miércoles, 23 de septiembre de 2009

La manzana de la discordia

Buenas noches, mis estimados seguidores y lectores. Espero que hayáis disfrutado mucho con la entrada de matemática que les preparé. Debo deciros que esas tardan un poco por una sencilla cuestión, y es que tengo que revisarlas muy bien, tomarme mi tiempo para poner en orden las ideas, y tratar de que salgan lo mejor y más entendible posible. Por eso, disculpad si no os doy con el gusto.
No obstante, vengo con nuevas noticias. El salón del Estudio está pasando por una etapa... de cambios. Por decirlo de otro modo, estoy planteándome seriamente introducir miembros al salón que puedan publicar sus entradas y organizar parte de nuestros estudios, estoy tratando de abrir nuevas secciones, pero también tengo que tomarme mi tiempo para pensar cómo podría empezar con física y química. Además estoy pensando en colgar post sobre literatura clásica, música, arte, y... una sorpresita. Pero por eso os traigo esto.
Tomen esto como un pequeño entremés, para que lo disfrutéis mientras trato de pensar cómo hacer todo esto.
Sin embargo, (no sé porqué razón, pero casi siempre comienzo los párrafos con un advervio adversativo), aprovecho esta entrada para darle la bienvenida a dos personas. La primera, a Los Fantasmas del Paraíso, a quien le decimos cariñosamente, Fantasmas. Bienvenido por estos lares, amigo, que uestra estancia os sea muy grata y que podáis aprender aquí, pasar un agradable momento compartiendo vuestros conocimientos, y deleitándote con las comodidas frívolas de este salón del estudio. La nueva incorporación del blog, (podéis verla en los bibliotecarios), se trata de Stardust, quien nos honrra con su presencia. Bienvenida al salón, compañera, que vuestra estadía por aquí os sea venturosa y de provecho.
Hecha ya las presentaciones, saludos oficiales, explicaciones y demás... partamos a una nueva aventura.

Los que me conozcáis un poco, sabrán sin duda, que tengo mis pequeños encuentros con la escritura aficionada. Pero como ya les digo, tan sólo soy un aficionado que escribe para pasar un buen rato, y sin la finalidad de escribir para publicar. Dicho de otro modo, escribo por escribir, escribo por amor al arte más que por otra cosa. Empero, hace un tiempo una amiga me dijo: ¿"Y por qué no publicas los cuentos en el salón"? Admito que la idea me gustó, pero fue hasta hace muy poco tiempo que me decidí a publicar. Así pues, hoy os traigo un nuevo cuento de mi invención.
Se trata de mi tercer policial de intriga, y narra las aventuras de un par de detectives de mediados del siglo XX. En estas aventuras, Adan Evans junto con su amiga y compañera, Catherine Clathord, se dedicarán a resolver crímenes a lo Sherlock Holmes y John Watson. Copiando algo de la narrativa de Doyle, haciendo uso de la escuelita inglesa, y tratando poner un toque personal a la obra, os presento esta serie de cuentos policiales. (en realidad me lo pidieron para el taller de literatura y aproveché para escribirlo)
Espero que lo disfrutéis, y que puedan comentar al respecto. Uno siempre busca mejorar y desearía que me dieran sus opiniones particulares, sus impresiones, sus posibles sugerencias... en fin, sus consejos constructivos.

Sin más preámbulos, aquií les dejo este modesto y humilde cuento:

La manzana de la discordia


Para una amiga muy entrañable, que siempre anda por allí dándome consejos y apoyándome en mis empresas. De N.V. para A.F. Muchas gracias, profesora.


