domingo, 23 de enero de 2011

Parque Jurásico y El mundo perdido - Michael Crichton



Siempre me gustaron los dinosaurios. Insto a alguien a que diga lo contrario en su infancia (en cuyo caso, y si resultare que a alguien de verdad no le gustaban, entonces el bonito rostro que me iba a quedar). El mismísimo Arthur Conan Doyle, quien hoy es tristemente conocido sólo por sus obras policiales, fue un precursor poco reconocido en las obras de ciencia ficción. Le atribuimos sólo la creación de Sherlock Holmes, pero en realidad él es —Arthur Conan Doyle, no nos confundamos con el detective— uno de los padres de la novela de ciencia ficción. El profesor George Edward Challenger, el gorila vestido de traje con letra de alambre de púas, es casi tan conocido como Sherlock Holmes, caballero del reino, para aquel que sea admirador incondicional de Sir Arthur Conan Doyle, prolífico escritor y médico graduado.

Challenger es un tipo extraño, demasiado excéntrico y con ideas un tanto extravagantes sobre la ciencia y lo que nos rodea. Es todo un incomprendido, y como tal, me fascina en muchas de sus facetas. Sus reverencias burlonas a Sumerlee o su clásico: "¿Quiere alguna otra comprobación de que en la maldita meseta hay vida animal?", preguntó mientras sujetaba el mentón y la nuca del anciano profesor y las encaminaba hacia la visión de una serpiente bajando de la ladera... es inconfundible para todo buen friki que se aprecie de querer a Conan Doyle. Fue este mismo sujeto, Arthur Conan Doyle (si pronuncias muchas veces su nombre aparece detrás de ti), el que escribió una de las novelas más soberbias de ciencia ficción que se han escrito en la historia del mundo mundial.

Hablo de El mundo perdido, una novela que no tiene desperdicio. No es de esta novela de la que va el post, pero es necesario hacer un alto aquí para ponernos en contexto y entender la obra de Michael Crichton, si bien a primera vista la semejanza que guardan no es de un orden mucho más profundo de lo que podemos apreciar. En resumidas cuentas, para ir directo al centro del post, el profesor George Edward Challenger es un gran científico que llega de una exploración desde Sudamérica, y en un determinado momento, al tiempo que soltaba cosas como "he visto animales fantásticos", pierde toda su credibilidad y se transforma en el blanco de las burlas de toda la comunidad científica (y de la comunidad ordinaria también, para qué negarlo). En consecuencia, el profesor adquiere una actitud retraída, bohemia y malhumorada en todos los aspectos de su desdichada vida. Odia y aborrece a los periodistas, a los que saca a patadas (puñetadas y golpes con sillas) de su casa cuando van a interrumpirlo, o eleva a su esposa hasta sentarla en una columna de mármol de más de dos metros (a lo que uno se pregunta "¿en qué estaba pensando esa mujer al casarse?"). En un momento dado de la historia, un periodista, arrebatado por las garras de un cruel amor que le exige azañas heroicas, decide enfrentarse a Challenger y descubrir, quizá en busca de una nueva aventura, cuál es el secreto que encierra su misterioso viaje. Con ayuda de un sujeto que es bacteriólogo, logra entablar contacto vía carta con el profesor, con la vana esperanza de poder engañarlo y hacerle creer que él, Edward Malone, es un estudiante de ciencias interesado en su trabajo y que cree poder aportar algo nuevo y que sirva como comprobación de sus hallazgos. El profesor Challenger accede a concederle una entrevista, y ahí Malone se percata de que no será tan fácil. Después de puños, patadas, sillas y adoquines, el profesor Challenger invita a Malone a retornar a su estudio, y es en esa entrevista en la que le revela una gran verdad, un nuevo descubrimiento. ¡Ha encontrado un mundo en el que seres prehistóricos aún continúan viviendo! Guiándose por las habladurías de los nativos (y por los restos de las pertenencias de un artista norteamericano que había estado en el mundo perdido con anterioridad), encuentra por fin la meseta en la que logra matar un pterodáctilo, consigue fotografías extraordinarias y termina perdiendo absolutamente todo cuando su balsa termina cayendo en uno de los rápidos. Esa misma noche, el profesor Challenger es invitado a una conferencia como panelista, y en cierto punto en que el conferenciante menciona, en medio de un relato pintoresco sobre la creación, el origen de la vida y la evolución de las especies, la extinción de dinosaurios, el ponente Challenger dice con toda la potencia de un toro bramador "¡PROTESTO!". tras un largo rato de cachondeo, el profesor termina exponiendo sus hallazgos, y se termina proponiendo una excursión para corroborar o refutar el encuentro de esa meseta prehistórica de la que habla el brusco profesor. Edward Malone (¿cómo no?, Lord John Rosthon y el profesor Sumerlee son los expedicionarios que se embarcarán hacia Sudamérica para encontrar esa meseta, oculta en las profundidades del Brasil, guiados por las instrucciones de Challenger en un sobre. Tras un largo viaje y una larga espera, llega el momento de abrir el sobre, ya en tierras sudamericanas, y el profesor hace una triunfante aparecida para revelar que él será el verdadero guía. Y las novela discurre en una serie de aventuras que conducen a la Tierra de Maple Withe, como deciden nombrar aquel prehistórico lugar. Monstruos gigantescos y terroríficos deambulan por la meseta, protegidos por una extraña catástrofe natural. Y la novela es excelente. Os la recomiendo, porque tiene momentos imperdibles.

