sábado, 1 de agosto de 2009

Cuestión de edad

Bienvenidos nuevamente,k aventureros del saber, sé que en una fiesta no se debe leer... Pero que más dá. Lo prometí yt lo pienso cumplir. No es la primera vez que alguien publica una obra de su inventiva aquí en el salón, no obstante, sí es la primera vez que yo hago pública una historia propio. Con lo cual estoy bastante nervioso.
Paso a explicaros, soy un seudo escritor aficionado, o sea, me gusta mucho escribir en mis ratos de osio, y poder crear. Como bien he dicho, soy aficionado, y no cuento con mayores conocimientos que los que puede llegar a tener un estudiante secundario. Este cuento, titulado de igual modo que esta entrada, es, en mi opinión, y en la de otras personas, el mejor relato que he creado hasta ahora. No pienso decir de qué va el cuento, no pienso atajarme ante de que lo lean... Pero, sería muy importante para mi que dejaran su opinión, la más franca y sincera, lo más objetiva posible. Hasta ahora una amiga del salón le dio el VB, unas maestras de literatura lo están calificando en este momento, y un profesor lo ha leído y le ha gustado mucho. No obstante, mientras mayores puntos de vista mejor, y les agradezco encarecidamente a Jengibre, a un maestro de economía, y a una profesora de literatura.
Espero que les guste, y por favor, si queréis dejar una crítica constructiva, hacedlo del modo menos hiriente posible... Esto es, no quiero insultos, tonos despectivos o peyorativos, quiero cosas útiles, que sean aplicables, y que insiten a mejorar. Así sin más les presento, mi... ¿Em? ¿Mi creación? Bueno, si le podemos dar ese nombre...
¡Allí va!

Cuestión de edad.

Este cuento, breve, pero cuento al fin, se lo dedico a todas las personas mayores que se han olvidado de ser niños, y ya no recuerdan los valores fundamentales de la niñez.

Agradezco, también, a todos los libros y autores que aquí se nombran por haberme dado a conocer un mundo nuevo y distinto, que si lo queremos existe. Mención especial para Antoine Exuperi, Arthur Conan Doyle, y Daniel Defoe.


