miércoles, 23 de septiembre de 2009

La manzana de la discordia

Buenas noches, mis estimados seguidores y lectores. Espero que hayáis disfrutado mucho con la entrada de matemática que les preparé. Debo deciros que esas tardan un poco por una sencilla cuestión, y es que tengo que revisarlas muy bien, tomarme mi tiempo para poner en orden las ideas, y tratar de que salgan lo mejor y más entendible posible. Por eso, disculpad si no os doy con el gusto.
No obstante, vengo con nuevas noticias. El salón del Estudio está pasando por una etapa... de cambios. Por decirlo de otro modo, estoy planteándome seriamente introducir miembros al salón que puedan publicar sus entradas y organizar parte de nuestros estudios, estoy tratando de abrir nuevas secciones, pero también tengo que tomarme mi tiempo para pensar cómo podría empezar con física y química. Además estoy pensando en colgar post sobre literatura clásica, música, arte, y... una sorpresita. Pero por eso os traigo esto.
Tomen esto como un pequeño entremés, para que lo disfrutéis mientras trato de pensar cómo hacer todo esto.
Sin embargo, (no sé porqué razón, pero casi siempre comienzo los párrafos con un advervio adversativo), aprovecho esta entrada para darle la bienvenida a dos personas. La primera, a Los Fantasmas del Paraíso, a quien le decimos cariñosamente, Fantasmas. Bienvenido por estos lares, amigo, que uestra estancia os sea muy grata y que podáis aprender aquí, pasar un agradable momento compartiendo vuestros conocimientos, y deleitándote con las comodidas frívolas de este salón del estudio. La nueva incorporación del blog, (podéis verla en los bibliotecarios), se trata de Stardust, quien nos honrra con su presencia. Bienvenida al salón, compañera, que vuestra estadía por aquí os sea venturosa y de provecho.
Hecha ya las presentaciones, saludos oficiales, explicaciones y demás... partamos a una nueva aventura.

Los que me conozcáis un poco, sabrán sin duda, que tengo mis pequeños encuentros con la escritura aficionada. Pero como ya les digo, tan sólo soy un aficionado que escribe para pasar un buen rato, y sin la finalidad de escribir para publicar. Dicho de otro modo, escribo por escribir, escribo por amor al arte más que por otra cosa. Empero, hace un tiempo una amiga me dijo: ¿"Y por qué no publicas los cuentos en el salón"? Admito que la idea me gustó, pero fue hasta hace muy poco tiempo que me decidí a publicar. Así pues, hoy os traigo un nuevo cuento de mi invención.
Se trata de mi tercer policial de intriga, y narra las aventuras de un par de detectives de mediados del siglo XX. En estas aventuras, Adan Evans junto con su amiga y compañera, Catherine Clathord, se dedicarán a resolver crímenes a lo Sherlock Holmes y John Watson. Copiando algo de la narrativa de Doyle, haciendo uso de la escuelita inglesa, y tratando poner un toque personal a la obra, os presento esta serie de cuentos policiales. (en realidad me lo pidieron para el taller de literatura y aproveché para escribirlo)
Espero que lo disfrutéis, y que puedan comentar al respecto. Uno siempre busca mejorar y desearía que me dieran sus opiniones particulares, sus impresiones, sus posibles sugerencias... en fin, sus consejos constructivos.

Sin más preámbulos, aquií les dejo este modesto y humilde cuento:

La manzana de la discordia


Para una amiga muy entrañable, que siempre anda por allí dándome consejos y apoyándome en mis empresas. De N.V. para A.F. Muchas gracias, profesora.


-¿Manzanas? –inquirió Adan-. ¿Manzanas? ¿Usted no está hablando en serio? ¿Verdad?
La amable señora que estaba sentada frente al joven detective se removió, inquieta, en su asiento.
-¿Manzanas? –repitió Adan Evans cada vez más exasperado-. A ver, a ver si lo entendí correctamente. Usted vino aquí, me estuvo hablando durante… -se fijó en su reloj de bolsillo-, dos horas y media, y todo para decirme que su vecina, la pastelera, le robó siete manzanas. ¡¿Es correcto?!
La ancianita de aspecto bondadoso se inquietó más. Me dirigió una mirada suplicante e intervine.
-Adan –dije-, quizá la señora se haya confundido.
-No lo hice –interrumpió ella con voz apergaminada y dulce-. He dicho la plena verdad. Mi vecina, Margaret Turner, me ha robado las manzanas de mi árbol, para hacer esos cochinos pasteles suyos.
Mi amigo cayó rendido en el sillón, y soltó un suspiro. Luego se incorporó, fue hasta la ventana, sacó la cabeza y gritó: “¡A esto se ha reducido mi trabajo! ¿La profesión de la mente! ¡El razonamiento analítico! ¡Todo se reduce a siete manzanas rojas!”
Me levanté en busca de mi primo y lo llevé, nuevamente, a su sillón. Era increíble el espectáculo que había hecho.
En parte lo comprendía. Si yo hubiera estado en su lugar, habría hecho lo mismo.
Para ese entonces el señor Adan Evans ya alcanzaba gran renombre en toda Inglaterra, y era muy requerido para grandes e importantes asuntos. Yo ya había terminado la carrera de ley inglesa y estaba trasladando mis cosas a un nuevo piso, un nuevo despacho, y un departamento para mi sola. Esa tarde cuando volví al 225b de Backer Street me encontré a Adan escuchando pacientemente el monólogo de una señora. No me extrañó en lo más mínimo. Mi amigo gozaba de una cualidad especial, su reconocida paciencia de Santo. Podía estar esperando tres días a que abrieran la puerta de su panadería preferida, y no le molestaban aquellos largos y ridículos discursos. Como no tenía nada interesante que hacer, me senté a escuchar la perorata de la mujer.
Me reconozco como paciente, pero esa mujer terminó por exasperarme. Adan, en cambio, demostraba mucho interés por las ocho hermanas de la anciana, por su loro Poul, por sus veintitrés sobrino nietos y por todas las estupideces que esa anciana decía. Reconozco, en este punto, que Adan era un ser que gustaba de escuchar largas e interminables historias de genealogías y demás. Cuando la mujer dijo cuál era el motivo de su consulta vi una transformación en mi amigo. De la duda a la certeza, de la certeza al asombro, del asombro a la indignación y de la indignación a la rabia.
En parte su actitud era comprensible. Él ya había conseguido fama y respeto, el suficiente como para que personajes importantes fueran a consultarle sobre temas de altas esferas. El hecho de que después de esos grandes casos, viniera una persona a plantearle el robo de siete manzanas, era humillante para él. Sin embargo, después de unas horas me confesó que se había irritado, no por el hecho de que el asunto fuera minúsculo, sino, porque la misma anciana habíale dicho quién había robado las manzanas.
¿”Qué podría investigar yo allí”? me preguntó. “No me molesta el hecho de que fuera un asunto sencillo –prosiguió-. Ya te he dicho en algunas ocasiones que los asuntos más insignificantes son los más interesantes, ya que en ellos se puede poner en práctica la lógica y la deducción. Pero en este caso… en este caso es prácticamente imposible hacerlo, ya que la amable señora sabe quién le robó las manzanas. Al revelármelo, perdió todo el misterio y ya no vale de nada”.
-Entonces –pregunté-, ¿por qué irás a investigar mañana?
-Porque no tengo nada mejor que hacer –respondió-.
Se quedó en silencio, mirando lánguidamente el vacío y muy quieto.
-No podré acompañarte –le dije-.
-No hay problema, Cath, puedo ir solo –respondió con voz metálica-.
Nunca lo había dicho o demostrado, pero cuando le comuniqué que me marchaba él se puso muy triste. Lo supe sólo con ver su expresión, pero sabía que no quería decirme nada porque no deseaba impedirme hacer mi vida. Pero le molestaba quedarse tan solo. En aquellos años yo fui su socia y compañera, pero también había sido su amiga. El hecho de romper la asociación, y por consiguiente, cerrar la consultoría de crímenes era muy duro para él. Aunque seguiría trabajando por su cuenta, ya no contaría con mi ayuda y siempre le había gustado que estuviéramos ambos para hacer frente al peligro.
Al abandonar yo el piso de Backer Street, además, dejaba solo a mi amigo; No era muy sociable, y por tanto no tenía más compañía que la mía. Tomando esto en cuenta, Adan Evans quedaría solo ante una consultoría de hechos criminales, y sin amiga o socia que le diera apoyo.
Fue entonces cuando decidí ir a descansar, a la mañana siguiente volvería al trabajo de la mudanza. Sin embargo, los acontecimientos que ocurrieron no fueron muy propicios para que se diera ese plan.
Desperté entrada la mañana, vi a mí alrededor y tardé un poco en reconocer el lugar en que había dormido.
Cuando entré a la salita la encontré extrañamente ordenada. Sabía que Adan, como me había dicho en una ocasión, dedicaba mucho tiempo a observar detenidamente el piso y acomodarlo mentalmente. En tiempos de ocio y fatiga era lo que hacía para mantenerse entretenido y que su mente no se durmiera. Bajé las escalerillas que comunicaban al piso de abajo, y también lo encontré vacío. Ningún sonido, ningún ser habitaba la casa. Me sentí extrañamente sola, y entró la curiosidad.
-¿Qué ocurre aquí? –me pregunté-.
Ni la patrona, ni la doncella, ni el botones ni mi amigo. Nadie estaba en toda la casa. Me encogí de hombros y decidí subir a la salita. Buscaría unos libros y me marcharía, por la tarde volvería y encontraría a mi amigo en uno de sus estados de agitación mental.
Empero, había algo en el ambiente, algo que me incitaba a quedarme. Como si la curiosidad que ejercía sobre mí la ausencia de personas en el edificio, me impulsara a seguir allí. Tomé los libros, pero no pude salir por la puerta. El deseo de saber qué pasaba, me carcomía.
Nunca, jamás, en todos los años de asociación con Adan Evans había ocurrido un evento como ese. Jamás había visto la casa deshabitada y tan silenciosa.
Me senté en el sillón a esperar noticias de alguien, pero pasados unos instantes comprendí que no llegarían.

Había tardado mucho en notarlo, pero cuando dirigí mi mirada a la pared en donde estaba el retrato de Adan en el manzano de Newton, sólo vi un diploma universitario. Lo había olvidado por completo. Estaba en mi nuevo piso, y a pesar de que había dos personas en la casa, casi siempre salían a hacer los mandados y otra parte del tiempo estaban ocupados en los quehaceres domésticos.
Al caer en la cuenta de que estaba allí sola, por tiempo indefinido, y sin un compañero extraño con el que charlar, comencé a llorar suavemente.
Mi llanto fue interrumpido por la estridente campanilla del timbre. Al no haber nadie en casa, bajé a abrir la puerta.
Menuda sorpresa me llevé al ver del otro lado del umbral, aquel rostro que me era tan familiar y reconfortante. Allí estaba, sonriendo de oreja a oreja, con sus ojos verdes encendidos y con una gabardina oscura.
-¡Cath! –me saludó-. Me alegra verte en casa. Tenía algo muy importante que decirte. ¿Puedo pasar?
Invité a mi amigo a entrar y subimos al piso. Esa era la primera vez que Adan Evans veía el departamento y se sorprendió mucho al encontrarlo ordenado, limpio y sin mullidos sillones para reflexionar.
-¿Qué te parece el nuevo piso? –Pregunté, tratando de entablar conversación-.
-Hace falta una biblioteca corrediza –me dijo-... y más asientos.
-No tengo tantos libros, y no pasaré mucho tiempo sentada –repliqué-.
Tomó asiento en una de las sillas de madera y me miró de forma escrutadora. Así comenzó su charla:
-Cath, te estarás preguntando, de seguro, porqué he venido a interrumpir vuestra modesta y tranquila vida. ¿Es correcto?
-Si con eso te refieres si me pregunto el motivo por el que has venido de visita –sinteticé-, la respuesta es sí.
-Recordarás, sin duda alguna, el curioso caso de las manzanas robadas. Asentí-. Pues, he estado investigando el asunto y creo que esto se sale de los cánones o patrones comunes. Dicho en otras palabras, algo muy extraño está ocurriendo por aquí y quiero que me acompañes.
-Ya te dije anoche –le recordé-, que no podría acompañarte. Estoy muy ocupada.
-¡Ajá! –replicó-. Entonces… le llamas estar muy ocupada a levantarse a las once de la
Mañana, buscar a alguien por toda la casa y llorar sola?
Quedé estupefacta. Había visto en otras ocasiones las dotes de razonamiento deductivo de Adan, pero eso era impresionante.
-¿Cómo lo…?
-Cosa de nada –dijo, mientras agitaba la mano desdeñosamente-. Primero: tienes la arenilla del sueño en los ojos, llevas ropa de cama y estás algo despeinada. Conozco tus costumbres, Cath, y sé que eres muy pulcra. Lo primero que haces siempre al levantarte es asearte para comenzar el día. Sin embargo, hoy has roto esa rutina. Como no me creo que te hayas levantado temprano, a las siete de la mañana, por poner un ejemplo, y hayas permanecido hasta estas horas con esas pintas, lo más lógico es suponer que te acabas de levantar. Son las once y media, debiste de haber despertado, aproximadamente, a las once en punto. Segundo: fuiste tú quien abrió la puerta, por consiguiente, deduzco que no hay nadie más que tú en casa. Hace media hora que te levantaste, lo más lógico es tratar de encontrar a alguien en todo el edificio. Y tercero: tienes trazas de lágrimas muy recientes en el rostro.
Otra vez, me sentí impresionada del talento de mi amigo, y no pude más que aplaudir tenuemente. Empero, estaba avergonzada. Sentía que él podía leer todo como en un libro abierto, y había descubierto mis lágrimas. No le sería difícil inducir el porqué de ellas.
-De acuerdo –admití-, perdí la mañana. Pero, ¿qué podría hacer yo en una investigación?
Adan soltó un bufido y se incorporó bruscamente.
-Cath –dijo-, creo que ambos sabemos lo importante que puedes ser para una investigación. Me has ayudado y prestado mucho apoyo en estos años, y creo que sin tu colaboración mis resultados no habrían sido los mismos.
-¿Pero que no habías resuelto el caso ya? –protesté-.
-Eso creí anoche –reconoció-. Al darme la anciana el dato creí que el misterio estaba resuelto, pero no había visto el primer misterio, ¡cómo sabía esa mujer que había sido su vecina? Y, ¡por qué esa mujer acusaba a su vecina?
Lo miré estupefacta. Cuando él tenía una intuición era mejor hacerle caso y seguirla.
-¿Estás insinuando que…?
-OH, no –cortó-. Yo no insinúo nada, sólo hago preguntas curiosas, que develan cosas curiosas. Así que, ¿Qué dices? Vienes a resolver el misterio de las manzanas?