El planteo de la presencia de esos animales aquí es el siguiente: En un momento dado, un movimiento de las placas tectónicas hizo que esta meseta se elevara, elevando a toda la fauna y la flora que contenía. Por consiguiente, este submundo quedó aislado del resto de la tierra, de modo que las leyes que regían fuera de la meseta no eran las mismas que las que imperaban dentro. La novela discurre en que, sea cual fuese la causa de la extinción de los dinosaurios, esas causas, esas leyes externas, no afectaron el mundo que estaba contenido en la meseta, por lo que estos seres prehistóricos no supieron nada de una gran extinción, de un desarrollo de nuevos seres dominantes. Estos seres siguieron sus vidas como si nada hubiese cambiado, y ahora los nuevos colonos han llegado para estudiar, para tener la posibilidad de estudiar a detalle la vida prehistórica. Este es, a lo mejor me dejo algún otro en el camino, el único planteamiento extraordinario que se propone en toda la trama, y el resto son aventuras y mucha comedia (al menos yo lo veo así). Challenger se luce con todo en esta obra, de eso no cabe la menor duda. La sola posibilidad aterra y fascina, la sola posibilidad de que seres de otro mundo, de otro tiempo, de otra historia, puedan permanecer vivos a nuestro lado, sin que nosotros lo sepamos. He aquí la grandilocuencia con que Doyle enfoca el tema. Es ciencia ficción, pero también es fantasía. No es una ciencia ficción filosófica, como la de Bradbury, y tampoco es una ciencia ficción técnica, como la de Verne, es una ciencia ficción natural, meramente abocada al y si... ¿Y si no estamos solos? ¿Y si ellos siguen aquí? ¿Y si la verdad está ahí afuera? Huy, qué mal que estoy.

El concepto en el que basa su argumento es simple. Y por esa simpleza, fascinante y atrapante. No te deja indiferente. Y por supuesto, con el amargo tono de Conan Doyle, la novela termina con la aventura venciendo al amor, al joven Malone volviendo con la cabeza gacha a organizar una nueva expedición a la Tierra de Maple Withe, y rebautizando el Lago Gladys a simplemente Lago Central (esto es lo verdaderamente innovador de Arthur Conan Doyle; ¡cualquier otro escritor habría dicho lo contrario!).

Michael Crichton fue un antropólogo que nación en Chicago, en Ilinois, al igual que Ray Bradbury, y de su pluma nacieron grandes relatos que todos conocemos. Como curiosidad, Arthur Conan Doyle fue médico, pero siguió escribiendo a causa de que no tenía clientela y sí mucho tiempo libre, y Crichton también estudió medicina, dedicándose por completo siempre a la literatura.

Quizá la obra más conocida de Michael Crichton, debido a su adaptación cinematográfica, sea Parque Jurásico, aunque veo que ha escrito mucho más durante toda su vida y quisiera profundizar en estos libros que tengo aquí cuando esté más desocupado. Es ciencia ficción. Es en muchos aspectos semejante a la de Julio Verne, pero roza también un aspecto natural que es el que se profundiza en la película. Sobre filosofía... discurre sobre un tema filosófico en cierto momento del libro, pero no es una filosofía hogareña como la de Bradbury. Bradbury trata temas muchos más profundos, muchos más complejos y con mucha más sencillez, reduciéndolo todo a una pregunta que origina la filosofía. Como se escribió en Fides et ratio, la filosofía es una ciencia inútil por naturaleza, porque no da ningún beneficio tangible a los seres humanos, y el beneficio que aporta es insustancial. Sin embargo, la filosofía nace de una pregunta que el ser humano se formula a sí mismo por la natural inclinación a conocer la verdad, la curiosidad, la capacidad de querer encontrar el origen. Esto nos define. Buscamos el origen y la verdad, tenemos una natural tendencia a querer saber qué es lo que nos ocurre. ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy? Son las preguntas que el ser humano se hace continuamente. Cuando yo era niño, al menos, me las hacía con mucha frecuencia, y como es lógico, no podía encontrar ninguna respuesta. Y ahora veo que esa frecuencia ha ido disminuyendo. Como dice Juan Pablo II en Fides et ratio, en el último siglo, el hombre ha perdido todo interés por la meta original de la filosofía (amor por la sabiduría) que era el conocer la verdad y contestar a esas preguntas. La filosofía se ha trivializado, y ya no busca las grandes respuestas, sino se limita a señalar las limitaciones de los seres humanos y a dejar de lado la idea de lo trascendental. Ray Bradbury pregunta algo escabroso y lleno de verdad: "¿Qué ocurriría si los seres humanos dejáramos de serlo?". No de una forma extraordinaria, no de una forma magnífica, sino en cosas sutiles, cosas que pueden vislumbrarse pero que nunca se tcharían de abismal peligro para los seres humanos.

La filosofía de Crichton es otro cantar. Es menos compleja, menos profunda, menos comprometida con la raza humana en términos de existencia, pero es mucho más compleja gramaticalmente hablando. Cuando uno lee a Bradbury sólo le basta ver la acción del cuento para entender la idea sin la necesidad de una explicación; con Crichton uno necesita una perorata para entender una idea filosófica muy limitada. Aún así, todo lo que Crichton menciona en estas obras (son dos libros los que he leído) son bastante interesantes y algunas me parecen dignas de ser profundizadas.

