipiélago realidad.
  • Zapato a la cabeza. Porque seamos sinceros, ¿cuántos blogs hay como él? Como decía en la entrega de los Premios Kreativos, Key demuestra tener buen sentido del humor, originalidad al plantear ciertos temas (¿quién más habría propuesto como morvosa la relación entre los protagonistas de Crepúsculo por la diferencia de edad?), ácida al cuestionar ciertos aspectos de la sociedad actual, y muy buena observadora de los fenómenos humanos. Por eso, Key, y por el tratamiento que haces en tus entradas de tantos temas interesantes y que te hacen pensar un rato, los premios te son concedidos.
  • Te odio mucho. No, no me volví loco, es el nombre (y el enlace) de uno de los mejores blogs que he visto en la red. Una redacción impecable, una ortografía sublime, una presición exacta a la hora de criticar verazmente los hechos más absurdos de nuestra sociedad. Un blog lleno de absurdancias como ellas solas, de desventuras de un licenciado en relaciones públicas que intenta desesperadamente tratar de hacerse un huequito en el mundo laboral, un montón de anécdotas divertidísimas sobre los exámenes para sacar la licencia de conducir, un blog lleno de temas frikis que atrapan la atención, un blog en el que, si creías que los políticos podían ser ridículos, prepárate, pues conocerás que son más absurdos e ilógicos de lo que creías. Un blog didáctico y entretenido, hecho para pegarse unas buenas carcajadas. Un blog en el que también podemos ponernos serios y hacer un momento de silencio para detenernos a pensar y recordar. Un blog en el que esa seriedad puede ser rota con un pequeño chiste. Un blog que se ha detenido últimamente, pero que siempre reserva una sorpresa en el silencio. A ti, Jack, los premios que galardonan Te odio mucho por ser diferente. Tan diferente, hombre, que ni siquiera fue creado voluntariamente, sino que nació por coacción y tortura... tan diferente que incluso es el primer blog que se odia a sí mismo... y tan diferente, ¡que incluso se ha hablado de destruir el blog!
  • La Sociedad del Misterio. Damas, caballeros, de manos del creador del anterior blog, llega la sociedad del misterio. Un grupo de investigadores activos. Jefes de departamento. Un conejo detective encargado de custodiar el almacén de pruebas físicas. Un montón de crímenes abiertos a la especulación y el estudio. Un investigador jefe con experiencia rayana en la gran maestría de Sherlock Holmes. Un blog con banda sonora original. Un blog lleno de pistas, pruebas, declaraciones, cianuro, arsénico, barbitúricos, bañeras de grog, café, té, chocolate y cava. Un blog para pensar, sí, pero también para divertirse un buen rato y encontrar a un asesino, o un ladrón o un secuestrador. Un blog en el que poner a pruebas nuestras pequeñas células grises. Y, seamos otra vez sinceros, ¿cuántos blogs habéis visto que cumplan con estas condiciones? Responsabilidad, organización y un equipo dispuesto a la acción. Entre casos hipotéticos para estudiar, entre archivos polvorientos que nos hablan de la corrupción policial, y entre casos abiertos a la especulación y el estudio, La Sociedad del Misterio se lleva estos galardones.
  • Diario de Independencia. Porque al igual que Los cuentos del Hada Jengibre y Archipiélago realidad, en este blog se pueden encontrar relatos entretenidos, profundos y sobresalientes. Adivín Serafín, su creador, es un gran escritor, y ha demostrado su talento en muchas ocasiones. Con una espectacular blognovela que ha concluido su primera parte hace muy pocos días, con una gran cantidad de microcuentos y de nanocuentos. La blognovela tiene un ritmo ágil, abrupto y en crecendo. Una prolija redacción, buena ortografía y muy excelente gramática. Original y llena de un estilo propio que impregna cada palabra y frase. Un estilo que delata a su autor en cualquier escrito, y que no pasa desapercivido. Un autor creativo y lleno de imaginación, que ha puesto a prueba muchas veces su increíble capacidad para crear y moldear historias. Microcuentos excelentes, llenos de intriga, de profundidad y de ese aire que tiene que tener todo buen microcuento pero que nunca se llegaría a poder describir. Para Adivín, porque se merece estos premios, así como las vacaciones de un mes que se está tomando, estos premios son para ti.
  • El interior secreto. Porque es un blog que todavía no termino de conocer del todo, pero me ha intrigado. Porque he visto las entradas de los últimos meses y me han gustado. Porque LaMar, su autora, demuestra ser una muy buena persona; con sus problemas, sus recuerdos, sus extrañas aventuras con la ley de gravedad, sus memorias y viviendo siempre día a día. Es un blog personal, y es un pequeño espejito al interior secreto. Los premios son otorgados a LaMar.
  • Reflejos de un espejismo. Porque de acuerdo, Cristal se ha tomado unas largas vacaciones de siete meses y medio, pero no podéis negar que es un blog original y muy bien construido. Su autora posee ese humor tan estético y absurdo que emplea para burlarse de sus desavenencias que a mí me gusta tanto. Un perfecto uso de la ironía y el frikismo llevado a límites insospechados. Porque ve todo con diferentes perspectivas, y eso da variedad al blog; y porque no tiene ni un orden específico de publicación (lo que me hace recordar al salón en cierto sentido). Ha publicado un par de relatos de inventiva propia, y allí demuestra creatividad, imaginación y, tal como ella misma admite, más frikismo que estudiar japonés sólo para leer un manga.
  • ¡Mira! Zaira tiene un blog. Vale, como que estos dos últimos son algo así como a título póstumo, pero lo mismo he de premiarlo. Este era uno de los blogs que había querido premiar cuando el Premio Kreativo, pero como había límite de número y había otros que también se lo merecían y este había muerto (vale, no muerto, pero sí fusionado), me quedé con muchas ganas de darle mis reconocimientos. Galardono a este blog por una razón en especial: "¡Porque para frikis nos llega bien a todos!", como diría ella misma. ¡Así es! Todo con un estilo original, una redacción correcta y entendible, un sutil humor sarcástico (esto es el eufemismo del siglo), y una increíble cantidad de temas tocados. Desde una expedición a Tunes en compañía con gran parte del equipo de Los Fantasmas del Paraíso hasta una entrada protesta por el plan Bolonia de las universidades de España. Pasando luego por una aventura en busca de paraguas gratis, recordando viejas historias del bachillerato, hablando de los exámenes para sacar licencia de conducir, hasta desembocar en un cierre y un nuevo comienzo. Como bien he dicho, no ha muerto, sólo se ha fusionado. Aún así, y a pesar de que al premiar a Los Fantasmas del Paraíso también premiaba las entradas que se trasladaron al ya citado blog, considero necesario hacer una mención aparte para Zaira y concederle los premios por su trabajo en su blog. Zaira, premiada por vuestra labor en ¡Mira! Zaira tiene un blog.
  • Un universitario cualquiera. Es un blog que todavía no termino de conocer y en el que no he participado aún. Me gustan muchos temas y el enfoque que Manu, su autor, les da. En ciertas ocasiones me impulsa a seguir pensando sobre el tema, dándole vueltas al asunto en el cerebro y desvariando sobre temas en los que casi nunca he pensado. Además, el estilo es objetivo y directo, y también es claro y preciso. Por todo esto, Manu, te reconozco con los tres premios.
  • Conviviendo con intruso. De Cassiopella. Porque con este blog sólo necesito decir unas pocas palabras, y no serán muy hornamentadas ni extremadamente barrocas. Es un blog de fuerza, de valor, de constante lucha y de superación. Su autora es ejemplo de una luchadora constante y de una persona que no se dá por vencida. Como tantas otras que se encontraron y se encuentran en su misma situación. Cuando todo le dice que no, ella dice que sí. Cuando podría resignarse o quedarse de brazos cruzados, ella da una pelea a todo su potencial para no dejarse vencer por un intruso. Es un ejemplo de constancia y de valentía. Por todo esto, y por mucho más, más cosas que serían imposibles decir tan sólo con palabras o expresiones, Cassiopella, los premios galardonan el blog que usas para desnudar al intruso y hacerle frente, al blog que demuestra que en esta vida se debe luchar.


