miércoles, 2 de septiembre de 2009

Por el momento... Otro cuento de mi invención

El conocimiento y el saber son infinitos. Es por eso que el hombre, en su pequeñez ignora el basto conocimiento del universo.Amigos……

Este humilde cuento está dedicado a una estimable amiga, la señorita Lady Ginger, por hacerme recordar algunas cosas muy importantes que quizás había dejado de lado…. Para ti querida amiga, por demostrarme que la magia aún existe en el mundo, y que la amistad es la mejor magia.
N.V.A.

I

érase una fría y neblinosa mañana de noviembre, en la ciudad de Londres no se veía una sola alma. La cruel tempestad del día anterior había cesado y dejado a su paso aquella gris neblina que cubría todas las casas y empañaba las ventanas. La ciudad se veía envuelta en un aro de sombría y atrapante oscuridad. Como si la luz hubiera sido reemplazada por una lámpara que daba luz negra, o por un sol apagado…
Su nombre se había perdido hace muchísimo tiempo. Ya nadie lo recordaba, ni siquiera él… en el suburbio, en una casa, en una cómoda y ventilada salita, un fuego ardiente y cálido chisporroteaba alegre en la chimenea. A sus dos lados dos sillones. Uno estaba ocupado. Era un hombre alto, delgado, con una nariz afilada y puntiaguda, con una barbilla maciza y prominente, estaba acurrucado en su sillón, las rodillas le tocaban la nariz, y una larga, negra y grasienta pipa de arcilla salía por entre las rodillas hacia arriba mientras despedía un intenso humo azulado. Al verlo parecía que se trataba de un gran ave rapaz que esperaba asechante la llegada de una presa. El hombre tenía unos ojos penetrantes y de un sagaz color gris claro. Sus labios se contraían en una mueca de extrema concentración. A su alrededor y por todo el suelo había algunos telegramas, todos asuntos sin importancia.” No son lo suficientemente extraño para llamarlo. “ pensaba mientras giraba su cabeza. Dio una rápida mirada a las paredes, hasta encontrar lo que andaba buscando. Una antigua y vieja fotografía, en ella se veía a un hombre regordete y bajito, con un leve bigote, llevaba sombrero hongo de un color pardo, en su rostro aparecía una sonrisa que dejaba relucir una extrema bondad y alegría. “ ¿ seguirá siendo así ?
Se preguntó el hombre que estaba sentado, y siguió contemplando la fotografía de aquel hombre, llevaba un buen traje, de buen gusto pero sencillo y muy modesto, el pañuelo como correspondía a todo buen médico dentro de la manga izquierda…. Luego desvió la mirada de aquella fotografía tan repentinamente que se hubiera podido pensar que la sola vista de ese retrato le hería la visión. Luego, algo arrepentido, volvió la cabeza hacia ese tan entrañable recuerdo, “ yo lo alejé de mí. “ pensó, cuando sus ojos se posaron nuevamente en la fotografía esbozó una melancólica y amarga sonrisa. Luego bajó la vista hasta el sillón vacío que había al otro lado del fuego. Una pequeña capa de polvo lo cubría, miró con más atención, y distinguió a pesar del polvo las antiguas cenizas esponjosas y blancas, de repente su sonrisa se transformó en una mueca de tristeza, y de sus fríos ojos brotó una lágrima que se perdió al bajar por la mejilla.

II

En el distrito de Camberwell el mismo tiempo penetrante y amargo que sobrevolaba Londres invadía cada rincón sin tregua alguna. En un campo algo despejado se erguía una casa que en otros tiempos hubiera resultado verdaderamente hermosa y alegre. Pero ahora se veía en tinieblas, y despedía un aire de soledad y tristeza insondable. Allí dentro un alegre fuego chisporroteaba en la chimenea dando un contraste abrupto al comparar aquella hoguera con el frío y azotador tiempo. Al lado de la chimenea sentado en una butaca un hombre bajito y regordete, con facciones amigables pero entristecidas. No era el mal tiempo, en la campaña había soportado más penalidades, era su honda melancolía que dejaba sus abrasadoras flechas al atravesar cada momento el corazón de aquella alma oprimida por el recuerdo. “ ya no me llama, pensó, habrá encontrado a otro. No soy el mejor, eso está claro, pero…. Yo lo ayudé durante quince años, yo y sólo yo. Será que le molesta no tener un compañero con su cerebro, o que no le gustaba que lo retara por esa maldita cosa que ha terminado por consumirle. O quizás no quería que me casara nunca, eso también ya pasó, ellas se fueron, las extraño…. No tanto como a él. “
El pobre hombre miró la pared, y vio los retratos de tres mujeres, una americana, una bella muchacha rubia de ojos color azul, y la que dejaba ver aquel rostro que una tarde había salido de un ataúd. Era cierto, él las extrañaba, pero no tanto como al hombre que estaba encuadrado unos palmos más allá. Era alto, delgado, de ojos grises y penetrantes, nariz aguileña y barbilla prominente, de facciones afiladas y que le conferían aspecto de máquina. “ ¿ qué será lo que puedo hacer para llamarle ¿ “ pensaba nuestro amigo…
_ ¡ Doctor ¡ gritó una voz desde la puerta de entrada, ¡ Doctor Watson ¡ en ese instante una muchacha de un poco más de treinta años entró como loca a la habitación, _ Doctor Watson, dijo, allá afuera hay una persona que quiere verlo. El hombre bajito y regordete la miró con ojos acuosos, _ Mari Jane, dijo, te he dicho mil veces que cuando venga alguien preguntando por asuntos médicos le digas que yo ya no soy más doctor….
_ pero esto es distinto, dijo la joven, Doctor Watson, esta persona no es un paciente….
_ entonces, dijo Watson, si no es un paciente, ¿ qué es lo que quiere ¿ yo no soy más que un médico retirado.
_ esta persona quiere preguntarle por ese amigo suyo, dijo la mujer, el señor Sherlock Holmes.
El doctor Watson se irguió en su asiento, miró fijamente a la muchacha, se incorporó, le tomó las manos y le dio un beso en la mejilla. Luego tomó su antiguo sombrero hongo y salió disparado al vestíbulo.