-¿Manzanas? –inquirió Adan-. ¿Manzanas? ¿Usted no está hablando en serio? ¿Verdad?
La amable señora que estaba sentada frente al joven detective se removió, inquieta, en su asiento.
-¿Manzanas? –repitió Adan Evans cada vez más exasperado-. A ver, a ver si lo entendí correctamente. Usted vino aquí, me estuvo hablando durante… -se fijó en su reloj de bolsillo-, dos horas y media, y todo para decirme que su vecina, la pastelera, le robó siete manzanas. ¡¿Es correcto?!
La ancianita de aspecto bondadoso se inquietó más. Me dirigió una mirada suplicante e intervine.
-Adan –dije-, quizá la señora se haya confundido.
-No lo hice –interrumpió ella con voz apergaminada y dulce-. He dicho la plena verdad. Mi vecina, Margaret Turner, me ha robado las manzanas de mi árbol, para hacer esos cochinos pasteles suyos.
Mi amigo cayó rendido en el sillón, y soltó un suspiro. Luego se incorporó, fue hasta la ventana, sacó la cabeza y gritó: “¡A esto se ha reducido mi trabajo! ¿La profesión de la mente! ¡El razonamiento analítico! ¡Todo se reduce a siete manzanas rojas!”
Me levanté en busca de mi primo y lo llevé, nuevamente, a su sillón. Era increíble el espectáculo que había hecho.
En parte lo comprendía. Si yo hubiera estado en su lugar, habría hecho lo mismo.
Para ese entonces el señor Adan Evans ya alcanzaba gran renombre en toda Inglaterra, y era muy requerido para grandes e importantes asuntos. Yo ya había terminado la carrera de ley inglesa y estaba trasladando mis cosas a un nuevo piso, un nuevo despacho, y un departamento para mi sola. Esa tarde cuando volví al 225b de Backer Street me encontré a Adan escuchando pacientemente el monólogo de una señora. No me extrañó en lo más mínimo. Mi amigo gozaba de una cualidad especial, su reconocida paciencia de Santo. Podía estar esperando tres días a que abrieran la puerta de su panadería preferida, y no le molestaban aquellos largos y ridículos discursos. Como no tenía nada interesante que hacer, me senté a escuchar la perorata de la mujer.
Me reconozco como paciente, pero esa mujer terminó por exasperarme. Adan, en cambio, demostraba mucho interés por las ocho hermanas de la anciana, por su loro Poul, por sus veintitrés sobrino nietos y por todas las estupideces que esa anciana decía. Reconozco, en este punto, que Adan era un ser que gustaba de escuchar largas e interminables historias de genealogías y demás. Cuando la mujer dijo cuál era el motivo de su consulta vi una transformación en mi amigo. De la duda a la certeza, de la certeza al asombro, del asombro a la indignación y de la indignación a la rabia.
En parte su actitud era comprensible. Él ya había conseguido fama y respeto, el suficiente como para que personajes importantes fueran a consultarle sobre temas de altas esferas. El hecho de que después de esos grandes casos, viniera una persona a plantearle el robo de siete manzanas, era humillante para él. Sin embargo, después de unas horas me confesó que se había irritado, no por el hecho de que el asunto fuera minúsculo, sino, porque la misma anciana habíale dicho quién había robado las manzanas.
¿”Qué podría investigar yo allí”? me preguntó. “No me molesta el hecho de que fuera un asunto sencillo –prosiguió-. Ya te he dicho en algunas ocasiones que los asuntos más insignificantes son los más interesantes, ya que en ellos se puede poner en práctica la lógica y la deducción. Pero en este caso… en este caso es prácticamente imposible hacerlo, ya que la amable señora sabe quién le robó las manzanas. Al revelármelo, perdió todo el misterio y ya no vale de nada”.
-Entonces –pregunté-, ¿por qué irás a investigar mañana?
-Porque no tengo nada mejor que hacer –respondió-.
Se quedó en silencio, mirando lánguidamente el vacío y muy quieto.
-No podré acompañarte –le dije-.
-No hay problema, Cath, puedo ir solo –respondió con voz metálica-.
Nunca lo había dicho o demostrado, pero cuando le comuniqué que me marchaba él se puso muy triste. Lo supe sólo con ver su expresión, pero sabía que no quería decirme nada porque no deseaba impedirme hacer mi vida. Pero le molestaba quedarse tan solo. En aquellos años yo fui su socia y compañera, pero también había sido su amiga. El hecho de romper la asociación, y por consiguiente, cerrar la consultoría de crímenes era muy duro para él. Aunque seguiría trabajando por su cuenta, ya no contaría con mi ayuda y siempre le había gustado que estuviéramos ambos para hacer frente al peligro.
Al abandonar yo el piso de Backer Street, además, dejaba solo a mi amigo; No era muy sociable, y por tanto no tenía más compañía que la mía. Tomando esto en cuenta, Adan Evans quedaría solo ante una consultoría de hechos criminales, y sin amiga o socia que le diera apoyo.
Fue entonces cuando decidí ir a descansar, a la mañana siguiente volvería al trabajo de la mudanza. Sin embargo, los acontecimientos que ocurrieron no fueron muy propicios para que se diera ese plan.
Desperté entrada la mañana, vi a mí alrededor y tardé un poco en reconocer el lugar en que había dormido.
Cuando entré a la salita la encontré extrañamente ordenada. Sabía que Adan, como me había dicho en una ocasión, dedicaba mucho tiempo a observar detenidamente el piso y acomodarlo mentalmente. En tiempos de ocio y fatiga era lo que hacía para mantenerse entretenido y que su mente no se durmiera. Bajé las escalerillas que comunicaban al piso de abajo, y también lo encontré vacío. Ningún sonido, ningún ser habitaba la casa. Me sentí extrañamente sola, y entró la curiosidad.
-¿Qué ocurre aquí? –me pregunté-.
Ni la patrona, ni la doncella, ni el botones ni mi amigo. Nadie estaba en toda la casa. Me encogí de hombros y decidí subir a la salita. Buscaría unos libros y me marcharía, por la tarde volvería y encontraría a mi amigo en uno de sus estados de agitación mental.
Empero, había algo en el ambiente, algo que me incitaba a quedarme. Como si la curiosidad que ejercía sobre mí la ausencia de personas en el edificio, me impulsara a seguir allí. Tomé los libros, pero no pude salir por la puerta. El deseo de saber qué pasaba, me carcomía.
Nunca, jamás, en todos los años de asociación con Adan Evans había ocurrido un evento como ese. Jamás había visto la casa deshabitada y tan silenciosa.
Me senté en el sillón a esperar noticias de alguien, pero pasados unos instantes comprendí que no llegarían.