El pack de premios ha sido entregado a doce blogs, damas y caballeros, y así concluye la gala de esta noche. Felicitaciones a los premiados, porque se lo han ganado.

Nuevamente: ¡un gracias muy especial y agradecido (valga la redundancia) a todos los que hoy hacen posible el salón del estudio y a los que han otorgado los premios!

¡Elen síla lumenn'omentielvo, namarië! Y como digo en mi frase, que la luz no se apague jamás.

[Nota: En realidad no sé el suficiente élfico quenia como para saber si "namarië", que significa "amigo", tenga un plural o el singular (es decir lo que yo conozco) pueda ser empleado tanto como singular y como plural. La traducción sería, y para que no haya confusiones: "¡Que una estrella brille a la hora de nuestro encuentro, amigos!"].

jueves, 15 de abril de 2010

Introducción y reapertura



¡Bienvenidos a una nueva entrada de matemáticas, damas y caballeros!

Como probablemente ya habrán oído por algunos Lares, el salón del estudio tuvo que renunciar, durante un tiempo, a su sección de matemáticas. Los principales motivos se resumen en dos palabras: poca participación. Tomando en cuenta la cantidad de seguidores que había en aquella época y la cantidad de comentarios sobre esas entradas, creo que no era muy popular. Estoy haciendo un intento más para verificar que aquellos viejos tiempos hayan cambiado un poquito.

Como ya he dejado dicho en otras ocasiones y en múltiples entradas del salón, las matemáticas no sólo sirven para hacer matemáticas. Es una ciencia formal y, como tal, tiene propios conceptos y casos de aplicación específicos para su campo de estudio; sin embargo, muchas son las áreas de aplicación de la ciencia formal por excelencia. Materias tan dispares como la Ecología, la Taxonomía, la Geología, la Meteorología, la Climatología, la Edafología, la Química, la Física, la Biología, la Zoología, la Botánica y la Astronomía… se sirven de la matemática para poder avanzar y seguir camino adelante. No sólo para otras ciencias, sino, también, para la vida cotidiana. Las matemáticas aparecen prácticamente en toda nuestra vida y, bien empleadas, pueden constituirse en la solución a gran parte de nuestros problemas.

Otra ciencia formal es la Lógica. Como tal, aliada con la Matemática, puede servir para resolvernos aún más la vida. El principal estudio de la Lógica es la Lógica Lateral o Lógica alterna. Este tipo de lógica cuenta, específicamente, con la capacidad de desarrollar en quien la practica una habilidad de resolución que linda con la intuición.
Como su nombre indica, la lógica lateral o alterna consiste en la lógica aplicada de una forma alternativa o por un camino poco transitado. Otra definición, un poco más concreta, sería pensar las cosas desde un ángulo distinto o con otro punto de vista.
Al practicar constantemente la lógica lateral, inconcientemente, uno comienza a aplicarla en los problemas cotidianos que van surgiendo por allí, así como en las preguntas que nos dan interés y nos llenan de curiosidad. Cuando se nos presenta un problema en la vida diaria, lo más usual que tendemos a hacer es dejarlo de lado y no resolverlo por:

  1. No tengo ganas.
  2. No sé cómo.
  3. No tiene solución.

Con lógica lateral aplicada esto no ocurriría. El no saber cómo resolver el problema es el principio del juego. Porque ¿si uno supiera cuál es la forma de solución, seguiría siendo problema? La respuesta, como pueden imaginar, es “no”. La experiencia me ha demostrado que, cuando a un niño le ponen un problema común y ordinario en que le dan la respuesta demasiado claramente, se le está perjudicando gravemente, pues el niño tiende a creer que eso es una situación problemática verdadera. Ahora bien; cuando el niño se encuentra con un problema de dificultad media y necesita resolverlo, cree que le están dando a resolver la Ecuación de Strodengert. Es así como, desde mi humilde opinión, considero que lo necesario es preparar problemas jugosos y ricos que inciten a pensar, reflexionar y razonar, y que puedan ser útiles para la vida fuera del colegio o del salón de estudios.
El no tener ganas se debe a no tener las herramientas básicas para trabajar. “Claro, porque si no tengo ningún material con el que hacer mi labor… ¿cómo diantres se supone que voy a resolver esto?”. Es algo así como un principio que dice que los seres humanos necesitamos cierto grado de experiencia para poder trabajar con algo. Como es lógico suponer, si no se ha tenido una preparación previa en el conocimiento matemático y de la lógica aplicada, obviamente no se tendrán muchos instrumentos para la resolución de problemas.
Y, respondiendo al tercer punto, creo que el hecho de no tener ganas o de no saber cómo responder una cosa hace a que tengamos la cierta o vaga impresión de que el problema no puede resolverse. Y esto sin siquiera haber estudiado el problema a fondo. Sería algo muy parecido a prejuzgar a una persona por el color de piel, por su religión o por su idioma. “Claro… el problema a primera vista parece confuso y lioso; entonces debe ser, necesariamente, que el problema es tan complejo que no tiene solución”. Complejidad no es sinónimo de no tener solución; complejidad es sinónimo de la promesa de pasarse toda una tarde estudiando analíticamente el problema y tratando de encontrar luz en la oscuridad.