No sé qué fuerza extraña y misteriosa me habrá impulsado a hacerlo, pero desde el momento en que Adan me dijo: ¿”Montamos una agencia de detectives aquí en Londres”? Y yo respondí: “Sí, no hay problema”, mi vida se ha llenado de extrañas y recurrentes aventuras.
Así pues, desarrollé un sentido innato para detectar aventuras o focos de problemas, y claro está, para acercarme a ellos. Por ende, no supe qué fue lo que me motivó a ir con Adan, perder una tarde de trabajo y dejar plantado a mi novio en Simpson’s.
Partimos, pues, aquella nublada mañana de marzo, hacia una nueva aventura.
Al llegar al domicilio particular de Antoniet Lemon, vimos que era una casa señorial y de porte aristocrático. Al vernos en el sendero de entrada, la mujer, que estaba atendiendo sus plantas se alegró y recorrió el trecho que nos separaba, a paso vigoroso.
-¡Señor Evans! –exclamó-. ¡Gracias al Cielo que ha venido! Ya temía haberle hecho perder el tiempo, y que no quisiera venir a hacer sus investigaciones.
La anciana señora parecía muy conmovida. Movía frenéticamente sus manos y hablaba rápida e ininterrumpidamente.
Mi amigo sonrió cordialmente e inclinó la cabeza.
-Señora –dijo mientras me guiñaba un ojo-, ninguna investigación, por insignificante que parezca, debe ser desdeñada. He encontrado, durante el curso de mi carrera, que los acontecimientos más comunes y ordinarios son los que suelen presentar extrañas características que los hace ser especiales.
La anciana dio muestras de estar confundida por la revelación de Adan, y él,, al ver el gesto, se apresuró a corregir: -no espero que lo entienda. Puede sonar algo paradójico, lo sé, pero es la verdad.
La anciana señora no cambió su expresión, pero con un suspiro dijo>: -¿Queréis pasar a tomar algo?
-Estaría encant…
…-OH, me temo que disponemos de poco tiempo para trabajar y no soy de comer después del almuerzo –interrumpió Adan-.
-Es usted muy raro, joven Evans –apuntó la mujer-. Sobre todo porque almuerza muy temprano, son apenas las doce y media de la tarde.
Mi amigo titubeó.
-Hem… este… sí… verá usted…
…-El señor Evans estará encantado de compartir su mesa con usted –corté-. No le gusta incomodar a sus clientes, y tiene la mala costumbre de no comer mientras trabaja.
La ancianita rió y aplaudió levemente.
-¡Perfecto! –Exclamó, y nos franqueó la entrada a su hogar-.
El interior de la casa señorial era confortable, modesto, pero no dejaba de tener un aire de grandeza. Los muebles eran robustos y de buena calidad, las paredes estaban decoradas con cuadros y retratos de décadas atrás y los muebles tenían algunos adornos muy delicados y frágiles.
Al fin llegamos a una habitación bien amueblada, con un chisporroteante fuego en el hogar y mullidos sillones. Nuestra anfitriona nos hizo tomar asiento y nos dijo: “dentro de un momento os haré pasar al comedor, por favor, sentiros como en vuestro hogar”.
Adan tomó asiento y yo hice lo propio. Cuando la anciana desapareció por el umbral de la puerta, Adan me susurró: “¿Qué te ocurre? ¿Estás loca?”
-¿Por qué lo preguntas? –Respondí en el mismo tono-.
-¿Por qué aceptaste la invitación de la señora?
-Era lo correcto aceptarla, no hacerlo habría resultado ser poco elegante –repliqué-. Además, no he comido nada y tengo un hambre atroz.
El investigador se tapó el rostro con sus manos, y soltando un ruidoso suspiro se desplomó en el asiento.
Después de un espléndido almuerzo, y de una breve charla de sobremesa mi amigo mostró señales de impaciencia.
-Bueno, con permiso –se excusó-, tengo que proceder a las investigaciones de…
…-¡Alto ahí! –Cortó la anciana señora-. No me consideraría una buena anfitriona si dejara que usted se fuera a hacer su trabajo sin postre en el estómago. Aguarde aquí un momento, y le traeré un exquisito suphlé, a usted y a su amiga.
Al salir la mujer mi primo volvió a exasperarse. -¡Madre mía! –exclamó ofuscado-. Qué tiene esta mujer.
-Cortesía –contesté-, algo de lo que tú careces.
-No es falta de educación, Cath –se defendió él-. Es el tiempo, sólo el tiempo.
-¿Qué te cuesta esperar una porción de suphlé? –Inquirí frotando mi estómago-. Esta mujer cocina excelente, mejor que tú, debo decir. Y no me molestaría quedarme para el postre.
En ese momento la anciana señora llegó a la sala muy conmocionada. Tenía una expresión angustiada en el rostro y nos miraba con una mezcla de pena y vergüenza.
-Me excusarán –dijo tartamudeando-, pero el suphlé no levó lo suficiente y…
Sacó de detrás de su espalda una gran cacerola de aluminio que contenía una pasta desecha y amarilla.
Di unas palmaditas en el hombro de la señora para confortarla; a pesar de ello, ella seguía muy conmovida. Adan, sorprendentemente, fue quien remedió la situación.
-No se angustie, señora –dijo-, sé dónde puedo conseguir un postre para cerrar el almuerzo y quedar satisfechos. Si me excusan un momento…
Y así, sin más preámbulos, desapareció por la puerta y volvió diez minutos después con un paquete entre las manos.
-Perdonad la demora –se excusó-. No sabía en dónde conseguirlo, y tardé un poco en que me atendieran.
Por lo visto Adan había cambiado su actitud, y la anciana señora se sintió un poco mejor.
-Joven Evans –dijo-, no tendría que haberse molestado, yo soy su anfitriona y usted no tendría que….
-Nada de eso –interrumpió él-. Lo hago con toda cortesía y amabilidad. Ahora sí, ¿les apetecería comer?
Y mientras así decía nos mostró el contenido de la caja. Era una gran tarta de manzanas, que estaba bañada en almíbar y a la vista parecía excelente. Al verlo, pasé mi lengua por los labios y me relamí de gusto. De inmediato la anciana señora trajo unos platitos de delicada porcelana y un cuchillo para partir el pastel
Servidas ya las porciones nos hallábamos conversando muy alegremente. Adan, tomando una actitud muy inusual en él, se mostraba comunicativo y muy conversador. Parecía haberse olvidado del caso que a él le competía, y hablaba animadamente de temas frívolos y sin importancia.
Pasados dos horas hice notar el retardo a mi amigo, y este hizo oídos sordos a mi advertencia. Un cuarto de hora más tarde la mujer comenzó a hablar sobre el caso.
-Pues sí, verá usted –decía-, Margaret Turner es una mujer manipuladora, poco simpática y con la que no me llevo muy bien.
-¿Y por eso sospecha que ella fue quien robó sus manzanas?
-¿Quién si no? Nadie en este barrio me roba mis manzanas, y ella es la única que pudo hacerlo. Vive aquí junto, no le habría resultado difícil haber robado algunas de mi árbol.
-¿Y qué cree que hizo con los frutos?
-Pues –rió la anciana-, ¿qué otra cosa podría hacer? Usarlos para sus pasteles, eso es obvio. ¿No le parece?
-¿Cuándo dice que le robaron las manzanas?
-Ayer por la mañana, joven, ya se lo he dicho.
-¿Y cuántas estima que fueron? Tuvieron que haber sido una cantidad considerable, de cualquier otro modo usted no habría echado en falta los frutos. ¿Verdad?
La anciana se quedó meditando las palabras de Adan por un tiempo y luego contestó: -Como ya le decía ayer, me encontré cuidando el jardín como siempre. Y cuando fui a ver cómo estaba el manzano me encontré con que todas las manzanas, que estaban en el lado de la copa que apunta hacia la casa de junto, habían desaparecido sin dejar rastros.
Mi primo asintió y terminó de comer su porción de tarta. Luego, con aire soñador, miró el último pedazo que quedaba. Después dirigió su vista hacia mí y sonrió.
Suspiró y dejó los cubiertos sobre el platito. Acto seguido observó fijamente a la ancianita, quien se removió inquieta, como si la mirada de Adan le hiciera sentir pudor.
-Creo que debería ir a hacer sus investigaciones –dijo la señora queriendo terminar aquel largo almuerzo-.
-OH, no hará falta –replicó Adan con mucha tranquilidad-. Yo ya he terminado mis indagaciones y ya tengo una conclusión de todo esto.
Quedé sorprendida. Adan podía ser un genio, pero jamás había manifestado esa muestra de agilidad. La ancianita rió benévolamente y le dedicó una mirada condescendiente.
-Creo, joven Evans –dijo con voz suave y maternal-, que se está saltando pasos. –volvió a reír-. Si no malentiendo, ustedes los detectives deben seguir unas pistas o algo así. Y yo no le he visto hacerlo, ni siquiera le he dado tiempo a indagar. Puede que lo que haya terminado sea la comida, en lugar de la investigación.
Entonces fue el turno de Adan de reír. Luego de secarse las lágrimas me miró y guiñó un ojo.
-Bueno Cath, ¿Nos vamos ya? –preguntó-.
Me encogí de hombros y dispuse a marcharme. Mas la anciana se quedó boquiabierta y estupefacta. Nos miraba a ambos con ojos como platos, con la mano en el pecho y expresión entre sorprendida y decepcionada.
-Pe-pe-pero, mis manzanas y Margaret Turner –protestó-.
Mi amigo se caló el sombrero y habló con voz metálica: -Señora …, sé que nuestra estadía ha sido corta y no me ha visto hacer mis indagaciones, pero crea que las he hecho, y que ya he resuelto el caso.
La mujer miró sorprendida a mi primo y movió la cabeza. Después de unos segundos de reflexión preguntó: -¿Entonces quién fue… cómo podremos atraparla?-
Mi amigo bajó la cabeza y suspiró pacientemente. Volvió a sentarse y miró fijamente a la señora.
-Creo que a ambos nos conviene dejar de fingir –dijo-. Tanto usted como yo sabemos la verdad, y no tiene sentido que sigamos actuando. Ambos sabemos que nadie le robó las manzanas, ni su vecina ni su otro vecino, ambos sabemos que todo esto es una farsa.
Y como había visto en otras ocasiones, la muralla de la anciana se desmoronó. Ante mi presencié la típica transformación, y vi como, progresivamente, el semblante de la señora cambiaba. Primero de asombro, luego a ira, luego a indignación, y finalmente a amargura.
-¿Cómo lo supiste…?
…-Luego te lo diré, Cath –cortó mi primo-.
La anciana se había derrumbado en la silla y respiraba agitadamente.
-ante todo –comenzó Adan-, quiero decirle que yo no soy la ley, tan sólo soy un particular y por tanto, no me corresponde aplicar a mi la justicia. Debe, en este punto, quedarse tranquila. No pienso revelar a nadie esta farsa. Sé que esto podría ser penado bajo calumnias y difamación; usted acusó a una inocente de robo intencionado. Quizá hubiera sido por una causa minúscula, como el robo de unas manzanas, pero en un país tan estricto como lo es Inglaterra creo que el sencillo acto de robar está penado. Sólo quiero saber, ¿por qué lo hizo?
-¡Por qué lo hice!! –exclamó la mujer indignada-. Por lo visto no es sólo un par de ojos lindos en los periódicos, señor Evans; no, es mucho más que eso y acaba de demostrarlo. No esperaba que alguien pudiera entender esto, pero por lo visto hay una persona capaz de usar el cerebro.
Su voz era despreocupada pero algo ronca.
-Se que no era un crimen perfecto –reconoció-. He leído cuentos y novelas policiales, y confieso que esto era una patraña.
-ciertamente –acotó Adan-, este asunto es muy insignificante por su simpleza, pero detrás de esto algo hay.
-Razón tiene usted, joven –afirmó Antoniet -. No dudo que ha nacido para este oficio. La historia es muy simple, y la contaré en pocas palabras. Hace veinticinco años, me mudé a esta casa y conocí a Margaret Turner. Éramos buenas amigas y buenas vecinas, nos llevábamos generalmente bien y no teníamos discusiones. Nos tratábamos con cortesía y con amabilidad, y teníamos un fuerte vínculo que nos unía. Ambas habíamos perdido a nuestros maridos en la guerra, y al enviudar no pudimos tener hijos. Fue así como surgió una bonita amistad.
Después de algunos meses ella me reveló que tenía un proyecto en mente, algo que, según sus propias palabras, podría hacernos quedar en la riqueza. Su plan era muy simple, pero podría funcionar; ella quería montar una pastelería y necesitaba alguien que pudiera aportar la mitad del dinero para solventar los gastos que acarrearía la construcción del edificio. Además, me dijo que sería, al haber puesto mitad del dinero, una especie de socia en el negocio. Señor Evans, esa fue la peor patraña y mentira que he tenido que soportar en mi vida. Esa arpía demostró ser una víbora traicionera.
Como no tenía ningún motivo para sospechar de negras intenciones accedí a prestar el dinero necesario, que era parte de un subsidio otorgado por el estado como viuda de guerra. Luego de poner el dinero ella construyó la pastelería y montó grandes puestos y estanterías. Cuando fui a preguntarle sobre el negocio se negó a admitir que habíamos hecho un trato, negó rotundamente que yo le hubiera prestado el dinero e incluso intentó cobrarme unas masas que ni siquiera había tocado. Señor Evans, eso fue una gran humillación para mi persona. Me robó, literalmente, el dinero y lo usó para quedarse con esa cochina pastelería suya. Por eso he tratado de incriminarla de robo.
-¿Por qué con manzanas?
-OH, porque no se me ocurría nada mejor. Padezco de reuma, sabe usted, y ya me quedan pocos años de vida. No estoy como para andar planificando grandes crímenes complejos, ni pensando en las manzanas que usa para hacer los pasteles. Lo admito, señor Evans, será una verdadera ridiculez, pero esto es todo lo que he podido hacer.
-¿Ya lo había intentado otras veces?
-¡Bah! –Contestó la anciana-. Miles de veces he llamado a Scotland Yard, a la policía y a más detectives privados. Todos han dicho lo mismo…
…-“No encontramos pruebas concluyentes, señora. Va a tener que olvidarse del asunto” –añadió Adan en tono mecánico-.
La mujer se quedó mirándolo y con ojos como platos dijo: -En efecto, eso mismo dicen. Creo que, hasta la fecha, usted ha sido el único capaz de desentrañar qué fue lo que ocurrió en realidad.
Mi amigo rió y luego, con los ojos llorosos, dijo: -Bueno, si he superado nuevamente al cuerpo de Scotland Yard, puedo decir que me siento alagado y plenamente conforme de mis actividades. Ha sido un caso, si se quiere, sencillo y bastante simplista; sin embargo, la historia que encierra detrás es el verdadero caso-.
Cuando Adan Evans terminó de hablar se hizo un profundo silencio. Así permanecimos durante una hora y luego, incorporándose, mi amigo dijo: -Temo que no pueda hacer nada para que la señora Margaret Turner pague su castigo por haberle robado, tan vilmente, su dinero. Pero –añadió al ver la expresión de la anciana-, olvidé mencionar que no hay ninguna forma legal de que ella pague el castigo-.
Me escandalicé completamente.
-¡Adan Collins Evans! –protesté-. ¡En qué estás pensando! No me digas que ha…
…-No haré nada ilegal, propiamente dicho. Llamaré a Randy para que se encargue de eso. Aún así, usted –dijo mirando a la amable señora-, debería dejar de hacer estos intentos. Dentro de dos días tendrá una agradable noticia, aunque no podrá recuperar su dinero, verá cómo actúan las ruedas de la vida.
Tras esto, profirió una pícara risita y se frotó las manos. La anciana y yo estábamos muy aturdidas, pero decidimos callar y esperar.
Así partimos de la mansión de aire señorial y volvimos al 225b de Backer Street.
Ya entrada la noche estaba revisando unos apuntes y otros papeles, mientras pensaba en la escena de mi prometido. Había recibido un telegrama en el cual me hacía un reproche por el hecho de no haber asistido a la reunión. Al ver mi ataque de histeria, Adan se limitó a carcajear y seguir revisando sus anotaciones.
Tras terminar de ver los apuntes dirigí mi mirada hacia su persona, y con voz desinteresada pregunté: ¿”Cómo lo descubriste”?
-¿¿El qué? –respondió Adan Evans con aire soñador-.
-Vamos, Adan –repuse-. Nos conocemos desde hace años y yo sé de todas tus costumbres y manías, deberías tú también recordar mis hábitos y rutinas. Ya sabes a qué me refiero.
Adan sonrió, y de forma condescendiente bajó la cabeza.
-Has acertado, amiga –dijo-. Tienes mucha razón, y precisamente, sé a qué te referías, sólo me gusta verte enrabietar. Pero sí, el caso… la pista… Um… lo lamento, creo que se me olvidó.
Me levanté fúrica y lancé varios almohadones hacia donde se encontraba Adan. A pesar de sus intentos por protegerse con manos y brazos, no pudo evitar algunos golpes. Y aún así, se le veía contento.
-Al final he cumplido mi cometido –dijo burlonamente-.
No pude creer la facilidad con la que lo había conseguido, pero con esa declaración tan sencilla y a la vez tan cierta comencé a reír desaforadamente. Después de un rato, dije entre hipidos: -De acuerdo, ya te has divertido a base de mi rabieta, ¿Serías tan amable de decirme cómo lo resolviste tan fácilmente?-
-OH, como ya te dije, fue cosa de nada –musitó, levantándose hacia la mesita donde reposaba la última porción de tarta-. Todo lo descubrí basándome en este pequeño postre.
Destapó el pedazo de pastel y me lo mostró.
-¿Recuerdas cuando la anciana señora nos trajo el suphlé que no había levado bien? –preguntó-.
Asentí, instándolo a continuar.
-Pues, esa fue una gran oportunidad para que yo pudiera hacer mis pesquisas. Desde el principio supe que algo extraño había en toda esta historia, y sospeché de la señora Lemon. No sabía porqué, quizás sólo una corazonada, pero había algo que me inducía a desconfiar de su versión de la historia. Como siempre, intenté acallar mis intuiciones, e ir, en parte para saciar mi curiosidad, en parte para que la señora se quedara tranquila, a su casa al día siguiente. Al llegar, lo primero que busqué con la mirada fue la pastelería que ella había mencionado, y la encontré, precisamente al lado de su hogar. Luego, con la vista, busqué el manzano que había mencionado y vi que, efectivamente, estaba en medio de ambas casas, y casi junto a la medianera que separaba los jardines. Más tarde tendría que investigar todo mejor.
Luego entramos a la casa, y después de algunas preguntas sentí la necesidad de comenzar mis indagaciones, ya que el tiempo apremiaba. Cuando la mujer llegó con el postre mal hecho, aproveché para salir de la casa. Era el único momento que había tenido y me apresuré a comenzar. Había ido sabiendo que buscaba algo, un cabo suelto, algo que no encajara, y lo encontré. Las manzanas del árbol que poseía Lemon eran manzanas arenosas y blandas; sin embargo, las manzanas arenosas no sirven para hacer tarta de manzana. Comprobado ya este punto, tenía una pregunta resuelta. ¿Si las manzanas arenosas no se usan para las tartas, porqué robarlas para hacer tartas? No tenía mucha lógica, por tanto, debía ser algo inventado.
Mi siguiente paso era verificar cuántas manzanas se habían “robado”. Menuda sorpresa me llevé, al ver que el árbol estaba repleto de manzanas. Dicho de otro modo, allí no faltaba ni una sola manzana. Aún así podía existir la posibilidad de que se hubieran caído seis o siete… pero en el suelo no había nada. Nada, absolutamente nada, me indicaba que allí se hubieran sustraído manzanas.
Después fui a la pastelería y compré esa tarta que comimos como postre. Y, como no podía ser de otra manera, decidí preguntarle a la dueña del establecimiento con qué tipo de manzanas se hacían las tartas. La respuesta, tal y como yo esperaba, era con manzanas duras y jugosas.
Decidí estar seguro y comprobarlo. No es por presumir, pero al crecer con una madre que fue pastelera toda su vida uno sabe reconocer todos los ingredientes, a simple vista, que componen tal o cual postre. Si a alguno de esos pasteles les habían puesto una manzana arenosa, lo habría sabido inmediatamente.
Claro, siempre existía la posibilidad de que el pastel con las manzanas de Antoniet Lemon ya hubiera sido vendido, pero como apunté anteriormente, no se había sacado ninguna manzana del árbol; con lo cual, se daba por sentado que:
1) No se habían robado manzanas. El árbol no presentaba menor cantidad de manzanas de las que tendría que haber tenido, y es ilógico robar manzanas arenosas para hacer tarta de manzana.
2) 2) La mujer, evidentemente, estaba mintiendo. Ya he descubierto el porqué, y ahora admito que este caso fue de lo más sencillo e insignificante que he tenido que tratar. Y tú, más que nadie, Cath, sabes cuántos casos insignificantes he tenido que atender, ¿verdad?