En un parque, una nublada mañana de Julio, y bajo la lluvia del verano un hombre ya muy mayor caminaba plácido. Llevaba el cabello cano, los ojos verdes relucientes, como si se tratara de un niño recién nacido, las arrugas le cubrían el rostro algo cansado, y tenía una amplia y benévola sonrisa que daba gusto apreciar. Llevaba un impermeable rojo, que apenas y cubría del agua fluvial, y tarareaba una alegre canción de su época. En lo más profundo de sus ojos, a pesar de la juventud y vivacidad que había en ellos, se reflejaba una gran sabiduría, y un profundo sufrimiento a través de la vida.
El hombre miraba a su alrededor y la imagen que se le presentaba era perfecta. El parque era verde, de un verde pleno lleno de vida, de un verde pleno que agradecía con profunda emoción el regalo de unas gotas de lluvia cristalina, en medio de aquel agobiante calor. A pesar de que el día no se prestaba para salir de paseo muchos niños jugaban en el parque. Algunos trepaban árboles y creían ser Robin Hood, otros, en cambio, se escondían detrás de arbustos protegiéndose de la lluvia, que para ellos era un terrible maremoto, y ellos eran grandes aventureros que salvaban con actos heroicos, la vida de las personas del mundo. Otros, no obstante, eran Robinson Crusoe, y se dedicaban a tallar la madera y a sobrevivir en una isla de arena. Otros, los más pequeños, sólo creían en que eran piratas y se dedicaban a saquear la isla de Robinson en busca de posibles tesoros, que, como ya sabemos, no existían allí. Dos niños jugaban entre sí, ambos tenían espadas de cartón mojado que chocaban y se rompían unas con otras en una lucha abierta en que un mosquetero luchaba contra un guardia del cardenal Richeleui. Otros dos andaban por un pequeño sendero, y uno llevaba en su mano una lupa de juguete, y el otro llevaba una agenda más vieja y desgastada que el tiempo, y no costaba reconocer en ese par, a los dos amigos detectives, que sin lugar a dudas momentos antes se habían peleado para obtener el papel de Sherlock Holmes y poder portar la lupa, que confería aire de sabiduría y audacia. Más allá, en la zona de arena en donde comúnmente suelen estar los juegos para niños y adultos, como columbios, subes y bajas, toboganes, y otros, en una casita de madera prefabricada un grupo de algunos muchachitos salía y entraba como si de un hormiguero en destrucción se tratara. Trastos, fuentes, cucharones, radiotransmisores que hubieron pertenecido a sus bisabuelos, cables de plásticos, y demás, no costaba mucho trabajo saber que se trataba de una expedición al planeta Marte que haría que Rai Bradbury les copiara. El viejo veía todo esto y sonreía feliz.
Emprendió nuevamente la marcha pero hubo algo que le hizo detenerse, los niños que sobre los árboles creían ser Robin Hood y el pequeño John se tambalearon, y uno de ellos se cayó. Quedó agarrado de una endeble rama, que sin duda no resistiría el peso del frágil cuerpo del infante. El viejo fue corriendo hasta debajo del niño, pero al llegar vio con espanto que el niño que no había caído le tendía la mano a su compañero y este la agarraba. El viejo gritó: “¡Déjalo! Yo lo atraparé, puede que te caigas.” Pero los niños lo miraron e hicieron oídos sordos. Al final el niño que a punto de caerse estaba fue elevado por su amigo hasta una parte más segura del árbol y pronto bajaron del mismo. El juego había terminado, y ya se habían aburrido de tantas aventuras. El viejo los miró alejarse y musitó a algo que sonó a: “Inconcientes.”
El viejo se encogió de hombros y emprendió retirada cuando algo nuevo lo hizo detenerse. Uno de los piratas de la tripulación había salido del barco y cruzado los siete mares esquivando serpientes y leviatanes hasta interponer su espada ante la del guardia de Richeleui, y desarmarlo. El viejo miró con mayor atención y un poco más de interés el cuadro y vio que el mosquetero estaba caído y con su arma quebrada. Vio al pirata y el guardián y vio como el guardián de Richeleui lanzaba un trapo blanco hacia el aire y se marchaba casi llorando. Luego el pirata le tendió la mano al mosquetero, y le dio la espada del guardián de Richeleui, cruzaron unas palabras y ambos personajes se fueron hacia el barco. Y allí se reanudó la aventura entre Robinson y los piratas.
El interés del viejo fue más allá de la literatura y se quedó expectante. Pasó un largo rato y todo seguía igual, por el único detalle de que el señor Holmes había desaparecido junto con el Dr. Watson, y no se veía rastro de su presencia en ningún lugar. Cuando el viejo se marchaba vio algo que le hizo saltar de espanto. Desde la casa de madera, sobre el techo dos niños se batían, pero no precisamente a un honorable duelo de espadas, uno, que parecía ser el capitán, estaba sosteniendo al otro y estaba a punto de lanzarlo al vacío, lo cual serían, menos de treinta centímetros, y vio con espanto como el capitán tiraba al rebelde, y como el rebelde caía lanzando un grito de desconsuelo y odio. El niño, a pesar de haber saltado perfectamente y caído de pies, simuló un tardío desfallecimiento, muy pausado y meditado, sobre el barro y levantó una mano en señal de súplica, y con gesto teatral la dejó caer.