Si queremos hacer una definición un poco más concreta de la lógica lateral podríamos hacer esto:
«La lógica lateral es aquello que nos impulsa a hallar nuevos caminos, nuevos puntos de vista o nuevas formas de ver la realidad.
»El ser humano, frecuentemente, está sujeto a ver la realidad de una única forma y a no encontrar nuevos puntos de vista sobre la vida en general; esta actitud, sumada al hecho de no tener muchas herramientas disponibles, hacen que la lógica lateral no sea capaz de desenvolverse como moneda corriente en nuestras vidas.
»Supongamos que tenemos una casa en medio del bosque. Supongamos que para llegar a esa casa hay un camino trazado de ante mano por otros hombres. Supongamos que nosotros tomamos ese camino para llegar a la casa en medio del bosque. Esto es un paralelismo de los problemas que se suelen dar en la escuela primaria. Ya saben, eso típico de: “María tiene tantos billetes de tantos valores. Va a la tienda y gasta una cuarta parte de lo que tenía”… Un horror. Lo que se pretende en este caso de problemas es que el estudiante, guiándose por las palabrejas claves que deja caer el enunciado, piense cuáles son las operaciones que tiene que realizar para resolver el problema; si ha hecho todo correctamente, el alumno aprueba el examen y se queda con una noción tremenda de lo que es un problema de matemáticas. El alumno ha seguido el camino trazado de ante mano para llegar a la casa en medio del bosque.
»Ahora supongamos que el camino hacia la casa del bosque (sí, ese camino que ya había sido trazado antes por otros hombres) se bloquea debido al derrumbe de muchos árboles. Supongamos que tenemos que llegar a la casa del medio del bosque. ¿Qué tendríamos que hacer? Simple, buscar un camino o ruta alternativa. A esto quería llegar: una ruta alternativa… La lógica lateral trata de eso, precisamente. Cuando el camino trazado de ante mano no sirve para llegar a la solución de un enigma, necesitamos una ruta alternativa para llegar a esa solución, necesitamos una lógica distinta y lateral. Un nuevo punto de vista; un nuevo enfoque de cámara; una nueva alternativa a hallar la solución. Es la hora de trazar un nuevo mapa, un nuevo rumbo, una nueva recta de acción sobre la que trabajar. Supongamos un problema que no se resuelve con la forma tradicional o típica de solucionar un “seudo-problema” del colegio. ¿Quién podrá defendernos? ¡Yo!, ¡el Chapulín Colorado! Hem… como que eso no iba aquí. Retomo: ¿qué podremos hacer? ¡Ser creativos! ¡Aplicar la imaginación! ¡Tratar de hallar un nuevo camino aplicando lo que ya sabíamos! ¡Tratar de hallar un nuevo rumbo sin saber nada! ¡Comenzar a construir nuestro propio método! ¡Avanzar en el camino! ¡No rendirnos por la primera piedra! Recordar que estamos trazando un nuevo camino a la cabaña, y que hay maleza, pastizales, malas hierbas, piedras y muchos árboles. Estamos tratando de hacerlo y ¡lo lograremos!
»¿Creen que un matemático es el que se encierra a jugar con una calculadora todo el día? No. ¡¿Creen que un matemático es alguien que se sabe todos los dígitos decimales de P y E?! No. ¿Creen que ser matemático es tener una camisa a cuadros y estar analizando la teoría de la relatividad, o la teoría del caos, o la teoría de la cuantización atómica, o la teoría de la salsa de carne? ¡¡¡No!!! Ser matemático es tratar de ser creativo y poder aplicar esa creatividad a un problema. ¡Soy Juan Pérez y estoy tratando de dilucidar quién me ha robado mi calcetín! ¡Eso es ser un matemático! ¡Soy Fulano Perengano y estoy perdiendo mi tiempo tratando de saber cuál es la solución al problema de la eminencia! ¡¡¡ESO ES SER UN MATEMÁTICO!!! ¡Soy Ramón García, y estoy tratando de encontrar un camino para llegar a la cabaña del bosque! ¡Ramón García es un matemático porque está aplicando la lógica lateral!
»Este es el grado de pasión y locura que pongo en las matemáticas. Todos somos matemáticos, en cierto sentido y de cierto modo. Matemático es aquel que aplica la lógica lateral, la creatividad, la imaginación, la perspicacia y la capacidad de deducción para desentrañar un enigma. Ha habido personas que han descubierto misterios inmensos de matemática pura, y no sabían ni las tablas de multiplicar. En cambio, ha habido otras que eran increíbles matemáticos, pero se les fue la vida tratando de resolver el problema de las cuatro mujeres o el de la balanza y las monedas.
»Esto es lógica lateral, esto es aprender a pensar de formas distintas para llegar a la misma conclusión.
»Supongamos que el camino ya trazado es muy aburrido y el paisaje no es bello, pero que hay lugares del bosque que son ricos en vegetación y en animales. Entonces… supongamos que usted decide ir por un camino alterno, trazar su propio rumbo y disfrutar del paisaje y de los animales. Entonces… hay otra persona que prefiere llegar más rápido y perderse de un hermoso paisaje y de espectacular flora y fauna. ¿Ambas llegaron al mismo lugar? Si. ¿Cuál fue la diferencia? Que tomaron distintos caminos y que uno llegó antes y otro después.
»Las variables son múltiples; los ejemplos son millares; las cosas que se pueden decir son tantas que no entrarían en una entrada de este blog. La variable puede ser: El hombre que eligió ir por el camino ya trazado se percata, a mitad del recorrido, que hay una manada de lobos salvajes por allí y tiene que encontrar una solución alternativa, o un rumbo distinto al que estaba siguiendo.
»Lo que hay que decir es siempre: ¡Sí se puede! Tener un espíritu abierto y libre, lleno de deseo por aprender y entender. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo?
»Entonces… si están todos dispuestos, los invito a recomenzar el camino, a bordear nuevos rumbos, a resolver más problemas, a entrenar sus mentes, a aprender la magia de la lógica lateral.
¿Qué me dicen? ¿Están listos?...
... si la respuesta es afirmativa, ¡a comenzar otra vez el camino! ¡Adelante, y a por más aventuras en el camino de la matemática!

¡Elen síla lumenn omentielmpo!

miércoles, 14 de abril de 2010

Anécdota (ni yo recordaba que tenía esto)




Anécdota

Un homenaje al sutil humor británico y a Sir Arthur Conan Doyle. Porque siempre me pareció que Watson no gozaba de mucho humor y que Holmes, si bien era frío para muchas cosas, gozaba de un humor… bastante peculiar.

He mencionado en alguna parte de estos anales que en dos ocasiones —en “El hidalgo de Reigate” y en “La aventura del pie del diablo”—el señor Holmes, quien me honró durante muchos años con su amistad, había sufrido por exceso de trabajo un antecedente de colapso nervioso. Su organismo estaba enteramente destruido. Esto se debió más a su obstinación y ferviente empeño en no tener una vida regular y tranquila, más que por cualquier otra causa. En síntesis, diré sencillamente que como única solución de estos pequeños problemas físicos de mi amigo, que tenían como consecuencia una posible pérdida de sus facultades, tuvimos que abandonar nuestras habitaciones en el viejo departamento de Baker Street, e ir a pasar un tiempo reponedor a la campiña inglesa. Como esas aventuras ya se han contado en los relatos que ya he mencionado, no los recordaré; aunque hubo, sino me falla la memoria, otra ocasión en la que nos vimos obligados, por una y otra causa, a abandonar no sólo Londres, sino también la misma Inglaterra.
Nuestras andanzas de solteros nos llevaron en esta ocasión al país argentino, lugar en el cual he podido observar muchos comportamientos peculiares que discrepan un tanto con la refinada conducta inglesa. No obstante, nunca en mi estadía allí dejé de notar una cosa, como suele denominarse allí a lo que es impreciso, que me hizo pensar y sentir que esa tierra era en algunos aspectos especial y distinta a la tierra que se pisa del otro lado del charco. Pero son meros detalles carentes de importancia a lo que voy a narrar ahora.
Habíamos ido sin ninguna referencia exacta y como tenía experiencia, fruto de la campaña en Afganistán, fui prevenido contra posibles desavenencias que podían darse por el hecho de que estábamos a punto de entrar en una tierra enteramente desconocida para mi amigo y para mí.
De esta manera empaqué con migo las pertenencias necesarias para acampar de una manera cómoda y práctica, y así fue como llegamos a un bonito campo abierto; si no me vuelve a fallar la memoria, recuerdo que se trataba de la Villa de Carlos Paz, en la provincia de Córdoba de la Nueva Andalucía. El lugar en sí mismo no importa mucho, pero este acontecimiento servirá perfectamente para detallar las dotes deductivas de mi amigo, y mi propia estupidez.
Nos hallábamos pasando la noche bajo las estrellas, en un bello prado cercano al río, cuando después de la cena y de una buena botella de vino nos propusimos dormir. Entramos dentro de la carpa y nos recostamos cada uno en nuestros respectivos sacos de dormir. No tardé en conciliar el sueño, aunque no tengo idea de cuanto habrá tardado mi amigo en cerrar los ojos. Tengo la certeza, no obstante, de que por lo menos durmió un par de horas aquella noche. Esto lo sé porque cerca de las tres de la mañana, el señor Sherlock Holmes me codeó y urgió para que me despertara. Medio apabullado por la modorra me di vuelta en mi precario lecho y ví aquellos ojos grises y penetrantes, mirándome fijamente, aunque también noté muy en el fondo de aquellos mismos ojos escrutadores un dejo de sueño y fatiga.
—Watson —me dijo—, ¿está usted dispuesto a mirar arriba y decirme lo que ve?
Ante esta inquisición me ví más apabullado que antes; y, como conocía de sobra el accionar de mi amigo, que consistía en hacer cosas que para mí o para cualquier otra persona no tenían ningún significado, pero que para él siempre tenían un porqué, no dudé un solo instante en responder a su pedido.
—Claro es que no tengo ningún problema en mirar hacia arriba —contesté.
—Entonces —prosiguió—, ¿por qué no lo hace de inmediato?
Entonces me senté en mi bolsa de dormir y levanté la vista hacia el cielo nocturno. Estaba plagado de estrellas.
—¿Qué ve? —preguntó.
—Veo las estrellas —contesté, un tanto asombrado de lo trivial del asunto.
—Y entonces… ¿qué deduce usted de ello, mi querido Watson? —Volvió a inquirir.
Con un asombro mayor, no dudé en responder, pero a la vez pasó por mi cabeza la idea de tratar de impresionar a mi amigo con mis propias cualidades, como lo hice al analizar cierto bastón de cierto doctor que cierta vez fue a buscar el consejo de mi amigo, en cierto episodio que ha quedado registrado con el nombre de “El sabueso de los Basquerville”.
—Bueno —comencé—, deduzco, analizando el hecho desde un punto de vista astronómico, que hay infinidades de galaxias y millares de estrellas, y, a su vez, que hay billones de planetas de distinta composición y en los cuales pueden desarrollarse infinidad de acontecimientos extraños y que escapan a nuestra razón. Desde un punto de vista teológico, deduzco que la fuerza y el poder de Dios son tan enormes que es capaz de crear esto y de darnos la posibilidad de que dos criaturas, fruto también de su creación, puedan contemplarla y a su vez sentirse pequeños y minúsculos ante su bondad y extremo amor. Desde un punto de vista meteorológico, deduzco que mañana tendremos un clima perfecto, un día despejado y límpido. Desde un punto de vista cronológico, deduzco que deben de ser aproximadamente las tres y quince de la madrugada. Y desde un punto de vista astrológico, deduzco que, por la incandescencia de Júpiter y de Marte, hay una conjunción con sagitario y Escorpio —concluí, sintiendo muy dentro de mí un profundo sentimiento de autosatisfacción y suficiencia. Creyendo que había impactado a mi amigo, pregunté—: ¿Y usted, querido Holmes, qué deduce?
A esta pregunta siguió un largo silencio, que fue interrumpido por la respuesta de mi compañero.
—Deduzco, mi querido Watson, que se le ha borrado de la cabeza un antiguo y lejano axioma, el que decía que las circunstancias más extraordinarias son las que más comúnmente tienen la explicación más sencilla, como en el caso de “El hombre del labio retorcido”.
—¿Y por qué deduce usted eso? —pregunté, asombrado de ese comentario tan ofensivo.
—Deduzco eso —respondió— porque veo, Watson, que se ha esforzado por sobre manera de deducir grandes cosas, y se ha olvidado de deducir la más sencilla y esencial; la cual, por cierto, yo sí logré deducir.
Y un poco contrariado y acalorado, le pregunté:
—¿Y cuál es esa deducción tan sencilla y brillante que ha logrado conseguir y que a mí se me pasó por alto?
—La más sencilla, mi querido doctor —repuso al tiempo que soltaba una estridente carcajada—. Nos han… HM… ¿cuál es la expresión que usan los nativos de esta tierra? Ah, sí: nos han “afanado” (1) la carpa.