Volvimos a sumirnos en un agradable silencio, mientras yo repasaba las conjeturas y teorías de mi amigo. No podía dejar de maravillarme por lo sencillo de sus razonamientos, y por lo práctico de su accionar. Después de un momento recordé algo, y con voz interesada pregunté: ¿”Para qué llamarás a Randy”? ¿”No le harás nada malo a Margaret Turner, verdad”?
-¡Cath! –protestó-. ¿Me consideras un criminal? No, no, mi querida amiga. Digamos, simplemente, que la señora Turner tendrá que enfrentarse a algunas cuestiones dentro de tres días. Es una pequeña retribución por haber robado ese dinero, y por ser una mala persona.
No entendí bien las palabras de Adan, mas el periódico de tres días después me haría comprender su significado. En el Daily Telegraf se veía una fotografía de la pastelería y un titular que rezaba:
“Insalubridad en los Pasteles”.
Una columna de texto decía lo siguiente:
“La noche pasada, del mes de marzo fueron encontrados, en la pastelería Turner&Family, varios nidos de ratas. Al parecer, y según los chequeos de la policía científica, las ratas habrían estado allí durante más de quince años y los productos comestibles que produce la pastelería podrían estar contaminados.
Su dueña, Margaret Turner, anuncia: ‘Mi pastelería es limpia, sana y jamás hemos recibido queja de cualquier cliente por el mal estado de nuestros alimentos. Somos serios y respetables, y no somos tan imprudentes para dejar un nido de ratas durante quince años en las bodegas y almacenes’.
Las autoridades siguen investigando el caso. No se podrá penar a alguna sentencia a la señora Turner; aún así, se ha ordenado que, por el momento, la pastelería quede clausurada por fumigación e insalubridad. Esto le ha significado una fuerte pérdida de dinero a la señora Margaret Turner”.
Al leer el artículo me volví hacia Adan y arqueé las cejas en señal interrogativa. Me devolvió el gesto y le pasé el artículo. Le dio una leída rápida, luego se encogió de hombros y negó con la cabeza.
-No, Cath –dijo-, yo no le pedí a Randy que hiciera esto. Yo le pedí que encargara ciento cincuenta pasteles de manzana y que después no los reclamara, no sé cómo o quién pudo haberlo hecho.
Me sorprendí bastante. Cierto era que él tenía una mentalidad algo infantil, y que usualmente no querría el mal para nadie, pero la broma de los ciento cincuenta pasteles era muy estúpida. Sea como fuere, la señora Margaret Turner recibió su merecido. Y aún hoy recuerdo con cariño, este curioso suceso.
siempre quise saber si Randy había cumplido con el pedido de mi amigo, pero jamás tuve la oportunidad de preguntarle. Después de todo, cuando me iba aquella noche, vi como Adan, con una sonrisa pícara en los labios, tomaba el periódico y releía con un brillo de satisfacción en sus ojos, el artículo que narraba la desventura de Turner.
Y este es, en su totalidad, el acontecimiento que quedó registrado en los anales de Adan Evans bajo el nombre de la manzana de la discordia.


Sir Nícolas Vásquez de Aragón.







viernes, 18 de septiembre de 2009

Invitación

Buenas tardes, compañeros de aventuras en el conocimiento. Sé que lo usual sería dejar pasar algún tiempecillo con respecto a la publicación del post anterior, ero quería avisarles con antelación.
Verán, es una invitación a una fiesta. La Biblioteca Provincial de Córdoba (Argentina), celebra su 16º aniversario, y quiere invitar a todo el mundo.
Será una agradable velada en la que compartiremos teatro (hecho por los estudiantes del taller de teatro), música, comida, conmemoraciones históricas y mucho más. Podéis llegar hasta la calle 27 de Abril, al 375, el día viernes 25 de septiembre a las 19:00. [NOTA: les recomiendo estar quince minutos antes]. La entrada es libre y gratuita. Pueden invitar amigos, parientes o a quien ustedes quieran. Será un momento para el recuerdo, y de paso, podrán interiorizarse de las mejoras y las novedades de la biblioteca. Poco a poco este proyecto está creciendo, y necesitamos usuarios interesados en libros, voluntarios para transcripciones de tinta a Braille, locutores que puedan leer y grabar libros auditivos y parlantes... En fin, necesitamos más colaboración para que la biblioteca siga creciendo más y más.
¡Aquí les dejo la invitación! Espero que puedan llegar.
[NOTA 2: Perdón a todos los visitantes que no son de Argentina, sé que la tendrán medio difícil para venir. Pero puede que alguno esté planificando un viajecito por estos lados. ¡Nunca se sabe de los giros de la vidA!]

Invitación
"Conmemorando su decimosexto aniversario, el próximo 24 de Septiembre, la Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales de la Secretaría de Cultura, invita a Usted cordialmente a participar del evento organizado."
"Descontando desde ya su amable presencia en el acto, le informamos que el mismo se concretará en la sala Ángel Avalos de nuestra sede en calle 27 de Abril 375, el día viernes 25 de septiembre a partir de las 19 horas. "
Biblioteca Provincial para Responsable a cargo
Discapacitados Visuales Juan José Perrero

jueves, 17 de septiembre de 2009

Curiosidad matemática...

Mi muy estimado público, perdonad la demora en esta entrega. La verdad, estoy teniendo algunos problemas con el cortar y copiar de Microsoft Word, pero creo que ya quedarán solucionados. Espero que esta entrada pueda publicarse por fin.....
Veremos que pasa. Si después de esto no consiguen ver la entrada propiamente dicha, es que he vuelto a fallar. No se preocupen, seguiré intentándolo.

Buenas tardes, aventureros del saber. Ya saliendo de nuestras breves vacaciones, ¡Increíble que sea un mes y medio de vacaciones! Volvemos al trabajo duro.
Para evitarnos un largo monólogo, vamos a ir al grano. Os dije al comienzo de este blog que no sólo veríamos las cosas que hasta ahora hemos visto, sino también, abordaríamos otros temas. Hoy vengo dispuesto a abordar un nuevo tema. Hoy volvemos a abrir una sección lejana y hermosa, que habíamos dejado un rato de lado. ¡Matemática a la carga! Pero a diferencia de entregas anteriores, hoy quiero proponerles una curiosidad matemática.
¿Están preparados para embarcarse en este buque? No, no vamos al triángulo de las Bermudas, vamos a ir directamente a la matemática, al centro de la razón y la lógica, vamos a ir hasta la ciencia madre de otras ciencias, y nos sumergiremos en sus tempestuosas aguas.
Con esta predisposición de espíritu aventurero, partamos.

¿Nunca os habéis preguntado eso de la reglas de los signos? Cuando somos críos, (bueno…. En mi caso tampoco es que haga mucho de eso….), viene la maestra y dice: “Estudiantes, hoy estudiaremos las reglas de los signos”. Luego se da vuelta y comienza a dar la explicación en el pizarrón.
Primero comienza así:
+ * += +
Ejemplo: +9 * +10= +90
Los estudiantes copian en sus carpetas.
Luego la maestra escribe en el pizarrón:
+ * -= -
Ejemplo: +9 * -10= -90
Ante esta revelación los estudiantes piensan lo siguiente: “¿¿¿EH…???” Nadie entiende nada, pero aún así copian y hacen caso, sumisamente, a lo que les indica su docente.
Luego la maestra sigue, y tal vez este sea el peor:
- * -= +
- Ejemplo: -9 * -10= +90

Esto termina de descolocar a los chicos. ¿Qué ocurrió aquí? El primero puede ser lógico, el segundo es algo rebuscado pero si la maestra lo dice tiene que ser verdad, ¿y el último? ¿Qué pasa con el último? ¿La maestra se enloqueció? Eso no tiene ni ton ni son, ¿verdad? Los estudiantes se vuelven extrañados, sorprendidos e incluso, admirados.
“Esto es imposible”, piensa uno. Se da vuelta y mira a su compañero de banco. Su amigo tiene la misma expresión de desconcierto en el rostro que él. “La profesora se terminó de chiflar”, piensa el otro. Mira a los lados buscando que el compañero más inteligente le explique, pero el más entendido tampoco tiene una respuesta plausible. Todos están en un aire de desconcierto total y allí comienzan los murmullos.
-¿Qué es esto? –pregunta uno.
-No sé –responde sorprendido, el otro.
-¿Qué le pasa a la maestra? –interroga el del fondo.
-¿Ustedes ven lo que yo veo? –dice uno que tiene miedo de estarse volviendo loco.
Otro cuchichea por lo bajo: -Más por más es igual a más; menos por más es igual a menos; y… ¿Menos por menos es igual a más? Esto no tiene sentido-.
-¿Qué ocurre con la profe? ¿Se habrá olvidado de desayunar? ¿Le falló el libro de docentes? ¿Hizo trampa en el magisterio?- son algunas de las perlas de sabiduría y preguntas que rondan el aula.
De inmediato la maestra se da cuenta de los cuchicheos, se voltea y pregunta: “¿Qué tanto conversan?” Luego se vuelve y continúa escribiendo. Los chicos, horrorizados, ven que ahora se meten las fracciones:
Ejemplo: +1/2 * +2/1= +1
Ejemplo: +3/4 * -1/2= -3/98
Ejemplo: -2/3 * -4/5= +8/15

Luego entran las divisiones y demás. Ejercicios combinados, divisiones, ecuaciones, planteamientos, trigonometría, números compuestos, números imaginarios, funciones, proporciones, razones, álgebra y siguen incontables ramas, que poco a poco, van arrastrando las reglas de los signos.