El viejo siguió mirando, atónito, el drama de los niños…cuando su atención se situó en la isla de Robinson. Al parecer Viernes, un muchachito moreno del grupo, había matado a quema ropa a un pirata, y Robinson le daba un sermón con unos papeles entre las manos. El viejo se acercó un poco, y a la distancia leyó, gustoso de que aquellos niños fueran fieles a los originales, garabateado con lápiz, y a las apresuradas: “La biblia de Robinson.”
La lucha entre los españoles de Robinson y los muchos piratas se desparejaba, y ya estaban por perder la isla cuando de la nada una flecha zurcó el aire. Y desde los árboles de los bosques de Sherwood, grandes gritos de aliento sonaron, al tiempo que un montón de avioncitos de papel iban hacia los piratas. El guardián del cardenal había ido en defensa de la isla de Robinson, y los tripulantes de la expedición a Marte al ver debajo de ellos una terrible contienda decidieron intervenir a favor del partido con menor posibilidad de ganar. La batalla se tornó aún más emocionante, pistolas y espadas, flechas y armas combativas galácticas. Los piratas a traición disparaban, el mosquetero peleaba contra el guardián, los avioncitos de papel seguían surcando el cielo hasta llegar a los sombreros de los piratas, los viajeros del espacio luchaban con garras y dientes. Entre miles de gritos y confusiones, una exclamación de alarma sonó. Al parecer el mosquetero y el guardián del cardenal se batían a duelo en el borde del barco, y sus espadas refulgían cada vez que se entrechocaban, sus expresiones serias eran, y la batalla se detuvo para ver confrontar a esos dos grandes combatientes. El ruido de metal y los jadeos de cansancio eran lo único que rompía ese ceremonial silencio. Al final, un mandoble, un redoble, un jueguito de voltereta, un zigzag, y con una última estocada el mosquetero logró atravesar su arma en el costado de la víctima. Toda la batalla quedó resumida en ese momento, todos quedaron con el aliento contenido, e incluso el cadáver del traidor levantó un poco la cabeza ti abrió un ojo para ver que había ocurrido, al tener claro medio panorama lo volvió a cerrar y dejó caer la cabeza con gesto teatral.
Luego de un momento de tensión fue el viejo y sabio Robinson Crusoe que fue ante el mosquetero y gritó: “¡Detengan el combate!” acto seguido sacó de su bolsillo un gran trapo blanco y lo tiró al aire, en ese momento, todos dejaron sus armas, las flechas cesaron, y todos con cabeza gacha se reunieron en congregación…
Un cuarto de hora más tarde ya no había nadie más que el viejo en el parque. Todo estaba en atronador silencio, y ni un alma. El viejo aún no tenía muchas cosas claras de la aventura de los jóvenes de aquella tarde. Y le recordó a eso de convenir el próximo desacuerdo, que el legendario Tom Sawyer y su amigo habían pactado. Así que decidió quedarse sentado en una de las incómodas banquetas, y ver como uno a uno, historia tras historia, los padres de los niños buscaban a los pequeños héroes. Y al final el viejo y el parque eran uno.
Fue por eso que al viejo le extrañó oír una voz que decía: “Muy interesante, muy interesante mi querido Watson pero para nada probable.” Y a su vez otra voz replicaba: “¡Por favor Holmes! Sea un poco más comprensivo y diga cual es su razonamiento.” Y un despreocupado y desinteresado: “Ya habrá tiempo para eso muchacho, ahora, por ahora, vaya a su casa y tome algo que después de una jornada de duro trabajo siempre es bueno nutrirse un poco.”
El viejo de ojos esmeralda se sobresaltó mucho al oír esa voz, y al volverse para saber de donde procedía vio a Sherlock Holmes despedirse de Watson con un apretón de manos. Vio que la libreta del pobre Watson se había estropeado aún más, si eso era posible, a causa de la lluvia. Ambos niños se separaban, y el pequeño Holmes distinguió al anciano sentado en el banco. Se acercó un poco y se sentó junto a él, no sin antes desearle una bonita tarde con toda la elegancia de un caballero inglés que le era posible. Momentos más tarde la lluvia apacible arreció y el viejo trató de cubrirse, pero el pequeño Holmes no pareció inmutarse.
“¿Cómo te llamas?” preguntó el viejo casi gritando para hacerse oír en medio de la tormenta.
_Mi nombre es Sherlock, Sherlock Holmes, contestó con tranquilidad el niño.
_Sí, dijo el viejo, ese es el nombre de tu personaje, pero… ¿Cuál es el tuyo propio?
_Ah, dijo el niño, usted se refiere al nombre que me pusieron mis padres, ¿Verdad?
_A ese mismo, precisamente, respondió el viejo.