Había tardado mucho en notarlo, pero cuando dirigí mi mirada a la pared en donde estaba el retrato de Adan en el manzano de Newton, sólo vi un diploma universitario. Lo había olvidado por completo. Estaba en mi nuevo piso, y a pesar de que había dos personas en la casa, casi siempre salían a hacer los mandados y otra parte del tiempo estaban ocupados en los quehaceres domésticos.
Al caer en la cuenta de que estaba allí sola, por tiempo indefinido, y sin un compañero extraño con el que charlar, comencé a llorar suavemente.
Mi llanto fue interrumpido por la estridente campanilla del timbre. Al no haber nadie en casa, bajé a abrir la puerta.
Menuda sorpresa me llevé al ver del otro lado del umbral, aquel rostro que me era tan familiar y reconfortante. Allí estaba, sonriendo de oreja a oreja, con sus ojos verdes encendidos y con una gabardina oscura.
-¡Cath! –me saludó-. Me alegra verte en casa. Tenía algo muy importante que decirte. ¿Puedo pasar?
Invité a mi amigo a entrar y subimos al piso. Esa era la primera vez que Adan Evans veía el departamento y se sorprendió mucho al encontrarlo ordenado, limpio y sin mullidos sillones para reflexionar.
-¿Qué te parece el nuevo piso? –Pregunté, tratando de entablar conversación-.
-Hace falta una biblioteca corrediza –me dijo-... y más asientos.
-No tengo tantos libros, y no pasaré mucho tiempo sentada –repliqué-.
Tomó asiento en una de las sillas de madera y me miró de forma escrutadora. Así comenzó su charla:
-Cath, te estarás preguntando, de seguro, porqué he venido a interrumpir vuestra modesta y tranquila vida. ¿Es correcto?
-Si con eso te refieres si me pregunto el motivo por el que has venido de visita –sinteticé-, la respuesta es sí.
-Recordarás, sin duda alguna, el curioso caso de las manzanas robadas. Asentí-. Pues, he estado investigando el asunto y creo que esto se sale de los cánones o patrones comunes. Dicho en otras palabras, algo muy extraño está ocurriendo por aquí y quiero que me acompañes.
-Ya te dije anoche –le recordé-, que no podría acompañarte. Estoy muy ocupada.
-¡Ajá! –replicó-. Entonces… le llamas estar muy ocupada a levantarse a las once de la
Mañana, buscar a alguien por toda la casa y llorar sola?
Quedé estupefacta. Había visto en otras ocasiones las dotes de razonamiento deductivo de Adan, pero eso era impresionante.
-¿Cómo lo…?
-Cosa de nada –dijo, mientras agitaba la mano desdeñosamente-. Primero: tienes la arenilla del sueño en los ojos, llevas ropa de cama y estás algo despeinada. Conozco tus costumbres, Cath, y sé que eres muy pulcra. Lo primero que haces siempre al levantarte es asearte para comenzar el día. Sin embargo, hoy has roto esa rutina. Como no me creo que te hayas levantado temprano, a las siete de la mañana, por poner un ejemplo, y hayas permanecido hasta estas horas con esas pintas, lo más lógico es suponer que te acabas de levantar. Son las once y media, debiste de haber despertado, aproximadamente, a las once en punto. Segundo: fuiste tú quien abrió la puerta, por consiguiente, deduzco que no hay nadie más que tú en casa. Hace media hora que te levantaste, lo más lógico es tratar de encontrar a alguien en todo el edificio. Y tercero: tienes trazas de lágrimas muy recientes en el rostro.
Otra vez, me sentí impresionada del talento de mi amigo, y no pude más que aplaudir tenuemente. Empero, estaba avergonzada. Sentía que él podía leer todo como en un libro abierto, y había descubierto mis lágrimas. No le sería difícil inducir el porqué de ellas.
-De acuerdo –admití-, perdí la mañana. Pero, ¿qué podría hacer yo en una investigación?
Adan soltó un bufido y se incorporó bruscamente.
-Cath –dijo-, creo que ambos sabemos lo importante que puedes ser para una investigación. Me has ayudado y prestado mucho apoyo en estos años, y creo que sin tu colaboración mis resultados no habrían sido los mismos.
-¿Pero que no habías resuelto el caso ya? –protesté-.
-Eso creí anoche –reconoció-. Al darme la anciana el dato creí que el misterio estaba resuelto, pero no había visto el primer misterio, ¡cómo sabía esa mujer que había sido su vecina? Y, ¡por qué esa mujer acusaba a su vecina?
Lo miré estupefacta. Cuando él tenía una intuición era mejor hacerle caso y seguirla.
-¿Estás insinuando que…?
-OH, no –cortó-. Yo no insinúo nada, sólo hago preguntas curiosas, que develan cosas curiosas. Así que, ¿Qué dices? Vienes a resolver el misterio de las manzanas?