III
Holmes daba vueltas por el viejo departamento de Baker Street. Aquella mañana habían ido a consultarle no menos de siete personas, ningún problema interesante, a cada una de esas personas les había dado una respuesta a cada uno de sus problemas. Nada interesante, absolutamente nada interesante. El crimen había decaído mucho en esos últimos tiempos, y quizás esa era la causa de su alejamiento de Watson. Todo comenzó aquel triste y fatídico día en que la señorita Lady Frances Carfax de Watson había fallecido. Había sucedido en septiembre, él no había podido hacer nada, ni los más prestigiosos médicos habían podido. Su esposa había sucumbido a las frías y tenebrosas garras de la muerte, y ahora él se sentía culpable. “ debí haberla cuidado más, debí haberla protegido se lo tuve que haber diagnosticado. “ había dicho muy compungido. Tan culpable se sentía que en vez de volver a vivir con Sherlock se había propuesto llevar un verdadero luto por el fallecimiento de su tercera mujer. En pocas semanas se había convertido en un hombre supersticioso que creía que estaba maldito y por eso nunca había tenido esposa durante más de seis años. La consolación de Holmes no había sido la más adecuada, “ no se angustie muchacho, recuerde que ahora que sus sentidos no están debilitados por la nefasta influencia de las emociones y los sentimientos que conlleva el matrimonio volverá a ser un gran….”
No había podido terminar; él había actuado como un loco. ¡ es una máquina Holmes ¡! Y no dudo que será siempre una máquina fría y sin nada más que datos dentro de sí. Había gritado, roto algunas pertenencias, maldecido, y al final la gota que había rebalsado el vaso: ¡ no dudo siquiera, dijo, que jamás sintió para conmigo un sentimiento parecido a la amistad! lo peor no había sido eso: “ le suplico por tanto señor Holmes, ya que usted y yo no tenemos ninguna relación, que se retire de mi domicilio de inmediato.“
No había sabido comprender en ese momento que su amigo sólo se sentía tremendamente herido y frustrado y ese era el porqué de sus palabras tan hirientes y agraviantes. Pero eso lo había pensado sólo tres semanas más tarde después de aquella horrenda jornada, en la que Sherlock Holmes había dejado relucir su parte más humana: había hecho otro tanto que su compañero y ambos habían terminado desaforados y maltrechos por los gritos y sollozos de furia. Y al final Holmes había sido el que remataba con: “ Podré decirle a la señora Humson que desaloje su habitación, Watson, hace tiempo que quería una biblioteca para guardar los libros de astronomía.”

NOTA A QUIEN NO HAYA LEÍDO MUCHO LAS PECULIARES AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES: En una novela Holmes había dicho que él sólo guardaba en su mente los conocimientos y las habilidades requeridas para su oficio, o sea el de detective asesor. Y este tema había saltado cuando Watson le había comentado de la teoría heliocéntrica, y de Copérnico, y Holmes había demostrado una completa ignorancia sobre el hecho de que la tierra girara alrededor del Sol. Y al finalizar aquella conversación Holmes había dicho: “ y que me importa a mí la teoría heliocéntrica, el saber si giramos alrededor de la Luna o del Sol me afecta un ápice. “ es por eso que me pareció correcta usar esa expresión que denota que a Holmes el lugar de Watson bien podía ser ocupado por una biblioteca llena de libros que jamás leería.
Sigue el relato.

Fue así como Holmes aquella tarde abandonó la casa de su único y mejor amigo tal vez para siempre.
Había ya pasado más de un año, un largo año en que no se habían hablado, mirado, o siquiera haber sabido de la existencia del otro. Se habían convertido en dos seres completamente desconocidos el uno para el otro, y sin embargo, ahora comprendían que no podían vivir sin la amistad y el compañerismo que se proporcionaban mutuamente. Ahora ambos buscaban una excusa para aparecerse en el recinto del otro…. Y no la encontraban. Para Watson era más fácil, lo único que tenía que hacer era encontrar un problema verdaderamente difícil y llevárselo a Holmes para que le diera solución, de ese modo podría presentarse con una buena excusa. Porque había, si que había, un sentimiento que superaba todo arrepentimiento y ese sentimiento era el orgullo. Era aquel destructor de amistades, separador de hermanos, y quebrantador de uniones que se había interpuesto en una reconciliación más que necesaria y aún mucho más deseada. Pero el ser humano es por esencia de un carácter tal que aunque profese mil teorías sobre como los seres humanos pueden mejorar jamás será capaz de ponerlas en práctica, claro está, hay veces en que el orgullo es superado por otros sentimientos mucho más fuertes pero que lamentablemente han sido dejados tan de lado….
El caso de Holmes era más complicado, no tenía ninguna excusa para hacer acto de presencia, para poder pedir perdón sin tener que decirlo, por alguna razón los hombres durante toda la historia han sido necios y testarudos, además de mostrar cierta reticencia a la hora de enmendar y pedir disculpas. Qué podía hacer él, esposas ya no quería. Si hubiera querido otra esposa la solución de Holmes hubiera sido pedirle a la señora Hunson, su patrona, que se casara con Watson y allí quedaba el asunto, pero no, definitivamente eso no serviría. Lo único que podía hacer Holmes era llamarlo e invitarlo a participar de algún misterioso caso para demostrarle que aún lo apreciaba a tal punto de hacerlo partícipe de una aventura. Pero nada en esos largos doce meses en los que no había habido ni un solo rastro de Watson era meritorio como para considerarlo de extrema importancia, o de misterioso. No tenía nada para pedir perdón, ni nada con qué demostrar que aún lo apreciaba, aún más que una inútil biblioteca de astronomía.