_Cuando aún vivían ellos me decían James, James Harrison.
El viejo se quedó como una piedra. El pobre niño era huérfano y aún así salía con su amigo a jugar y creía que era Sherlock Holmes. El hombre se enterneció y sonrió, la inocencia de los niños les hace vivir en un mundo distinto, pero que lamentablemente no existe. _ ¿Y dónde vives entonces, Sher? Preguntó el viejo.
_En el orfanato de Santa Eduviges.
_y dime, ¿Te dejan salir siempre que quieres y con estos tiempos?
_a Sor Sandrín no le gusta mucho, pero confían en mí y saben que no me pierdo y me sé cuidar, y cuando estoy aburrido vengo aquí a ver si puedo resolver algún caso. Pero, siempre termino sacando conclusiones y deducciones sin ningún resultado.
El viejo pensó que se había topado con un niño muy imaginativo, y le cayó bien. Luego de un tiempo se levantó y dijo: “Sé que no debes ir con extraños, pero… ¿Te apetecería una buena taza de chocolate caliente?”
Por supuesto, contestó el niño y ambos comenzaron a caminar por medio del parque.
El niño conocía bien toda la ciudad, de cabo a rabo, con lo que si al hombre le daba por llevarle a otro lugar que no fuere la cafetería que le había indicado con anterioridad, el niño saldría corriendo como un desposeído si era necesario. Poco tiempo después estaban en la cafetería que James conocía bien, ya que le habían sacado de allí miles de veces por tratar de encontrar algún cliente, o de buscar refugio. Los dos se sentaron y de inmediato un camarero con rostro amable se acercó: “Señor Evans, que gusto tenerlo por aquí a usted, y, Agregó al ver al familiar rostro del malandrín que siempre trataba de ahuyentar a la clientela, a su acompañante.” _ ¿En qué podemos servirle? ¿Qué tomarán usted y su compañero? ¿Cuál es el motivo de su visita?
El viejo lo miró de arriba abajo, reflexionó un instante y luego dijo: “He venido a cosechar frijoles, el niño tomará un café irlandés con whisky y yo una bomba de gas butano ya que el médico me dio de alta, porque… resulta que estoy milagrosamente curado de todas mis dolencias.” El camarero agachó la cabeza y se dirigió hacia la barra, un chocolate caliente bien cargado para el niño, y un café con algo de leche para el señor Evans, atiéndelos tu, Sam, cada vez lo soporto menos.”
En ese momento el viejo se echó a reír y comenzó a mirar más detenidamente a su acompañante, el niño tenía ojos de color azul, y pelo de color marrón. Vestía ropa ya muy malgastada y vieja, y la lupa de juguete le colgaba del bolsillo como una extremidad en reposo.
_Y dime Sher, ¿Has tenido algún caso últimamente?
_um… Lo dudo, últimamente nadie quiere contratar a alguien para que le ayude, y menos contratar a un niño huérfano.
_ ¡Ajá! ¿Y no será que eres un mal detective?
_Le aseguro que no soy tan mal detective, y que tengo buenas referencias de Sor Sandrín y de algunos compañeros.
El viejo se quedó en silencio ante aquel comentario y vio como un camarero distinto al que los había atendido primero, se acercaba con una bandejita y unas tazas. El hombre apoyó la bandeja con una tetera de porcelana, algunos bollos de pan, un poco de mantequilla, una jarrita de leche, y un gran tazón de leche caliente junto al cual reposaba ocho tabletas de chocolate de Perefort.
El niño atacó directamente su taza de leche poniéndole las ocho barras de chocolate, mientras que el viejo lo veía algo entusiasmado. _Dime, Sher, si eres tan buen detective como te proclamas, pero sólo has tenido oportunidad de hacer deducciones… ¿Qué puedes deducir de mi apariencia?
El Niño ante tal proposición sonrió, y su rostro adquirió una expresión de intensa concentración mientras escrutaba cuidadosamente al viejo. Luego de un instante comenzó: “Um… la verdad que no hay mucho que sacar en claro de su apariencia, todo sea dicho, aunque creo poder hacerlo. En principio comienzo pensando que usted no tiene familia, que es nacido de Londres, tiene una buena posición social, es bastante tranquilo, le gusta cuidar de su aspecto físico, le agrada ser viejo, es un hombre que privilegia las letras, padece de asma, pertenece a un club poco conocido, y… trabaja habitualmente con números.” Ante aquella muestra de perspicacia el viejo quedó boquiabierto, y elevó unas gastadas manos en un leve aplauso.