Fin.




Sir Nícolas Vásquez de Aragón.


(1): Expresión lunfarda que expresa la acción de robar o hurtar. Usada generalmente en Argentina. Ejemplo: “Nos han robado la carpa”. “Nos han afanado la carpa".


Esto es, si las definiciones no me engañan, una especie de cuento (aunque también entraría en la no-categoría de Fanfiction). Por el momento yo me contento con decirle "mi cuento en el que aparecen Watson y Holmes haciendo una especie de comedia".
Como dice el título, hace un montón de tiempo que lo tenía guardado, y llegué a olvidarme de qué trataba. Por la forma de redacción y la nula puntuación con la que lo encontré, me arriesgaría a decir que se alza con el título de una de mis primeras obritas. Cuando lo leía, lo recordé absolutamente todo. Creo que lo debí hacer en febrero del dosmil nueve, tras haber leído un chiste brevísimo en mi libro de Lengua de tercero. En él sólo salía la parte graciosa, y me dije "aumentaría la gracia del asunto, si el lector se enfrentara a la perspectiva de una aventura convencional de Sherlock Holmes". Así fue como nació la idea y luego lo puse en papel.
La parte de humor, como algunos ya podrán apreciar, por tanto, no es mérito mío, con lo que debo hacer esa aclaración para evitar ser demandado. Como siempre que trabajo con Sherlock, también he de deciro que hace más de cincuenta años de la muerte de Doyle, y que, por tanto, puedo usar estos personajes sin ningún beneficio más que la satisfacción de escribir y de divertirme un rato.

Pero en serio, no sabéis la cantidad de horrores que tenía. He tratado de respetar la idea original, pero he tenido que suprimir ciertas expresiones mal construidas, arreglar muchas oraciones y modificar muchas otras cosas. Con la práctica se aprende, ¿no?

Como siempre, se esperan sugerencias y queda abierto el espacio para cualquiera de vuestras opiniones. Y sí, lo sé, es un cuento más raro que el otro (sobre todo tomando en cuenta el anterior cuento que publiqué por aquí), pero bueno... a veces es bueno ponerle algo de humor a la vida.

¡Elen síla lumenn omentielmpo!

martes, 13 de abril de 2010

En la orilla del océano cósmico: Carl Sagan.




Desde niña me han fascinado las estrellas. Las del firmamento, no las del celuloide. Recuerdo las noches de verano, en casa de mi abuela donde pasábamos las vacaciones. Al ser un pequeño pueblo en Castilla-La Mancha gozábamos de preciosos cielos cuajados de estrellas. Ventajas de no tener tanta contaminación lumínica como sucede en la gran ciudad donde vivía. También recuerdo que me gustaba leer todo lo que podía sobre ellas. Sabía el nombre de muchas constelaciones y de sus estrellas más brillantes. Y podía encontrar la Osa mayor y la menor, casiopea y alguna mas.

Pero lo que realmente me marcó y alimentó mi pasión por la astronomía fue una serie de divulgación científica. Cosmos era su título y estaba escrita por Carl Sagan. Sagan no sólo era un gran científico que trabajó incluso para la NASA, sino que era un gran comunicador. La serie era amena y entretenida, pero sobretodo muy instructiva. Su lenguaje sencillo y la claridad con la que Sagan explicaba conceptos tan complejos la teoría de la relatividad o el Big bang lograban que captaras esos conceptos aunque no fueras un licenciado en astrofísica. Y todo esto acompañado con unas imágenes espectaculares y una música especial, compuesta por el gran compositor Vangelis, compositor entre otras, de las bandas sonoras de Carros de fuego y Blade Runner. Una serie que no ha perdido su vigencia a pesar de los 30 años que han pasado desde su creación. Cada capítulo te dejaba con ganas de saber más, de adentrarte en ese océano cósmico. Y deseabas que pasara volando la semana para ver el siguiente capítulo.

Por eso, para que los que visteis la serie la recordéis, y los que no la hayáis conocido, aquí os dejo un fragmento del primer capítulo.
¡Disfrutadlo!



(Por si alguno le interesa, en google vídeos puedes ver los capítulos completos de la serie, y en castellano. Os lo recomiendo.)

sábado, 10 de abril de 2010

¡que nadie duerma!



En primer lugar, Nicolás, te debo una disculpa. Sé que te había prometido la entrada sobre los monólogos del club de la comedia. Pero hoy me he levantado muy musical, y con ganas de escuchar mi aria de ópera favorita... Nessun dorma de la ópera Turandot de Giacomo Puccini. Y me he dicho ¿porqué no la comparto con todos vosotros? Y ni corta ni perezosa me he puesto a escribir esta entrada.

Turandot está ambientada en la China imperial y narra la historia de Turandot, una princesa vengativa y sanguinaria que decapita a todos sus pretendientes si no le responden correctamente a tres enigmas. Pero un príncipe desconocido consigue adivinar los enigmas y le propone a ella uno; tiene que adivinar su nombre. Y ella ordena que nadie duerma en Pekín hasta que se sepa el nombre del atrevido pretendiente. El aria inicia el tercer acto. Y esta es su letra:

Il principe ignoto
Nessun dorma! Nessun dorma!
Tu pure, o Principessa,
Nella tua fredda stanza
Guardi le stelle
Che tremano d'amore e di speranza.
Ma il mio mistero è chiuso in me,
Il nome mio nessun saprà!, no, no
Sulla tua bocca lo dirò!...
(Puccini: Quando la luce splenderà!)
Quando la luce splenderà,
(Puccini:No, no, Sulla tua bocca lo dirò)
Ed il mio bacio scioglierà il silenzio
Che ti fa mia!...
Voci di donne
Il nome suo nessun saprà...
E noi dovremo, ahimè, morir, morir!...
Il principe ignoto
Dilegua, o notte!... Tramontate, stelle! Tramontate, stelle!...
All'alba vincerò!
vincerò! vincerò!

