lunes, 27 de diciembre de 2010

Los efectos secundarios del oficio



Para los que no entiendan de qué va este post, os recomiendo leer la ida de olla que publiqué en agosto sobre Drácula y entonces lo entenderéis todo. Como dijo Fantasmas, estoy hecho un filósofo, y eso implica, en cierta medida, comenzar a verlo todo con una perspectiva un tanto... particular.

En este momento, toda la audiencia piensa que ese "particular" no ha sonado (en caso de que lo estuvieséis leyendo en voz alta) muy convincente. Para abreviar, estoy perdiendo la cabeza y esto se está comenzando a notar en las cosas en las que me fijo. Y hoy vengo a advertir a gran parte de la población.

Cuando uno comienza a leer cuentos policiales piensa que no habrá ningún riesgo, doctora... Es casi un juego, un divertimento más de entre los que se pueden conocer... Uno lo hace con la sana intención de entretenerse un rato. El problema está cuando los cuentos policiales son extraordinariamente meticulosos. Uno comienza, en primer lugar, a crear sus propias historias, crímenes y personajes, y se adapta a ver las cosas del punto de vista del escritor. Y luego comienza el planteo de la lógica. Uno comienza a ser crítico, razonador abstracto y matemático al mismo tiempo que se quiere seguir siendo "poeta", por así decirlo. Creo que el resultado no puede ser bueno, ¿verdad? Doctora, siento que algo crece muy dentro de mí y que se está apoderando de todo mi ser, y va más allá de lo que pueda evitar... ¿Transferencia? ¿Y qué es eso? Ah, claro. No, no es eso, se lo puedo asegurar... Es algo mucho más profundo y degenerativo... es un efecto colateral de comenzar a comprender mucho más a fondo un océano demasiado profundo para la mente humana. No me extraña que Poe hubiese perdido la cordura y que Doyle se hubiese abocado al espiritismo... es lo más normal del mundo, doctora... Y siento que necesito ayuda.

Damas, caballeros, a continuación pasaré a mostrarles el peligro oculto que se escuende y no se mostra en el razonar la teoría policial de Edgar Allam Poe...
... redoble de tambores...
...
... con ustedes, el cómo se va degenerando una mente hasta la más primigénea muestra de estupor. ¿A que no lo he hecho bien? Desde agosto a esta parte, ¿he mejorado mucho o poco?

El otro día escuché este chiste:

Había tres limpiadores de ventanas en el decimoquinto piso. Un estadounidense, un italiano y un argentino. Llega la hora de almorzar, y los tres deciden seguir sobre el andamio en el decimoquinto piso y comer allí.
En ese momento, al sentarse, comienza a hablar el estadounidense.
—Si mi esposa me puso una hamburguesa en la vianda —dice—, yo juro por mi madre y por mi honor que me tiro al vacío.
Cuando abre la vianda, en efecto, había una hamburguesa. El estadounidense, fiel a su juramento, se suicida lanzándose desde el decimoquinto piso.
Luego el italiano toma su vianda y dice:
—Si mi esposa me ha puesto pasta para almorzar, entonces juro por mi hombría y por mi patria que me suicidaré.
Abre la vianda y, efectivamente, allí se encuentra con la pasta pronosticada. Fiel a su juramento, sigue el ejemplo del norteamericano.
El argentino entonces dice:
—Si mi mujer me puso aquí una empanada, juro por mi madre y por mi patria que me lanzaré al vacío.
Abre la vianda de la comida y oh sorpresa, empanadas. Fiel a su juramento, sigue el camino del norteamericano y del italiano.
Más tarde...
... las tres esposas de los tres limpiadores en el velorio. Como eran amigos y camaradas los estaban velando a los tres juntos. La mujer del norteamericano y la esposa del italiano estaban hechas un sólo llanto. En cambio, la mujer del argentino permanecía impertérrita.
Las dos viudas dolientes se acercan a la tercera y lle recriminan:
—¿Por qué no lloras, perra insensible? ¿No te das cuenta de la tragedia que hemos sucitado?
—¿Qué tragedia? —pregunta la argentina.
—¡Nuestros maridos! —grita la norteamericana—. ¿No te das cuenta de que fue por nuestra culpa que se tiraron al vacío? Nosotros fuimos quienes le preparamos la vianda de comida, nosotra le pusimos las comidas por las que juraron y por las que atendieron a su juramento...
—... ustedes —dice la argentina—. Pero la vianda de mi esposo se la preparó él mismo.