Luego de un momento el viejo preguntó: “¿Cómo supiste todo eso?” A lo que el niño respondió: “Un detective jamás revela sus razonamientos porque entonces se lo considera como un oficio meramente vulgar y muy sencillo, pero, añadió, con usted haré una acepción porque me cae bien. Deduzco que usted no tiene familia porque si la tuviera ya lo habrían puesto en un asilo para ancianos con la edad que tiene, y al ser las ocho de la noche usted ya debería estar en el asilo. Por otra parte deduzco que es un hombre letrado porque no cualquiera lleva una pluma de esa clase, muy costosa y ribeteada en oro, sólo para presumir, además, la pluma lleva grabado el monograma de un club, aunque no he sabido identificarlo. Deduzco que es un hombre de números por la libreta cuadriculada, propia de las personas que suelen hacer cálculos matemáticos. Además, es un hombre muy calmo porque sólo una persona tranquila podría conseguir colocar el alfiler de la corbata en el centro exacto de la misma. Es una persona de buena posición social, por la pluma de oro, y ese alfiler de catorce kilates, pero es modesta porque asiste a un café de clase media. Padece de asma por la respiración jadeante, y por el cordón del respirador que le sobresale del bolsillo, ah, y ya que estamos, póngaselo bien, que si no queda algo desprolijo. Cuida de su aspecto general por la pulcritud de su ropa, y por el alfiler colocado en el centro. Es nativo de Londres porque esta mañana le vi. caminar con gusto por el parque aún bajo la lluvia, y eso sólo puede hacerlo un londinense, además, tiene el tradicional acento de Inglaterra. Ah… y le gusta ser viejo porque a pesar de ir bien vestido y con pulcritud no ha hecho ningún esfuerzo para ocultar el cabello gris.
El viejo quedó absolutamente sorprendido de la astucia del niño y recordó sus tiempos, sonrió y asintió: “Bastante bueno señor Holmes. ¿Te gusta el chocolate?”
El niño asintió y volvió a concentrarse en su taza. Momentos más tarde el hombre le preguntó: “¿Por qué no interviniste en la guerra de esta tarde? ¿Acaso no estuviste?”
_Sí estuve, respondió el niño, lo vi todo, desde el momento en que Robin Hood se caía del árbol. Pero no intervine porque me gusta analizar las cosas desde fuera.
_Y dime…. Sher, ¿Qué fue lo que dedujiste de todo eso?
_Que los niños privilegian los valores y las enseñanzas de los libros que leen antes que dejarse guiar por el mundo que se les impone, y esto se debe a que su inocencia les permite ver todo con mayor transparencia.
_Los adultos también tenemos principios, Sher, retrucó el viejo.
_Sí, los tienen, pero están nublados por las cosas malas que les ocurren. Dijo con convicción la pequeña copia del Sherlock Holmes.
El viejo dudó un instante y luego dijo: “Entonces, fundamenta tus razones, que hoy tengo muchas ganas de apreciar las deducciones de un jovencito.” El niño respiró hondo y dijo:
“cuando Robin estuvo a punto de caer usted fue a socorrerlo, pero, vio con espanto que el otro niño le tendía la mano a riesgo de que se produjera una caída doble, no obstante el niño no pensó en eso, y cierto es que fue algo imprudente, pero aún así ese niño tenía presente que si tienes un amigo debes ayudarlo siempre, y acompañarlo en las buenas y en las malas, él pensó que no era un buen amigo si antes buscaba salvarse sólo él y dejaba caer a su amigo, para que otro lo atrapara. A pesar de que corría riesgos siempre estuvo presente el principio de ayudar a la gente y más a un amigo.” El viejo asintió y le dio un sorbo a su café. “Luego, recordó el niño, ocurrió lo del mosquetero… usted no lo vio pero el guardia de Richeleui, traicionó al mosquetero, porque no fue justo que le pateara la pierna ya que el combate entre caballeros debe ser honorable, por eso, el pirata salió en su ayuda y eso no se consideraría injusto porque el mosquetero estaba en peligro y el guardia había hecho trampa. Luego el mosquetero se unió a los piratas porque estos le habían hecho un favor y necesitaban ayuda. Luego, el capitán de la nave lanzó al vacío a uno de sus tripulantes ya que este se había comportado mal, y había hecho un daño muy grave. Lo cual justificaría ese comportamiento. Luego Robinson reprendió a Viernes por haber disparado a un pirata a sangre fría aprovechando un momento de distracción. Luego la nave decidió ir en ayuda de la isla de Crusoe ya que estos estaban en desventaja, eran dieciséis contra no sé cuantos piratas. Luego, el guardia de Richeleui apareció heroicamente para combatir con su enemigo y librar el duelo que se había interrumpido. Así todos se detuvieron para mirar el duelo, y terminó venciendo el mosquetero, pero aún así este le dio la mano al guardia y lo llevó con los piratas para seguir combatiendo. En ese momento Robinson Crusoe tiró su escopeta, Viernes hizo lo mismo, y así uno por uno los guardianes de la isla, se quitaron el sombrero e invitaron a pasar a sus atacantes. A su vez los piratas tiraron las espadas y se reunieron con los tripulantes de la nave y los habitantes de la isla para reconciliarse y de ese modo hacer las paces. Lo hicieron porque se dieron cuenta de que si los hombres batallan por algo uno de los dos bandos lo conseguirá, y ganará. Pero el bando ganador tendrá que enfrentarse y luchar contra más enemigos que querrán reclamar las tierras como propias, y de ese modo nunca estarían en paz con nada. Y, todo el mundo preferiría compartir tesoros a morir por ellos y jamás disfrutarlos. ¿No le parece caballero?