No sé qué fuerza extraña y misteriosa me habrá impulsado a hacerlo, pero desde el momento en que Adan me dijo: ¿”Montamos una agencia de detectives aquí en Londres”? Y yo respondí: “Sí, no hay problema”, mi vida se ha llenado de extrañas y recurrentes aventuras.
Así pues, desarrollé un sentido innato para detectar aventuras o focos de problemas, y claro está, para acercarme a ellos. Por ende, no supe qué fue lo que me motivó a ir con Adan, perder una tarde de trabajo y dejar plantado a mi novio en Simpson’s.
Partimos, pues, aquella nublada mañana de marzo, hacia una nueva aventura.
Al llegar al domicilio particular de Antoniet Lemon, vimos que era una casa señorial y de porte aristocrático. Al vernos en el sendero de entrada, la mujer, que estaba atendiendo sus plantas se alegró y recorrió el trecho que nos separaba, a paso vigoroso.
-¡Señor Evans! –exclamó-. ¡Gracias al Cielo que ha venido! Ya temía haberle hecho perder el tiempo, y que no quisiera venir a hacer sus investigaciones.
La anciana señora parecía muy conmovida. Movía frenéticamente sus manos y hablaba rápida e ininterrumpidamente.
Mi amigo sonrió cordialmente e inclinó la cabeza.
-Señora –dijo mientras me guiñaba un ojo-, ninguna investigación, por insignificante que parezca, debe ser desdeñada. He encontrado, durante el curso de mi carrera, que los acontecimientos más comunes y ordinarios son los que suelen presentar extrañas características que los hace ser especiales.
La anciana dio muestras de estar confundida por la revelación de Adan, y él,, al ver el gesto, se apresuró a corregir: -no espero que lo entienda. Puede sonar algo paradójico, lo sé, pero es la verdad.
La anciana señora no cambió su expresión, pero con un suspiro dijo>: -¿Queréis pasar a tomar algo?
-Estaría encant…
…-OH, me temo que disponemos de poco tiempo para trabajar y no soy de comer después del almuerzo –interrumpió Adan-.
-Es usted muy raro, joven Evans –apuntó la mujer-. Sobre todo porque almuerza muy temprano, son apenas las doce y media de la tarde.
Mi amigo titubeó.
-Hem… este… sí… verá usted…
…-El señor Evans estará encantado de compartir su mesa con usted –corté-. No le gusta incomodar a sus clientes, y tiene la mala costumbre de no comer mientras trabaja.
La ancianita rió y aplaudió levemente.
-¡Perfecto! –Exclamó, y nos franqueó la entrada a su hogar-.
El interior de la casa señorial era confortable, modesto, pero no dejaba de tener un aire de grandeza. Los muebles eran robustos y de buena calidad, las paredes estaban decoradas con cuadros y retratos de décadas atrás y los muebles tenían algunos adornos muy delicados y frágiles.
Al fin llegamos a una habitación bien amueblada, con un chisporroteante fuego en el hogar y mullidos sillones. Nuestra anfitriona nos hizo tomar asiento y nos dijo: “dentro de un momento os haré pasar al comedor, por favor, sentiros como en vuestro hogar”.
Adan tomó asiento y yo hice lo propio. Cuando la anciana desapareció por el umbral de la puerta, Adan me susurró: “¿Qué te ocurre? ¿Estás loca?”
-¿Por qué lo preguntas? –Respondí en el mismo tono-.
-¿Por qué aceptaste la invitación de la señora?
-Era lo correcto aceptarla, no hacerlo habría resultado ser poco elegante –repliqué-. Además, no he comido nada y tengo un hambre atroz.
El investigador se tapó el rostro con sus manos, y soltando un ruidoso suspiro se desplomó en el asiento.
Después de un espléndido almuerzo, y de una breve charla de sobremesa mi amigo mostró señales de impaciencia.
-Bueno, con permiso –se excusó-, tengo que proceder a las investigaciones de…
…-¡Alto ahí! –Cortó la anciana señora-. No me consideraría una buena anfitriona si dejara que usted se fuera a hacer su trabajo sin postre en el estómago. Aguarde aquí un momento, y le traeré un exquisito suphlé, a usted y a su amiga.
Al salir la mujer mi primo volvió a exasperarse. -¡Madre mía! –exclamó ofuscado-. Qué tiene esta mujer.
-Cortesía –contesté-, algo de lo que tú careces.
-No es falta de educación, Cath –se defendió él-. Es el tiempo, sólo el tiempo.
-¿Qué te cuesta esperar una porción de suphlé? –Inquirí frotando mi estómago-. Esta mujer cocina excelente, mejor que tú, debo decir. Y no me molestaría quedarme para el postre.
En ese momento la anciana señora llegó a la sala muy conmocionada. Tenía una expresión angustiada en el rostro y nos miraba con una mezcla de pena y vergüenza.
-Me excusarán –dijo tartamudeando-, pero el suphlé no levó lo suficiente y…
Sacó de detrás de su espalda una gran cacerola de aluminio que contenía una pasta desecha y amarilla.
Di unas palmaditas en el hombro de la señora para confortarla; a pesar de ello, ella seguía muy conmovida. Adan, sorprendentemente, fue quien remedió la situación.
-No se angustie, señora –dijo-, sé dónde puedo conseguir un postre para cerrar el almuerzo y quedar satisfechos. Si me excusan un momento…
Y así, sin más preámbulos, desapareció por la puerta y volvió diez minutos después con un paquete entre las manos.
-Perdonad la demora –se excusó-. No sabía en dónde conseguirlo, y tardé un poco en que me atendieran.
Por lo visto Adan había cambiado su actitud, y la anciana señora se sintió un poco mejor.
-Joven Evans –dijo-, no tendría que haberse molestado, yo soy su anfitriona y usted no tendría que….
-Nada de eso –interrumpió él-. Lo hago con toda cortesía y amabilidad. Ahora sí, ¿les apetecería comer?
Y mientras así decía nos mostró el contenido de la caja. Era una gran tarta de manzanas, que estaba bañada en almíbar y a la vista parecía excelente. Al verlo, pasé mi lengua por los labios y me relamí de gusto. De inmediato la anciana señora trajo unos platitos de delicada porcelana y un cuchillo para partir el pastel
Servidas ya las porciones nos hallábamos conversando muy alegremente. Adan, tomando una actitud muy inusual en él, se mostraba comunicativo y muy conversador. Parecía haberse olvidado del caso que a él le competía, y hablaba animadamente de temas frívolos y sin importancia.
Pasados dos horas hice notar el retardo a mi amigo, y este hizo oídos sordos a mi advertencia. Un cuarto de hora más tarde la mujer comenzó a hablar sobre el caso.
-Pues sí, verá usted –decía-, Margaret Turner es una mujer manipuladora, poco simpática y con la que no me llevo muy bien.
-¿Y por eso sospecha que ella fue quien robó sus manzanas?
-¿Quién si no? Nadie en este barrio me roba mis manzanas, y ella es la única que pudo hacerlo. Vive aquí junto, no le habría resultado difícil haber robado algunas de mi árbol.
-¿Y qué cree que hizo con los frutos?
-Pues –rió la anciana-, ¿qué otra cosa podría hacer? Usarlos para sus pasteles, eso es obvio. ¿No le parece?
-¿Cuándo dice que le robaron las manzanas?
-Ayer por la mañana, joven, ya se lo he dicho.
-¿Y cuántas estima que fueron? Tuvieron que haber sido una cantidad considerable, de cualquier otro modo usted no habría echado en falta los frutos. ¿Verdad?
La anciana se quedó meditando las palabras de Adan por un tiempo y luego contestó: -Como ya le decía ayer, me encontré cuidando el jardín como siempre. Y cuando fui a ver cómo estaba el manzano me encontré con que todas las manzanas, que estaban en el lado de la copa que apunta hacia la casa de junto, habían desaparecido sin dejar rastros.
Mi primo asintió y terminó de comer su porción de tarta. Luego, con aire soñador, miró el último pedazo que quedaba. Después dirigió su vista hacia mí y sonrió.
Suspiró y dejó los cubiertos sobre el platito. Acto seguido observó fijamente a la ancianita, quien se removió inquieta, como si la mirada de Adan le hiciera sentir pudor.
-Creo que debería ir a hacer sus investigaciones –dijo la señora queriendo terminar aquel largo almuerzo-.
-OH, no hará falta –replicó Adan con mucha tranquilidad-. Yo ya he terminado mis indagaciones y ya tengo una conclusión de todo esto.
Quedé sorprendida. Adan podía ser un genio, pero jamás había manifestado esa muestra de agilidad. La ancianita rió benévolamente y le dedicó una mirada condescendiente.
-Creo, joven Evans –dijo con voz suave y maternal-, que se está saltando pasos. –volvió a reír-. Si no malentiendo, ustedes los detectives deben seguir unas pistas o algo así. Y yo no le he visto hacerlo, ni siquiera le he dado tiempo a indagar. Puede que lo que haya terminado sea la comida, en lugar de la investigación.
Entonces fue el turno de Adan de reír. Luego de secarse las lágrimas me miró y guiñó un ojo.
-Bueno Cath, ¿Nos vamos ya? –preguntó-.
Me encogí de hombros y dispuse a marcharme. Mas la anciana se quedó boquiabierta y estupefacta. Nos miraba a ambos con ojos como platos, con la mano en el pecho y expresión entre sorprendida y decepcionada.
-Pe-pe-pero, mis manzanas y Margaret Turner –protestó-.
Mi amigo se caló el sombrero y habló con voz metálica: -Señora …, sé que nuestra estadía ha sido corta y no me ha visto hacer mis indagaciones, pero crea que las he hecho, y que ya he resuelto el caso.
La mujer miró sorprendida a mi primo y movió la cabeza. Después de unos segundos de reflexión preguntó: -¿Entonces quién fue… cómo podremos atraparla?-
Mi amigo bajó la cabeza y suspiró pacientemente. Volvió a sentarse y miró fijamente a la señora.
-Creo que a ambos nos conviene dejar de fingir –dijo-. Tanto usted como yo sabemos la verdad, y no tiene sentido que sigamos actuando. Ambos sabemos que nadie le robó las manzanas, ni su vecina ni su otro vecino, ambos sabemos que todo esto es una farsa.
Y como había visto en otras ocasiones, la muralla de la anciana se desmoronó. Ante mi presencié la típica transformación, y vi como, progresivamente, el semblante de la señora cambiaba. Primero de asombro, luego a ira, luego a indignación, y finalmente a amargura.
-¿Cómo lo supiste…?
…-Luego te lo diré, Cath –cortó mi primo-.
La anciana se había derrumbado en la silla y respiraba agitadamente.