IV

El doctor Watson junto a su raro e inquietante acompañante iban en un coche de alquiler hasta la estación directo a Londres. Había salido a recibir a aquel extraño visitante que preguntaba por el célebre Sherlock Holmes, apenas verlo nuestro amigo supo que ya tenía la excusa idónea para visitar a su colega. El problema que arrastraba aquel misterioso personaje, tan misterioso era que ni siquiera yo sé como era, había sido el más extraordinario que el doctor hubiera podido imaginar, tan extraordinario era que no hay palabra o frase conocida por el hombre para poder contarla aquí, tan magnífico y glorioso sería aquel hombre que lograra desentrañar el enredado misterio que aquel ser tan intrigante acarreaba, que el rey más soberbio y altivo se habría sentido enfermo de envidia ante aquel. Ese era el caso, después de haber escuchado la historia del extraño visitante, que era tan larga que por si sola constituía una novela, y que si se tratara de representar aquí este dejaría de ser cuento para pasar a ser Biblia, diccionario, y enciclopedia, de esas que su lectura es infinita e interminable, de esas en que el lector se duerme leyendo y muere de puro aburrimiento, de esas que sólo la mente de Holmes o tal vez de su hermano puede procesar.


NOTA A QUIEN NO HAYA LEÍDO MUCHO A DOYLE: El hermano de Sherlock Holmes era Microft Holmes, en varias de sus aventuras intervino este singular personaje, de él se menciona que: tiene una gran capacidad de deducir cosas a partir de lo que ve, y que esa capacidad es aún mayor que la que posee Sherlock. También se muestra que posee una gran inteligencia y un cerebro privilegiado, ya que maneja mucha información al mismo tiempo, cuando Sherlock le cuenta a Watson de su hermano y de sus habilidades le da el siguiente ejemplo: “ si usted le pidiera a un ministro de economía que hiciera un resumen sobre el comercio en la india, la industria en Inglaterra, y la alfarería en Canadá, este funcionario sería capaz de darle cada uno de esos informes por separado, con sus bajas y altas, con todos los puntos de inflación y de disminución de ventas, etc. Y todas esas demás cosas que sólo los contables entienden. Pero si en cambio usted le pidiera a mi hermano Microft un informe de cada una de esas cosas, lo que él haría sería hacer los informes y relacionarlos entre sí mostrando como el comercio afecta a la alfarería, como la industria afecta al comercio como el comerciante perjudica al cliente, como el cliente hace tal o cual cosa, y como un caballo puede ser el motivo de una baja en las producciones, e infinidad de cosas que escapan a la razón y la lógica natural, y que entra en el mundo de la lógica humana. Es, mi querido Watson, mi hermano nada más ni nada menos que una máquina de procesamiento en continuo movimiento, es capaz de lidiar con un millar de cifras, y barajar un montón de conocimientos desiguales entre sí al mismo tiempo que juega una partida de poker y gana mil euros. “
Es por esta razón que se me ocurrió hacer esta tan graciosa analogía, y ahora sin más interrupciones y distracciones sigue el relato:

Después de haber escuchado tan sorprendente historia el Doctor Watson supo que ya tenía una ofrenda de paz más que suficiente para hacer las pases con Holmes. Jamás se había percatado de que él mismo, era tan o más, inclusive, bohemio y abstraído que Holmes. Siempre lo había regañado por encerrarse en el antiguo departamento, y no tener vida social. Pero…. Él no tenía más amigos que Holmes, no tenía parientes, familiares, conocidos, amigos íntimos, amigos de cualquier clase, su único amigo era Sherlock Holmes y sólo ahora que hacía un examen retrospectivo de su lánguida vida se daba cuenta por primera vez en todos aquellos meses en que estuvo sin la compañía de Holmes porqué había estado tan triste. No era porque era un amigo, era su mejor amigo, su único amigo. Tenía que pedirle perdón y reconciliarse quisiera o no.
La testarudez del ser humano no conseguirá mover un ápice la más robusta montaña.
Fue así como soltó una cristalina lágrima que se perdió al bajar por la mejilla y después de un buen rato en el que había contemplado el fuego se volvió a su extraño visitante y le dijo: “ Será mejor que se prepare amigo mío, vamos a ir a visitar a la única persona que creo puede ayudarle. Vamos a ir directamente a un viejo amigo; en la cara del curioso personaje se dibujó una mueca de satisfacción, alegría, esperanza, felicidad y tranquilidad; así es, dijo Watson al ver la mirada de su interlocutor, iremos a ver al señor Sherlock Holmes”
Nuestro curioso personaje dio un salto a la par que exclamaba, “ ¡gracias al Cielo !”
Y era así como ambos hombres se dirigían en un coche de caballos hasta la estación más cercana a tomar el tren que partiera de inmediato a Londres. Para el doctor Watson el paisaje no era el propicio para un reencuentro entre viejos camaradas, pero aún así tenía la certeza de que en Londres haría un mejor tiempo. Se equivocaba. Al llegar a Londres, y luego de apearse del tren, tomaron un coche. Y el doctor Watson se sintió bastante raro al decirle al cochero: “ Nos dirigimos con mucha prisa al 221b de Baker Street” era como estar recordando un lejano y añorado pasado, y se sintió inmensamente agradecido hacia el hombre que tenía a su lado por darle la oportunidad de visitar a su amigo una vez más.