Chiste malo, lo sé. Pero es tan malo que incluso da risa. Pero yo no me reí. En ese instante comencé a procesar la escena del crimen con los datos que tenía. Aquello no era un juego. Sabía que habían quedado pocas pruebas a nuestra disposición, pero debíamos trabajar con lo que fuese necesario. Aquello no tenía explicación. La comida dejada atrás podía decirnos bastantes, pero ninguna prueba nos conduciría a saber qué habían dicho los trabajadores antes de suicidarse, ni si ellos mismos habían elegido el suicidio.

En ese momento comprendí que algo andaba mal. Alguien sabía demasiado en este caso, y teníamos a tres sospechosas entre manos. ¿Cómo habían podido saber las viudas que sus maridos habían jurado suicidarse si encontraban tal o cual comida en sus viandas, si hasta el momento los únicos que lo sabíamos éramos nosotros?

Sería difícil, tratándose de un hecho tan funesto, pero comenzaría a investigar una historia que parecía graciosa, pero que en realidad tenía muchos puntos flojos.

Superadlo, en serio, os invito a superarlo. Y por supuesto, mi estimado público, vosotros diréis si sigo tomando los psicofármacos o si disminuyo las dosis.

2 comentarios:

Los Fantasmas del Paraíso dijo...

Lo primero, me he partido con el chiste xD Eso sí, si el argentino fuera estricto con su juramento no tendría que haberse tirado, porque él dice "si mi mujer me puso aquí una empanada", y no se la puso: se la puso él xD. Sí, es de psiquiátrico, pero anda que lo tuyo de analizar el escenario de un chiste como la escena de un crimen xDD

Cualquier día apareces vestido de Sherlock por ahí adelante!! xDD

Un saludo.

Nicolás dijo...

1. ¡Feliz Año Nuevo! Lo sé, esto va en la entrada correspondiente, pero lo digo aquí por si luego el (mode ironía on) "amado y bello" (mode ironía off) Firefox me deja comentar en el post antes aludido.

2. Ahí está el chiste. El argentino era tan bestia (¿se nota que quiero a mi país, eh?) que no recordó siquiera que él mismo se había preparado la lonchera. La versión original del chiste estaba hecha con vascos, que aquí tienen fama de brutos, y confieso que yo habría podido modificarlo para que fuesen polakos (que creo que en EUA también tienen fama de torpes), pero me pareció bien decir "Nosotros también tenemos nuestro grado de torpeza, ¡reconocedlo!". En suma, el chiste es gracioso XD

3. Qiero añadir dos preguntas a la investigación que principié: 1- ¿cómo sabemos el motivo del suicidio? 2- ¿quién nos contó esta historia, la misma que profesan las viudas? Hay mucho cabo suelto. Pero el rastro se ha enfriado, mucho me lo temo. Esperaré a que haya novedades en la investigación. Tengo a un agente no oficial de Backer Street que me está haciendo algunas averiguaciones. No os adelanto nada, por si acaso termina siendo un cabo roto.

4. Lo dicho. Conmigo fuera del manicomio, el mundo corre un gravísimo peligro. Pero anda que no es genial la idea del atuendo de Sherlock. En marzo, cuando comience a hacer frío (si comienza a hacer frío, mejor dicho), me arriesgo y comienzo a usar gabardina XDDD