Los chicos, aún más atemorizados, se quedan callados. Un silencio seputcral inunda el salón de clases. La maestra se vuelve, y con el mejor tono de bruja que tiene, pregunta: “¿Alguien tiene una pregunta?”
Nadie habla, a pesar de que todos tienen la misma inquietud (“¿El mundo se dio vuelta y yo no me enteré?”). Nadie levanta la mano ni inquiere: “¿Profesora, por qué…?” Todos están expectantes a que su docente les de alguna explicación lógica o razonable; todos esperan a que ocurra un milagro. El milagro nunca ocurre, y la sombra de la duda se cierra para siempre sobre ellos, privando esa respuesta tan anhelada.

Es costumbre, después de ver esta escena, que muchos estudiantes, teman hacer preguntas a su profesor cuando no entienden algo. Un grave error, hay que decirlo, por parte de los docentes y educadores. La gran mayoría de los maestros, cada vez que les preguntan sobre algún tema o punto de la explicación en particular, se ofuscan y optan por dar una respuesta vaga, imprecisa y cargada de algo que dice: “No estoy para que me hagan preguntas”. No todos, lo admito, pero muchos lo hacen y me han tocado profesores de este estilo. Es algo chocante, luego, para el alumno, exponerse a una amonestación o sanción. Por consiguiente, la curiosidad del alumno queda acallada por el temor. Sumado, claro está, a que cada vez hay más jóvenes desinteresados del estudio, no se busca respuesta por ningún tema de curiosidad. Esto es, el estudiante sabe qué es lo que no entiende y qué quisiera profundizar, pero no se atreve a decirlo primero, porque cada vez el aprender y conocer le importa menos; y segundo, porque el profesor no se muestra abierto a responder inquietudes y a ampliar conceptos o profundizar en temas de interés. La educación, y esto es cierto, está decayendo mucho últimamente, y eso se debe a un desgano de ambas partes. Es decir, los profesores, al ver que no son escuchados pierden interés por enseñar, y se apaga la chispa de la pasión; y los estudiantes, a su vez, pierden interés por conocer. Es así, que es un gran círculo que va creciendo y que hay que intentar detener. El hecho de que no exista más curiosidad o interés por parte de los estudiantes, está demostrando que el ser humano está perdiendo sus ansias de conocer. La característica fundamental del ser, es precisamente, la de su eterno afán por conocer y explorar cosas desconocidas. Cuando evidenciamos esto, debemos tener en cuenta que hay varios factores que influyen en esta conducta, uso irresponsable de las nuevas tecnologías, desinterés de parte de los padres, entre otras. Tenemos que tener en cuenta que esta situación debe de cambiar imperativamente, porque hay que tener presente que esto puede conducir a un gran desastre. Sin curiosidad no hay conocimientos, y sin conocimientos no hay decisión, sin decisión no hay capacidad de discernimiento, y sin todo eso, los jóvenes de hoy en día, se convertirán en esclavos de mandatarios, obedeciendo órdenes como ovejas, sin entender ni poder interpretar el mundo que los rodea bajo su propio criterio y con un juicio independiente. Esto conseguiría una conducta masiva, y el pensamiento de: “Hago lo que hace la mayoría sin saber porqué lo hago, sólo los sigo porque son mayoría”. Por ende, he decidido publicar esto. Sí, lo sé, no haré mucho para contrarrestar el efecto nocivo que están teniendo las aulas, pero quizá podamos llegar a alguna conclusión y quizá, esto le pueda servir a alguien que ande paseando por la red.

Notarán, sin duda, que la curiosidad que les propongo es la siguiente:
+ * += + (Esta es bastante lógica)
+ * -= - (como bien dijimos, esta es menos lógica pero se sustenta de algún lado).
-*-= + (ahora sí, entramos en la dificultad).

En realidad no es ninguna dificultad, como ya vimos anteriormente en otros episodios de lógica lateral, visto desde otro ángulo todo puede ser resuelto fácilmente. Así que comencemos nuestra labor.
Así a simple vista, puede que esto nos parezca un problema irresoluble, pero, y siempre aplicando lógica lateral, podemos intentar alcanzar una solución para este enigma.
Ahora bien, vamos a tratar de pensar con lógica lateral, todos y cada uno de los casos que se nos presentaron. Como pista, les diré que esto sí tiene respuesta, y es muy simple, como todo lo lateral. ¿Listos?

Figuremos, pues, una recta numérica. En el centro el cero, hacia la derecha los números positivos, y hacia la izquierda los números negativos. Como cuando estudiamos los Z.
Ahora vamos a recordar cual era nuestra primera regla: +*+=+. Lo que nos quiere decir: “Un número positivo, por otro número positivo, dará un resultado con signo positivo”.
Imaginemos un coche, que avanza a treinta Km/h, y que han transcurrido cuatro horas.

En número sería:

Auto: V: 30 Km/h (V=velocidad) tiempo de desplazamiento: 4 h.
Entonces tenemos que el coche ha avanzado a treinta kilómetros por hora, durante cuatro horas. Entonces tendríamos: 30Km/h durante 4h = 30*4= 120Km. O sea, que en cuatro horas, y a una velocidad media de treinta kilómetros por horas, recorrió ciento veinte kilómetros. Ya que tenemos la deducción matemática, vamos a ir a una gráfica.
Pensemos en que la trompa del coche está ubicada hacia los números positivos, y hagámoslo avanzar a treinta kilómetros por hora, y durante cuatro horas.
[NOTA: Lo más recomendable es que hagan un dibujo].
Pensemos que si el auto se desplaza hacia delante, treinta kilómetros por hora, después de cuatro horas de avanzar, se ubicará en el 120 de los números positivos. ¿No me creéis? Hagan la prueba.
Tenemos solucionado esta primer regla… ¡Vamos a la segunda!

Imaginemos al mismo coche, con la trompa hacia los números positivos, y que está posicionado en el cero de nuestra recta numérica.
Recordemos la fórmula: -*+=- Lo que quiere decir, traducido al lenguaje normal, que: “Un número positivo, multiplicado por un número negativo es igual a un número negativo”.

Tenemos a nuestro auto, la trompa del coche apunta hacia la derecha (los números positivos), y damos comienzo a nuestros experimentos.
Supongamos que el auto avanza a treinta kilómetros por hora, durante cuatro horas…. Pero marcha atrás. Todos sabemos que los autos tienen marcha atrás, que es la más potente, y que como su nombre lo indica, sirve para hacer retroceder el auto. O sea, ir hacia atrás. Recordemos en qué posición estaba nuestro coche. Tenía la trompa hacia los positivos, lo que quiere decir, que si va marcha atrás, debe ir en dirección opuesta a la trompa. O sea, hacia los números negativos, o la izquierda de nuestra recta numérica.
Bien. Ponemos marcha atrás, y arrancamos. Treinta kilómetros por hora, durante cuatro horas. Pero, recordemos que avanzamos marcha atrás, o sea, retrocedemos en lugar de avanzar. Serían entonces, menos treinta kilómetros por hora. Lo que a número es traducido como: -30Km/h. durante: 4h. Lo que quedaría como: -30Km/h*4h=-120
¿Qué ocurrió aquí? El coche iba retrocediendo treinta kilómetros por hora, fíjense en la recta que dibujamos. El coche iba retrocediendo, hacia los números negativos, treinta kilómetros por cada hora. Una hora=treinta kilómetros hacia atrás. Cuatro horas=ciento veinte kilómetros hacia atrás. -30*+4=-120

Y ahora vamos con la pregunta que nos inquieta más. ¿-*-=+? ¿Cómo puede ocurrir este fenómeno? ¿Qué circunstancia sobrenatural tiene que acontecer para generar este efecto tremendamente ilógico? Ninguna causa sobrenatural, sólo fría lógica.
Traduzcamos a lenguaje común: “Un número negativo por otro número negativo, dará como resultado un número positivo”.
Veamos. Supongamos que tenemos nuestro coche, está ubicado en el cero, y ya lleva un largo rato yendo marcha atrás. Esto es, sigue con la misma velocidad (30Km/h) y sigue marcha atrás. Ahora se ha detenido en el cero, y el hombre que maneja se pregunta: “¿Dónde estaba yo hace cuatro horas?”
Quiero que veáis bien la pregunta: “¿Dónde estaba yo hace cuatro horas?” No es: “¿Dónde estaré yo en cuatro horas?” sino: “¿Dónde estaba?”
Entonces, continuemos. Yo he ido en mi coche, marcha atrás, 30 Km/h, y ahora estoy en el cero. Si sigo pisando el acelerador, y sigo marcha atrás, seguiré retrocediendo; pero ahora, yo quiero saber en qué lugar me hallaba yo hace cuatro horas. O sea, el -4.
Esta parte puede ser confusa al principio, pero traten de verlo bajo la luz de razón pura.
Háganse esta pregunta: “¿Adónde tendría que haber estado yo, hace cuatro horas, para llegar al cero a 30 Km/h marcha atrás?” el hombre, tuvo que haber estado en los 120 kilómetros, para que yendo siempre marcha atrás, a 30 Km/h durante 4 horas, llegara al cero.
Se los planteo de otra forma. Que tal si está en el punto cero a las tres de la tarde; siempre marcha atrás, siempre a 30 Km/h. hagamos que las manecillas del reloj vayan hacia atrás, cuatro horas. Estarían en las doce del mediodía. Muy bien, ¿en qué sitio estaba el auto a las doce del mediodía? Si sabemos que yendo marcha atrás a 30 Km/h, a las tres de la tarde el auto estaba en el punto cero.
La respuesta es muy sencilla. El auto tuvo que estar (hace cuatro horas) en el kilómetro 120, para que yendo a 30Km/h marcha atrás durante cuatro horas, pudiera llegar al cero. Como ya dijimos antes, si sigue acelerando marcha atrás seguirá yendo hacia los números negativos. No obstante, la pregunta está hecha en pasado.

O sea: -30Km/h [siempre 30Km/h marcha atrás (en este caso la marcha atrás se representa con el menos)] por -4 horas [las cuatro horas de desplazamiento (en este caso el signo menos está representando que fueron tres horas atrás)] es igual a +120 Km.
Veámoslo así:
Yo estoy en el kilómetro ciento veinte, me muevo hacia atrás 30 Km/h. después de una hora habré llegado a noventa kilómetros (siempre voy hacia atrás). Dentro de otra hora estaré en sesenta kilómetros (treinta kilómetros menos). Dentro de otra hora estaré en treinta kilómetros (otros treinta kilómetros menos). Y tras la cuarta hora estaré en el punto cero o de arranque (menos treinta kilómetros). O sea, que si voy 30Km/h marcha atrás, cada hora que pase restará treinta kilómetros. Por ende, a la pregunta: “¿En dónde estaba hace cuatro horas?” Se debe responder: “Hace cuatro horas estaba en el kilómetro 120”.
Y esta, damas y caballeros, es la forma de representar el porqué (-) * (-) = (+)

Este material, como no podía ser de otro modo, lo saqué de Adrián Paenza, gran matemático argentino, y de uno de sus libros. Aquí tienen un enlace a YouTube, en que el señor Paenza da esta explicación en su programa de TV: “Científicos, industria argentina”. Esta curiosidad, según cuenta él, se la sugirió un decano de una universidad de Madrid. Todo está en el vídeo.
Además, trasteando por Internet, encontré algo que puede serles útil. El blog de Adrián Paenza, es un blog dirigido por él mismo, en el que plantea problemas y curiosidades, dando la posibilidad a los lectores y comentaristas, de exponer sus teorías, hipótesis, posibles soluciones, postular dudas. Es un espacio que encontré interesante, y que puede serles, como ya dije, muy útil. Espero, sinceramente, que lo disfruten.
Espero, además, que puedan haber comprendido todo lo que les estuve tratando de explicar, y que el enlace a YouTube les sea más aclaratorio. Luego vamos a hablar de la conveniencia de la simplicidad, pero eso será otro día. También lo pueden encontrar en el blog de Paenza.
Pero si tenéis alguna duda, no dudéis en exponerla y juntos trabajaremos para solventarla y hacer todo más claro y ameno. Den consejos, sugerencias, críticas constructivas, así puedo ir mejorando poco a poco. Es la primera vez que intento hacer esto, así que tenedme paciencia, por favor. Que puedo haber explicado mal las cosas, enredado datos, o confundido ideas. Si notáis algo extraño, hacédmelo saber. Y si no entendéis algo recuerden, aquí nadie es mejor o peor por entender o no entender las cosas. Aquí todos somos iguales y todos tenemos derecho a equivocarnos, mil veces, si lo necesitamos, antes de aprender a hacerlo. Así que si tenéis que decir: “Necesito una segunda explicación”, no dudéis en hacerlo, pues os contestaré lo mejor que pueda y juntos, todos juntos, trabajaremos para que toda duda quede solventada.
Recuerden la introducción de este post. La gran mayoría de los problemas de aprendizaje surge del hecho de que los estudiantes no preguntan cuando sienten curiosidad o duda.
Así pues, hasta que el universo nos vuelva juntar, pidiéndonos comenzar otra vez el camino del saber.

P.S. En la barra lateral de la derecha, podéis apreciar nuevos cambios, e introducciones en el sumario de blogs interesantes que pueden gustaros.
P.P.S. Pequeño detalle… en el vídeo donde aparece Paenza, él da la misma explicación que dí yo. Sin embargo, el lo hace con 40Km/h y tres horas de desplazamiento. Espero que no les sea muy molesto, si lo desean, puedo cambiar los números del post para que coincidan con el vídeo y les sea más fácil ubicarse.

¡Lo logré!

[Edición: Voy a intentar poner un vídeo de YouTube en esta entrada. Para no perder el tema... el vídeo será, efectivamente, el mismo que les dejé más arriba; siempre quise probar qué sería dejar un vídeo y ahora que he dado con el código lo intentaré. Si algún día puedo, crearé un blog de prueba como cierto colega que tuvo esa brillante idea. Por ahora, así nos quedamos].



domingo, 13 de septiembre de 2009

ADVERTENCIA: El post que sigue a continuación es tremendamente personal, recargado de indignación y puede que les destripe un libro entero...

(fanáticos de Sidney Sheldon, abstenerse)



Buenas noches, aventureros del saber. Sé que os había prometido unas entradas con lógica lateral, clases de matemáticas, otro cuento y etc, etc. Pero lo que ha acontecido esta tarde merece que se lo cuente ya. Antes que nada, quiero advertir al lector que este post contiene información referente a un libro en particular, de un autor llamado Sidney Sheldon. Toda la información sobre el hombre y sus obras está en el enlace que les dejé más arriba. Es la primera vez que lo intento, así que si no los lleva a Wikipedia, felicitadme, he vuelto a errar con las tecnologías.
A riesgo de hacer pesado el post, escribiré unas breves reseñas sobre el autor.