V

Sherlock daba vueltas por toda la habitación preguntándose cómo podría hacer para presentarse ante Watson sin tener que pedir perdón, sus grandes facultades e increíbles dotes de razonamiento no eran en absoluto capaces de dar respuesta a este complejo interrogante. No obstante tenía que intentar algo, “ ¡ señora Hunson ! llamó, quiere hacer el favor de mandar al muchacho a enviar un telegrama al doctor Watson.” Pero la señora Hunson no había contestado, sacudió la campanilla y de inmediato hizo acto de presencia la señora Hunson. Aquella solidaria mujer que era la arrendataria del 221b que Holmes habitaba, aquella mujer que lo quería y cuidaba como si se tratara de un hijo de toda la vida. Su rostro mostraba una sonrisa y resplandecía de felicidad. “ y a usted, ¿ qué le ocurre ?” preguntó Sherlock Holmes asombrado de la felicidad que emanaba de cada uno de sus poros.
Desde que había roto sus relaciones con Watson la señora Hunson se había mostrado muy triste, no podía ver separados a dos personas a quienes había tenido casi a su cuidado desde hacía ya tantos años que no recordaba cuantos. Pero ahora su rostro estaba como iluminado por una luz mágica, “ señor Holmes,” dijo con una temblorosa y expectante voz que intentaba mantener la calma, “ adivine quien ha venido hace sólo dos minutos.” El semblante de Holmes empalideció, por su mente y su corazón se sucedieron una serie inmensa de sentimientos, emociones, sensaciones, y pensamientos que nadie hubiera podido creer. Asombro, duda, alegría, tristeza, añoranza, melancolía, una persecución en barco por la inmensa extensión del Támesis, maravilla, inquietud, preocupación, congoja, furia contra sí, despreocupación, alivio, Watson tirando un cohete de humo mientras él fingía ser un sacerdote mal herido, ansiedad, extrañeza, sueño, Watson cayendo por un disparo, leve, pero un disparo al fin, a Watson, Lestrade, y él mismo asechando en medio de las tinieblas y rodeado de espesa bruma, expectantes sin saber a que se enfrentaría, de repente aquel sabueso, aquel perro infernal, expectación escalofríos, amor, cariño, afecto, Watson regañándolo por esa estupidez, la Navidad con su amigo, y un montón de otras cosas que me sería imposible relatar aquí.
El pobre Holmes no recordaba muy bien que era lo que había ocurrido, le había dicho presurosamente a la señora Hunson que fuera a buscarlo, había oído los veloces pasos, se había sentado en su sillón y estaba expectante.


Unos momentos más tarde, no recordaba cuantos, entraba a la habitación un antiguo y querido rostro, un regordete y bajito hombre, llevaba un sombrero hongo de color pardo, y sonreía como si hubiera entrado al paraíso.

VI
Aquella sería una tarde inolvidable para ambos dos. Sería algo difícil tratar de expresar en palabras que había sucedido en realidad, sería muy difícil expresar aquí en este frío e inerte papel aquellos sentimientos que tuvieron lugar en los corazones de nuestros protagonistas, sería difícil…. Y si no lo creéis así, intentadlo, queréis probar, pues os daríais cuenta de que muy fácil no era. El escritor en estas ocasiones corre con algo de mala suerte, porque sólo cuenta con frases, palabras y oraciones para tratar de mostrar al lector un hecho, y a veces se hace difícil encontrar las justas palabras, aquellos vocablos que transmitirán, de una forma tan real y verosímil, que al lector le parecerá estar allí parado, ante los personajes y viviendo a la par que ellos. No obstante, si puedo decir que les haré un esbozo de la serie de eventos tan particulares que ocurrieron en un viejo departamento, una tarde muy brumosa de noviembre, y en los que intervinieron dos antiguos amigos...