En principio cabe destacar una abismal profundidad con la película. La película es una porquería en comparación a la novela, y eso que a mí ese film me gustó mucho. La idea central es la que todos conocemos: "¿Se pueden clonar animales extintos? ¿Cómo? ¿Para qué? ¿Y qué ocurre después?". En ciertos aspectos, la novela supera mucho a la película. La película sólo betea en algunas cosas la parte más profunda, la parte filosófico y reflexiva del libro, y deja sólo la parte de acción, la parte de terror, la parte de aventuras... El libro, casi en su totalidad, es reflexión, la aventura es el añadido. Es un buen compendio de muchos géneros. La ciencia ficción, partiendo de ciencia y añadiendo un ideal fantástico, da el punto de arranque a la historia. El misterio en ciertas partes, sobre todo al principio, da origen a la puesta en escena de los elementos necesarios para el clímax. Ya en medio de la tensión de la expectativa surge la reflexión sobre la teoría del kaos y las ecuaciones no lineales. Se explora el complót, la conspiración y el espionaje industrial más a fondo. Del desconcierto pasamos a la explicación, se resuelven muchos misterios, se explica el proceso de clonación y develamos la parte de ciencia ficción (necesaria en toda novela que se precie). Y luego comienza el caos. Lo descontrolado. Lo irracional. La teoría del caos guarda profunda relación con el comienzo de la aventura: Todo sistema confuso e impredecible tiene cierto orden subyacente, y, al mismo tiempo, todo sistema en apariencia sencillo tiene resultados impredecibles. El aparente orden, el sistema cósmico que se ha manofacturado para establecer con claridad la vida de los animales, se ve derrumbado por una serie de factores que acaecen al mismo tiempo, echando por tierra las precauciones, las armas, la seguridad y todo lo que se había planificado. Y aquí comienza el descontrol o la crisis. Es la aventura.

Cuando vi la película, recuerdo que encontré que estaba calificada como terror, y ciertamente daba miedo... aunque era suspenso en realidad. El libro es una mezcla del terror y del suspenso, pero ninguno de los dos ocupan un lugar primo en el desarrollo de la historia. Me explico. Desde el principio sabemos que el principal peligro que corren los personajes es este: Estar libres en un lugar donde hay dinosaurios carnívoros libres. Al conocer el peligro que envuelve a los personajes, se esfuma uno de los principales elementos terroríficos de la trama. Si uno quiere dar miedo, lo ideal es que el peligro permanezca en la sombra. No. Desde el principio sabemos que hay Tiranosaurios y Velocirraptores y Dilofosaurios y que estos comen carne. Sabemos que los seres humanos son carne. Sabemos que los seres humanos no gobernaríamos el planeta de estar estas criaturas con vida. Desde ahí quitamos terror a todo esto. ¿Ergo? Tenemos que la principal fuente de terror es el suspenso. El suspenso de no saber en dónde están los dinosaurios, el suspenso de no saber por dónde van a atacar, el suspenso de entrar en un lugar oscuro creyendo haber oído algo en las sombras. Incluso el suspenso de no saber nada. De acuerdo, sabemos que son dinosaurios, pero ¿quién ha visto un dinosaurio antes? Reformulo la pregunta: ¿Quién ha visto a un dinosaurio libre antes? No conocemos sus reacciones, sus mecanismos de defensa actuando en la práctica, ni sus inclinaciones o tendencias, sus hábitos de cacería y su forma de reaccionar ante determinados estímulos. Esto es lo único que da miedo, lo demás es bagatela.

En la película, como es evidente, el terror incrementa porque la imagen causa más impacto, más sorpresa y más emoción (y aquí un punto a Spielberg, ha sabido darle el género de terror).

Fuera de eso, el caos reinante es contrapunteado constantemente con la teoría, con el método y con el orden. Y aquí conviene señalar a algunos personajes importante del primer libro.

Resultaría complicado determinar a un protagonista, aunque yo estoy, y esto es un análisis literario objetivo, no es cuestión de gustos, entre Alan Grant y Ian Malcolm. Vamos desde arriba, en tonalidad de do mayor...

Tenemos a Alan Grant, un renombrado paleontólogo que había sido consultado con anterioridad por un tal John Amond, un personaje desconocido, acerca de hábitos de dinosaurios recién nacidos. Él es contactado hacia el comienzo de la historia por John Amond, se le ofrece sesentamil dólares para ir a hacer unas verificaciones (prestar un servicio de consultoría) durante el fin de semana a una isla cercana a la costa oeste de Puerto Rico. Termina accediendo, sabiendo que ese dinero le ayudaría a financiar las excavaciones arqueológicas de los próximos dos veranos. La principal diferencia con la versión cinematográfica es que en el libro Grant sí conocía de antemano a Amond, aunque más no hubiese sido por teléfono. Al final, tiene otros detalles en los que difiere grandemente con la versión fílmica (por ejemplo, en la película Alan Grant se muestra reacio a entablar conversación con uno de los nietos de Amond, mientras que en el libro se maravilla al saber que el muchacho está fascinado por los dinosaurios).

Ellie Sattler. Paleobotánica. Alumna del profesor Grant. Ella también es contratada por John Amond como consultora durante ese fin de semana, recibiendo los mismos honorarios que su profesor. Se la describe como una mujer joven y muy activa, aunque en lo personal, y ya para señalar una crítica a este autor, el personaje me pareció demasiado hueco y vacío, muy clicheado.