En castellano sería:
El príncipe desconocido
¡Que nadie duerma! ¡Que nadie duerma!
¡También tú, oh Princesa,
en tu fría habitación
miras las estrellas
que tiemblan de amor y de esperanza...!
¡Mas, mi misterio está encerrado en mí!,
¡Mi nombre nadie lo sabrá!. No, no
Sobre tu boca lo diré
(Puccini: Sólo cuando la luz brille)
Cuando la luz brille
(Puccini: ¡No, no, sobre tu boca lo dire!)
¡Y mi beso fulminará el silencio
que te hace mía.!
Voces de mujeres
Su nombre nadie sabrá...
¡Y nosotras, ay, deberemos, morir, morir!
El príncipe desconocido
¡Disípate, oh noche! ¡Tramontad, estrellas! ¡Tramontad, estrellas!
¡Al alba venceré!
¡venceré! ¡venceré!

Y ahora, a disfrutar de una música sublime y maravillosa. podéis escuchar el aria en tres versiones, la primera cantada por Luciano Pavarotti; la segunda por Sarah Brightman y la tercera es la voz de Jaume Aragall.



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lunes, 5 de abril de 2010

Cuento experimental 1.0: Los conflictos




Los conflictos



Para que los conflictos nunca mueran, porque el conflicto es la base de este arte; para B.B. porque fue suya la idea de hacerle eso al Pato Lucas; y para reír un buen rato.