VII

Sherlock se levantó de su asiento y se situó delante de su amigo. Ambos permanecieron un buen rato mirándose a la cara, tan concentrados estaba en mirar aquel rostro que hacía siglos que no veía que ni siquiera se percató de la presencia del extraño individuo que acompañaba a su antiguo camarada. Al final ambos rompieron el silencio tratando de hablar al mismo tiempo, después de una corta pausa ambos dijeron al unísono: “ por favor empiece usted primero.” Una nueva pausa, y luego: “ insisto amigo, comience usted.” Otra vez el silencio, ambos se volvieron a mirar, los dos pares de ojos se miraron entre sí, unos eran agudos, fríos, y grises, los otros eran acuosos, marrones, y cálidos. Al poco tiempo ambos rieron. “ por favor watson,” dijo Holmes, “ siéntese en su antiguo asiento y tome un cigarrillo, allí tiene un vaso y encontrará la soda en el lugar de siempre.” El doctor Watson se acercó a su vieja butaca, y se sobresaltó, estaba cubierta por una capa de polvo, y no sólo era eso lo impresionante, aún tenía aquellas cenizas esponjosas y blancas que sólo dejaba el tabaco que él fumaba, no había limpiado su asiento en un año, había conservado incluso las cenizas de tabaco. Watson trató de aclarar sus ideas y tomando asiento dijo, siempre intentado que un inmenso cariño hacia Holmes no fuera tan evidente: “ Holmes, comenzó, hace tantos meses que no le veo….” Se interrumpió abruptamente, todo había ocurrido en un momento, el extraño visitante del doctor Watson que había ido en busca de consuelo y ayuda pasará a ser menos misterioso de lo que pensábamos.
En un tris y en un tras nuestro extraño amigo se quitó una gran mata de pelo negro, que simulaba ser una barba, se había sacado un ridículo sombrero, y había dejado al descubierto una horrenda cara, cuyas facciones parecían ser las de un reptil, se había erguido en toda su altura y el hombre encorvado, de mal aspecto, y tan misterioso se había convertido de repente en un hombre con ojos sagaces, mirada venenosa, cargado de hombros, con una expresión de miope curiosidad en el rostro, ojos muy grandes y abiertos, que le conferían una imagen de chiflado. Holmes no tardó en reconocer aquella figura, y un escalofrío recorrió todo el cuerpo, su primer pensamiento había sido que Watson le había preparado una emboscada, pero al ver a la extrañada figura de su amigo supo que todo aquello le era completamente ajeno y extraño. La escena que se sucedía en el 221b de Baker Street, pudo haber resultado cómica de no haber sido por el peligro inminente que se cernía sobre los dos amigos.
Aquel hombre era nada más ni nada menos que James Moriarty, el mismo profesor que hacía muchos años atrás había caído por un precipicio. Nosotros no tenemos porque asustarnos porque él no era un fantasma, luego escucharemos su relato, pero hasta aquí no hace falta la mente de Holmes para saber que como Sherlock el profesor Moriarty habíase salvado de la desesperante e inevitable muerte.
“ muy bien holmes, nos encontramos de nuevo.” Dijo el horrendo profesor con una voz clara y serena que erizaba los cabellos, completamente distinta al sibilante susurro con el que se había presentado ante Watson.
El nombre, o mejor dicho, la sola mención del nombre fue para Watson un detonante. Esa persona era el antagonista de su amigo, ese hombre casi había asesinado a su amigo, ese hombre era el máximo criminal que toda Londres tuvo que haber soportado en mucho tiempo. Aquel hombre frío y siniestro que había sacado un arma.
El profesor Moriarty había sacado de su bolsillo una cómoda y pequeña arma, con la cual apuntaba directamente a Holmes, este a su vez miraba a su atacante con una mezcla de horror, extrañeza y repugnancia.
Lo único que se le ocurrió decir a Watson en ese momento fue: “ le juro que yo no sabía nada de esto, Holmes, por favor créame.” Sherlock volvió unas pulgadas su cabeza y vio la acongojada figura de su amigo, “ No se angustie watson,” le replicó, “ jamás podría pensar tal atrocidad de usted. Pero ahora que veo que la muerte me es inevitable creo que no querría decirle esas palabras como la última cosa que le digo. Así, que si el querido profesor,” dijo mirando a Moriarty, “ tiene la amabilidad de dejarme, quisiera dirigirle a usted unas últimas palabras, que se merezcan ser dichas a un amigo antes de morir.” Volvió a mirar a moriarty, y este con un gesto de resignación en el rostro dio una leve inclinación de cabeza, no sin acompañarla con un: “ no más de cinco minutos, Holmes, y le sugiero a su amigo que también le diga unas palabras finales pues a él también le llegará su turno.” Acto seguido bajó la mano con la que sostenía el revólver, y se apartó un poco para que los antiguos camaradas intercambiaran frases de despedida. Al doctor Watson le sorprendió que su amigo quisiera decir unas melosas y pomposas palabras finales. Siempre había considerado que el talento de >Holmes se debía exclusivamente a un carácter que rechazaba todo lo referente a los sentimientos, a las emociones, y a las pasiones mínimas, y por esa razón veía raro que empleara sus últimos momentos de vida en decir unas palabras de despedida. “ Holmes, sepa….” Pero no pudo seguir, Holmes lo tomó por los hombros y empezó a hablar en susurros a su oído: “ ¿ qué creía Watson ? que iba a emplear mis últimos momentos a decir adiós, sin intentar salvarme o por lo menos salvar a un buen colega.” El corazón de Watson comenzó a palpitar con naturalidad, no había perdido a su amigo, tras ese largo año no había perdido ni un milímetro a su verdadero amigo. Todo era igual, aquel tono irónico, la pregunta sarcástica, el susurro de convicción y resolución, la típica ansiedad, todo era igual a los viejos tiempos.
Para Watson fue una verdadera e inquietante aventura tener que planear junto a su amigo y en frente de su asesino un plan de rescate. Pero por lo menos nosotros sabemos que se salvaron, y eso de algún u otro modo, nos sirve para deducir que el plan además de ser bastante bueno, pues ambos se salvaron, fue ideado por Holmes; ya que si de Watson se tratara lo que habría hecho sería haberle pedido al profesor Moriarty que intentara ser más bueno y piadoso.
Pero…. Vayamos a lo que realmente ocurrió, después de haber simulado que intercambiaban frases de despedida, cuando en realidad estaban fraguando un apresurado plan de rescate, se separaron y miraron a su atacante detenidamente. Entonces Holmes bajó la cabeza y se dirigió al frente del profesor Moriarty, con los ojos entrecerrados dijo: “ muy bien, querido profesor, veo que al final ha ganado la mente más brillante. Haga ahora sí, lo que tenga que hacer.” Después de aquella triste y penosa declaración Moriarty rió, no era una risa común, era una risa sin alegría, sin magia, era una áspera y fría risa, como si fuera una burla a la verdadera risa, como si se mofara de Holmes en su cara, como si se regodeara de la horrenda fechoría que estaba por cometer. Así era, el profesor Moriarty había sido el único antagonista del señor Sherlock Holmes, era descripto por el mismo Holmes como el napoleón del crimen. Lejos estaba aquella semana en la que Holmes había llegado a casa de Watson con una mano herida, le había contado presurosamente quien era Moriarty y como él, Holmes, había logrado dar con una sólida pista que lo llevara ha atrapar a esa horrenda araña que se escondía con naturalidad entre sus redes, que conocía muy bien, y movía todos los hilos a su antojo para gobernar Londres. Quedaba ya muy lejos aquella semana en la que Holmes y Watson habían partido en un viaje por todo el continente europeo para escapar de las garras de Moriarty, quedaba ya muy lejos aquel fatídico día en el que el Dr. Watson había dado por muerto a su amigo. Quedaba muy lejos aquel enfrentamiento entre el ahora arruinado Moriarty y el victorioso Holmes. Ambos, en teoría, habían caído a una inmensa y gigantesca catarata, claro Holmes logró salvarse, y el único que había caído era Moriarty, Holmes sólo había decidido ocultar su salvación para que la policía tuviera tiempo de deshacerse de los compinches de Moriarty, quienes lo buscaban, y así él y Watson estarían seguros. Claro está, por lo visto Moriarty había logrado escapar, eran tan lejanos aquellos tiempos para el doctor Watson, y ahora estaban en esa trágica situación….