Iam Malcolm. Un teórico y matemático. Un sujeto extraño, un gran friki de la informática y de la matemática y un engreído en toda regla. No obstante, a pesar de la carencia absoluta de humildad en este sujeto, termina siendo quien tiene la razón desde el comienzo. Un detalle significativo es que Grant representa la acción y Malcolm la teoría. A mitad del libro, cuando ya había soltado buenas perlas de sabiduría sobre la teoría del caos, ecuaciones lineales y no lineales, sistemas dinámicos lineales y dinámicos no lineales, es atacado por el Tiranosaurio Rex. Después de eso, para sofocar una herida en sus extremidades inferiores que le habían dejado el hueso astillado, lo inyectan hasta el fondo con morfina y de aquí parece salir la mejor parte del tipo. Porque, drogado y todo, parece estar más lúcido y tenerla más clara que en el resto de la historia. Desde que comienza a correr la morfina por sus venas, no para de hablar con fluidez sobre la ciencia, la teoría del caos, distribución de poblaciones, abstracciones y más abstracciones. Él representa el contrapunto de Grant en la historia. Mientras que el paleontólogo está intentando cruzar un río sin que los pterodáctilos le arranquen la cabeza, este tío alucina y comienza a comparar a los maestros de karate con los nuevos científicos (es pesimista en cierto sentido, y su arrogancia genera un efecto contrastante con esa visión negativa de la humanidad). Por otra parte, tiene bastante buen humor. He dicho que él y Grant representan polos opuestos, generan un contrapunto, pero es distinto a lo que se ve en la película. Fallo de Spielberg: En la película la tensión entre ambos surge de una tontería como lo es la supuesta atracción que sienten ambos hacia la doctora Sattler. Fallo gravísimo de Spielberg. Tenía en sus manos la posibilidad de tomar el más grande cliché de todos los tiempos, betarlo por completo y para siempre del cine y va y hace todo lo contrario, cayendo en la reiteración. De acuerdo, en el libro se deja evidente que la susodicha doctora es atractiva incluso para un nieto de Amond (el muchacho no cuenta con más de once años, eso es lo gracioso), pero la tensión que se ve en la película entre estos dos personajes no es original. De hecho, la primera descripción de Malcolm es la de un hombre calvo y anómalo. Y lo primero que le dice a la doctora Sattler es: "Tiene usted unas piernas hermosas, podría pasarme el día entero mirándolas". Ergo, cuando una persona es así de directa se sabe que la cosa comienza y acaba en ese mismo segundo con algo más importante.

John Amond. Es el excéntrico empresario que inicia el proyecto de Jurasic Park como cara visible de su industria de manipulación genética. Es un estúpido, lisa y llanamente, aunque otro fallo garrafal de Spielberg es presentar a un sujeto bondadoso que quería mostrar dinosaurios a los niños del mundo... Siendo que en el libro lo que dice es: "Mostraremos dinosaurios a los niños del mundo... De acuerdo, será sólo a los niños más ricos del mundo, pero se los mostraremos".

Tim Murphy. El nieto mayor de Amond (once años). Un genio en toda la extensión de la palabra.
Alexis Murphy. La hermana menor del anterior, nieta también de Amond. Me resulta insoportablemente estereotipada en ciertas partes de la novela, pero vamos, no es que haya sido un personaje bien planificado. Sobre el cambio que introducie Spielberg en el film... a fines prácticos, y por lo que muestra la película, no tiene mayor trascendencia. Para lo que muestra la película, en otras palabras, que la niña sea mayor que su hermano no hace nada. Por lo tanto no sé si calificarlo de fallo, aunque sí se hubiera ganado mucho si se hubiesen incluido escenas como la cascada, el viaje en balsa o el toqueteo de botones en la sala de control, y aquí sí hubiese sido necesario que el niño fuera mayor que su hermana.

Los demás son técnicos, cazadores, veterinarios (la hija de este veterinario, Harding, aparece en la secuela de esta novela), representante de inversores e ingeniero o programador informático (el que se vende a la competencia para robar embriones de los dinosaurios) (muere atacado por un dilofosaurio).