Sidney Sheldon es un reconocido autor de la literatura de entretenimiento. Ha escrito guiones de película, obras de teatro y posteriormente, se dedicó a escribir libros con un gran éxito. Es el maestro indiscutido de la literatura de misterio en la actualidad, y ha ganado el premio Edgar Allam Poe a la mejor novela de misterio. Sus obras se han llevado al cine, al teatro y a la TV.


A la edad de 25 años, Sidney Sheldon tenía tres éxitos musicales en escena simultáneamente, en Broadway. Productor y director tan bueno como escritor, Sheldon ha ganado un Oscar y un Tony por su trabajo en el cine y en el teatro.
Su primera novela La faz desnuda, fue nominada para un Edgar y aclamada por «The New York Times» como la «primera y mejor novela de misterio del año». Sus siguientes libros Más allá de la medianoche y Un extraño en el espejo, se han convertido en best-sellers internacionales y han sido leídos por más de 30 millones de personas.


Nació el once de febrero del mil novescientos dieciseis, en Chicago, Illinois. De padre Judío-alemán y de madre Judío-rusa. Destacó por la originalidad de sus guiones (llegó a ganar un Oscar al mejor guión original en el 1947).
Murió a la edad de ochenta y nueve años, el treinta de enero del año dos mil siete en Rancho Mirage. Sus restos hoy descansan en Los Ángeles, California.


Se dedica a escribir libros de policial negro.
Es decir, no es el policial clásico, o policial de enigma, sino una variante en el género policial. Nació a principios de los años treinta, cuando el crimen comenzó a ser estudiado más a fondo. Si bien la literatura policial refleja hechos delictivos, la literatura de intriga presenta al lector el caso como si fuera un acertijo, un problema de matemáticas o un enigma para la mente. El policial negro, en cambio, presenta el caso como algo mundano. Explora más los personajes y su siquis, investiga el subconciente criminal, la depravación humana, y hay algunas variaciones más. Nació cuando la ley seca, en que abundaron los grupos de mafiosos, para transportar cargamentos ilegales de cerveza y bebidas alcohólicas.
Dicho ya eso, partamos....
Estuve leyendo una novela llamada Lazos de Sangre, la cual me mantuvo en suspenso durante dos agradables semanas. ¿Que por qué tardé tanto? Simple. Arranqué aceleradamente, y luego no la pude agarrar más. No fue hasta este sábado que la retomé, y cuando lo hice no pude parar. Leí fervorosamente, estuve en el borde del asiento, como quien dice, y no paré de leer. Confieso que no pude desentrañar nada; Sheldon posee una gran característica, y es que siempre, siempre, elige la forma más rebuscada y sorprendente de terminar su historia. Y eso complica mucho, ya que nunca sabes con qué te podrá salir. Aún así, tenía algunas hipótesis.
Ahora bien, la historia rondaba sobre la misteriosa muerte de Sam Rofe, un magnate multimillonario, dueño de una graaaan empresa médica. En fin, en resumidas cuentas diré que él poseía las acciones mayoritarias, por ende era el presidente, pero había otros integrantes de la familia que tenían una cantidad menor de las acciones. Cuando Samuel Rofe dio inicio a la compañía quiso que fuera una empresa familiar, y por tanto prohibió la venta de las acciones a desconocidos, a menos que todo el directorio estuviera de acuerdo. Samuel Rofe no es el mismo Sam Rofe, el segundo es el bisnieto del primero. En fin, al morir este Sam se arma un gran revuelo. Todos los integrantes de la familia, (primos y primos segundos) tienen motivos para vender las acciones que poseen y tener dinero para saldar deudas; por consiguiente, todos quieren matar a Sam Rofe. ¿Por qué? Sencillo: él era el único que se oponía a vender las acciones a desconocidos, quería que siguiera siendo una empresa familiar.

[Edición: Me he percatado, al releer esta parte de la explicación, que de veras está confusa y no muy clara. Especificaré un poco más para que se entienda. Samuel Roffe era un pequeño niño judío que vivía en Polonia a mediados del siglo XIX. Estaban, según el libro, recluídos en una fortaleza denominada "el Geko", en donde los gentiles encerraban a todos los judíos. Sólo los dejaban salir por el día a vender algunos productos y conseguir nuevas mercancías. Samuel Roffe había vivido una experiencie horrible en su más tierna infancia. En medio de una revuelta, habían asesinado a su madre, quien murió en medio de una calle destruída. Samuel se propone, desde el instante en que comprendió que no podía ayudar a su madre moribunda, convertirse en médico para poder sanar y ayudar a otras personas. Para conseguirlo trata de hacerse aprendiz de un reconocido médico. Era una sociedad cerrada y sólo tres personas podían ser médicos. Era, por tanto, algo extraño y absurdo que el niño tuviera esas pretenciones, pues había sucesores que estaban esperando desde hacía años que los tres médicos dejaran a un lado la bata. Sin embargo, y gracias a una feliz caída, el niño le interesa al doctor, y, aunque no fomenta esperanzas ni vanas ilusiones, lo admite en su laboratorio. El niño también se enamora de la hija del médico, pasando a tener dos grandes sueños en la vida: el primero era convertirse en médico para ayudar y curar; el segundo, casarse con la hija del médico. Pasan los años... y Samuel se entera de que la hija del médico —que le correspondía en el sentimiento— estaba prometida a un Rabino. Los padres de la joven le proponen al muchacho un plazo de seis meses. En dicho plazo... Samuel debería demostrar tener algún talento especial que lo hiciera reconocido en la comunidad (¿mencioné antes que él y su familia se dedicaban a vender cosas por las calles y que un médico jamás concentiría una relación de ese tipo para su hija?). Así, el joven Samuel, demostrando testarudez y su inmenso amor, se encierra en un cobertizo en el que había montado un precario laboratorio, y comienza a trabajar en nuevas fórmulas científicas. Recordemos que la ciencia era precaria y que había una nueva revolución científica que hablaba de intentar contrarestar dolencias en base a la inmunidad del individuo. Entre idas y venidas, caldos y agujas, ratas y atos, caballos y más agujas, Samuel desarrolla una vacuna contra una enfermedad que no se especifica en el libro. Es reconocido, mundialmente famoso y... (vamos, la típica historia). Se casa, monta una botica, de la botica pasa a la farmacia, luego al laboratorio, luego a un pequeño local en la ciudad de los gentiles, luego tiene hijos y todos comen perdices. A su debido tiempo, envía a sus hijos a distintas partes del mundo para sentar raíces en otros lares. Cinco hijos, cinco destinos. Estados Unidos, Alemania, Inglaterria, Francia e Italia. Estos jóvenes tienen descendencia y se dedican a ampliar los horizontes de su empresa en crecimiento. Cuando ve todo lo que ha conseguido partiendo desde un caballo y una aguja, proclama que todas las acciones tendrán que pertenecer a miembros de la familia. Así, en la junta directiva sólo podrían estar miembros de la dinastía Roffe y no correría ningún riesgo. Dice a sus hijos: "No dejéis entrar el lobo amigo a vuestro gallinero, porque en cualquier momento el lobo tendrá hambre". Añade luego: "Sólo si todos vosotros queréis vender las acciones podrán hacerlo". El miembro con la mayor cantidad de acciones —es decir, el primogénito de la casa de su hijo mayor— sería el presidente de la compañía. Samuel Roffe ve satisfecho cómo crece su imperio, y llegamos a los días en que Sam Roffe, su bisnieto, era el director del gigante multinacional. Como se ha mencionado antes, todos los miembros del directorio tenían motivos personales y urgentes para vender las acciones; no obstante, Sam, recordando al viejo Samuel, se negaba rotundamente. Esto llevó a uno de los miembros del directorio a acabar con la vida de Samuel. Así, Samuel no se interpondría en su camino y conseguirían vender las acciones por decición unánime].
Estos son los primos y primos segundos (políticos y sanguíneos) que poseen las acciones y forman parte de la junta directiva cuando acaece esta historia. Todos viven en distintas partes del mundo, y todos tienen motivo para acabar con el que se interponga entre él y la venta de las acciones (con la consiguiente cuantiosa fortuna, claro).
Ivo Palazzi: (casado con Simonetta Roffe). Un vividor de las mujeres, joven arquitecto que sentó cabeza cuando se casó con Simonetta y condujo la central de Roffe e Hijos en Italia. Lleva una doble vida. Tiene a su esposa Simonetta y tres hijas, y a su amante Donatella y tres hijos varones. La amante le exige un millón de dólares, o si no le revelará a su esposa legítima la doble vida que Ivo estuvo llevando todos esos años.
Charles Martel: Un sobrio abogado que es cazado (literalmente) por Hélène Roffe, oriunda de Francia. Una linfómana en todo el sentido de la palabra, esclaviza al pobre Charles, convirtiéndolo en su lacallo. Luego, buscando su independencia, y queriendo escapar de las garras de Hélène, él decide intervenir en una inverción en un viñedo de un amigo. Roba, a urtadillas, las joyas de su esposa, las copia y hace el cambiazo. El dinero que obtiene lo usa para financiar la inversión, y finalmente, durante la época de maduración del viñedo llueve durante tres meses seguidos y se estropea la inversión. OH sorpresa, necesita dinero, desesperadamente, para reponer las joyas.
Sir Alec Nichols: (este estaba así, no es invención mía, se os juro). el hijo de una Roffe y de un varonette. Reside en Londres y allí conoce a Vivian, una joven bailarina rubia y de ojos celestes que lo engatusa y seduce. Se casa con ella, y luego de su apariencia angelical, demuestra ser un verdadero demonio. Siéndole infiel, consumiendo drogas y apostando fuertes sumas de dinero; el noble caballero del parlamento se verá envuelto en amenazas y extorciones de los bajos fondos. Tiene tres opciones: 1) Pagar. 2) Darles a los mafiosos un cargamento entero de droga. 3) Atenerse a las consecuencias de no cumplir ninguna de las dos opciones anteriores.
Walther Gassner: alemán, joven instructor de squi. Se casó con Ana Rofe, y no presentó motivos por lo cuales deseara el dinero. No obstante, casi al final de la novela se revela que cuando Ana estaba embarazada, y calló de la escalera, sus hijos no le sobrevivieron como ella creía, y por consiguiente está demente. Así que hay que suponer que Walter quería el dinero para un tratamiento de su esposa. (la mujer creía que tenía a los niños a su lado)
Estos son los otros cuatro miembros del directorio. No obstante, también está la hija de Sam Rofe....
Elizabeht Rofe: Una mujer segura de sí, con una infancia horripilante. Murió su madre al darla a luz y siempre fue despreciada por su padre. En su adolescencia asistió a un internado de señoritas y allí conoció diversas experiencias que me reservo. Luego, al crecer, se convirtió en todo una mujer madura y confiada. Inteligente, bella, joven y encantadora, dirigirá la empresa de la familia tras la trágica muerte de Sam Rofe.
Además se encuentra este:
Ris Wiliams: Joven ejecutivo apuesto y encantador de hacendencia galesa. Vivió toda su infancia en aquel país y decidió marcharse a los doce años. Luego fue a Inglaterra en donde aprendió a comportarse debidamente, y perfiló una imagen de ganador, opacando al niño ignorante que había sido. Negando su pasado se convirtió en gerente de una farmacia muy importante. Fue contratado por Sam Rofe para que fuera su mano derecha, y durante nueve años ayudó a Rofe e hijos en asuntos de relaciones públicas y de financiamiento.
Listo, todos sabemos qué pasaría. Sam Rofe murió en un accidente de alpinismo, al pasar toda la responsabilidad a su hija esta tiene que hacerse cargo de la compañía. Cuando le preguntan: -¿Vendemos las acciones?- Ella responde que no, y comienza a acontecer una serie muy curiosa de hechos. Lee un informe en el que se habla de una conspiración para destruir la reputación de Rofe e hijos, ese informe era confidencial y sin copias) Luego casi se desbarranca por no llevar frenos en el Jeep. Y luego casi muere en el acensor privado de las oficinas de Suiza. Por ende, un detective se dedicará a buscarla aplicando el método que a él le parece útil. Nada que ver con la sociedad del misterio