VIII

“Muy bien, Holmes, ha llegado su hora.” Dijo el profesor Moriarty al tiempo que levantaba su arma y le apuntaba directamente al pecho. Y mientras esbozaba una macabra y tétrica sonrisa dijo: “apuesto a que le encantaría saber como he llegado hasta aquí. ¿verdad?” Holmes levantó un poco la cabeza y asintió mientras miraba con sus fríos ojos a la cara del profesor que se crispaba y contraía a causas de espasmos. “pues entonces, comenzó Moriarty, se lo contaré antes de matarlo.” “yo caí a la catarata irremediablemente, pero a diferencia de lo que todos supusieron no golpeé en las rocas sino que caí directamente al inmenso caudal del río interno. El choque y el impacto fueron verdaderamente muy contundentes, y confieso que sentí al caer como si mis vértebras se quebraran, no obstante permanecí conciente soportando el dolor mientras me dejaba arrastrar por la veloz corriente. El agua hervía y mi cuerpo estaba cubierto de ampollas y daba gritos de desesperación y ahogo, lo llamaba, a usted, ese era su lugar no el mío, seguí el río durante varios días esquivando serpientes y peces, soportando el horrendo calor, como si fuera una caldera, golpeando contra las rocas que se cruzaban en el camino. Admito que en un momento pensé que iba morir de pleno agotamiento, y que no sobreviviría, pero me aferré a la idea de que tenía que huir, salvarme, recuperarme, encontrarlo, y…. asesinarlo. El cuarto día de viaje conseguí un tronco, lleno de alimañas y arañas, y con eso me movilicé hasta que llegué a las orillas de un río menos caudaloso, y allí decidí quedarme, pero caí en la cuenta de que estaba tan débil y maltrecho que yo mismo no valía nada, no podía moverme si quiera…. Me desmayé y lo siguiente que recuerdo es que me desperté en la casa de una familia rusa, ellos me cuidaron, me atendieron, me alimentaron, sanaron mis heridas, trataron de sacarme la ponzoña que había contraído de las serpientes y las arañas, llamaron a muchos doctores, y poco a poco, logré reestablecerme. Habían pasado años, de nuestro enfrentamiento, cuando pude volver a caminar y leer. Había perdido el habla y no me podía comunicar más que con escritos. Pasaron otros años hasta que recuperé la voz definitivamente, durante todo ese tiempo sólo quería recuperarme, sólo quería sanarme, sólo quería volver a ser el de antes sólo por usted. En usted pensaba día y noche, sin parar, pensaba en su muerte, en como podía matarlo, en como acabar con su vida, en su muerte, y esa única idea que rondaba constantemente por mi cabeza fue la que me mantuvo vivo durante todo este tiempo. Hace dos años que regresé a Londres y comencé a averiguar de usted, escuchaba miles de cosas. Y tuve cientos de oportunidades de acabarlo, pero había una sola razón por la que no podía, y esa razón era su amigo. Agradézcale a él que usted siga en pie, no lo maté jamás porque si lo hacía su amigo seguiría estorbando, hasta que hace unos meses me llegó una historia bastante peculiar, usted y su estúpido lame botas se habían separado por fin. Sabía que era mi oportunidad, sabía que tenía absolutamente todo dispuesto, para acabar con usted, y con la vida de su mayordomo. Luego inventé una historia estúpida, de esas que le gustan a usted, me presenté en la residencia del esclavo suyo, le hice creer que era un hombre desesperado y que necesitaba auxilio, le conté la historia y él mismo ha sido quien me ha traído a su cochina madriguera. Usted, dijo señalando a Watson, ha firmado la sentencia de muerte de su amo y de usted perro idiota.”
“!no se atreva a llamar perro idiota a mi amigo!” soltó Holmes. “de acuerdo, dijo Moriarty, ya que hemos saldado las deudas de una explicación y no hay nada más que hacer es hora de acabar con esto….”
Entonces Moriarty levantó amenazadoramente el revólver en dirección al pecho de Holmes y se centró en su odio….. “¡no!” gritó el doctor Watson, “no puedo ver morir a mi amigo, prefiero morir yo primero.” Puntualizó y extendió los brazos y las piernas dejando sobresalir su pecho. El profesor Moriarty se volvió lentamente como si fuera una astuta serpiente que se vuelve para ver a una presa. “de acuerdo, dijo, usted morirá primero si lo desea así.”
En un instante el profesor se volvió completamente y apuntó el cañón de su arma hacia el corazón de Watson. Y en el preciso instante en que iba a disparar el arma una centella atravesó la habitación, un sonido que cortaba el aire se oyó rematado por un grito, un objeto que se caía y un juramento. En menos de dos instantes al voltearse el profesor James Moriarty, el señor Sherlock Holmes habíase movido con reflejos felinos tan ágil y silenciosamente hacia su látigo de caza y su arma con la que trazaba en las paredes del departamento las patrióticas iniciales RV. Con un golpe de su látigo había desarmado al profesor y ahora le apuntaba con el arma.
“la verdad, dijo Holmes, a pesar de ser un plan bastante sencillo dio sus frutos. Perdone, Watson, el atrevimiento de haber puesto en peligro su vida a manos de este truhán.”
“no hay problema, le respondió Watson sentándose en su asiento, yo no sabía manejar el látigo y era probable que hubiera hecho más daño de lo que hubiera prevenido.” “¡pero! ¿de que diandres están hablando ustedes dos par de locos? Exclamó James Moriarty. “hablamos, mi querido profesor, de los resultados del plan que fraguamos apresuradamente para salir del aprieto en el que nos puso, en el momento en que, en teoría, intercambiábamos frases de despedida.” Respondió Sherlock mientras ataba con una cuerda al profesor Moriarty y le ponía unas esposas en las muñecas.
“muy bien, así nos aseguramos de que esta horrenda y despiadada serpiente no se salga de su jaula. Siempre creí que era injusto que este hombre hubiera muerto en vez de haber sido juzgado antes por la justicia del hombre. Por lo menos ahora la divina providencia ha demostrado que todo criminal por más listo y astuto que sea, siempre caerá ante la imponente fuerza de la justicia. Ahora sí Watson, ya que hemos encarcelado a este tenebroso reptil, le agradecería que llamara a nuestros antiguos colegas de la Yard, para que vengan a retirar este ser, y a re abrir un expediente que ya hace muchos años se cerró. Al ver la cara de Watson añadió: será mejor que lo haga así, cuando retiren a esta bestia humana podremos charlar más tranquilos, ande, que si no se apresura puede que no vuelva a ver al inspector Lestrade. He oído últimamente que se va a retirar para siempre del cargo, ya está algo oxidado y no tiene la chispa de su juventud, será una lástima, ya que proporcionaba mucha información. Y será aún más penosos que no podamos despedirnos de él como corresponde.”
El doctor Watson ni soso ni perezoso se apresuró a llamar a scotlan Yard para comunicar que habían capturado a James Moriarty, y que el señor Sherlock Holmes volvía a la acción nuevamente junto con su inseparable compañero.