El viejo había quedado boquiabierto, aquel niñito que no aparentaba más de once años estaba allí, explicándole con pelos y señales, y con interpretaciones psicológicas, un juego de niños. Era asombroso, al tiempo que increíble, y el viejo se preguntó si no estaría en presencia del mismísimo Sherlock Holmes. La idea le hizo reír, y el niño rió con total despreocupación y sinceridad con él, ambos rieron tan estrepitosamente después de aquel monólogo que el jovencito había dado para explicar los motivos y causas de un juego de niños que cuando pararon, ninguno de los dos recordaba PORQUÉ SE HABÍAN REÍDO AL PRINCIPIO. TODOS LOS COMENSALES DEL LOCAL SE HABÍAN Vuelto para ver a la extraña pareja que reía a carcajadas en frente de sendas tazas de café y chocolate.
Dime Sher, no me has dicho el porqué de la intervención de los hombres de Robin Hood en esta pequeña guerra.
_ ¡OH! Eso, sí, es muy sencillo, creí que usted ya lo habría deducido. Pero, si quiere se lo cuento.
_Sería un honor, contestó el viejo.
_Verá, la explicación no es tan certera como las anteriores. Los hombres del bosque de Sherwood siempre han sido algo raros, y no se sabe bien si son buenos o malos. Ya sabe, eso de si el fin justifica los medios. En sí mismo ellos intentaron ayudar al bando que tenía las de perder, ayudaron a Robinson y los moradores de la isla, y luego se ausentaron. Ellos son así, jamás se definen, y a pesar de ser ladrones, siempre ayudan a quien lo necesita.
_Pero Sher, ¿No crees que esta bien que les roben a personas que tienen de más para darles a personas que tienen de menos?
_La verdad pienso que es muy injusto que haya gente que tiene mucho más de lo que necesitan, y haya otras personas que no tengan para cubrir lo absolutamente necesario e indispensable. Pero no creo que robar a ellos sea la solución, ya que robar es malo, siempre, incluso si se le roba a un malandrín es malo porque nos rebajamos a lo que son ellos, y usamos sus mismas artimañas para estafarles. A pesar de que lo hagamos con un buen fin, no estamos siendo del todo honrosos si lo hacemos de ese modo. ¿No le parece? Es más, creo sinceramente que lo que Robin Hood trata de dejarnos es que debemos ayudar a las personas que lo necesiten, y dar dinero a pobres, pero, que debemos hacerlo de tal modo que la balanza se equilibre, y no haya clases sociales mayores o inferiores, pero de un modo justo y honesto. Como la caridad o las donaciones de señores magnánimos que dan dinero al orfanatorio en donde vivo.
El viejo se quedó boquiabierto nuevamente ante la pureza y la inocencia de los sentimientos del niño, lo vio a los ojos y vio a futuro a un hombre recto y justo, a una persona benévola y piadosa, y tuvo esperanza de ver más niños como aquel. Sus razonamientos, aunque algo sencillos eran interesantes, fáciles, y en extremo lógicos.
Bien Sher, aquí nos separamos, dijo el viejo al llegar a una gran calle. Sólo una cosa más, el viejo se bajó hasta que su cara estuvo a la altura del pequeño y lo vio a los ojos intensamente, vio reflejados en ellos un corazón noble y sincero, y sonrió. El viejo, que ya comenzaba a cansarse de estar en esa postura que no le era habitual, preguntó: “Y dime Sher, ¿Por qué tu has visto todo eso y yo no?”
El niño se sorprendió ante la pregunta, pero pensó que sería mejor contestarla, ya que de ese modo podría asegurarse un futuro cliente si el viejo era víctima de alguna fechoría interesante. _Usted no pudo verlo porque usted lo ve todo desde el punto de vista de un adulto. Los niños al no tener experiencia somos inocentes, porque no hemos madurado y no tenemos conciencia de muchas cosas feas de la vida, entonces podemos estudiar todo desde un punto de vista alejado y fuera de el problema. Además, sumemos que nuestra inocencia nos permite tener pautas de valores y principios más firmemente presente, magia. Los niños somos más sensibles, y eso nos hace sentir cosas que a los adultos se les escapan por andar muy apurados y no prestar atención al mundo que les rodea. Si tan sólo hicieran un poco de silencio podrían sentir más cosas a su alrededor. Además los niños somos transparentes, y es esa transparencia lo que nos hace ver todo claro y sin dificultad. Es por eso, que yo pude ver los fundamentos de los niños en la plaza para actuar de ese modo, y usted no.
El viejo quedó silencioso, fijo sus ojos esmeraldas en los del niño, sonrió, le dio una palmada en el hombro al pequeño y ambos se despidieron con un apretón de manos. Sonrieron y se volvieron. Cada uno comenzó a caminar por caminos distintos y opuestos. Quizás nunca más se verían, el niño iba a su orfanato donde Sor Sandrín lo esperaba preocupada y nerviosa. Y el anciano iba a su solitario hogar, su modesta casita.
El niño pensaba: “Es sólo una cuestión de edad.”
Y el viejo pensaba: “Quizás deba llamar al aviador para decirle que no esté tan triste.”