Pero en fin.... Allí comenzará a develarse una intriga de tramas. Todos tienen motivo para asesinar a Elizabeht Rofe, ya que ella sigue en sus trece, y no venderá la compañía. No obstante, muchas tramas secundarias se presentan. Y, de una forma muy abrupta, termina la novela. Al final el asesino era Sir Alex Nichols. Por favor, no confundir con mi nombre artístico que es Sir Nícolas Vásquez de Aragón.
Así es, damas y caballeros. El cortez y elegante primo resulta ser el asesino de su padre, y también la persona que quería destruirla. Y... todos dirían: "¿De que te quejas?" Me quejo, de la mala calidad de cierre. Todos sabemos que una novela presenta tramas o argumentos. Un argumento principal, y muchos argumentos secundarios que sirven para dar intriga al lector. Y que todos esos argumentos, deben cerrarse en el final.... bien, ninguno de los argumentos secundarios se cierra.
1º: ¿Recuerdan que el informe era confidencial y sin copia? Bueno, decidme como nuestra protagonista pudo encontrar una COPIA del informe en el escritorio de Ris Wiliams.
2º: No se sabe qué ocurrió con Charles Marté. Lo último que se dice de él es que su mujer (Helen Rofe -Marté) encuentra una nota en la chimenea que dice: "Helen, me fui a hacer mi propia vida, y no volverás a verme el pelo en toda tu vida". Y luego la tal Helen piensa: "¿Tú lo crres, mi querido? Oh, sí que nos volveremos a ver". (convengamos que antes de esto ya se había descubierto el fraude con las joyas y Charles estaba amenzado de demanda judicial)
3º: Casi al final de la novela se devela que Wiliams y Helen habían tenido una aventura, pero que además iban a hacer unos planes para apoderarse de Rofe e hijos. De esos planes jamás se volvió a hablar.
4º: Lo último que se sabe de Simonneta y Donatella es que la última llama a la primera y le dice que debe comunicarle algo my importante. Sí, todos sabemos de qué se trata.... pero el punto es que Ivo Palacci le había prometido el millón de verdes en un plazo de cinco días. Y la muy idiota no pudo esperar tres días más.
5º: En algunos capítulos se puede ver una escena curiosa. Es el rodaje de una película de muerte, algo que al parecer es cierto. Una película a simple vista, erótica, se convierte luego en un espectáculo horroroso, cuando la actriz de la película es asesinada. Al parecer el encargado de hacer este tipo de películas era un tal Sir Alex Nichols, y las actrices que morían eran siempre rubias y de ojos celestes. De acuerdo, el hombre sentía profundo odio hacia Vivian, y quería asesinar a todas las rubias.... pero, ¿Si tenía la sangre fría de asesinar gente, no le habría convenido entregar el cargamento de droga a los mafiosos y dejarse de dar vueltas?
6º: Hay un científico que trabaja con una fórmula de rejuvenecimieno, es asesinado en su laboratorio por causa de una exploción intencionada. Se puede sospechar, por la escena anterior, que se trata del varonette, pero eso nunca queda en claro.
7º: Cuando el detective investiga a cada uno de los sospechosos, hay algo que los incrimina a cada uno de ellos. Sir Alex era mecánico, Ivo palacci había comprado el material necesario para romper los cables del acensor y Helen Marté había comprado unas botas de alpinismo. Por lo cual se puede deducir que: 1) Sir Alex al ser mecánico, pudo haber estropeado los frenos del Jeep de la protagonista para causarle una muerte en apariencia accidental. 2) El italiano pudo haber cortado los cables del acensor al tener conocimiento de arquitectura. 3) La linfómana pudo haber asesinado a su tío en las montañas.
jamás se vuelve a tocar estos temas.
8º: Sir Alex no pudo haber estropeado el acensor. Los frenos sí, porque Elizabeht le había dicho el viernes que se iba a la casa de Cerdeña, con lo cual Sir Alex puede ir esa noche y cortar los frenos. No obstante, el día del accidente del acensor habían ido todos los miembros del directorio (Ivo Palacci, sir Alex, Charles Marté, Walter no) a almozar. Luego habían bajado. La rutina fue: Directorio entero, almuerza. Wiliams, Rofe y secretaria se quedan a trabajar hasta tarde. Wiliams sale a las doce de la medianoche para ir a una cita. Las dos mujeres se retiran a la una de la madrugada. Ambas suben al acensor, pero de repente suena el timbre del teléfono y la protagonista va a atender (jamás se menciona quién llamó) y la secretaria baja sola cayéndose a un precipicio por estar los cables del acensor cortados.
¿Entendéis en dónde está la dificultad? Si sir alex Nichols hubiera cortado esos cables por la mañana, los siguientes que usaran el acensor serían los muertos. Pero tenemos constancia de que el acensor lo usaron otras personas antes de la secretaria.
9º: Los personajes están mal construídos.
10º: La trama es sorprendentemente reiterativa, y llena de contradicciones.
11º: El final es ridículo.
12º: Me reitero, ¿Si has podido filmar un montón de asesinatos, no puedes entregar un mísero cargamento de drogas para que dejen de extorcionarte?
Además, en la recta final se dice que Vivian fue hallada en su dormitorio, con las rótulas clavadas al piso con estacas. Está claro que fueron los mafiosos.... y la pregunta: "¿Si ya se vengaron, para qué seguir adelante?", es la que me surge a mi. Se descubre además que Sir Alex Nichols tenía un cómplice, el detective Campagna, de la policía de Cerdeña. Y que fue él quien lo ayudó a hacer el cambiazo de Jeep para que nadie se diera cuenta de que el verdadero estaba sin líquidos de frenos. Y luego lleva a la señorita Rofe hasta la mansión, haciéndole creer que estaban buscando al prófugo de Williams, no obstante, nunca se dio una prueba concreta, salvo el informe confidencial sin copias que estaba en el escritorio de Wiliams, que apuntará a dicho sujeto como el asesino.
Esto está plagado de incoherencia, cosas inconexas, y demás. Pienso que esto podría considerarse más un borrador de una novela que una novela misma. Uno puede escribir volcando su ingenio y sus dotes, pero después tiene que releer lo escrito para detectar errores, y poner un poquito más de lógica al asunto. Sinceramente, Sheldon me ha desepcionado.... Espero que Chesterton no me desepcione.
No es exagerado, ahora he puesto las cosas a grandes rasgos, pero si tenéis oportunidad de leer ese libro, os suplico, os imploro que no lo hagais. Los mantendrá entretenidos durante unos días y luego no podrán creer el final, tan abrupto ni nada. Ni una explicación, ni una mísera explicación. Todas, absolutamente todas, las novelas policiales, ya sean policial negro o de enigma, tienen que terminar con una explicación lógica de todos los hechos. Me dijeron uién era el culpable, bravo. Ahora yo quiero saber cómo se las ingenió para cortar los cables del acensor, cómo el jeep al principio del viaje sí tenía frenos y luego no, y qué demonios fue del detective Campagna.
Lo único qe tiene de bueno esta novela, es el detective investigador, que es un genio con las computadoras, posee memoria fotográfica, y lo que más me gusta de él, es tan tacaño como yo. Pero sólo el detective...
Damas y caballeros..... el detective, y el suspenso son las únicas cosas buenas que tiene esta novela. El que quiera decir algo, agregar su opinión, quien haya leído el libro, etc, etc.... será bienvenido.
Por ahora me voy a leer los cuentos del Hada Jengibre, que es literatura de la buena, y luego hablamos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Por el momento... Otro cuento de mi invención

El conocimiento y el saber son infinitos. Es por eso que el hombre, en su pequeñez ignora el basto conocimiento del universo.Amigos……

Este humilde cuento está dedicado a una estimable amiga, la señorita Lady Ginger, por hacerme recordar algunas cosas muy importantes que quizás había dejado de lado…. Para ti querida amiga, por demostrarme que la magia aún existe en el mundo, y que la amistad es la mejor magia.
N.V.A.

I

érase una fría y neblinosa mañana de noviembre, en la ciudad de Londres no se veía una sola alma. La cruel tempestad del día anterior había cesado y dejado a su paso aquella gris neblina que cubría todas las casas y empañaba las ventanas. La ciudad se veía envuelta en un aro de sombría y atrapante oscuridad. Como si la luz hubiera sido reemplazada por una lámpara que daba luz negra, o por un sol apagado…
Su nombre se había perdido hace muchísimo tiempo. Ya nadie lo recordaba, ni siquiera él… en el suburbio, en una casa, en una cómoda y ventilada salita, un fuego ardiente y cálido chisporroteaba alegre en la chimenea. A sus dos lados dos sillones. Uno estaba ocupado. Era un hombre alto, delgado, con una nariz afilada y puntiaguda, con una barbilla maciza y prominente, estaba acurrucado en su sillón, las rodillas le tocaban la nariz, y una larga, negra y grasienta pipa de arcilla salía por entre las rodillas hacia arriba mientras despedía un intenso humo azulado. Al verlo parecía que se trataba de un gran ave rapaz que esperaba asechante la llegada de una presa. El hombre tenía unos ojos penetrantes y de un sagaz color gris claro. Sus labios se contraían en una mueca de extrema concentración. A su alrededor y por todo el suelo había algunos telegramas, todos asuntos sin importancia.” No son lo suficientemente extraño para llamarlo. “ pensaba mientras giraba su cabeza. Dio una rápida mirada a las paredes, hasta encontrar lo que andaba buscando. Una antigua y vieja fotografía, en ella se veía a un hombre regordete y bajito, con un leve bigote, llevaba sombrero hongo de un color pardo, en su rostro aparecía una sonrisa que dejaba relucir una extrema bondad y alegría. “ ¿ seguirá siendo así ?
Se preguntó el hombre que estaba sentado, y siguió contemplando la fotografía de aquel hombre, llevaba un buen traje, de buen gusto pero sencillo y muy modesto, el pañuelo como correspondía a todo buen médico dentro de la manga izquierda…. Luego desvió la mirada de aquella fotografía tan repentinamente que se hubiera podido pensar que la sola vista de ese retrato le hería la visión. Luego, algo arrepentido, volvió la cabeza hacia ese tan entrañable recuerdo, “ yo lo alejé de mí. “ pensó, cuando sus ojos se posaron nuevamente en la fotografía esbozó una melancólica y amarga sonrisa. Luego bajó la vista hasta el sillón vacío que había al otro lado del fuego. Una pequeña capa de polvo lo cubría, miró con más atención, y distinguió a pesar del polvo las antiguas cenizas esponjosas y blancas, de repente su sonrisa se transformó en una mueca de tristeza, y de sus fríos ojos brotó una lágrima que se perdió al bajar por la mejilla.

II

En el distrito de Camberwell el mismo tiempo penetrante y amargo que sobrevolaba Londres invadía cada rincón sin tregua alguna. En un campo algo despejado se erguía una casa que en otros tiempos hubiera resultado verdaderamente hermosa y alegre. Pero ahora se veía en tinieblas, y despedía un aire de soledad y tristeza insondable. Allí dentro un alegre fuego chisporroteaba en la chimenea dando un contraste abrupto al comparar aquella hoguera con el frío y azotador tiempo. Al lado de la chimenea sentado en una butaca un hombre bajito y regordete, con facciones amigables pero entristecidas. No era el mal tiempo, en la campaña había soportado más penalidades, era su honda melancolía que dejaba sus abrasadoras flechas al atravesar cada momento el corazón de aquella alma oprimida por el recuerdo. “ ya no me llama, pensó, habrá encontrado a otro. No soy el mejor, eso está claro, pero…. Yo lo ayudé durante quince años, yo y sólo yo. Será que le molesta no tener un compañero con su cerebro, o que no le gustaba que lo retara por esa maldita cosa que ha terminado por consumirle. O quizás no quería que me casara nunca, eso también ya pasó, ellas se fueron, las extraño…. No tanto como a él. “
El pobre hombre miró la pared, y vio los retratos de tres mujeres, una americana, una bella muchacha rubia de ojos color azul, y la que dejaba ver aquel rostro que una tarde había salido de un ataúd. Era cierto, él las extrañaba, pero no tanto como al hombre que estaba encuadrado unos palmos más allá. Era alto, delgado, de ojos grises y penetrantes, nariz aguileña y barbilla prominente, de facciones afiladas y que le conferían aspecto de máquina. “ ¿ qué será lo que puedo hacer para llamarle ¿ “ pensaba nuestro amigo…
_ ¡ Doctor ¡ gritó una voz desde la puerta de entrada, ¡ Doctor Watson ¡ en ese instante una muchacha de un poco más de treinta años entró como loca a la habitación, _ Doctor Watson, dijo, allá afuera hay una persona que quiere verlo. El hombre bajito y regordete la miró con ojos acuosos, _ Mari Jane, dijo, te he dicho mil veces que cuando venga alguien preguntando por asuntos médicos le digas que yo ya no soy más doctor….
_ pero esto es distinto, dijo la joven, Doctor Watson, esta persona no es un paciente….
_ entonces, dijo Watson, si no es un paciente, ¿ qué es lo que quiere ¿ yo no soy más que un médico retirado.
_ esta persona quiere preguntarle por ese amigo suyo, dijo la mujer, el señor Sherlock Holmes.
El doctor Watson se irguió en su asiento, miró fijamente a la muchacha, se incorporó, le tomó las manos y le dio un beso en la mejilla. Luego tomó su antiguo sombrero hongo y salió disparado al vestíbulo.


III
Holmes daba vueltas por el viejo departamento de Baker Street. Aquella mañana habían ido a consultarle no menos de siete personas, ningún problema interesante, a cada una de esas personas les había dado una respuesta a cada uno de sus problemas. Nada interesante, absolutamente nada interesante. El crimen había decaído mucho en esos últimos tiempos, y quizás esa era la causa de su alejamiento de Watson. Todo comenzó aquel triste y fatídico día en que la señorita Lady Frances Carfax de Watson había fallecido. Había sucedido en septiembre, él no había podido hacer nada, ni los más prestigiosos médicos habían podido. Su esposa había sucumbido a las frías y tenebrosas garras de la muerte, y ahora él se sentía culpable. “ debí haberla cuidado más, debí haberla protegido se lo tuve que haber diagnosticado. “ había dicho muy compungido. Tan culpable se sentía que en vez de volver a vivir con Sherlock se había propuesto llevar un verdadero luto por el fallecimiento de su tercera mujer. En pocas semanas se había convertido en un hombre supersticioso que creía que estaba maldito y por eso nunca había tenido esposa durante más de seis años. La consolación de Holmes no había sido la más adecuada, “ no se angustie muchacho, recuerde que ahora que sus sentidos no están debilitados por la nefasta influencia de las emociones y los sentimientos que conlleva el matrimonio volverá a ser un gran….”
No había podido terminar; él había actuado como un loco. ¡ es una máquina Holmes ¡! Y no dudo que será siempre una máquina fría y sin nada más que datos dentro de sí. Había gritado, roto algunas pertenencias, maldecido, y al final la gota que había rebalsado el vaso: ¡ no dudo siquiera, dijo, que jamás sintió para conmigo un sentimiento parecido a la amistad! lo peor no había sido eso: “ le suplico por tanto señor Holmes, ya que usted y yo no tenemos ninguna relación, que se retire de mi domicilio de inmediato.“
No había sabido comprender en ese momento que su amigo sólo se sentía tremendamente herido y frustrado y ese era el porqué de sus palabras tan hirientes y agraviantes. Pero eso lo había pensado sólo tres semanas más tarde después de aquella horrenda jornada, en la que Sherlock Holmes había dejado relucir su parte más humana: había hecho otro tanto que su compañero y ambos habían terminado desaforados y maltrechos por los gritos y sollozos de furia. Y al final Holmes había sido el que remataba con: “ Podré decirle a la señora Humson que desaloje su habitación, Watson, hace tiempo que quería una biblioteca para guardar los libros de astronomía.”

NOTA A QUIEN NO HAYA LEÍDO MUCHO LAS PECULIARES AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES: En una novela Holmes había dicho que él sólo guardaba en su mente los conocimientos y las habilidades requeridas para su oficio, o sea el de detective asesor. Y este tema había saltado cuando Watson le había comentado de la teoría heliocéntrica, y de Copérnico, y Holmes había demostrado una completa ignorancia sobre el hecho de que la tierra girara alrededor del Sol. Y al finalizar aquella conversación Holmes había dicho: “ y que me importa a mí la teoría heliocéntrica, el saber si giramos alrededor de la Luna o del Sol me afecta un ápice. “ es por eso que me pareció correcta usar esa expresión que denota que a Holmes el lugar de Watson bien podía ser ocupado por una biblioteca llena de libros que jamás leería.
Sigue el relato.

Fue así como Holmes aquella tarde abandonó la casa de su único y mejor amigo tal vez para siempre.
Había ya pasado más de un año, un largo año en que no se habían hablado, mirado, o siquiera haber sabido de la existencia del otro. Se habían convertido en dos seres completamente desconocidos el uno para el otro, y sin embargo, ahora comprendían que no podían vivir sin la amistad y el compañerismo que se proporcionaban mutuamente. Ahora ambos buscaban una excusa para aparecerse en el recinto del otro…. Y no la encontraban. Para Watson era más fácil, lo único que tenía que hacer era encontrar un problema verdaderamente difícil y llevárselo a Holmes para que le diera solución, de ese modo podría presentarse con una buena excusa. Porque había, si que había, un sentimiento que superaba todo arrepentimiento y ese sentimiento era el orgullo. Era aquel destructor de amistades, separador de hermanos, y quebrantador de uniones que se había interpuesto en una reconciliación más que necesaria y aún mucho más deseada. Pero el ser humano es por esencia de un carácter tal que aunque profese mil teorías sobre como los seres humanos pueden mejorar jamás será capaz de ponerlas en práctica, claro está, hay veces en que el orgullo es superado por otros sentimientos mucho más fuertes pero que lamentablemente han sido dejados tan de lado….
El caso de Holmes era más complicado, no tenía ninguna excusa para hacer acto de presencia, para poder pedir perdón sin tener que decirlo, por alguna razón los hombres durante toda la historia han sido necios y testarudos, además de mostrar cierta reticencia a la hora de enmendar y pedir disculpas. Qué podía hacer él, esposas ya no quería. Si hubiera querido otra esposa la solución de Holmes hubiera sido pedirle a la señora Hunson, su patrona, que se casara con Watson y allí quedaba el asunto, pero no, definitivamente eso no serviría. Lo único que podía hacer Holmes era llamarlo e invitarlo a participar de algún misterioso caso para demostrarle que aún lo apreciaba a tal punto de hacerlo partícipe de una aventura. Pero nada en esos largos doce meses en los que no había habido ni un solo rastro de Watson era meritorio como para considerarlo de extrema importancia, o de misterioso. No tenía nada para pedir perdón, ni nada con qué demostrar que aún lo apreciaba, aún más que una inútil biblioteca de astronomía.