Epílogo.

Ambos hombres estaban sentados a una y otra butaca al lado del fuego de la chimenea. Ambos hombres se observaban fijamente, uno tenía los ojos grises, fríos y penetrantes; el otro tenía sus ojos de color marrón, muy cálidos, y acuosos.
Hacía ya varias horas que Lestrade, escoltado con un séquito de la Yard, había partido con el profesor James Moriarty, para que este último rindiera cuentas ante la ley. Ahora ambos hombres volvían a contemplarse en el tranquilizador y agradable silencio que sólo da la amistad. Holmes había escuchado con atención y expectación la historia de su amigo, como se había sentido en el deber de re anudar su amistad, como había oído la historia del hombre, como…. Bueno, la historia es muy larga. Después de haber hecho unas observaciones y comentarios sobre la pequeña aventura del doctor Watson y del problema del profesor Moriarty, Holmes se había sumido en un largo y prolongado silencio.
John, no se sentía capaz de romper aquel fascinante estado de calma y paz que había en el ambiente, ya que esa paz y esa calma las sentía en lo más hondo del corazón, y hacía meses que no era capaz de sentirla.
Fue entonces cuando Holmes rompió aquel delicioso estado con las siguientes palabras: “perdone muchacho, su voz sonaba quebrada y angustiada, muy distinta a la impasible e impenetrable voz de autómata con la que solía hablar, perdone porque usted por lo menos me ha traído una ofrenda de paz, yo no tengo nada con que demostrar que aún lo sigo apreciando. Y creo sin ninguna género de dudas que usted no estará dispuesto a seguir compartiendo habitaciones conmigo aquí en Baker Street. No, no replique y deje que termine, le advirtió a Watson al ver la expresión de su rostro. Le traté muy mal muchacho, y ahora no sé si estará dispuesto a seguir siendo como un hermano para mí. Porque eso es lo que usted ha sido durante estos largos años de nuestra relación. Pronto me jubilaré Watson, pronto lo haré, y en ese momento ya nuestra relación no será la misma. Quiero, por lo menos, estar trabajando estos últimos años con mi amigo, aún creo que puede hacer otros esbozos de algunos casos, creo que sus anales aún no están enteramente completos. Pero no tengo nada con que demostrar que aún lo aprecio.”
Ante estas palabras nuestro querido doctor se llevó la mano al mentón, y luego por toda respuesta se levantó y comenzó: “así que usted cree que no tiene ninguna muestra de aprecio para conmigo, dijo, pues mire este sillón, y señaló el sillón cubierto por el polvo y las cenizas de su tabaco, mire mi dormitorio, se dirigió a la puerta de su habitación y la abrió de un golpe, la habitación de Watson estaba tal cual la recordaba, e incluso los muebles habían sido lustrados y los pisos barridos, míreme a mí, y se señaló, yo no estaría aquí parado si no fuera por usted y su plan,.” Al terminar volvió a tomar siento y lo miró fijamente a los ojos, sus miradas se encontraron y ambos supieron que no sólo habían reestablecido un antiguo lazo, sino que ahora esa amistad inquebrantable era mucho más fuerte que nunca.