Hubo algunas ideas que me gustaron mucho, aunque ponerlas aquí sería demasiado monumental... No obstante, reseñaré la que más me llegó en su momento. En principio cabe destacar que, a diferencia de la película (aquí leo que el guión lo iba a hacer el mismo Crichton, pero después lo hicieron otros dos sujetos, por lo que perdieron una oportunidad brillante de hacer meya en la historia del cine), la teoría del caos tiene una gran preeminencia en el desarrollo del argumento. Iam Malcolm desde el comienzo, desde que se solicitaron sus servicios para diagramar una teoría de cómo funcionaría un parque hipotético de esas condiciones, pronosticó que todo se saldría de control. En el film lo único que hace es jugar con gotas de agua, pero ese ejemplo lo usa otro personaje y en otro momento para definir un gráfico de Malcolm que el mismo Malcolm había definido como Efecto Malcolm (que sobreabunde el ego). Así como cada sistema caótico tiene un orden subyacente, un sistema en apariencia cósmico tiene resultados impredecibles. Si lanzamos una bala de cañón con cierta masa, con cierta fuerza y con cierta declinación, sabríamos cuánto trabajo se aplica o cuánta distancia recorrería (comprobado después de mucho razonarlo). Este es un sistema clásico, un sistema de Newton. Ahora bien. Si se cambian ciertas variables, si disminuimos un poco la masa del cuerpo, reducimos sólo un poco la inclinación, aplicamos una fuerza casi idéntica a la primera... obtendríamos un resultado casi idéntico al anterior (esto no me he puesto a comprobarlo). Pero no ocurre lo mismo con lo siguiente. Tenemos toda una atmósfera, con cierta temperatura, cierta presión y cierta corriente de viento. Esto da por resultado determinado estado del tiempo en cierto momento. Pero si volviéramos a configurar estos valores, pero no fuesen los mismos valores, sino casi la misma temperatura, casi la misma presión y casi la misma corriente de viento, no obtendríamos casi el mismo estado del tiempo que en el caso anterior. Esto delimita la barrera entre lo lineal y lo que no lo es. La turbulencia, el bombeo de la sangre, el pensamiento y todo lo que sea desorganizado no lo puede calcular la física tradicional. Y aún el más ordenado de todos los sistemas, por ejemplo una mesa de villar con sus bolas, puede caer en el caos completo. Sistemas en apariencia simples tienen resultados impredecibles. En esa mesa de villar, por ejemplo, se puede calcular la masa de una bola, la fuerza que se le imprimirá, la aceleración que alcanzará, la trayectoria que seguirá y los efectos de la colisión con otras bolas. Se podría seguir así indefinidamente, de modo que pudiéramos saber en qué lugar estarán todas las bolas dentro de las próximas tres horas, pero existen otros factores, otras variables que no se toman en cuenta, como la rugosidad del paño, el rozamiento con otros cuerpos y con el aire, imperfecciones en la misma bola. Al final el sistema se torna caótico, impredecible, a pesar de su aparente sencillez. Malcolm opina que la isla colapsará más tarde o más temprano.


Todo lo anterior no me ha atraído mucho. De acuerdo, uno se queda con saber más sobre la teoría del caos, pero en estos momentos, una de las ideas que propone el autor en el libro es la que más me ha llamado la atención. En cierto momento (tras una inyección de morfina ¡hurra!), el doctor Malcolm comienza a hablar sobre la ciencia y los científicos para descalificar todo el trabajo que había hecho Amond. Dice algo como esto:


«—Si recuerdo bien —dijo Malcolm—, predije que todas las cercas fallarían.
Hammond suspiró, y se dejó caer en una silla:
—Maldita sea —dijo, sacudiendo la cabeza—. Seguramente no habrá escapado a su
percepción que, en el fondo, lo que aquí estamos intentando es una idea extremadamente
simple: mis colegas y yo determinamos, hace varios años, que era posible hacer clones
del ADN de un animal extinguido, y de desarrollar ese animal. Eso nos pareció una
magnífica idea: era una especie de viaje por el tiempo, el único viaje por el tiempo de todo
el mundo. Traer a esos animales de vuelta, vivos, por así decir. Y, puesto que era tan
emocionante, y puesto que era posible hacerlo, decidimos seguir adelante. Conseguimos
esta isla... Avanzamos... Todo era muy simple.
—¿Simple? —dijo Malcolm. De alguna forma había encontrado energía para sentarse
en la cama—: ¿Simple? Es usted más estúpido de lo que suponía. Y ya opinaba que era
un estúpido de gran magnitud.
—Doctor Malcolm —intervino Ellie.
Y trató de ponerle en una posición más cómoda de espaldas. Pero Malcolm no estaba
dispuesto a cejar: señaló la radio, los gritos y los alaridos.
—¿Qué es eso que está pasando ahí afuera? —inquirió—. Ésa es su idea simple.
Simple: usted crea nuevas formas de vida, de las cuales no sabe nada en absoluto. Su
doctor Wu ni siquiera conoce el nombre de las cosas que está creando; no se le puede
molestar con detalles tales como cómo se llama la cosa, y menos aún qué es. Usted crea
muchas en un plazo muy corto, nunca aprende cosa alguna sobre ellas y, sin embargo,
espera que hagan lo que usted quiere porque usted las fabricó y piensa, en consecuencia,
que es su dueño; se olvida de que están vivas, de que tienen inteligencia propia, y de que
pueden no obedecer lo que usted quiere que hagan; y se olvida de cuan poco sabe usted
sobre ellas, de cuan incompetente es para hacer las cosas que, con tanta frivolidad,
denomina simples... Dios bendito...
Volvió a acostarse, tosiendo.
—¿Sabe qué es lo que tiene de malo el poder de la ciencia? —prosiguió—. Que es una
forma de riqueza heredada. Y ya sabe usted cuan imbécil es la gente congénitamente
rica. Nunca falla.
—¿De qué está hablando? —preguntó Hammond.
Harding hizo un gesto, indicando delirio. Malcolm le lanzó una mirada.
—Le diré de qué estoy hablando —contestó—: La mayor parte de las distintas clases
de poder exigen un gran sacrificio por parte de quien quiera tener ese poder. Hay un
aprendizaje, una disciplina que dura años. Cualquiera que sea la clase de poder que se
busque. Presidente de la compañía. Cinturón negro de karate. Gurú espiritual. Atleta
profesional. Sea lo que sea lo que se persiga, hay que ponerlo en el tiempo, en la
práctica, en el esfuerzo, hay que sacrificar muchas cosas para lograrlo. Tiene que ser muy
importante para uno. Y, una vez que se alcanza, es el poder de uno mismo; no se puede
delegar: reside en uno. Es, literalmente, resultado de nuestra disciplina.
»Ahora bien: lo interesante de este proceso es que, en el momento en que alguien
adquirió la capacidad de matar con sus manos, también maduró hasta el punto en que
sabía cómo utilizar ese poder. No lo utilizaría de manera imprudente. Así que esa clase de
poder lleva una especie de control incorporado: la disciplina de conseguir el poder cambia
a la persona, de manera que esa persona no hace mal uso de su poder.
«Pero el poder científico es como la riqueza heredada: se obtiene sin disciplina. Una
persona lee lo que otras hicieron, y da el paso siguiente. Puede darlo siendo muy joven.
Se puede progresar muy de prisa. No hay una disciplina que dure muchas décadas. No
hay enseñanza impartida por unos maestros: se pasa por alto a los viejos científicos. No
hay humildad ante la Naturaleza. Sólo existe la filosofía de hacerse-rico-pronto, hacerseun-
hombre-rápido. Engañar, mentir, falsificar, no importa. Ni para uno ni para sus colegas.
Nadie nos critica: nadie tiene pautas. Todos intentan hacer lo mismo: hacer algo grande, y
hacerlo rápido.
»Y, como uno se puede levantar sobre los hombros de los gigantes, se puede lograr
algo con rapidez. Uno ni siquiera sabe con exactitud qué ha hecho, pero ya informó sobre
ello, lo patentó y lo vendió. Y el comprador tendrá aún menos disciplina que el científico:
el comprador simplemente adquiere el poder, como si fuera cualquier bien de consumo. El
comprador ni siquiera concibe que pueda ser necesaria disciplina alguna.
—¿Saben de qué está hablando? —se inquietó Hammond.
Ellie asintió con la cabeza.
—Yo no tengo ni idea —dijo Hammond.
—Lo expresaré en forma sencilla —dijo Malcolm—. Un maestro de karate no mata
gente con las manos desnudas; no pierde los estribos y mata a su esposa. La persona
que mata es la que no tiene disciplina, no tiene restricciones, y que salió y adquirió su
poder como una dosis de droga. Y ésa es la clase de poder que la ciencia fomenta y
permite. Y ésa es la razón por la que usted cree que construir un lugar como éste es
simple.
—Era simple —insistió Hammond.
—Entonces, ¿por qué ha salido mal?».