IV

El doctor Watson junto a su raro e inquietante acompañante iban en un coche de alquiler hasta la estación directo a Londres. Había salido a recibir a aquel extraño visitante que preguntaba por el célebre Sherlock Holmes, apenas verlo nuestro amigo supo que ya tenía la excusa idónea para visitar a su colega. El problema que arrastraba aquel misterioso personaje, tan misterioso era que ni siquiera yo sé como era, había sido el más extraordinario que el doctor hubiera podido imaginar, tan extraordinario era que no hay palabra o frase conocida por el hombre para poder contarla aquí, tan magnífico y glorioso sería aquel hombre que lograra desentrañar el enredado misterio que aquel ser tan intrigante acarreaba, que el rey más soberbio y altivo se habría sentido enfermo de envidia ante aquel. Ese era el caso, después de haber escuchado la historia del extraño visitante, que era tan larga que por si sola constituía una novela, y que si se tratara de representar aquí este dejaría de ser cuento para pasar a ser Biblia, diccionario, y enciclopedia, de esas que su lectura es infinita e interminable, de esas en que el lector se duerme leyendo y muere de puro aburrimiento, de esas que sólo la mente de Holmes o tal vez de su hermano puede procesar.


NOTA A QUIEN NO HAYA LEÍDO MUCHO A DOYLE: El hermano de Sherlock Holmes era Microft Holmes, en varias de sus aventuras intervino este singular personaje, de él se menciona que: tiene una gran capacidad de deducir cosas a partir de lo que ve, y que esa capacidad es aún mayor que la que posee Sherlock. También se muestra que posee una gran inteligencia y un cerebro privilegiado, ya que maneja mucha información al mismo tiempo, cuando Sherlock le cuenta a Watson de su hermano y de sus habilidades le da el siguiente ejemplo: “ si usted le pidiera a un ministro de economía que hiciera un resumen sobre el comercio en la india, la industria en Inglaterra, y la alfarería en Canadá, este funcionario sería capaz de darle cada uno de esos informes por separado, con sus bajas y altas, con todos los puntos de inflación y de disminución de ventas, etc. Y todas esas demás cosas que sólo los contables entienden. Pero si en cambio usted le pidiera a mi hermano Microft un informe de cada una de esas cosas, lo que él haría sería hacer los informes y relacionarlos entre sí mostrando como el comercio afecta a la alfarería, como la industria afecta al comercio como el comerciante perjudica al cliente, como el cliente hace tal o cual cosa, y como un caballo puede ser el motivo de una baja en las producciones, e infinidad de cosas que escapan a la razón y la lógica natural, y que entra en el mundo de la lógica humana. Es, mi querido Watson, mi hermano nada más ni nada menos que una máquina de procesamiento en continuo movimiento, es capaz de lidiar con un millar de cifras, y barajar un montón de conocimientos desiguales entre sí al mismo tiempo que juega una partida de poker y gana mil euros. “
Es por esta razón que se me ocurrió hacer esta tan graciosa analogía, y ahora sin más interrupciones y distracciones sigue el relato:

Después de haber escuchado tan sorprendente historia el Doctor Watson supo que ya tenía una ofrenda de paz más que suficiente para hacer las pases con Holmes. Jamás se había percatado de que él mismo, era tan o más, inclusive, bohemio y abstraído que Holmes. Siempre lo había regañado por encerrarse en el antiguo departamento, y no tener vida social. Pero…. Él no tenía más amigos que Holmes, no tenía parientes, familiares, conocidos, amigos íntimos, amigos de cualquier clase, su único amigo era Sherlock Holmes y sólo ahora que hacía un examen retrospectivo de su lánguida vida se daba cuenta por primera vez en todos aquellos meses en que estuvo sin la compañía de Holmes porqué había estado tan triste. No era porque era un amigo, era su mejor amigo, su único amigo. Tenía que pedirle perdón y reconciliarse quisiera o no.
La testarudez del ser humano no conseguirá mover un ápice la más robusta montaña.
Fue así como soltó una cristalina lágrima que se perdió al bajar por la mejilla y después de un buen rato en el que había contemplado el fuego se volvió a su extraño visitante y le dijo: “ Será mejor que se prepare amigo mío, vamos a ir a visitar a la única persona que creo puede ayudarle. Vamos a ir directamente a un viejo amigo; en la cara del curioso personaje se dibujó una mueca de satisfacción, alegría, esperanza, felicidad y tranquilidad; así es, dijo Watson al ver la mirada de su interlocutor, iremos a ver al señor Sherlock Holmes”
Nuestro curioso personaje dio un salto a la par que exclamaba, “ ¡gracias al Cielo !”
Y era así como ambos hombres se dirigían en un coche de caballos hasta la estación más cercana a tomar el tren que partiera de inmediato a Londres. Para el doctor Watson el paisaje no era el propicio para un reencuentro entre viejos camaradas, pero aún así tenía la certeza de que en Londres haría un mejor tiempo. Se equivocaba. Al llegar a Londres, y luego de apearse del tren, tomaron un coche. Y el doctor Watson se sintió bastante raro al decirle al cochero: “ Nos dirigimos con mucha prisa al 221b de Baker Street” era como estar recordando un lejano y añorado pasado, y se sintió inmensamente agradecido hacia el hombre que tenía a su lado por darle la oportunidad de visitar a su amigo una vez más.

V

Sherlock daba vueltas por toda la habitación preguntándose cómo podría hacer para presentarse ante Watson sin tener que pedir perdón, sus grandes facultades e increíbles dotes de razonamiento no eran en absoluto capaces de dar respuesta a este complejo interrogante. No obstante tenía que intentar algo, “ ¡ señora Hunson ! llamó, quiere hacer el favor de mandar al muchacho a enviar un telegrama al doctor Watson.” Pero la señora Hunson no había contestado, sacudió la campanilla y de inmediato hizo acto de presencia la señora Hunson. Aquella solidaria mujer que era la arrendataria del 221b que Holmes habitaba, aquella mujer que lo quería y cuidaba como si se tratara de un hijo de toda la vida. Su rostro mostraba una sonrisa y resplandecía de felicidad. “ y a usted, ¿ qué le ocurre ?” preguntó Sherlock Holmes asombrado de la felicidad que emanaba de cada uno de sus poros.
Desde que había roto sus relaciones con Watson la señora Hunson se había mostrado muy triste, no podía ver separados a dos personas a quienes había tenido casi a su cuidado desde hacía ya tantos años que no recordaba cuantos. Pero ahora su rostro estaba como iluminado por una luz mágica, “ señor Holmes,” dijo con una temblorosa y expectante voz que intentaba mantener la calma, “ adivine quien ha venido hace sólo dos minutos.” El semblante de Holmes empalideció, por su mente y su corazón se sucedieron una serie inmensa de sentimientos, emociones, sensaciones, y pensamientos que nadie hubiera podido creer. Asombro, duda, alegría, tristeza, añoranza, melancolía, una persecución en barco por la inmensa extensión del Támesis, maravilla, inquietud, preocupación, congoja, furia contra sí, despreocupación, alivio, Watson tirando un cohete de humo mientras él fingía ser un sacerdote mal herido, ansiedad, extrañeza, sueño, Watson cayendo por un disparo, leve, pero un disparo al fin, a Watson, Lestrade, y él mismo asechando en medio de las tinieblas y rodeado de espesa bruma, expectantes sin saber a que se enfrentaría, de repente aquel sabueso, aquel perro infernal, expectación escalofríos, amor, cariño, afecto, Watson regañándolo por esa estupidez, la Navidad con su amigo, y un montón de otras cosas que me sería imposible relatar aquí.
El pobre Holmes no recordaba muy bien que era lo que había ocurrido, le había dicho presurosamente a la señora Hunson que fuera a buscarlo, había oído los veloces pasos, se había sentado en su sillón y estaba expectante.


Unos momentos más tarde, no recordaba cuantos, entraba a la habitación un antiguo y querido rostro, un regordete y bajito hombre, llevaba un sombrero hongo de color pardo, y sonreía como si hubiera entrado al paraíso.

VI
Aquella sería una tarde inolvidable para ambos dos. Sería algo difícil tratar de expresar en palabras que había sucedido en realidad, sería muy difícil expresar aquí en este frío e inerte papel aquellos sentimientos que tuvieron lugar en los corazones de nuestros protagonistas, sería difícil…. Y si no lo creéis así, intentadlo, queréis probar, pues os daríais cuenta de que muy fácil no era. El escritor en estas ocasiones corre con algo de mala suerte, porque sólo cuenta con frases, palabras y oraciones para tratar de mostrar al lector un hecho, y a veces se hace difícil encontrar las justas palabras, aquellos vocablos que transmitirán, de una forma tan real y verosímil, que al lector le parecerá estar allí parado, ante los personajes y viviendo a la par que ellos. No obstante, si puedo decir que les haré un esbozo de la serie de eventos tan particulares que ocurrieron en un viejo departamento, una tarde muy brumosa de noviembre, y en los que intervinieron dos antiguos amigos...

VII

Sherlock se levantó de su asiento y se situó delante de su amigo. Ambos permanecieron un buen rato mirándose a la cara, tan concentrados estaba en mirar aquel rostro que hacía siglos que no veía que ni siquiera se percató de la presencia del extraño individuo que acompañaba a su antiguo camarada. Al final ambos rompieron el silencio tratando de hablar al mismo tiempo, después de una corta pausa ambos dijeron al unísono: “ por favor empiece usted primero.” Una nueva pausa, y luego: “ insisto amigo, comience usted.” Otra vez el silencio, ambos se volvieron a mirar, los dos pares de ojos se miraron entre sí, unos eran agudos, fríos, y grises, los otros eran acuosos, marrones, y cálidos. Al poco tiempo ambos rieron. “ por favor watson,” dijo Holmes, “ siéntese en su antiguo asiento y tome un cigarrillo, allí tiene un vaso y encontrará la soda en el lugar de siempre.” El doctor Watson se acercó a su vieja butaca, y se sobresaltó, estaba cubierta por una capa de polvo, y no sólo era eso lo impresionante, aún tenía aquellas cenizas esponjosas y blancas que sólo dejaba el tabaco que él fumaba, no había limpiado su asiento en un año, había conservado incluso las cenizas de tabaco. Watson trató de aclarar sus ideas y tomando asiento dijo, siempre intentado que un inmenso cariño hacia Holmes no fuera tan evidente: “ Holmes, comenzó, hace tantos meses que no le veo….” Se interrumpió abruptamente, todo había ocurrido en un momento, el extraño visitante del doctor Watson que había ido en busca de consuelo y ayuda pasará a ser menos misterioso de lo que pensábamos.
En un tris y en un tras nuestro extraño amigo se quitó una gran mata de pelo negro, que simulaba ser una barba, se había sacado un ridículo sombrero, y había dejado al descubierto una horrenda cara, cuyas facciones parecían ser las de un reptil, se había erguido en toda su altura y el hombre encorvado, de mal aspecto, y tan misterioso se había convertido de repente en un hombre con ojos sagaces, mirada venenosa, cargado de hombros, con una expresión de miope curiosidad en el rostro, ojos muy grandes y abiertos, que le conferían una imagen de chiflado. Holmes no tardó en reconocer aquella figura, y un escalofrío recorrió todo el cuerpo, su primer pensamiento había sido que Watson le había preparado una emboscada, pero al ver a la extrañada figura de su amigo supo que todo aquello le era completamente ajeno y extraño. La escena que se sucedía en el 221b de Baker Street, pudo haber resultado cómica de no haber sido por el peligro inminente que se cernía sobre los dos amigos.
Aquel hombre era nada más ni nada menos que James Moriarty, el mismo profesor que hacía muchos años atrás había caído por un precipicio. Nosotros no tenemos porque asustarnos porque él no era un fantasma, luego escucharemos su relato, pero hasta aquí no hace falta la mente de Holmes para saber que como Sherlock el profesor Moriarty habíase salvado de la desesperante e inevitable muerte.
“ muy bien holmes, nos encontramos de nuevo.” Dijo el horrendo profesor con una voz clara y serena que erizaba los cabellos, completamente distinta al sibilante susurro con el que se había presentado ante Watson.
El nombre, o mejor dicho, la sola mención del nombre fue para Watson un detonante. Esa persona era el antagonista de su amigo, ese hombre casi había asesinado a su amigo, ese hombre era el máximo criminal que toda Londres tuvo que haber soportado en mucho tiempo. Aquel hombre frío y siniestro que había sacado un arma.
El profesor Moriarty había sacado de su bolsillo una cómoda y pequeña arma, con la cual apuntaba directamente a Holmes, este a su vez miraba a su atacante con una mezcla de horror, extrañeza y repugnancia.
Lo único que se le ocurrió decir a Watson en ese momento fue: “ le juro que yo no sabía nada de esto, Holmes, por favor créame.” Sherlock volvió unas pulgadas su cabeza y vio la acongojada figura de su amigo, “ No se angustie watson,” le replicó, “ jamás podría pensar tal atrocidad de usted. Pero ahora que veo que la muerte me es inevitable creo que no querría decirle esas palabras como la última cosa que le digo. Así, que si el querido profesor,” dijo mirando a Moriarty, “ tiene la amabilidad de dejarme, quisiera dirigirle a usted unas últimas palabras, que se merezcan ser dichas a un amigo antes de morir.” Volvió a mirar a moriarty, y este con un gesto de resignación en el rostro dio una leve inclinación de cabeza, no sin acompañarla con un: “ no más de cinco minutos, Holmes, y le sugiero a su amigo que también le diga unas palabras finales pues a él también le llegará su turno.” Acto seguido bajó la mano con la que sostenía el revólver, y se apartó un poco para que los antiguos camaradas intercambiaran frases de despedida. Al doctor Watson le sorprendió que su amigo quisiera decir unas melosas y pomposas palabras finales. Siempre había considerado que el talento de >Holmes se debía exclusivamente a un carácter que rechazaba todo lo referente a los sentimientos, a las emociones, y a las pasiones mínimas, y por esa razón veía raro que empleara sus últimos momentos de vida en decir unas palabras de despedida. “ Holmes, sepa….” Pero no pudo seguir, Holmes lo tomó por los hombros y empezó a hablar en susurros a su oído: “ ¿ qué creía Watson ? que iba a emplear mis últimos momentos a decir adiós, sin intentar salvarme o por lo menos salvar a un buen colega.” El corazón de Watson comenzó a palpitar con naturalidad, no había perdido a su amigo, tras ese largo año no había perdido ni un milímetro a su verdadero amigo. Todo era igual, aquel tono irónico, la pregunta sarcástica, el susurro de convicción y resolución, la típica ansiedad, todo era igual a los viejos tiempos.
Para Watson fue una verdadera e inquietante aventura tener que planear junto a su amigo y en frente de su asesino un plan de rescate. Pero por lo menos nosotros sabemos que se salvaron, y eso de algún u otro modo, nos sirve para deducir que el plan además de ser bastante bueno, pues ambos se salvaron, fue ideado por Holmes; ya que si de Watson se tratara lo que habría hecho sería haberle pedido al profesor Moriarty que intentara ser más bueno y piadoso.
Pero…. Vayamos a lo que realmente ocurrió, después de haber simulado que intercambiaban frases de despedida, cuando en realidad estaban fraguando un apresurado plan de rescate, se separaron y miraron a su atacante detenidamente. Entonces Holmes bajó la cabeza y se dirigió al frente del profesor Moriarty, con los ojos entrecerrados dijo: “ muy bien, querido profesor, veo que al final ha ganado la mente más brillante. Haga ahora sí, lo que tenga que hacer.” Después de aquella triste y penosa declaración Moriarty rió, no era una risa común, era una risa sin alegría, sin magia, era una áspera y fría risa, como si fuera una burla a la verdadera risa, como si se mofara de Holmes en su cara, como si se regodeara de la horrenda fechoría que estaba por cometer. Así era, el profesor Moriarty había sido el único antagonista del señor Sherlock Holmes, era descripto por el mismo Holmes como el napoleón del crimen. Lejos estaba aquella semana en la que Holmes había llegado a casa de Watson con una mano herida, le había contado presurosamente quien era Moriarty y como él, Holmes, había logrado dar con una sólida pista que lo llevara ha atrapar a esa horrenda araña que se escondía con naturalidad entre sus redes, que conocía muy bien, y movía todos los hilos a su antojo para gobernar Londres. Quedaba ya muy lejos aquella semana en la que Holmes y Watson habían partido en un viaje por todo el continente europeo para escapar de las garras de Moriarty, quedaba ya muy lejos aquel fatídico día en el que el Dr. Watson había dado por muerto a su amigo. Quedaba muy lejos aquel enfrentamiento entre el ahora arruinado Moriarty y el victorioso Holmes. Ambos, en teoría, habían caído a una inmensa y gigantesca catarata, claro Holmes logró salvarse, y el único que había caído era Moriarty, Holmes sólo había decidido ocultar su salvación para que la policía tuviera tiempo de deshacerse de los compinches de Moriarty, quienes lo buscaban, y así él y Watson estarían seguros. Claro está, por lo visto Moriarty había logrado escapar, eran tan lejanos aquellos tiempos para el doctor Watson, y ahora estaban en esa trágica situación….