-ante todo –comenzó Adan-, quiero decirle que yo no soy la ley, tan sólo soy un particular y por tanto, no me corresponde aplicar a mi la justicia. Debe, en este punto, quedarse tranquila. No pienso revelar a nadie esta farsa. Sé que esto podría ser penado bajo calumnias y difamación; usted acusó a una inocente de robo intencionado. Quizá hubiera sido por una causa minúscula, como el robo de unas manzanas, pero en un país tan estricto como lo es Inglaterra creo que el sencillo acto de robar está penado. Sólo quiero saber, ¿por qué lo hizo?
-¡Por qué lo hice!! –exclamó la mujer indignada-. Por lo visto no es sólo un par de ojos lindos en los periódicos, señor Evans; no, es mucho más que eso y acaba de demostrarlo. No esperaba que alguien pudiera entender esto, pero por lo visto hay una persona capaz de usar el cerebro.
Su voz era despreocupada pero algo ronca.
-Se que no era un crimen perfecto –reconoció-. He leído cuentos y novelas policiales, y confieso que esto era una patraña.
-ciertamente –acotó Adan-, este asunto es muy insignificante por su simpleza, pero detrás de esto algo hay.
-Razón tiene usted, joven –afirmó Antoniet -. No dudo que ha nacido para este oficio. La historia es muy simple, y la contaré en pocas palabras. Hace veinticinco años, me mudé a esta casa y conocí a Margaret Turner. Éramos buenas amigas y buenas vecinas, nos llevábamos generalmente bien y no teníamos discusiones. Nos tratábamos con cortesía y con amabilidad, y teníamos un fuerte vínculo que nos unía. Ambas habíamos perdido a nuestros maridos en la guerra, y al enviudar no pudimos tener hijos. Fue así como surgió una bonita amistad.
Después de algunos meses ella me reveló que tenía un proyecto en mente, algo que, según sus propias palabras, podría hacernos quedar en la riqueza. Su plan era muy simple, pero podría funcionar; ella quería montar una pastelería y necesitaba alguien que pudiera aportar la mitad del dinero para solventar los gastos que acarrearía la construcción del edificio. Además, me dijo que sería, al haber puesto mitad del dinero, una especie de socia en el negocio. Señor Evans, esa fue la peor patraña y mentira que he tenido que soportar en mi vida. Esa arpía demostró ser una víbora traicionera.
Como no tenía ningún motivo para sospechar de negras intenciones accedí a prestar el dinero necesario, que era parte de un subsidio otorgado por el estado como viuda de guerra. Luego de poner el dinero ella construyó la pastelería y montó grandes puestos y estanterías. Cuando fui a preguntarle sobre el negocio se negó a admitir que habíamos hecho un trato, negó rotundamente que yo le hubiera prestado el dinero e incluso intentó cobrarme unas masas que ni siquiera había tocado. Señor Evans, eso fue una gran humillación para mi persona. Me robó, literalmente, el dinero y lo usó para quedarse con esa cochina pastelería suya. Por eso he tratado de incriminarla de robo.
-¿Por qué con manzanas?
-OH, porque no se me ocurría nada mejor. Padezco de reuma, sabe usted, y ya me quedan pocos años de vida. No estoy como para andar planificando grandes crímenes complejos, ni pensando en las manzanas que usa para hacer los pasteles. Lo admito, señor Evans, será una verdadera ridiculez, pero esto es todo lo que he podido hacer.
-¿Ya lo había intentado otras veces?
-¡Bah! –Contestó la anciana-. Miles de veces he llamado a Scotland Yard, a la policía y a más detectives privados. Todos han dicho lo mismo…
…-“No encontramos pruebas concluyentes, señora. Va a tener que olvidarse del asunto” –añadió Adan en tono mecánico-.
La mujer se quedó mirándolo y con ojos como platos dijo: -En efecto, eso mismo dicen. Creo que, hasta la fecha, usted ha sido el único capaz de desentrañar qué fue lo que ocurrió en realidad.
Mi amigo rió y luego, con los ojos llorosos, dijo: -Bueno, si he superado nuevamente al cuerpo de Scotland Yard, puedo decir que me siento alagado y plenamente conforme de mis actividades. Ha sido un caso, si se quiere, sencillo y bastante simplista; sin embargo, la historia que encierra detrás es el verdadero caso-.
Cuando Adan Evans terminó de hablar se hizo un profundo silencio. Así permanecimos durante una hora y luego, incorporándose, mi amigo dijo: -Temo que no pueda hacer nada para que la señora Margaret Turner pague su castigo por haberle robado, tan vilmente, su dinero. Pero –añadió al ver la expresión de la anciana-, olvidé mencionar que no hay ninguna forma legal de que ella pague el castigo-.
Me escandalicé completamente.
-¡Adan Collins Evans! –protesté-. ¡En qué estás pensando! No me digas que ha…
…-No haré nada ilegal, propiamente dicho. Llamaré a Randy para que se encargue de eso. Aún así, usted –dijo mirando a la amable señora-, debería dejar de hacer estos intentos. Dentro de dos días tendrá una agradable noticia, aunque no podrá recuperar su dinero, verá cómo actúan las ruedas de la vida.
Tras esto, profirió una pícara risita y se frotó las manos. La anciana y yo estábamos muy aturdidas, pero decidimos callar y esperar.
Así partimos de la mansión de aire señorial y volvimos al 225b de Backer Street.
Ya entrada la noche estaba revisando unos apuntes y otros papeles, mientras pensaba en la escena de mi prometido. Había recibido un telegrama en el cual me hacía un reproche por el hecho de no haber asistido a la reunión. Al ver mi ataque de histeria, Adan se limitó a carcajear y seguir revisando sus anotaciones.
Tras terminar de ver los apuntes dirigí mi mirada hacia su persona, y con voz desinteresada pregunté: ¿”Cómo lo descubriste”?
-¿¿El qué? –respondió Adan Evans con aire soñador-.
-Vamos, Adan –repuse-. Nos conocemos desde hace años y yo sé de todas tus costumbres y manías, deberías tú también recordar mis hábitos y rutinas. Ya sabes a qué me refiero.
Adan sonrió, y de forma condescendiente bajó la cabeza.
-Has acertado, amiga –dijo-. Tienes mucha razón, y precisamente, sé a qué te referías, sólo me gusta verte enrabietar. Pero sí, el caso… la pista… Um… lo lamento, creo que se me olvidó.
Me levanté fúrica y lancé varios almohadones hacia donde se encontraba Adan. A pesar de sus intentos por protegerse con manos y brazos, no pudo evitar algunos golpes. Y aún así, se le veía contento.
-Al final he cumplido mi cometido –dijo burlonamente-.
No pude creer la facilidad con la que lo había conseguido, pero con esa declaración tan sencilla y a la vez tan cierta comencé a reír desaforadamente. Después de un rato, dije entre hipidos: -De acuerdo, ya te has divertido a base de mi rabieta, ¿Serías tan amable de decirme cómo lo resolviste tan fácilmente?-
-OH, como ya te dije, fue cosa de nada –musitó, levantándose hacia la mesita donde reposaba la última porción de tarta-. Todo lo descubrí basándome en este pequeño postre.
Destapó el pedazo de pastel y me lo mostró.
-¿Recuerdas cuando la anciana señora nos trajo el suphlé que no había levado bien? –preguntó-.
Asentí, instándolo a continuar.
-Pues, esa fue una gran oportunidad para que yo pudiera hacer mis pesquisas. Desde el principio supe que algo extraño había en toda esta historia, y sospeché de la señora Lemon. No sabía porqué, quizás sólo una corazonada, pero había algo que me inducía a desconfiar de su versión de la historia. Como siempre, intenté acallar mis intuiciones, e ir, en parte para saciar mi curiosidad, en parte para que la señora se quedara tranquila, a su casa al día siguiente. Al llegar, lo primero que busqué con la mirada fue la pastelería que ella había mencionado, y la encontré, precisamente al lado de su hogar. Luego, con la vista, busqué el manzano que había mencionado y vi que, efectivamente, estaba en medio de ambas casas, y casi junto a la medianera que separaba los jardines. Más tarde tendría que investigar todo mejor.
Luego entramos a la casa, y después de algunas preguntas sentí la necesidad de comenzar mis indagaciones, ya que el tiempo apremiaba. Cuando la mujer llegó con el postre mal hecho, aproveché para salir de la casa. Era el único momento que había tenido y me apresuré a comenzar. Había ido sabiendo que buscaba algo, un cabo suelto, algo que no encajara, y lo encontré. Las manzanas del árbol que poseía Lemon eran manzanas arenosas y blandas; sin embargo, las manzanas arenosas no sirven para hacer tarta de manzana. Comprobado ya este punto, tenía una pregunta resuelta. ¿Si las manzanas arenosas no se usan para las tartas, porqué robarlas para hacer tartas? No tenía mucha lógica, por tanto, debía ser algo inventado.
Mi siguiente paso era verificar cuántas manzanas se habían “robado”. Menuda sorpresa me llevé, al ver que el árbol estaba repleto de manzanas. Dicho de otro modo, allí no faltaba ni una sola manzana. Aún así podía existir la posibilidad de que se hubieran caído seis o siete… pero en el suelo no había nada. Nada, absolutamente nada, me indicaba que allí se hubieran sustraído manzanas.
Después fui a la pastelería y compré esa tarta que comimos como postre. Y, como no podía ser de otra manera, decidí preguntarle a la dueña del establecimiento con qué tipo de manzanas se hacían las tartas. La respuesta, tal y como yo esperaba, era con manzanas duras y jugosas.
Decidí estar seguro y comprobarlo. No es por presumir, pero al crecer con una madre que fue pastelera toda su vida uno sabe reconocer todos los ingredientes, a simple vista, que componen tal o cual postre. Si a alguno de esos pasteles les habían puesto una manzana arenosa, lo habría sabido inmediatamente.
Claro, siempre existía la posibilidad de que el pastel con las manzanas de Antoniet Lemon ya hubiera sido vendido, pero como apunté anteriormente, no se había sacado ninguna manzana del árbol; con lo cual, se daba por sentado que:
1) No se habían robado manzanas. El árbol no presentaba menor cantidad de manzanas de las que tendría que haber tenido, y es ilógico robar manzanas arenosas para hacer tarta de manzana.
2) 2) La mujer, evidentemente, estaba mintiendo. Ya he descubierto el porqué, y ahora admito que este caso fue de lo más sencillo e insignificante que he tenido que tratar. Y tú, más que nadie, Cath, sabes cuántos casos insignificantes he tenido que atender, ¿verdad?