A estas disquisiciones es a las que hacía alusión antes. El autor hace gala de una maestría excelsa a la hora de conjugar escenas de acción o de aventura con este tipo de reflexiones. Cabe destacar que, y sin tomar en cuenta que este sujeto es matemático y me cae terriblemente mal, es siempre el doctor Malcolm el que ejecuta estos sermones sobre la naturaleza humana. Antes hay otro, muy crudo, sobre la labor destructiva de la ciencia y de los científicos, y de cómo algunos sólo buscan dejar una huella tremenda y terrible en algo bello y hermoso, destruyendo y aniquilando sin cesar. Y creo que más adelante en el libro explica cuál fue el momento en que perdieron el camino, o quizá me confunda con el prólogo, que habla de lo mismo. Es el momento en que estalla una revolución genética, en que la ciencia deja de ser una búsqueda de verdad y se transforma en una búsqueda del tesoro, y en esa búsqueda gana el mejor postor, gana quien pueda dar más de sí mismo, y gana quien tenga menos escrúpulos. Estos tres temas son los que me llamaron la atención. Y concuerdo en muchos aspectos.

¿Es verdad? ¿Tienen los científicos en sus manos un poder de inalcanzables dimensiones? ¿Y están capacitados para utilizarlo? Me gusta la expresión "filosofía de hacerse rico", el dejar de lado las interminables horas de estudio para llegar al conocimiento... y a la sabiduría de qué hacer con ese conocimiento. Tener conocimiento sobre algo sin tener la sabiduría para saber cómo usarlo es como darle un arma de fuego a un niño de dos años. ¿Es verdad todo esto? Me temo que sí, y a veces da miedo.

Al tener una inclinación instintiva a las ciencias he terminado desarrollando una filosofía. Las ciencias no deben ser para que el hombre meta la mano en donde una sabiduría mayor no lo mandó a meterla. La ciencia debe servirnos para descubrir, conocer y maravillarnos de los misterios ocultos de la creación, sorprendiéndonos a cada paso como extasiados ante una visión extraordinaria de un universo nuevo, un universo cambiante y desconocido. Sabemos nada. Creemos conocerlo todo. Me llamó la atención esa pregunta: "¿En dónde está la humildad ante la naturaleza?". Siempre he sostenido que ante las tormentas el hombre se ve indefenso y frágil. Ante las estrellas, sobrecogido y pequeño. Ante el prado cubierto de sol, observador y silencioso. Ante los grandes témpanos de hielo, maravillado y fascinado. La humildad es algo que se ha perdido, lo mismo que la costumbre de ver las estrellas, de sabernos pequeños e ínfimos ante lo que se abre más allá. No creo en el superhombre de Nietzche, me parece lo más descabellado que oí en toda mi vida. Cuando quitamos la humildad a un ser humano, lo despojamos, quizá, de su mayor virtud, de lo único que podría frenarlo antes de cometer un acto atroz y catastrófico. Por la falta de humildad hemos tenido que soportar dictaduras militares, guerras que acabaron con personas inocentes, sucesos como la solución final, y aquí paramos. Quizá sea necesario replantearnos, en tiempos en que el relativismo está tan de moda como en la época de los sofistas, en épocas en las que la humanidad cambia de paradigmas y en momentos en los que atendemos a las consecuencias presentes de actos pasados, cuál es el valor que le atribuimos a un poder tan grande como el de las ciencias. No hay que confundirnos. Tener el poder para hacer algo no significa que se deba hacer algo. Como tío Ben dice en esa legendaria adaptación que vivirá en el corazón de todos los frikis de la historia: "El hecho de poder hacer algo, no te da derecho a hacerlo. Recuerda, Peter, un gran poder conyeva una gran responsabilidad".