Sir Nícolas Vásquez de Aragón.

Allí lo tienen, ¡Espero que les guste! ¡Y que el significado semántico que contiene les llegue al corazón!
Será hasta que el mar de los conocimientos y la sabiduría nos encuentren, o nosotros lo encontremos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes querido Nícolas.
No eres un pseudo escritor fracasado, para nada; digamos que eres un escritor en fase de entrenamiento... XDD

La verdad es que no se que decirte, no se me dan muy bien los análisis sintácticos ni todas estas cosas... pero tampoco creo que hagan falta. Yo cuando leo no lo hago valorando su calidad técnica, sino mas bien que me llegue al corazón, que me emocione, que consiga que me meta en la historia y que haga mías las aventuras de los protagonistas... Creo que realmente es ahí donde reside la auténtica magia de la lectura, y de eso tu relato tiene en cantidades asombrosas.
Con esto no quiero decir que no tenga calidad, no me mal interpretes, tu relato tienen mucha calidad a todos los niveles.
Como ya debes haber supuesto me ha gustado mucho.
Por favor, sigue escribiendo y deleitanos con tus relatos.
Un cordial saludo...

Nicolás dijo...

Que así sea mi estimada compañera. Si tu lo dices, no tengo porqué contradecirte, y confío plenamente en tu criterio. Um... escritor aficionado en face de prueba... es como decir lo mismo con palabras un poco más alentadoras... ¡Me quedo con eso! Y, precisamente, al referirme a un análisis semántico del texto me refería, al significado y valor de lo que se lee... además claro, de los detalles técnicos. Pero me siento muy contento de que te haya gustado, y créeme, te haré caso... Seguiré escribiendo, aunque no publicaré mucho por aquí... No quiero convertir el salón en una sala editorial. XD Nah, lo haré, pero de forma espontánea y esporádica...
¡Mil gracias por darte una vuelta y por dejar tu valoración! Siempre es bien recibido un comentario o una crítica, gracias, mil gracias. ¡Y espero que sigas en la carrera que ambos sabemos, te va mejor a ti! ¡Ya quiero ver el final de la historia que tienes por publicar!