Volvimos a sumirnos en un agradable silencio, mientras yo repasaba las conjeturas y teorías de mi amigo. No podía dejar de maravillarme por lo sencillo de sus razonamientos, y por lo práctico de su accionar. Después de un momento recordé algo, y con voz interesada pregunté: ¿”Para qué llamarás a Randy”? ¿”No le harás nada malo a Margaret Turner, verdad”?
-¡Cath! –protestó-. ¿Me consideras un criminal? No, no, mi querida amiga. Digamos, simplemente, que la señora Turner tendrá que enfrentarse a algunas cuestiones dentro de tres días. Es una pequeña retribución por haber robado ese dinero, y por ser una mala persona.
No entendí bien las palabras de Adan, mas el periódico de tres días después me haría comprender su significado. En el Daily Telegraf se veía una fotografía de la pastelería y un titular que rezaba:
“Insalubridad en los Pasteles”.
Una columna de texto decía lo siguiente:
“La noche pasada, del mes de marzo fueron encontrados, en la pastelería Turner&Family, varios nidos de ratas. Al parecer, y según los chequeos de la policía científica, las ratas habrían estado allí durante más de quince años y los productos comestibles que produce la pastelería podrían estar contaminados.
Su dueña, Margaret Turner, anuncia: ‘Mi pastelería es limpia, sana y jamás hemos recibido queja de cualquier cliente por el mal estado de nuestros alimentos. Somos serios y respetables, y no somos tan imprudentes para dejar un nido de ratas durante quince años en las bodegas y almacenes’.
Las autoridades siguen investigando el caso. No se podrá penar a alguna sentencia a la señora Turner; aún así, se ha ordenado que, por el momento, la pastelería quede clausurada por fumigación e insalubridad. Esto le ha significado una fuerte pérdida de dinero a la señora Margaret Turner”.
Al leer el artículo me volví hacia Adan y arqueé las cejas en señal interrogativa. Me devolvió el gesto y le pasé el artículo. Le dio una leída rápida, luego se encogió de hombros y negó con la cabeza.
-No, Cath –dijo-, yo no le pedí a Randy que hiciera esto. Yo le pedí que encargara ciento cincuenta pasteles de manzana y que después no los reclamara, no sé cómo o quién pudo haberlo hecho.
Me sorprendí bastante. Cierto era que él tenía una mentalidad algo infantil, y que usualmente no querría el mal para nadie, pero la broma de los ciento cincuenta pasteles era muy estúpida. Sea como fuere, la señora Margaret Turner recibió su merecido. Y aún hoy recuerdo con cariño, este curioso suceso.
siempre quise saber si Randy había cumplido con el pedido de mi amigo, pero jamás tuve la oportunidad de preguntarle. Después de todo, cuando me iba aquella noche, vi como Adan, con una sonrisa pícara en los labios, tomaba el periódico y releía con un brillo de satisfacción en sus ojos, el artículo que narraba la desventura de Turner.
Y este es, en su totalidad, el acontecimiento que quedó registrado en los anales de Adan Evans bajo el nombre de la manzana de la discordia.