Se levantó tarde.
La noche anterior había colocado el despertador para que sonara a las siete en punto de la mañana. Durante la noche, sin embargo, por alguna extraña razón que jamás pudo entender, el despertador se movió de lugar y sonaría a las once y media.
—¡EL EXAMEN! —gritó cuando vió la hora que era—. ¡El examen era a las nueve, y me lo he perdido!
Tal era su desesperación y desconsuelo. Juan tomó sus largos cabellos y comenzó a gritar sofocado por la almohada que lo había engatusado.
“Vamos, no puede ser tan malo”, pensó.
“Oh, sí que es malo”, contestó una voz dentro de su cabeza.
“¿Quién eres?”, preguntó la voz que había hablado primero.
“Tu otro yo”, repuso la segunda voz.
De pronto, una tercera voz se alzó de entre las otras y dijo: “Y yo soy la conciencia”.
—¡Basta! —exclamó Claudio—. Yo estoy aquí y no sé quiénes sois vosotros.
—¡Callaos todos! —cortó Juan, quien estaba harto de tener tantas voces en su cerebro. Ni siquiera recordaba cuándo y dónde las había invitado a alojarse en su cabeza.
Se levantó de su cama y buscó sus zapatillas de dormir por todo el suelo. Aunque buscó y rebuscó, no las pudo encontrar y se colocó los zapatos de charol que tenía para ocasiones especiales.
—La corbata —masculló—, ¿en dónde está la corbata?
Pasó la mirada por su habitación y trató de recordar en qué lugar había dejado la corbata la noche anterior. Pensó unos segundos, inquieto, y luego corrió hacia su armario. Abrió la puerta y comenzó a rebuscar entre sus cosas. Sacó una pelota de fútbol, una pelota de tenis, una pelota de básquet, una pelota de tenis (“¿no la había sacado ya antes?”, pensó), una pelota de golf, otra pelota de rugby, una pelota de boley, y otra pelota de cartón.
—¿En qué momento de mi vida puse aquí estas pelotas? —pensó desesperado, recordando súbitamente que él jamás había jugado con una pelota en toda su vida, y que nunca había tenido tantas pelotas—. Son las de mi hermano —se dijo en voz baja, siguiendo en busca del corbatero. Pero luego se interrumpió, recordando que él no tenía ningún hermano.
Sacó un abrigo de lana, una colcha, un cobertor, treinta y cuatro juegos de sábanas, noventa almohadas, cuarenta y cuatro calzoncillos, ochenta y cinco medias, dos pantalones, media remera, ciento cinco camisetas, veintidós camisas, trecientas gorras, ocho monedas de dos centavos y catorce gabardinas. Luego abrió la otra puerta del armario y sacó la misma cantidad de objetos que la primera vez, pero más pesados, más grandes y más raros todavía. La talla de las prendas fue aumentando de tamaño hasta que se encontró con el traje adecuado para vestir a un elefante.
Entonces una trompa de elefante salió del armario más alejado de él y le gritó con voz chillona: “¡Devuelva esa camisa, que dentro de seis segundos y cuatro horas hay fiesta en la selva!”. Devolvió la camisa y el saco a su dueño, y abrió la puerta que estaba detrás. Finalmente, en un pedestal de oro bruñido, se encontraba el corbatero.
Se volvió presto hacia su escritorio para elegir la corbata, pero se tropezó con novecientas cincuenta y cuarenta y treinta, y veinte y diez y una y noventa pelotas. Pues las pelotas, a medida que caían en el piso, se multiplicaban entre ellas.
Luego esquivó todas las prendas que había sacado del armario y llegó al escritorio. Pero cuando puso el corbatero el escritorio se hundió en sí mismo y el corbatero se cayó al suelo, rebotó y le golpeó la nariz. La nariz, en lugar de sangrar como cualquier otra, comenzó a hincharse, y luego estalló soltando papel picado como si fuera una piñata de cumpleaños.
Algunos papelitos cayeron en su otro escritorio, armando una hoja entera. Se acercó para leer qué era y, ¡oh sorpresa!, eran los apuntes que él mismo había tomado durante siete años de universidad.
“¡El examen!”, pensó angustiado. “¡El examen para el que he estudiado durante siete largos años! ¡El examen que decidirá mi futuro!”.
Puso el corbatero sobre el escritorio, pero esta vez lo sostuvo con una mano para que no hundiera la madera de ese nuevo escritorio. Miró el corbatero y vio una inscripción que rezaba: “Corte y elija”.
¿Quién había escrito eso en ese corbatero? ¿Quién había comprado ese corbatero? ¿Él tenía ese corbatero antes? ¿Desde cuándo lo tenía? ¿Él tuvo alguna vez un corbatero? ¿Usó corbata alguna vez? ¿Y cuándo había comprado aquel armario? ¿Y el elefante venía con el armario gratis o también había pagado por él? Pero ¿tenía camiseta de vestir para usar corbata? ¿Y alguna vez supo ponerse la corbata?
Abrió el corbatero y tomó un trozo de tela. Lo tiró hacia fuera, pero en lugar de salir una corbata, salió un largo trozo de tela. Y el trozo era de color escarlata y tenía dos metros de largo. Luego el trozo se hacía más grande y cambiaba de color. «“Corte y elija”», pensó con amargura. Y el color cambiaba cada dos metros, o eso le pareció a él. Primero fue rojo, luego azul, luego amarillo, después… violeta, rosa, fucsia, celeste, anaranjado, lila, púrpura, magenta, carmesí, bermellón, punzó, amatista, fluorescente, a lunares morados y verdes, con rayas rojas y amarillas, gris, manteca, pastel, clavel, margarita, amarillo otoño, amarillo canario, amarillo patito, amarillo huevo, amarillo verdoso, verde amarillento, verde hoja, verde lima, verde tierra, verde oscuro, verde azulado, azul verdoso, azul cobalto, plateado, dorado, piel, verde loro, blanco, arco iris, chispita, rojo payaso, y así siguió sacando colores como si fuera el más barato de los magos.
Luego de un rato llegó al negro anhelado, y cuando se percató, no tenía tijeras para cortar la tela y no sabía coser. Buscó unas tijeras en el cajón del escritorio. Sin embargo, cuando volvió, toda la tela se había entrado otra vez al corbatero. Nuevamente comenzó a sacar la tela y a pasar colores.
Rojo, azul, rosa, amarillo, verde, azul celeste, azul cobalto, violeta, fucsia, anaranjado, verde oscuro, verde lima, verde loro, verde hoja, verde amarillento, amarillo verdoso… y llegó al negro.
Pero luego se percató de que las tijeras no estaban afiladas. Salió a la calle en pijama, con tijeras y zapatos de charol, en busca de un afilador. El que por allí estaba pasando aceptó afilarle las tijeras, pero se las afiló al revés y el mango quedó filoso. Cuando Juan las tomó se cortó gravemente y pensó: “¡Ahora cómo he de escribir para responder al examen, el examen que define mi vida!”. Se largó a llorar, pero se dijo que algo debía hacer.
Entró a su casa y cortó la tela negra con la otra mano, intentando darle forma de corbata. Luego llamó a su mamá para que le ayudara con la herida y la costura, pero se acordó de que hacía años que no vivía con su madre.
Fue al baño y se lavó la mano herida, viendo que el corte no era muy profundo. Luego se observó el rostro en el espejo y decidió tomar una rápida ducha.
Al salir de la ducha notó que tenía un extraño salpullido en la pierna. Tomó una pomada contra la picazón y se la aplicó, pero no salió la crema que debía salir, y en su lugar, un enjambre de abejas comenzó a escapar por allí. Alcanzó a tapar el aplicador cuando noventa y siete habían salido, y trató de ahuyentarlas por la ventana. Pero cuando abrió la ventana notó que estaba obstruida por la nieve y se asombró mucho, pues aquella mañana no estaba pronosticada ninguna nevada. Luego vió que era un oso polar, y se asustó mucho.
Las abejas picaron al oso y el oso rugió, pero como estaba fuera no le pudo hacer ningún daño. Juan, por si las moscas, cerró la puerta y tiró de la toalla, y el oso sintió el ataque, marchándose asustado.
Juan recordó el tremendo dolor que le producía la picazón, y se rascó, aliviándose de la picazón por unos momentos. Luego vio que el salpullido había pasado a sus manos, y trató de saciar su comezón con el torso desnudo.
Pero en el torso también salió el salpullido, y se comenzó a restregar por las paredes. Su picazón se alivió satisfactoriamente hasta que desapareció la comezón, pero luego la casa comenzó a quejarse diciendo: “¡Hum! ¡Ah! ¡Hum! ¡Pica! ¡Ham! ¡Her! ¡Hum! ¡HM! ¡Uh! ¡Ah! ¡HM! ¡Ah!”.
Y la casa se retorcía desde sus mismísimos cimientos, doblándose las paredes en busca de un contacto en el que poder aliviar su comezón.
—¡Habrase visto en esta vida! —gritó Juan desesperado—. ¡Una casa contagiada por el sarampión!
Fue raudo hacia su habitación y vio el despertador. ¡Eran las cinco de la madrugada!
—¿QUÉ TE OCURRE, VIEJO CACHIBACHE? —gritó fúrico mientras golpeaba el despertador contra la pared, despertador que había sido adquirido sólo un par de días antes.
—¡Hum! ¡Ah! ¡Oh! ¡HM! ¡HMMM! ¡HMMM! ¡Uh! ¡Oh! ¡Ah! ¡Hum! ¡Hem! ¡Hmju! ¡Oh! —gimoteaba la casa, reconfortada por la delicia de estar siendo aliviada con los golpes del reloj despertador.
—¡Todo el mundo se ha vuelto loco! —gritó Juan, desquiciado por tanta patraña.
Luego buscó y rebuscó una camiseta, los pantalones, calcetines y calzoncillos. A pesar de que había dejado todo desperdigado por el piso, no era capaz de encontrar las prendas requeridas para partir. El reloj cucú (¿cuándo se había comprado un reloj cucú?) marcó las doce de la noche, cuando estaban a plena luz del día. Luego el sol le envió un mensaje a la luna que decía: “¿Qué ha pasado? ¿Acaso nos hemos equivocado?”. La luna le respondió: “Es cierto, equivocados estamos. Para remediar nuestro error hay que intercambiar los papeles ahora mismo”. Entonces el sol y la luna giraron sobre sí mismos y el día se tornó en noche en el lugar en el que Juan se hallaba, y la noche fue día del otro lado del mundo (o sea, donde Juan no estaba).
—¡Oh, qué calamidad! —lloró Juan amargamente en un rincón.
No encontraba sus prendas, pues estas habían sido las primeras en sacar del armario, y habían quedado sepultadas bajo el resto de prendas de vestir que había extraído después. Finalmente, buceando en los mares de ropas y de pelotas, llegó hasta el fondo de aquella masa informe, y consiguió extraer algunas cuantas prendas.
Cuando se probó las medias, reconoció que tenían dibujitos de Bugs Bunny estampados en la tela, y supo que eran de su infancia (cosa que, por otra parte, conseguía explicar a la perfección el porqué las sentía tan ajustadas). La camisa de vestir era de color lila con rayas amarillas y lunares verdes. Los pantalones eran de color verde fluorescente y parecían hechos para un payaso con exceso de peso.
Se caló el sombrero en la cabeza (¿desde cuándo usaba sombrero?, ¿desde cuándo había una percha para sombreros a la salida de su casa?, ¿desde hacía cuánto tiempo había vuelto a vivir en casa paterna olvidándose de su pequeño y confortable departamento de soltero?) y salió a la calle.
En tanto, la luna y el sol (o el sol y la luna) se habían dado cuenta de que el cucú engañoso estaba ahí debido a una jugarreta de niños traviesos, y habían vuelto a cambiar de posiciones. Dándose un fugaz beso por el camino se fueron cada cual a su sitio, y los astrónomos exclamaron asombrados: “¡Que gran fenómeno astro-físico!”. Tiempo después, muchos estudiosos se preguntaron si los científicos consideraban un “gran fenómeno astro-físico” que el sol y la luna se besaran o que cambiaran tan rápido de posición.
Juan había salido disparado, sintiendo que aquel día no era muy bonito, en busca de un taxi que lo llevara rápidamente hacia la universidad. Tomó uno y le dijo al chofer: “¡Rápido! Tenía un examen a las diez en la universidad. ¡Vaya como un ciclón!”.
El taxi aceleró y fue hacia atrás corriendo como el viento más fuerte que jamás se hubiera visto.
—¿Qué es lo que está haciendo, hombre! —gritó Juan—. ¡Nos vamos a estrellar!
Y en efecto, así ocurrió. Juan y el taxista se estrellaron contra un colectivo que venía hacia delante y en contramano. Luego el colectivo, activando la maniobra defensiva, abrió las alas de murciélago y comenzó a elevarse con todo y taxi. Juan gritaba desesperado y harto de aquel día. Pero había más sorpresas reservadas para él.
El colectivo no tomó en consideración que estaba en medio de la ciudad, y con las alas y el cuerpo enganchó los cables del teléfono y de la luz. Como seguía haciendo fuerza, y como la ciudad no había activado el filtro anti-volador en los cimientos, el colectivo comenzó a llevarse volando media ciudad (y no, para desgracia de Juan no era la mitad de la ciudad en la que estaba la universidad), quedando la otra parte en tierra firme.
Un grito desgarrador se oyó desde el taxi encastrado en la trompa del autobús: “¡¡¡NOOOOOOO!!!”.