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Yo no he dicho lo de escritor aficionado!!!
Creo que tienes mucho talento que solo te falta práctica, es a eso lo que me refería con lo de en fase de entrenamiento...
Y tienes que creer más en tí mismo y en tus posibilidades.

Pero me temo que esa carrera a la que te refieres te se da mejor a ti que a mí. Yo solo escribo pequeños cuentos, nada más...

El final de mi historia... eso es otra historia y merece ser contada en otra ocasión...

Nicolás dijo...

Oh, perdona el error... Entonces me quedo con lo de escritor en face de entrenamiento. Cierto, debo valorar más mi trabajo, y valorarme también a mi mismo. Y te tomaré la palabra... Nuevamente gracias por esos consejos, y trataré de ponerlos en práctica... Pero, ¡Como que me va mejor esta carrera a mi que a ti! Vamos, digamos sencillamente, que estamos en iguales posiciones... Y veamos como continúa esa historia.0

Stardust dijo...

Hola, buenos días.

¡¡¡Pero que cuento más bonito!!! Ese niño es un genio de la deducción.
Veo que has leído el Principito, por ese pequeño detalle del aviador del final.

Y observo que eres un aficionado al misterio y la novela negra. Me temo que a mí me gusta más otro tipo de literatura más "glamurosa" . Escritoras como Marian Keyes, Meg Cabot... cosas así.
Pero tengo que decirte que tienes madera de escritor. Pero ¿podrías escribir algo menos tétrico que El diario? Casi parece una novela de terror.

pase por aquí por casualidad y la verdad que lo que me ha gustado son tus relatos. Me temo que la ciencia no es lo mío. Soy de Letras de toda la vida.

Te deseo el mayor de los éxitos para tu bitácora.

Nicolás dijo...

Stardust, bienvenida por estos lares. Me alegra que te haya gustado cuestión de edad, es uno de mis cuentos preferidos. Sí, he leído al principito, como puedes comprobarlo en entradas anteriores, es uno de mis libros de cabecera. Gracias por pasarte y comentar... sobre lo de el diario.... bueno, a mi, personalmente, no me gusta mucho. Creo que algo he comentado, me hicieron una propuesta de trabajo que consistía en comer un caramelo de menta y escribir algo que me evocaba ese dulce. Odio los caramelos de menta.... y bueno, salió ese cuento de ciencia ficción. Aunque no me guste mucho, a mi fan número 1, le ha encantado y a otras personas también. Está inspirado, en un cuento llamado Yo Robot, o por lo menos, he tratado de imitar ese estilo narrativo.
Bueno... ¡Para algo han servido mis relatos y cuentos! He atraído a una nueva bibliotecara del salón... Gracias por eso de: "Tienes madera de escritor"... Sólo soy un escritor aficionado en face de prueba, como otra compañera ha dicho más arriba, sólo un aficionado que quiere tratar de hacer lo que sus maestros. Y sí, soy aficionado... no tanto al género negro, sino al policial de enigma. Y no te preocupes por lo de las ciencias, Jengibre no es admiradora de las matemáticas, y mírame a mí... Tengo un combo de varias actitudes dentro de mi. XD
Así que creo que literatura (ya vendrán nuevas entradas de literatura) y matemática pueden convivir en un blog. Lo dicho, Gracias, muchas gracias por pasarte, comentar, leer y hacerme sonrrojar.
Si te gustan las letras, como ya dije, aguarda algunas nuevas entradas de literatura, con cosas como estilos, autores, escuelita inglesa, demás.... además podrás envcontrar un relato mío en la última entrada del salón.
¡Espero que te sientas cómoda y te agrade la estadía en el blog! ¡Suerte con vuestra bitácora!

Stardust dijo...

Guau, ¡¡vaya recibimiento!!

Muchas gracias Nicolás, eres muy amable.

Y el cuento lo encontré tétrico, pero no quería decir que no me gustara. Sólo que no es el estilo que suelo leer. Pero eso no quita que esté bien narrado y tenga calidad. Pero me ha gustado la anécdota del caramelo de menta.

También quería agradecerte que seas mi nuevo seguidor. ¡¡¡tengo dos seguidores en mi primera semana de vida!!! Es un buen comienzo ¿no crees?

Esperaré esas entradas de literatura, y bueno, también leeré las de ciencia. Quizás aprenda algo.

Gracias nuevamente por este cordial recibimiento.