sábado, 24 de julio de 2010

Desnuda tu corazón

Lo que sigue a continuación es un pequeño texto que hice ya algún tiempo y que está basado en El caballero de la armadura oxidada, pero referido a encontrar lo que todo escritor en face de prueba necesita para hacer click y entrar en otro nivel. Como creo supondráis correctamente (qué hacéis que no lo habéis supuesto ya), me estoy refiriendo a la voz propia.
Siento que a veces casi nadie logra encontrar su voz propia porque estamos llenos de voces, llenos de estereotipos, llenos de estilos y llenos de cosas que no ayudan en nada a encontrarla. A veces ponemos una armadura de clave a nuestros corazón, porque quizás formamos una imagen mental de lo que queremos escribir, de cómo queremos que se vea, de quién lo leerá y con qué otro autor lo relacionará, y (por supuesto) siempre está metido el hecho de intentar asemejarnos a esa imagen que teníamos nosotros de nosotros mismos. Esto es poner una armadura y una traba enorme al yo escritor, con lo que el corazón, que es el primero que escribe y crea, se ve atosigado y dormido, hasta que después te das cuenta de que no has dejado salir todo lo que había dentro.
Hay tiempos y tiempos para todo en el camino de escribir, o al menos eso creo. Este año estoy siendo autodidacto, como me enseñó a decir un amigo mío, y es mucho más libre, suelto y desestructurado. Creo que era hora de, al carecer de guías o profesores, de comenzar a desmontar ese armatoste que se forma en ocasiones y que fuese el corazón quien dictara cómo debía escribir.
No me mal entiendan, todos los cuentos que he escrito, así como las pocas poesías y todo lo demás que he hecho, estaban y seguirán estando escritos con el corazón, pero siempre he sentido que la forma de escribir algunas cosas, la redacción y todo lo que decía estaba muy sacado de otros autores y de otras personas. Como que estaba muy influenciado por las cosas que leía. Es bueno estarlo, pero también es bueno tener una forma propia que te identifique y te dé un sello personal.
Creo que lo he logrado, porque desde que escribí esto luego escribo con mucha más naturalidad, sin tanto pensamiento y con más soltura y elegancia (sí, suena raro, pero es bastante cierto).
Sin más dilación, considerándose esta oración como más dilación, aquí va el texto.