Juan rompió en llanto, pero sus lágrimas eran jugo de limón, luego jugo de ananá, luego de pera, después de pomelo, de naranja, de mango, de kiwi, de manzana, de mandarina, de melón, de frutilla, de cerezas, de arándanos, de frambuesas, de maracuyá, de banana, de fresa y un montón de otros sabores. Lloraba tanto, pero tanto, que en pocos minutos llenó todo el taxi con sus lágrimas. Pero como su llanto era amargo e infeliz, todo el jugo de distintos sabores sabía agrio y feo. Luego el taxi, el colectivo, los postes, los cables, media ciudad y la casa con sarampión comenzaron a descender en picada por el peso de las lágrimas. El taxi se salió del colectivo y comenzó a caer más rápido que todo lo demás y Juan veía cómo se iba a estrellar contra el suelo de la otra parte de la ciudad.
Pero en ese momento llegó el expendedor de algodón de azúcar, que estaba en aquella parte de la ciudad cuando ocurrió el infortunio del colectivo volador y tenía verdaderos deseos de ayudar. Salió volando con su carrito de algodón y logró atrapar a Juan y al taxi justo a tiempo.
Pero el taxista, personaje conocido por ser goloso y angurriento, comenzó a comerse todo el algodón de azúcar del carrito, que era lo que le daba la ligereza para poder volar, pues el algodón de azúcar contiene el mismo principio que las nubes. El algodonero, al ver que perdían elevación y constatar que la causa era el taxista glotón, comenzó a pegarle al taxista por comerse el preciado material de vuelo. Pero como le pegó mucho, se olvidó de conducir el carrito, y el algodón se salió de su sitio, pasando por la hélice y difuminándose en una gran y rosada nube.
—¡¡¡No!!! —gritó el algodonero, y trató de remontar el vuelo.
—¡Mi examen! —lloró Juan.
—¡Mi carrito! —siguió el algodonero.
—¡Mi barriga! —quejó se el taxista.
—¡¡¡NUESTRAS VIDAS!!! —dijeron los tres al unísono, constatando que caían más rápido que la vez anterior.
Cayeron al suelo de forma estrepitosa, pero como estaban rodeados por la nube de algodón, y este, además de ser un material leve como las nubes, claro, también resulta ser un excelente rebotador. Así, los tres rebotaron una y otra vez. Primero bajaban hacia abajo y luego ascendían, volviendo a bajar y a ascender.
Pero luego Juan vió algo que le sobrecogió el corazón: la casa —sí, esa casa que él no recordaba haber comprado jamás— se dirigía hacia ellos, aleteando con puertas y ventanas, como si de un pájaro moviendo sus alas se tratara. La enfermedad había avanzado mucho, y se veía llenas de ronchas feas, y algo afiebrada; pero le gustaba el algodón de azúcar, y quiso comer un poco del que los rodeaba.
Se interpuso entre el cielo y el carrito. Ahora los tres (taxista, algodonero y Juan) caían hacia abajo, chocando contra el piso, y subían hacia arriba, chocando con el otro piso. Luego la casa se puso patas para arriba, y los tres comenzaron a caer hacia abajo, chocando contra el piso, y a subir hacia arriba, chocando contra el techo. Pero luego se voltearon, y quedaron ellos cabeza abajo.
Entonces la cosa quedó así: caían hacia arriba y chocaban contra el piso; luego rebotaban hacia abajo y chocaban contra el techo, y así en una sucesión que se vio interrumpida por la casa de Juan.
Harta ya de jugar con el algodón, quiso comérselo de una vez. Así, bajó hasta interponerse entre los tres hombres y el suelo. Se echó de lado y abrió las grandes puertas de par en par (pues eran dos). Comió lentamente el algodón de azúcar y saboreó cada poco que iba comiendo. Los tres hombres entraron a la casa del revés y se quedaron tendidos, exhaustos, en una de las paredes. Luego la casa se levantó y comenzó a volar.
La casa, por consiguiente, se enderezó. Los hombres volvieron a tener noción del arriba y el abajo, de ese lado y del otro (¡no, ese otro!).
Juan, quien aún conservaba las esperanzas de hacer su examen, miró por la ventana y se horrorizó. Su casa, aquella que ni siquiera recordaba, estaba empachada con el algodón y sus movimientos eran lentos y torpes. Como si estuviera embriagada, se dirigió hacia la universidad donde estudiaba Juan.
—¡Allí no! ¡La destruirás! —gritó Juan.
Finalmente, la casa se estrelló contra la fachada principal de la universidad, que soltó su alarma de incendios. Todas las regaderas que había dentro se soltaron, pero en vez de liberar agua, comenzaron a soltar fuego.
Juan bajó corriendo de su casa (por la escalera de incendios) y se metió en la universidad, chocando a todos los que del incendio huían. Corrió hasta encontrar su salón de clases, y agradeció porque aún estuvieran allí gran parte de sus compañeros y examinadores.
—Señor Ramírez —dijo su profesor—, llega tarde. Aunque como dice el refrán: “Más vale tarde que nunca”. Pase al aula.
—Muchas gracias, señor —repuso el joven con una sonrisa de oreja a oreja.
—No tan rápido, Ramírez —intervino otro maestro—; antes debe presentar su identificación.
Juan maldijo por lo bajo y metió las manos en los pantalones. Sacó un pañuelo de color rojo. Cuando pensaba que estaba a punto de sacarlo, descubrió que el pañuelo seguía, pero con un color distinto. Primero fue rojo, luego azul, siguieron el verde, el rosa, el bermellón, el escarlata, el esmeralda, el… Después se fijó en el otro bolsillo y vió que sólo tenía un poco de algodón de azúcar y un gran frasco (tres o cuatro litros) de remedio contra la fiebre.
—Hem… yo… Lo siento, señor, pero no tengo identificación aquí mismo. Digamos que he tenido una mañana un poco… accidentada.
—Una vergüenza. Comprenderá que esto le resta unos tres puntos, ¿verdad? ¿No? Bueno, ya lo comprende. ¿Trajo sus apuntes y libros para verificar algunos ejercicios y defender algunas cosas en forma oral?
Juan quedó con la boca abierta. Recordando los eventos de aquella mañana, tuvo una fantástica idea y dijo “sí”.
Luego procedió a prepararse psicológicamente para lo que iba a hacer, y pidió un momento de silencio. Los maestros lo miraron escandalizados, preguntándose qué iba a hacer ese loco, y sus compañeros, que lo habían considerado durante todo el curso como un cerebrito aburrido, se mostraban divertidos ante lo que fuera hacer ahora ese chico callado y atento.
—Esperad un momento —dijo Juan. Luego puso las manos sobre una pared lateral y estampó con todas sus fuerzas la nariz contra ella. Ufano y satisfecho (sintiendo un leve sabor metálico en la boca) se volvió a sus profesores—. Hay que esperar unos minutos hasta que se hinche y estalle —dijo con una sonrisa de oreja a oreja ante la mirada atónita de los profesores (que él, por cierto, tomaba como una forma de felicitación)—, y luego hay que ir juntando los pedacitos; pero es un pequeño sacrificio con tal de tener aquí los apuntes —terminó orgulloso y pagado de sí.
Sus compañeros profirieron en carcajadas histéricas al verlo, y un par de sus profesores lo miraban con la misma forma de mirar a un loco que se cree y trata de convencerse a sí mismo de que está cuerdo.
—Señor Ramírez… —dijo una profesora que le tenía en alta estima—, quizás esté presionado por el examen, pero usted es un alumno muy capaz. ¿Trajo los apuntes? No es necesario, podemos hacerle un examen más largo, que compense… bueno, la falta de material.
—¡Pero no está viendo el confeti! —preguntó sorprendido Juan, y su voz sonó ahogada por la risa de sus compañeros (y la de alguno de sus maestros).
Una maestra le hizo señas para que se tocara la nariz y así lo hizo; horrorizado, sintió la sangre caliente y un profundo dolor en el hueso.
—Por lo menos sabe qué carrera está a punto de terminar? —inquirió un profesor que le había tomado algo de aversión.
—Fi… Filosofía y Letras —contestó Juan, un momento antes de desmayarse.
Cuando despertó estaba rodeado por sus amigos y sentía un penetrante olor a alcohol. Antes de que pudiera moverse, un amigo lo detuvo y le dijo: “Ya estás mejor. Antes deberías pensar que, si bien no eres ni físico ni biólogo, un golpe así contra una pared te rompería la nariz, como ha ocurrido. ¿Te sientes en condiciones de hacer el examen? Los maestros están furiosos contigo, salvo algunas contadas excepciones, pero tienes suerte. Esta mañana no se pudo realizar y se dio prórroga hasta esta tarde. Sé que estás mal y que… has tenido una grave crisis psicótica, pero también sé que quieres realizar el examen”. Juan se incorporó bruscamente (mareándose a causa de la pérdida de sangre) y dijo con voz nasal: “¿Adónde firmo?”.
Antes de acudir al salón en el que se celebraría el examen, Juan manifestó la necesidad de ir al baño. Al entrar en el cuarto de baño tuvo una leve conmoción, al verse reflejado al revés en el espejo. Cuando volvió a mirar, constató que se trataba de una ilusión óptica, pues el reflejo era claro y perfecto. Abrió el grifo del agua fría, pero, en aquel preciso instante, un fuerte estornudo recorrió toda la universidad. Juan intentó ignorarlo y volvió a intentar abrir el grifo. Pero cuando lo abrió, en lugar de salir el agua, un líquido vaporoso y rosado —“por Dios, que no sea algodón de azúcar”— comenzó a emanar del grifo, y el baño se volvió en un brusco giro. Allí quedó Juan, colgado del piso que ahora era techo, y oliendo el perfumado aroma del algodón de azúcar.
—No —se dijo—. No ahora.
Salió corriendo del cuarto de baño, cual gacela que ha visto a un tigre, y era tal su apresuramiento que no notó el cambio de posicionamiento al salir del baño. Mientras corría, también gritaba “¡la universidad está con sarampión! ¡la universidad está con sarampión! ¡Mi casa la contagió!”.
Así, gritando, con la nariz vendada y un poco de algodón de azúcar en la barbilla, llegó hasta el pasillo del salón, en el que se encontraban los profesores. Todos lo miraron con una mueca de lástima y compasión. Sólo una maestra pudo acercarse a él y explicarle en pocas palabras cuál sería su trabajo.
—Tienes suerte, Ramírez —le dijo, una vez estuvieron dentro del salón—. No sólo llegaste tarde, sin identificación ni apuntes, sino que también te consideran medio loco y te permiten hacer el examen. Espero que te esfuerces.
Le dieron ciento ochenta y cinco preguntas, y él las respondió sabiamente. Se esmeró mucho. Había estudiado durante siete largos años y tenía muy dentro de sí la carrera completa. Daba ejemplos, ponía paralelismos, citaba autores, enumeraba con presteza cada punto que le pedían desarrollar.
Había terminado. Por fin su largo sueño de ser maestro de Literatura se cumpliría tras mucho esfuerzo, por fin terminaría la carrera con los más elevados honores que se hubieran visto en esa universidad. Quedaron atrás los absurdos recuerdos de la mañana, el miedo y el temor. Quedaron atrás esas cosas de pesadillas, producto de los nervios del examen. Cuando regresara a su departamento llamaría a sus padres y les contaría todo. Sería una excelente anécdota para contarle a sus hijos, nietos y toda la parentela.
Pero la casa que tenía sarampión le había contagiado la enfermedad a la universidad. Esta última se había enfermado con menor rapidez, pues su estructura era increíblemente grande. Pero la enfermedad ya estaba a punto. El primer estornudo que Juan había oído en el baño había sido sólo la antesala a una mayor catástrofe. Por una tos seca. Fue una tos seca y ronca lo que terminó con siete años de estudio y tres horas de memoria y dolor en la muñeca.
Juan oyó una tos, y sintió cómo el estremecimiento recorría los cimientos del edificio. Algunas lámparas se balancearon peligrosamente sobre las cabezas de los demás, pero nadie pareció notarlo. Juan tuvo un extraño presentimiento y llamó a la profesora diciéndole que había concluido el examen.
La profesora se acercaba lentamente —“que se dé prisa”— recorriendo a todos los alumnos con la mirada. Un nuevo estremecimiento surcó el cielo-raso y un pequeño cascote gris cayó desde lo alto. Juan creyó que caería a su lado, quizás en frente de su pupitre, pero lo cierto fue que el cascote gris, lleno de arenilla, tierra y polvo, calló sobre las hojas de su examen. Doscientas sesenta y cinco hojas completamente manchadas de tierra y cemento.
Juan lloró. Lloró amargamente como lo había hecho aquella mañana en el taxi, lloró amargamente por todo su esfuerzo tirado a la basura, lloró tanto, pero tanto, que el polvillo, que hubiera podido ser removido, se humedeció y manchó por completo el papel.
Las ciento ochenta y cinco preguntas, respondidas con precisión quirúrgica, fueron perdidas para siempre, y nunca jamás se volvió a ver examen tan magistral en aquella universidad.
Su maestra, viendo que era ilógico que el muchacho escribiera doscientas páginas con tonterías, llamara a una profesora para que buscara el examen y provocara (vaya a saberse cómo) que parte del techo se cayera sobre las hojas, decidió concederle una nueva oportunidad.
Ante el muchacho apareció una única consigna en la hoja de papel. Con miedo y temor reverencial, pensando que quizás la pluma pudiera quedarse sin tinta o convertirse en algodón de azúcar que una abeja succionaría, leyó la única consigna de trabajo que le habían dado como última oportunidad.
La misma rezaba:
“Escribir un cuento fantástico aplicando diligentemente la normativa del conflicto, poniéndola como regla de oro inquebrantable”.

