A veces quisiera obtener respuestas a mis preguntas. Creo que es natural, es algo que nos hace seres humanos el querer respondernos lo que nos da curiosidad. Pero hasta qué punto podemos...
En esta vida no existen las oportunidades alternas. Me refiero a que no podemos pensar que algo más de lo que ocurrió podría haber sucedido. Por una misterio combinación de los senderos de la vida, como me gusta decirle, las cosas no pueden ser de otra forma de como han sucedido. El hecho de que ya hayan sucedido en el tiempo hacen que sean inalterables, pero hay más que eso. El principio universal de que no existen las alternativas indica que todo lo que ha ocurrido tiene un motivo de ser. No es causalidad, es finalidad. Todo tiene un fin, sea o no visible, y todo ocurre para llegar hasta esta meta.
Y a veces me interrogo. A veces desearía poder comprender a dónde tengo que caminar para no martillarme la cabeza. Y quizá esto es lo que más me cueste de toda mi vida: el poder caminar sin preguntarme a dónde voy. Quizá la más grande enseñanza que tenga que aprender es anteponer la paciencia a la curiosidad.
No sé hacia dónde estoy caminando. Vamos a ver. Lo intuyo o quiero creer que lo sé. Pero no sé si es realmente el lugar en dónde debo estar.
A veces me encuentro con muchas más dificultades de las que podría tener. Y entonces me pregunto qué habría sido si las cosas hubiesen sido de otra manera. No sería como soy ahora mismo, pero no creo que llegase a ser tan diferente (por lo menos estaría un poco más cuerdo). Pero quizá también me hubiese privado de las cosas que he encontrado y disfrutado todos estos años. Me habría perdido de todas estas experiencias que de verdad valoro y aprecio.
Aunque en otras circunstancias me habría gustado llevar una vida más cercana a los parámetros comunes. Desdeño lo prosaico, pero a veces me gustaría haberlo experimentado un poco más y ver una vida menos extraña.
Pero a la par reconozco que en algún momento habría mirado hacia atrás y habría descubierto que mi vida ha estado llena de repeticiones rutinarias y estupideces sin sentido. Porque hasta aquí no he vivido las aventuras que la vida ofrece... pero joder si no he vivido otras tantas que la vida sí se tiene reservadas.
Todo lo que sucede, por fuerza bruta, nos tiene que hacer aprender aquello que necesitamos aprender. A veces eso no ocurre. Creo que hasta aquí no sé qué coño he aprendido yo. Supongo que he aprendido a escuchar a los demás, he aprendido que las altas cumbres de la sabiduría humana están en las flores, he aprendido que a la vida no se la piensa, se la vive, he aprendido que los seres humanos somos muy tontos. He aprendido que sabemos menos de lo que creemos saber. He aprendido a reír y a amar la música. He aprendido a valorar cada segundo. He aprendido que muchos quieren explicar las cosas y otros tantos hacen como que las entienden. He aprendido que muy pocas cosas pueden ser explicadas como muchos quieren explicarlas. He aprendido el verdadero significado de la libertad, y de cómo los que se creen libres están enjaulados. He aprendido que no todo es fácil, pero que esto no significa que sea imposible. He aprendido que en hacernos como niños encontramos verdadera sabiduría. He aprendido que quizás vale más aquello que aprendemos que aquello que añoramos.
Creo que he aprendido que venimos a este lugar para aprender y obrar en consecuencia. Pero también creo que me salté algunas cosas. A veces también parece que me marchitara más rápidamente. A veces añoro el ser más inmaduro y menos rayado.
He aprendido a apreciar el silencio y la soledad, pero también he aprendido a apreciar a aquellos seres a los que amo y que me aman. He aprendido que los seres humanos han tergiversado la idea del amor. He aprendido que amar es entregarse hasta las últimas consecuencias sin esperar nada a cambio. Amar es dar nuestras vidas por los demás, sin importar quién sea, y terminar de darnos por completo. No se puede decir que haya aprendido a amar, pero creo que sí he aprendido a seguir el camino del amor.
Y creo que me falta aprender algo que ya veo pero que no aprendo como propio. Lo intuyo, pero quizá el acto más grande sea poder asumirlo y vivenciarlo. Quizá lo que me falta por aprender sea una de las más complicadas virtudes que los humanos podamos entender. Quizá me falte aprender la virtud de la paciencia, que es el arte de aguardar sin desesperar, ligado este a la virtud de la esperanza, el saber esperar. Quizá me falte aprender la virtud de la humildad, que consiste esta en abandonar la curiosidad por el mañana y por los senderos de la vida, y dejarme llevar sin prisas, seguro de que todo llega a buen puerto, ligado esto último a la virtud de la confianza. Y quizá, el día que aprenda todo eso, me siga faltando aprender algo que ya he aprendido y que nunca se deja de estudiar. El arte de la alegría.
Hoy sí que estoy reflexiivo, pero no he perdido los ánimos ni me he dejado abatir por los vientos de la vida. Hoy sólo quiero recordarme que no todo está visto, que aún quedan lugares en los que estar. Hoy quería decirme a mí que esto también es necesario, que sólo veo parte de una finalidad, pero que aún, gracias a Dios, no encuentro el propósito con el que estoy aquí. Quizá lo sepa de forma general, pero lo particular aún escapa.
No hay que temer cuando las tinieblas se hacen más oscuras. Ahí hay que recordar que las horas más negras son las que anteceden a la hermosa claridad del alba. Debemos temer cuando nos olvidamos de creer en el amanecer. Debemos temer, en suma, cuando no somos capaces de tener fe.
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