Sir Nícolas Vásquez de Aragón.







15 comentarios:

Nicolás dijo...

Allí lo tenéis... no me termina de convencer... Pero bueno, de algún modo se tiene que comenzar este gran camino que es el mundillo de la literatura. Lo dicho, espero que lo disfrutéis y que no me tiréis demasiados tomates. XD Ahora sí, buenas noches... que me estoy cayendo de sueño...

Anónimo dijo...

Buenos días Nícolas.

Me alegra ver que me has hecho caso y has dejado lo de las ratas. La verdad es que me gusta más y le da un final como de "justicia divina"

Y ya sabes lo bien que me caen esa pareja. Espero seguir leyendo más de sus aventuras.

Nicolás dijo...

¿Y los tomates? No, hombre... que de verdad me esperaba tomates! ¿En serio te gusta, Jengibre? Confío en tu criterio, sé que después de tantos años de lectura ya eres una lectora empedernida y sabrías si ese texto está bien o no... pero en fin.
Un placer volver a tenerte por la salita, un gusto que nos puedas honrrar con vuestra presencia. Y sí, habrá más de esta intrépida pareja de detectives... ¿Qué creíais? ¿Qué no le iba a copiar a Doyle? XD
Muchas gracias por pasarte y por comentar nuevamente. Como ya te dije... ¡Mucha suerte de Elfo en tu nuevo emprendimiento!

Anónimo dijo...

nícolas ¿quieres que te tire tomates?

No, eso lo dejo para las arpías del taller. ;)

Sólo espero que al final no tires al pobre Adan por una cascada o algo así...

Nicolás dijo...

OH, no, no quiero que me tires tomates... sólo temía que alguien quisiera hacerlo.
Tienes razón, esa es labor de las brujas del taller de literatura.... aunque hoy faltó una, y la otra es menos bruja... aunque no deja de serlo.
No, tranquila.... puedo adelantar que algo le ocurrirá a Adan, pero no caerá por la catarata de Reinchenbach, y tampoco saldrá de la nada como arte de magia. El canon ya está organizado en mi cerebro.... esperemos que algún día pueda terminarlo.
Gracias por tu apoyo, amiga. Realmente, es un placer haberte conocido y contar con vuestros ánimos y vuestras sonrisas, que impulsan a continuar.

Pronto tendrá una nueva entrega de las aventuras de Adan Evans.... así que sean pacientes, que pronto publicaré el misterio del laboratorio. Pronto verán a Adan Evans y Cath Clathord actuando nuevamente, para resolver un crimen.
AVANCE:
Una fría noche el profesor Rector de la Universidad de Oxford llegará a pedirle consulta a Adan EVans. El joven investigador accederá a investigar el caso de Daphne Windar, develando las circunstancias de su extraña muerte en el laboratorio de zoología.

Anónimo dijo...

Me alegra saberlo porque ¡¡¡¡los tomates están carísimos!!!!

Ya estoy impaciente por leer la saga completa de mis detectives favoritos...

Pero que conste que con esto no quiero que te sientas presionado...

Nicolás dijo...