Fin.

Sir Nícolas Vásquez de Aragón.


No, aún sigo aquí en mi casita. Y no, tampoco me he escapado del manicomio.

Digamos que es una especie de sátira o parodia de los cuentos con muchos conflictos. Siempre me dicen que los cuentos han de tener conflictos por montones para hacerlos interesantes. «¿Quieren conflictos? —me digo—. Pues conflictos tendrán». No, tampoco conozco el significado del vocablo «término medio», como podrán haber apreciado anteriormente. En sí, es una gran y perfecta broma que hice con el propósito de reírme solito de los disparates que pueden escribirse con algo de fiebre y de humor absurdo e ilógico.
Como dato adicional (vamos, el material extra de un DVD realmente malo), sólo puedo decir que la imagen mental de ver al pobre Juan allí con la nariz sangrando y a los profesores con cara de “¿WTF?” me ha hecho reír a más no poder. Es más, cuando estaba escribiendo esa parte, me reía tanto, pero tanto, que tuve que dejar de escribir porque ya estaba escribiendo cualquier cosa (y cuando digo “cualquier cosa”, estoy diciendo “CUALQUIER COSA”).
El recurso del multiperspectivismo que uso al final lo había visto en otro cuento del mismo género, pero no recuerdo ni el título ni el autor, así que es medio difícil que lo enlacemos por aquí. Sólo sé que no sé nada... hem... esto no era. Sólo sé que iba de una cámara fotográfica, y luego el recuerdo es difuso.
Otro dato adicional sería el siguiente: es la primera vez que uso una locación de habla hispana para un cuento, así como nombres plenamente españoles. Me sentí muy raro al hacerlo, como si no fuera normal, pero ahora me ha gustado salir de los nombres ingleses. ¿Lo véis, más experimental imposible?

Para hacer esto más participativo y entretenido, se me ha ocurrido que podría hacer una serie de consignas para hacer funcionar la mente. ¿Estáis listos? Allá vamos.


  1. Punto friki para quien descubre quién es B.B. y a qué hago alusión con ese apartado de la dedicatoria.
  2. ¿Por qué nunca doy una explicación de los sucesos paranormales de lo que le ocurre al pobre Juan?
  3. ¿Por qué es un cuento fantástico y no un cuento de ciencia ficción? La pregunta también podría ser: ¿Cuál es la diferencia entre el cuento fantástico y el de ciencia ficción?


¿Véis de qué sirve un cuento experimental? No sólo se aprovechan muchos recursos, sino que también podemos aprovechar para hacer consignas.

Como siempre, queda el espacio abierto para vuestros comentarios. Ideas, aportaciones, pensamientos y sensaciones. Sugerencias para el cuento (como siempre digo, las sugerencias y consejos, cuando están hechas con sinceridad y respeto, ayudan al crecimiento mutuo y a madurar), así como sus impresiones particulares. Sus respuestas e ideas con respecto a las consignas...
... el espacio está abierto a la reflexión y a quien desee participar. Sentiros cómodos, y recordad: estáis en un salón abierto y despejado para volcar vuestros conocimientos y vuestras experiencias.

¡Elen síla lumenn'omentielvo!