-Desnuda tu corazón de una vez -oí decir a mi lado-. Ya es hora de dejar de lado la fría máscara que te has puesto sobre él -volví a oír-. Es momento de que te quites esa máscara fría e imperturbable, hecha de vaya a saber qué material duro y frío como la piedra, frágil como la arcilla, impermeable como el barro cocido. Es hora de que desnudes de una vez por todas ese corazón que te has empeñado en ocultar con tanto esmero de todas las miradas humanas. Es hora...
-Pero resulta difícil quitarse la máscara -repuse a la defensiva, buscando una última salida para evitar tener que sacarme el rostro.
-Es que no sólo debes quitarte una máscara -me respondió la voz que sentía a mi lado; pero la voz no estaba a mi lado, sino que venía de un lugar que no alcanzaba a identificar-. Tienes que quitarte todo un disfraz.
-¿Un disfraz? -exclamé.
-Sí, un disfraz de metal, un disfraz muy viejo que hace mucho tienes puesto.
-¿Para qué debería quitarme el disfraz y la máscara? ¿No tengo un buen aspecto con ellos puestos?
-Más apuesto es tu corazón, desnudo y libre de toda prisión, suelto, holgado, sin ninguna costura que lo oprima, lo apriete y lo sofoque. Tu corazón tiene mucho para decir, muchas cosas para contar, una infinidad de sorpresas por develarnos a ti y a nosotros.
-¿A mí?
-Por favor, déjame terminar cuando te hable, porque si no es muy confuso seguir el monólogo que hago para que entiendas. Tu corazón está tan oculto tras esa máscara fría e imperturbable, tan oprimido bajo ese disfraz, que lo sofocas demasiado y el corazón no puede hablar. En principio, el corazón habla siempre con uno mismo en los primeros tiempos, y luego el corazón comenzará a contarnos las cosas que tú quieras decirnos, porque tú y tu corazón comenzarán a ser amigos por fin. Tu verdadero rostro es el verdadero rostro de tu corazón; no lo ocultes, porque yo sé que tienes un corazón hermoso.
-¿Debo escuchar mi corazón? -pregunto asombrado.
-En efecto, debes escuchar muy atenta y diligentemente tu corazón, porque si no lo haces, no sabrás jamás quién eres ni qué quieres. Nunca podrás hablar con libertad sobre lo que quieras hablar, porque tu corazón no estará libre para decir lo que tenga que decir. Nunca encontrarás la forma de decir todo lo que quieres decir, porque tu corazón tiene que limitarse a las costuras que tú mismo has puesto sobre él.
-¿Qué quiere decir eso?
-Que tú y tu corazón están muy separados. La distancia que hay entre él y tú, físicamente hablando, es casi nula, pues el disfraz y la máscara no miden más de unos cuantos milímetros; pero la distancia, espiritualmente hablando, que hay entre él y tú es abismal, insondable. Hace tanto tiempo que no escuchas a tu corazón, que ya ni siquiera sabes qué voz tenía.
-No es posible -digo mientras me tomo las sienes en esa oscuridad que me envuelve-. ¡No recuerdo cuándo fue la última vez que lo escuché!
-No lo recuerdas porque eso fue hace mucho tiempo, hace más tiempo del que eres capaz de imaginar. Cien o doscientos años creo que han pasado. Te pusiste ese traje ridículo que no tiene ninguna utilidad, y te cubriste con ese rostro artificial y feo que no tiene ninguna expresión, y desde entonces no has escuchado a tu corazón, sino que has preferido escuchar a los que había a tu alrededor. Tu imagen, el disfraz y la máscara, la elegiste porque querías agradar a los que hay a tu alrededor, y por eso acallaste a tu corazón, sofocándole e impidiéndole ser él mismo, es decir, ser tú mismo.
-Pero... ¿podré sacarme todo esto que tengo encima?
-Sí, podrás, porque aún estás a tiempo de volver a escuchar tu corazón, y por eso me oyes.
-TE oigo porque has hablado -repliqué.
-Me oyes porque quieres oír. ¿Sabes acaso quién soy yo?
-La verdad es que me lo pregunto desde hace un buen rato -respondo, quedándome un minuto en silencio-, pero no lo he sabido adivinar.
-Yo soy quien jamás dejó de hablarte, o de intentar hablarte, sofocado por tu disfraz y tu máscara.
-¿Tú eres mi...?
-... yo soy tu corazón -corrobora la voz que estaba a mi lado.
-¿Y por qué puedo escucharte ahora?
-Porque has aprendido a hacer preguntas y no a dar respuestas.
-¿Cómo?
-Si tú no lo sabes, mucho menos lo sabré yo; lo cierto es que haces preguntas, y hacer preguntas es signo de querer escuchar, y si quieres escuchar, debes escucharme a mí. Tú ahora puedes escucharme porque has descubierto el valor de las preguntas, o porque era el momento de comenzar a escucharme. Nunca dejé de hablarte, de golpear a tu cerebro, de insistir día y noche para que me oyeras y me respondieras; pero tú has permanecido durante años indiferente a mi pequeña voz, acallada por este sucio y viejo disfraz. En cambio yo soy y seré siempre joven, porque lo de dentro nunca caduca, lo de dentro siempre permanece con un calor vital que va más allá de toda otra vida. El corazón, tu corazón, te está hablando, porque es necesario que dejes a un lado la imagen que has hecho de ti, y que ahora me comiences a escuchar como soy, como de verdad eres tú mismo.
-¿Todo esto es verdad?
-Todo es verdad. Yo siempre seré joven, y siempre te hablaré; por medio de mí conocerás el mundo y te conocerás también a ti. Tú y yo somos amigos, o lo fuimos en un tiempo que hace tiempo olvidé, porque tú lo olvidaste. Pero siempre se puede empezar de nuevo, siempre es momento de recomenzar el camino. Yo soy tu corazón, acallado durante mucho tiempo, pero ahora necesito que volvamos a ser uno. Tu verdadero rostro soy yo, y tu verdadera voz es mi voz. Ahora nosotros dos debemos ser uno solo para lograr unidad y equilibrio, y luego podremos comenzar con el pie derecho, podrás ser libre para hablar, porque sabrás qué has de decir. Ahora quítate esa máscara y ese disfraz. Deja caer los muros que has puesto entre tú y yo, y abrasémonos como dos viejos amigos que vuelven a encontrarse tras mucho tiempo de viaje.
Y así lo hice. Despojé me de toda prenda, de toda ropa y de toda máscara que cubriera mi rostro, y encontré mi corazón en lo más profundo de mi ser. Era cálido, delicado y muy hermoso, pero nunca había tenido tiempo de verlo, y nunca me había dado cuenta de que era mejor quedarme con esa belleza, una belleza propia y particular, que sucumbir a crearme una imagen de belleza artificial que el mundo consideraba necesaria. Pensé en ese momento que muchas otras gentes en el mundo habían hecho lo mismo que yo, y sufrí por ver en el mundo a tanta gente que había olvidado su corazón; lo peor de todo era, no obstante, que su corazón, como el mío, no se había perdido en la calle o en otro lugar, sino que se había extraviado en el fondo de ellos mismos, y que allí es mucho más difícil buscar, porque allí se entra haciendo silencio.
Hay muy poca gente que sepa hacer silencio para escucharse a sí mismas. La gente tiende a decir que se escucha a sí misma, pero en realidad escucha, como hacía yo, la voz de su mente, no la voz de su corazón. Sólo cuando se callan esas voces, sólo entonces comprendemos que nuestro corazón permanece en silencio, y allí entendemos que algo no anda bien. Toqué mi corazón con suavidad, temiendo dañarlo después de tanto tiempo sin haberlo visto, y un calor especial recorrió mi mano, mi brazo hasta llegar a mi pecho.
En un momento el corazón que antes había apreciado tanto y que había tocado por unos instantes había desaparecido. Tuve miedo de haber perdido, sin percatarme de ello, mi corazón otra vez. Desesperado elevé mi voz, pero esta me sonó extraña, distinta, con una musicalidad que antes no tenía.
-¿Dónde estás, corazón?
-En el lugar de donde nunca debía haber salido -me respondió, y la voz no estaba a mi lado, sino dentro de my pecho, en el lugar de mi corazón-. En donde siempre debí haber permanecido, allí estoy ahora.
-Y ahora yo entiendo con el corazón más cosas, y entre ellas, entiendo que hasta ahora no entendía absolutamente nada.
-Ya has comenzado a entender -me dijo mi corazón con gozo y alegría.
-Y me gusta la voz que tengo contigo, ahora me suena más completa y hermosa.
-A mí también me gusta.
Miré los despojos de mi falso rostro y de mi disfraz en el suelo, tirados, enrollados y desechos de cualquier forma. Sufrí al percatarme de que durante años habías llevado yo esos harapos encima.
-No sufras -me dijo mi corazón desde dentro, con una voz tranquila y suave-, porque ahora no vale la pena llorar por lo que no fue; hoy es momento de reír como hace mucho que no ríes. -Mi risa brotó desde dentro, desde mi verdadero corazón, como hacía un centenar de años que no lo hacía-. ¿Lo ves? Ahora ríes con sinceridad y alegría, cuando antes sólo podías reír de cosas sin sentido. Sé que estás triste por haber llevado esos harapos, pero piensa que no es hora de entristecerse, sino de celebrar que ya no los llevas más en tu corazón, que ahora has hallado tu voz, que ahora tu corazón está en el lugar en donde debe estar.