Oh, tranquila.... no siento que me presionas, al contrario, siento que te gustó la historia de este par. ¡Menos mal! No me gustaría arruinarme el traje que me pongo para disertar en el atrio del salón.... XDDD
Como veo que tú te has quedado con ganas de seguir viendo avanzar esta historia os tengo una propuesta a todos los visitantes y bibliotecarios del salón. Tengo el Misterio del Laboratorio a las puertas de la vida, pero no quiero publicar inmediatamente ya, sino, el jueves que viene, para hacer algo más periódico y regular. Así... ¿Les parecería bien que publicase el misterio del laboratorio el día jueves?
Y... lo más importante de esta entrada es que.... ¡felicitadme! He logrado introducir una cita en la entrada, ya sé crear enlaces y se puede decir que avancé todo lo posible en esto de la informática. ¡He superado mi odio a las nuevas tecnologías! Ahora sólo resta esperar que ella dejen de odiarme. XD

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Muy interesante la historia. Me gusta la originalidad a la hora de llevar a cabo la investigación. Sin embargo, veo al personaje, cómo decirlo, un poco creído de más, y las reacciones de la gente ante su inteligencia demasiado exageradas. Aún así, lo dicho, muy interesante.

A la espera,
Los Fantasmas del Paraíso

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Ahora que leo tu comentario: a mí me parece perfecto lo de los jueves. Sin agobios, que tampoco pasa nada si alguna semana te retrasas, pero la regularidad está bien.

Nicolás dijo...

¡Bienvenido otra vez, Fantasmas! Y me alegra que hayas notado eso, porque, efectivamente, eso quería hacer notar al no querer.... (hoy estoy cacofónico, así que lo hago intencionalmente). En fin, decir que el personaje tiene su dosis de vanidad y egocentrismo, y sí... tal vez exagero en las reacciones de la gente para con sus deducciones; pero es para acentuar ese aire de: "Aquí está el detective que lo sabe todo". Lo hago así de vanidoso y ególatra porque está basado en el viejo Sherlock Holmes y Watson siempre cuestionaba que su amigo era muy engreído y pedante al hablar de sus facultades y talentos. El aire de: "OOOOH... llegó ADAN EVANS"! Lo pongo para acentuar eso de: "Por aquellas fechas mi amigo alcanzaba gran renombre en toda Europa"....
Sobre la fecha de publicación del próximo relato, no estaba hablando de publicación periódica. Como digo al comienzo de la entrada, no establezco un día fijo, porque hacer las entradas del salón toman mucho tiempo, ya que las organizo como si estuviera organizando algunas charlas, o alguna clase esporádica. Así que intent que los lectores reciban material de calidad para poder estudiar... por eso es la irregularidad de las entregas. Sin embargo, ya tengo listo el Misterio del Laboratorio, y por eso les prometí publicarlo el jueves que viene.
Ahora bien, aprovecho que eres investigador.... fuera del relato, de la historia, y del contexto... ¿Qué te ha parecido la lógica del enigma en sí misma?

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Sobre lo de la lógica... debo decir que personalmente nunca habría pensado que tenía que ver con los tipos de manzanas, la verdad. Si me hiciera investigador profesional, pues por lo del árbol, que sino el caso quedaba apartado... Pero como dije antes, me gustó la manera de descubrirlo, así de cháchara como quien no quiere la cosa y ¡zas! En toda la boca.

Hablando de investigaciones, voy a ver cómo va la de La Sociedad, que la verdad de este último caso estoy pasando bastante y me da rabia después de lo bien que estuvo el anterior...

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Ey, hablando de nuevo sobre investigaciones y sobre La Sociedad, sabed que he visto el primer capítulo de The Forgotten, una de las series cuyo estreno anunciaba en mi blog, y me ha recordado mucho a ésta. La protagonizan un grupo de voluntarios que se dedican a buscar las identidades (y más tarde los asesinos) de las víctimas no identificadas y con las que la policía se ha rendido. La mar de interesante.

Nicolás dijo...

esto es un sencillo simulacro para ver si estoy manejando bien el HTML:

El Blog de Adrián Paenza

Es un intento de enlace, si no funciona.... felicitadme, esta entrada se ha convertido en una más de odio a las nuevas tecnologías. XD Fantasmas, ya te contesto, amigo. Que he estado ocupado con este tema del HTML...

Nicolás dijo...

Chicos, lo he conseguido. XD Al fin he creado esa maravilla denominada enlace en un comentario, usando los códigos de HTML correspondientes. Ahora queda esperar que pueda hacerlo otra vez XD
Fantasmas, no he visto esa serie de la que hablas, como ya te expliqué no soy muy asiduo a la TV, pocas series y nada más.... sin embargo, esa de la que hablas me ha terminado por convencer, y veré cómo conseguirla. Me alegro de que os haya gustado, y el cuento tenga alguna similitud con alguna serie policial. Nuevamente, gracias por su paciencia y por sus apoyos.

Nicolás dijo...

Bienvenida, Jengibre. Razón tienes en un punto, me centro mucho en ciencias exactas y ciencias de la naturaleza. Lo que ocurre es que son mis preferidas, y de las que me gsuta hablar. Pero me alegra que hayas introducido nuevas materias y asignaturas. Además, como dice el Sr. Paenza en su epílogo, él las aplica en clases de matemáticas... pero pueden ser aplicadas -después- a todas las asignaturas.

No, tranquila, te he entendido a la perfección. Lo que quieres hacer ver es que las persepciones de las personas varía según el individuo, porque nadie es igual a otro, nadie tiene los mismos intereses, las mismas metas, y el mismo pensamiento. Es precisamente, esa diferencia entre todos los seres humanos, que nos hace ricos y nos da mucho en qué pensar. ¿Te imaginas qué monótono sería el mundo si pensáramos todos igual?

Veo que tu maestra de Lengua y Literatura era bastante exigente... pero lo bueno es que pudiste aprobar la selectividad, ¿no? Y sí, hay maestros que no son buenos, y no enseñan nada... y de lo poco que enseñan poco queda. He dicho ya en el blog de Fantasmas, que el ser humano registra sólo un 33% de todo lo que ocurre a su alrrededor.

Y no digas que es de tiempos inmemoriales. XD Si te pones a pensar, no hace tanto de ello. Tendemos a verlo todo desde nuestra perspectiva, pero nos olvidamos de que el tiempo es muy relativo. Además, la sabiduría de las generaciones pasadas tiene que servirnos para mejorar más... y muchas veces lo nuevo no suele ser tan bueno como lo antiguo, créeme. En mi país se están plateando volver a poner el sistema que suprimimos hace quince años, porque en estos últimos quince años el desempeño ha sido desastroso (sí, como la D que ponía Snape).