Hay un momento en que tenemos que detenernos, y ese momento es este momento. Y pensar con claridad y lucidez, porque aún no sea tarde para corregir el rumbo. Este mundo necesita científicos dispuestos a ser rectos, a guiarse por convicciones y valores éticos y morales universales que nos conduzcan por un buen sendero. El hecho de tener mucho poder en las manos no debe ser motivo para creerse con el poder para hacer todo lo que queramos. Creo que Spielberg erró garrafalmente en esto: pudiendo tomar esta idea del libro, idea muy pequeña pero muy fuerte y muy cierta, y adaptarla para que el prota indiscutido del film la dijese en un momento crucial y bla, bla, bla... pudiendo convertir una película con los típicos clichés en una película con los típicos clichés y con un mensaje muy necesario para el siglo XXI, dejó de hacerlo.

¿Detalles impositivos de estos dos libros de Michael Crichton? Creo que no guarda correlación con algunas de las teorías expuestas en ambas novelas. En la primera novela, por ejemplo, el doctor Grant se queda inmóvil ante el T-Rex y el dinosaurio sólo le pega un coletazo, en clara alusión a eso de que si los Tiranosaurios tenían una cavidad ósea similar a la que tiene la rana en el cerebro debía tener también los mismos mecanismo de reacción, por lo que sólo vería aquello que tuviese movimiento, dejando de lado las cosas que no se movieran. En la segunda novela, por ejemplo, esto se descarta cuando otro T-Rex ataca directamente a una persona que había recurrido al mismo truco de quedarse inmóvil. En el primer libro se describe que los velocirraptores tenían un sistema estructurado de cacería y de organización. De hecho, esto se comprueba cuando Grant y Sattler bajan al nido de los raptores y los encuentran bien formados, con las nidadas bien establecidas y con un sistema bien organizado de matriarcado. Ahora bien. En la segunda novela, cuyo protagonista indiscutido ahora sí es el doctor Malcolm (Grant no aparece en este libro), se dice todo lo contrario bajo la mirada de este hombre que, recordemos, era un teórico matemático (oh, y de pasar a no saber nada sobre dinosaurios, termina siendo uno de los mejores paleontólogos en la segunda novela). Es más, cavilando sobre la evolución (¿cómo no?) cedado hasta las trancas con morfina, el hombre se pregunta si el hecho de tener una mente evolucionada no requería ciertos sacrificios. Daba como ejemplo el hecho de que los animales de especies menos desarrolladas alcanzaban independencia después de un periodo relativamente breve de tiempo, en tanto que las crías de mamíferos más evolucionados requerían más tiempo de maduración y, además, seguir el ejemplo estructural de la manada. Es decir, lo que los otros hacían por puro instinto, los animales desarrollados lo aprendían de su entorno... Malcolm cavila en que en el pasado los raptores habían tenido ejemplo de coordinación, de cooperación y de compañerismo, se respetaban y cuidaban unos de otros, cazaban juntos y no se mataban unos a otros... Ahora seguían cazando juntos, seguían coordinando movimientos, pero habían perdido el sentido de la unión, porque cada quien hacía lo que más le convenía. Pensó entonces que estos animales, los desarrollados por ingeniería genética, no habían tenido padres que les enseñaran cómo debían comportarse, cómo eran las reglas... Por eso reinaba el descontrol y cada quien hacía lo que quería de las suyas... Y ahora uno se pregunta: "¿Si los raptores del libro anterior, que también habían sido generados por técnicas genéticas y tampoco habían tenido padres que les enseñaran a cazar y a permanecer unidos y a respetarse y a ser buenos entre sí y sin embargo seguían siendo buenos y respetándose y manteniendo la unión y el orden en las nidadas de huevos, porqué estos no?". Esto es lo más negativo que puedo destacar.

Fuera de eso, el libro tiene algunos clichés que te sacan de quicio, algunos malos estereotipos y una tendencia a americanizarlo todo... Por otra parte, en una parte del primer libro te ponen una secuencia genética con la sucesión de bases nitrogenadas. Esto es, estuve leyendo lo siguiente: CAG CGT TTT ATT TAC CCA AAC TAT TTA GGT... durante largo rato hasta caer en la cuenta de lo que era. Uno podría pensar que el autor pudo haberse ahorrado esta molestia y despachar el asunto con "y en la pantalla aparecieron largas sucesiones de letras"... Pues no. Y aunque os sorprenda, yo sé para qué es...

... para que algún friki, cuando tenga su propio laboratorio y un secuenciador genético, pruebe a ver si la fórmula funciona realmente. ¡Si es que estaba claro!