“confío en que podré traer a Mari Jane aquí a casa, si es que la señora Hunson me lo permite, desde el ochenta y seis que debo despedirla por su ineficiencia, pero confieso que me he encariñado con la presencia de esa joven.” Dijo Watson. “oh, no creo que nuestra patrona tenga ningún problema en recibir a su empleada doméstica, nunca le vendrá mal un poco más de ayuda, aunque como dice esa empleada suya hace más daño que reparo. Y yo a mi vez confío en que seguirá haciendo esas floridas crónicas de mis pequeños problemitas, ¿verdad?” contestó Holmes.
“délo por hecho, amigo mío.” Respondió enérgicamente el doctor Watson. Después de esa breve charla ambos se sumieron en ese tranquilizador silencio, pero ahora era distinto, ese silencio era aún más calmo.
Y en la plenitud de la tranquilidad ambos amigos cruzaron unas fugaces miradas, ambos irradiaban felicidad, y al unísono miraron las llamas de la chimenea arder, una sonrisa se dibujó en los rostros de ambos caballeros, y los dos asintieron a un tiempo.
Eran nuevamente dos inseparables e íntimos amigos.
La ciudad de Londres podía verse a través de la ventana, la oscuridad reinaba en toda la ciudad, se oían las campanadas del Big Ben, y el viejo laberinto de calles pareció de repente más majestuoso e imponente que de costumbre, eran tan lúgubres como siempre, pero ahora eran sobrecogedores, y además de aterrorizar ahora inspiraban respeto. En una antigua calle, se podía ver a través de una ventana abierta que daba a una sala, la figura de dos hombres sentados al lado de la chimenea, con la cabeza gacha. en ese momento las tinieblas que habían invadido toda la ciudad aquel día se levantaron, y todo volvió a resplandecer. Guarecido en las sombras y las tinieblas de la noche, estará siempre asechante aquel enemigo del ser humano, el crimen, la maldad y la injusticia, pero nada podrá vencer la luz resplandeciente que emana de la linterna que llevan dos amigos.
Fin.


Sir Nícolas Vásquez de Aragón.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

ohhhhhhh ¡¡¡¡¡Gracias Nícolas!!!!

Ya sabes lo mucho que me gustó este cuento. Así que me alegro que lo hayas publicado. Se merece ver la luz.

Por favor, no dejes de escribir, y sobretodo no te dejes influir por esas mentes preclaras del taller ese al que vas. La creatividad no debe ser coartada, tiene que ser libre. Tienes que encontrar tu propio estilo, y cuando lo tengas, defenderlo hasta el final. ¿crees que algunos de los escritores fueron aceptados en su época? No, pero ellos fueron fieles a su estilo y el tiempo les dio la razón.

Nicolás dijo...

Mi querida Jengibre, ¡Un placer verrte por aquí! Y tranquila, estoy tratando de no ser influenciado. Créeme, comparto lo que dices, y creo fervientemente que tienes toda la razón. Gracias por tus palabras y por tu apoyo. Este es el cuento que más me gusta de todos los que he hecho, y si me esperan hasta mañana.... puede que les traiga otro. Quiero seguir en Stan By.

Nicolás dijo...

OH, y claro, yo también quiero seguir viéndote escribir y crear esos mágicos mundos de fantasía y hadas que tanto me atrapan y cautivan.

Anónimo dijo...

Bueno, pero me temo que mi nueva creación no parece tratar sobre hadas... ¿o sí?

Como me dijo una vez una sirena, las cosas no siempre son lo que parecen...

pero por el momento no se cuando lo tendré terminado.

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Es una pena que no sea más aficionado al género policiaco, seguro que apreciaría mucho más el relato por conocer de antemano los personajes.

Aún así, me ha gustado. Consigues llevar muy bien los momentos de tensión. Además, es notoria la variedad de temas que tratas si lo comparamos con V. E. R. y El diario, los otros dos relatos tuyos que he leído.

Nicolás dijo...

OH, en principio déjame excusarme por haber tardado en decirte estas palabras.... ¡Bienvenido al salón del Estudio! Espero que vuestra estancia por esta cómoda y confortable salita, llena de pequeñas frivolidades, sea placentera y puedas disfrutar del conocimiento. Me alegra tener un nuevo comentarista, y creo que tus conocimientos de cultura general y de TV podrán sernos útiles en nuevas entregas del salón. Bueno, después de estas palabras puedo deciros, gracias. Es grato ver que a más personas les gustan mis relatos, estoy muy agradecido a Jengibre porque ella fue quien me dijo: "Publica algún cuento"... y me enorgullezco de haberle hecho caso, porque ahora sé que mis cuentos son valorados por más personas. Y eso me da ánimo para no desistir de esta pasión. Bueno, Jengibre no ha leído mucho a Doyle, no obstante con las notas que añadí y algunas aclaraciones lo puede disfrutar mucho. Gracias por eso de los momentos de tensión, y por la variedad... sobre eso, creo que al estar en etapa de prueba uno tiene que probar todo lo que esté a su alcance. Ahora mismo estoy terminando un cuento policial de intriga, un cuento fantástico, que está explícitamente dedicado a los cuentos del hada Jengibre, y una súper producción de doce tomos, llamada: "El caballero del Alba". Espero que os guste. Y tranquilo, ya haré algunas entradas con literatura policial de intriga, y como no podían faltar, estarán presentes el señor Holmes, Poirot, y el chevalier Dupin, para endulzar nuestra velada. Claro, Mis Marple y el Padre Brawn, también nos harán compañía, pero lo de ellos es un estudio profundo de la depravación y la siquis humana. Ya hablaremos de eso.... por lo pronto:
"¡Namarie Melon!"
"¡Elen sila lumenn omentielmpo!"