Fin.


Si a alguien le ha servido para volver al inicio de todo, entonces me sentiré contento por haber hecho algo que ayude también a otras personas. Y sí, se puede decir que tomo la idea de El caballero de la armadura oxidada, así que es una especie de interpretación personal del concepto de armadura, referido a la armadura que a veces nos ponemos los escritores en face de prueba.

¡Elen síla lumenn omentielmpo!

2 comentarios:

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Bueno, esta entrada la leí el otro día, así que no sé si me acordaré muy bien de lo que quería poner. En cualquier caso, ser uno mismo es muy importante (siempre lo he pensado: si no, ¿qué importa lo que consigas si no puedes ni siquiera ser como quieres ser?). Eso sí, el texto es bastante profundo y un poco denso xDD (o soy yo que no estoy para reflexionar sobre la condición humana con este calor xDD).

Nicolás dijo...

Por eso me entretuve haciéndolo, porque sentía que se comenzaban a caer todas las barreras de un plumazo. Al final, todo lo que se haga por hacerse termina siendo estéril e infructuoso, siempre y cuando no se haga con todo el corazón puesto en ello.

Cuando lo escribía no me daba la sensación de que fuera algo denso o de gran profundidad, sino más bien tirando a lo simple y poco profundo; supongo que hay dos teorías posibles:
a- El calor está matando en España XD
b- Quizás no me he dado cuenta y sí he terminaod haciendo algo mucho más denso de lo que pretendía.