martes, 26 de julio de 2011

Fragmento




Cuando le propusieron a Johan Sebastian Mastropiero que compusiera la música para una opereta sobre la huída de los aristócratas rusos en la revolución de mil novescientos diecisiete, Johan Sebastian pidió consejo a su venerado maestro, el profesor Wolfgang Gangwolf. Este le dijo: "Muchacho, se han compuesto hermosas partituras para operetas; aún en un género menor como la opereta, se puede notar la calidad de un compositor, te aconsejo que rechaces el ofrecimiento. Más aún, no debes aceptar si es que todavía te queda un poco de amor propio". "Si es así", respondió Mastropiero, "puedo aceptar perfectamente". Por otra parte, el padre de Mastropiero, que se oponía a la carrera artística de Johan Sebastian, por la misma época le envió una carta en la que le decía: "Hijo mío, te pido que abandones la música. Es posible que sean mis prejuicios los que me impiden ver, pero por desgracia no me impiden oír". En este punto Johan Sebastian se vio obligado a optar entre su familia y la música y eligió la música, para desgracia de ambas. Terminó de componer la opereta y para evitar más conflictos con su familia se dispuso a firmarla con un seudónimo: Johan Severo Mastropiano. Enterado el padre, le mandó otra carta en la que le decía: "Hijo mío, si usas ese seudónimo todos sabrán, no sólo que soy el padre del compositor, sino también que soy el padre de un imbécil". Johan Sebastian reconoció que esta vez su padre tenía razón y se cambió el seudónimo: firmó la opereta como Klaus Müller. Esto solucionó los problemas con su familia, pero le acarreó demandas penales de treinta y siete familias de apellido Müller.


Y esta es la introducción (cito textualmente) al cuadro primero del segundo acto de la opereta que compuso Johan Sebastian Mastropiero titulada "El zar y un puñado de aristócratas rusos huyen de la persecusión de los revolucionarios en un precario trineo, desafiando el viento, la nieve y el asecho de los lobos". Cuyo resumen del argumento es este: "Adiós, mi estepa".

Por favor, que alguien les dé ya un premio.





¡Viva Johan Sebastian Mastropiero!


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