VIII

“Muy bien, Holmes, ha llegado su hora.” Dijo el profesor Moriarty al tiempo que levantaba su arma y le apuntaba directamente al pecho. Y mientras esbozaba una macabra y tétrica sonrisa dijo: “apuesto a que le encantaría saber como he llegado hasta aquí. ¿verdad?” Holmes levantó un poco la cabeza y asintió mientras miraba con sus fríos ojos a la cara del profesor que se crispaba y contraía a causas de espasmos. “pues entonces, comenzó Moriarty, se lo contaré antes de matarlo.” “yo caí a la catarata irremediablemente, pero a diferencia de lo que todos supusieron no golpeé en las rocas sino que caí directamente al inmenso caudal del río interno. El choque y el impacto fueron verdaderamente muy contundentes, y confieso que sentí al caer como si mis vértebras se quebraran, no obstante permanecí conciente soportando el dolor mientras me dejaba arrastrar por la veloz corriente. El agua hervía y mi cuerpo estaba cubierto de ampollas y daba gritos de desesperación y ahogo, lo llamaba, a usted, ese era su lugar no el mío, seguí el río durante varios días esquivando serpientes y peces, soportando el horrendo calor, como si fuera una caldera, golpeando contra las rocas que se cruzaban en el camino. Admito que en un momento pensé que iba morir de pleno agotamiento, y que no sobreviviría, pero me aferré a la idea de que tenía que huir, salvarme, recuperarme, encontrarlo, y…. asesinarlo. El cuarto día de viaje conseguí un tronco, lleno de alimañas y arañas, y con eso me movilicé hasta que llegué a las orillas de un río menos caudaloso, y allí decidí quedarme, pero caí en la cuenta de que estaba tan débil y maltrecho que yo mismo no valía nada, no podía moverme si quiera…. Me desmayé y lo siguiente que recuerdo es que me desperté en la casa de una familia rusa, ellos me cuidaron, me atendieron, me alimentaron, sanaron mis heridas, trataron de sacarme la ponzoña que había contraído de las serpientes y las arañas, llamaron a muchos doctores, y poco a poco, logré reestablecerme. Habían pasado años, de nuestro enfrentamiento, cuando pude volver a caminar y leer. Había perdido el habla y no me podía comunicar más que con escritos. Pasaron otros años hasta que recuperé la voz definitivamente, durante todo ese tiempo sólo quería recuperarme, sólo quería sanarme, sólo quería volver a ser el de antes sólo por usted. En usted pensaba día y noche, sin parar, pensaba en su muerte, en como podía matarlo, en como acabar con su vida, en su muerte, y esa única idea que rondaba constantemente por mi cabeza fue la que me mantuvo vivo durante todo este tiempo. Hace dos años que regresé a Londres y comencé a averiguar de usted, escuchaba miles de cosas. Y tuve cientos de oportunidades de acabarlo, pero había una sola razón por la que no podía, y esa razón era su amigo. Agradézcale a él que usted siga en pie, no lo maté jamás porque si lo hacía su amigo seguiría estorbando, hasta que hace unos meses me llegó una historia bastante peculiar, usted y su estúpido lame botas se habían separado por fin. Sabía que era mi oportunidad, sabía que tenía absolutamente todo dispuesto, para acabar con usted, y con la vida de su mayordomo. Luego inventé una historia estúpida, de esas que le gustan a usted, me presenté en la residencia del esclavo suyo, le hice creer que era un hombre desesperado y que necesitaba auxilio, le conté la historia y él mismo ha sido quien me ha traído a su cochina madriguera. Usted, dijo señalando a Watson, ha firmado la sentencia de muerte de su amo y de usted perro idiota.”
“!no se atreva a llamar perro idiota a mi amigo!” soltó Holmes. “de acuerdo, dijo Moriarty, ya que hemos saldado las deudas de una explicación y no hay nada más que hacer es hora de acabar con esto….”
Entonces Moriarty levantó amenazadoramente el revólver en dirección al pecho de Holmes y se centró en su odio….. “¡no!” gritó el doctor Watson, “no puedo ver morir a mi amigo, prefiero morir yo primero.” Puntualizó y extendió los brazos y las piernas dejando sobresalir su pecho. El profesor Moriarty se volvió lentamente como si fuera una astuta serpiente que se vuelve para ver a una presa. “de acuerdo, dijo, usted morirá primero si lo desea así.”
En un instante el profesor se volvió completamente y apuntó el cañón de su arma hacia el corazón de Watson. Y en el preciso instante en que iba a disparar el arma una centella atravesó la habitación, un sonido que cortaba el aire se oyó rematado por un grito, un objeto que se caía y un juramento. En menos de dos instantes al voltearse el profesor James Moriarty, el señor Sherlock Holmes habíase movido con reflejos felinos tan ágil y silenciosamente hacia su látigo de caza y su arma con la que trazaba en las paredes del departamento las patrióticas iniciales RV. Con un golpe de su látigo había desarmado al profesor y ahora le apuntaba con el arma.
“la verdad, dijo Holmes, a pesar de ser un plan bastante sencillo dio sus frutos. Perdone, Watson, el atrevimiento de haber puesto en peligro su vida a manos de este truhán.”
“no hay problema, le respondió Watson sentándose en su asiento, yo no sabía manejar el látigo y era probable que hubiera hecho más daño de lo que hubiera prevenido.” “¡pero! ¿de que diandres están hablando ustedes dos par de locos? Exclamó James Moriarty. “hablamos, mi querido profesor, de los resultados del plan que fraguamos apresuradamente para salir del aprieto en el que nos puso, en el momento en que, en teoría, intercambiábamos frases de despedida.” Respondió Sherlock mientras ataba con una cuerda al profesor Moriarty y le ponía unas esposas en las muñecas.
“muy bien, así nos aseguramos de que esta horrenda y despiadada serpiente no se salga de su jaula. Siempre creí que era injusto que este hombre hubiera muerto en vez de haber sido juzgado antes por la justicia del hombre. Por lo menos ahora la divina providencia ha demostrado que todo criminal por más listo y astuto que sea, siempre caerá ante la imponente fuerza de la justicia. Ahora sí Watson, ya que hemos encarcelado a este tenebroso reptil, le agradecería que llamara a nuestros antiguos colegas de la Yard, para que vengan a retirar este ser, y a re abrir un expediente que ya hace muchos años se cerró. Al ver la cara de Watson añadió: será mejor que lo haga así, cuando retiren a esta bestia humana podremos charlar más tranquilos, ande, que si no se apresura puede que no vuelva a ver al inspector Lestrade. He oído últimamente que se va a retirar para siempre del cargo, ya está algo oxidado y no tiene la chispa de su juventud, será una lástima, ya que proporcionaba mucha información. Y será aún más penosos que no podamos despedirnos de él como corresponde.”
El doctor Watson ni soso ni perezoso se apresuró a llamar a scotlan Yard para comunicar que habían capturado a James Moriarty, y que el señor Sherlock Holmes volvía a la acción nuevamente junto con su inseparable compañero.

Epílogo.

Ambos hombres estaban sentados a una y otra butaca al lado del fuego de la chimenea. Ambos hombres se observaban fijamente, uno tenía los ojos grises, fríos y penetrantes; el otro tenía sus ojos de color marrón, muy cálidos, y acuosos.
Hacía ya varias horas que Lestrade, escoltado con un séquito de la Yard, había partido con el profesor James Moriarty, para que este último rindiera cuentas ante la ley. Ahora ambos hombres volvían a contemplarse en el tranquilizador y agradable silencio que sólo da la amistad. Holmes había escuchado con atención y expectación la historia de su amigo, como se había sentido en el deber de re anudar su amistad, como había oído la historia del hombre, como…. Bueno, la historia es muy larga. Después de haber hecho unas observaciones y comentarios sobre la pequeña aventura del doctor Watson y del problema del profesor Moriarty, Holmes se había sumido en un largo y prolongado silencio.
John, no se sentía capaz de romper aquel fascinante estado de calma y paz que había en el ambiente, ya que esa paz y esa calma las sentía en lo más hondo del corazón, y hacía meses que no era capaz de sentirla.
Fue entonces cuando Holmes rompió aquel delicioso estado con las siguientes palabras: “perdone muchacho, su voz sonaba quebrada y angustiada, muy distinta a la impasible e impenetrable voz de autómata con la que solía hablar, perdone porque usted por lo menos me ha traído una ofrenda de paz, yo no tengo nada con que demostrar que aún lo sigo apreciando. Y creo sin ninguna género de dudas que usted no estará dispuesto a seguir compartiendo habitaciones conmigo aquí en Baker Street. No, no replique y deje que termine, le advirtió a Watson al ver la expresión de su rostro. Le traté muy mal muchacho, y ahora no sé si estará dispuesto a seguir siendo como un hermano para mí. Porque eso es lo que usted ha sido durante estos largos años de nuestra relación. Pronto me jubilaré Watson, pronto lo haré, y en ese momento ya nuestra relación no será la misma. Quiero, por lo menos, estar trabajando estos últimos años con mi amigo, aún creo que puede hacer otros esbozos de algunos casos, creo que sus anales aún no están enteramente completos. Pero no tengo nada con que demostrar que aún lo aprecio.”
Ante estas palabras nuestro querido doctor se llevó la mano al mentón, y luego por toda respuesta se levantó y comenzó: “así que usted cree que no tiene ninguna muestra de aprecio para conmigo, dijo, pues mire este sillón, y señaló el sillón cubierto por el polvo y las cenizas de su tabaco, mire mi dormitorio, se dirigió a la puerta de su habitación y la abrió de un golpe, la habitación de Watson estaba tal cual la recordaba, e incluso los muebles habían sido lustrados y los pisos barridos, míreme a mí, y se señaló, yo no estaría aquí parado si no fuera por usted y su plan,.” Al terminar volvió a tomar siento y lo miró fijamente a los ojos, sus miradas se encontraron y ambos supieron que no sólo habían reestablecido un antiguo lazo, sino que ahora esa amistad inquebrantable era mucho más fuerte que nunca.


“confío en que podré traer a Mari Jane aquí a casa, si es que la señora Hunson me lo permite, desde el ochenta y seis que debo despedirla por su ineficiencia, pero confieso que me he encariñado con la presencia de esa joven.” Dijo Watson. “oh, no creo que nuestra patrona tenga ningún problema en recibir a su empleada doméstica, nunca le vendrá mal un poco más de ayuda, aunque como dice esa empleada suya hace más daño que reparo. Y yo a mi vez confío en que seguirá haciendo esas floridas crónicas de mis pequeños problemitas, ¿verdad?” contestó Holmes.
“délo por hecho, amigo mío.” Respondió enérgicamente el doctor Watson. Después de esa breve charla ambos se sumieron en ese tranquilizador silencio, pero ahora era distinto, ese silencio era aún más calmo.
Y en la plenitud de la tranquilidad ambos amigos cruzaron unas fugaces miradas, ambos irradiaban felicidad, y al unísono miraron las llamas de la chimenea arder, una sonrisa se dibujó en los rostros de ambos caballeros, y los dos asintieron a un tiempo.
Eran nuevamente dos inseparables e íntimos amigos.
La ciudad de Londres podía verse a través de la ventana, la oscuridad reinaba en toda la ciudad, se oían las campanadas del Big Ben, y el viejo laberinto de calles pareció de repente más majestuoso e imponente que de costumbre, eran tan lúgubres como siempre, pero ahora eran sobrecogedores, y además de aterrorizar ahora inspiraban respeto. En una antigua calle, se podía ver a través de una ventana abierta que daba a una sala, la figura de dos hombres sentados al lado de la chimenea, con la cabeza gacha. en ese momento las tinieblas que habían invadido toda la ciudad aquel día se levantaron, y todo volvió a resplandecer. Guarecido en las sombras y las tinieblas de la noche, estará siempre asechante aquel enemigo del ser humano, el crimen, la maldad y la injusticia, pero nada podrá vencer la luz resplandeciente que emana de la linterna que llevan dos amigos.
Fin.


Sir Nícolas Vásquez de Aragón.