Como sea, os recomiendo ambos libros (aunque el segundo no me gustó tanto como el primero, y esto ya es más subjetivo). Y vamos, os recomiendo también El mundo perdido original, de Arthur Conan Doyle. Y esto es todo, porque considero que la entrada ya es demasiado larga como para extenderla aún más. Es que la filosofía se presta... :D

Ahora con permiso, me voy a Escocia para tomar el té con Ness.

5 comentarios:

Preste Juan dijo...

¡Qué estupenda entrada!
Adoro a Conan Doyle, en todas sus facetas. Y me encanto "El mundo perdido", cuando la leí hace muchos años.
De Chricton (o como se escriba) sólo he leído una novela, sobre un viaje en el tiempo. Y no me hizo mucho "tilín". Aunque me pareció un tipo curioso. Es una pena que haya muerto. Recuerdo la ironía de que en "La amenaza de Andrómeda", los que se salvan...¡están alcoholizados!
Da para mucho tu entrada. Pero no tengo tiempo hoy.

Nicolás dijo...

En principio, ¡muchas gracias por pasar! HM... Si no recurdo mal, creo que antes has intervenido en entradas de mates, ¿verdad? Bien, vamos allá.

Gracias por lo de la entrada, incluso yo me he quedado con ganas de seguir escribiendo, pero lo consideré demasiado exagerado... En fin, otro día, cuando tenga un poco más de tiempo, hago una segunda entrada notando los paralelismos de estas obras, que mencioné en el pincipio pero que luego no desarrollé con profundidad.

Y bueno, ¡encantadísimo de encontrar a otro fan de Conan Doyle! Es siempre un regocijo poder decir "no estoy solo en este frío universo". De Crichton (me has hecho dudar, porque en la Wikipedia sale así pero no me fijé mejor en el libro) yo tampoco he leído mucho (sólo dos libros). No obstante, tengo aquí descargado La amenaza de Andromeda, así que cuando tenga un tiempo (que estamos de exámenes), y por recomendación tuya, le daré una hojeada y quizá termine comentándola por aquí.

Lo que menciones de ese libro sobre los alcohólicos... me hace recordar a un chiste. Un alcohólico que estaba en tratamiento en un hospital seguía recayendo continuamente en el vicio. Al final, el doctor, habiendo agotado todos sus recursos, lo llama a su despacho y le pone dos vasos de cristal en frente (uno lleno con agua y el otro, con vino). El doctor saca una lombriz de un estuche y la coloca, usando unas pinzas, en el vaso de agua. La lombriz nada feliz y contenta de la vida. Luego el doctor saca a la lombriz con las mismas pinzas, y con toda delicadeza la coloca en el vaso de vino. La lombiz da dos vueltas y cae frita en el fondo del vaso. El doctor mira fijamente al alcohólico y le pregunta con severidad: "A la luz de la razón y de la verdad, ¿qué le dice este hecho a usted?". El alcohólico lo mira detenidamente, y sonriendo, dice: "Está claro, doctor... Los que bebemos vino no vamos a tener lombrices en el estómago".

Y bueno, si te interesa Conan Doyle, y claro está, para cuando andes con más tiempo, Fantasmas hizo una entrada en este mismo blog a finales del mes pasado sobre el Sabueso de los Baskerville, así que ya tienes una oferta más para seguir hablando sobre Doyle XD

¡Muchas gracias por el comentario!

¡Elen síla lumenn omentielvo!

Preste Juan dijo...

Gracias a ti.
¡Una estrella brilla sobre nuestro encuentro! La desconocía. Todo un detalle. Gracias.

Anónimo dijo...

HOla Nicolás.

Me ha encantado esta entrada. Aunque no he leído la novela de Conan Doyle, sí que he leído gran parte de la obra de Crichton. Leí Parque Jurásico hace casi un millón de años y el libro me gustó tanto que decidí leer más de ese autor. Y debo decir que la segunda parte de Parque Jurásico no me gustó nada. Creo que la escribió más para hacer de nuevo un bestseller y un taquillazo de cine que otra cosa. No olvidemos que la película la dirigió Spielberg y que su productora era la que producía la serie E.R (Urgencias, en castellano)creada por Michael Crichton.
Y me encanta que hagas referencia al maestro Bradbury... ya sabes lo mucho que lo admiro.

Una gran entrada (y no por su longitud...)

Nicolás dijo...

No sabía que habías leído a Crichton, me acabo de enterar. Tampoco me gustó la segunda novela, aunque fue más por los planteos filosóficos que por otra cosa; no lo sé, me pareció que el tema del evolucionismo y las contradicciones con el primer libro le quedaron muy flojas (y algunos personajes de verdad me parecieron un poco mal escritos). Eso sí, es un gran autor. Y sí, muchas veces el dinero mueve a crear este tipo de libros, a lo mejor, si le hubiera dado un poco más de tiempo, la novela terminaba puliéndose y siendo mucho mejor de lo que fue. Conozco esa serie, aquí la titularon "E. R. Emergencias", aunque tampoco se puede decir que haya visto más de dos episodios en su momento (tenía como siete años cuando la pasaron).

Y Bradbury es un genio de pies a cabeza, es un filósofo y un cuentista extraordinario. Y lo que más deseo es que se reconozca su carácter filosófico, el carácter filosófico de su obra, que creo que es lo que más se deja de lado en lo que he leído acerca de él. Era menester mencionarlo aquí.

¡Me alegro que te haya gustado!

¡Elen síla lumenn omentielvo!